En su regreso a la TV, en la nueva temporada de Feud, de Star+, centrada en la relación entre el escritor Truman Capote y un círculo de mujeres de la alta sociedad neoyorquina que apodaban Los Cisnes, la estrella de Ally McBeal encarna a la oscura y filosa Lee Radziwill, hermana de Jackie Kennedy
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“¿Querés algo para picar? ¿Pido unas papas fritas?” me dijo Calista Flockhart, mirando hacia el océano desde la terraza del hotel The Georgian de Los Ángeles, y de pronto me di cuenta de cuánto había extrañado a esta mujer que saltó al estrellado a fines de la década de 1990 como Ally McBeal, una poco convencional abogada de Boston de minifalda y maxineurosis, un rol que volvió a encarnar este mes en la ceremonia de entrega de los Emmys, cuando repitió su ondulante baile característico junto a sus excompañeros varones y en un set que reproducía el famoso baño unisex de la serie, con Barry White sonando de fondo.
Flockhart prácticamente desapareció de los escenarios y la pantalla cuando estaba en la cima del estrellato, para fundirse en un atardecer de californiano de la mano de otra megaestrella, Harrison Ford. Había abandonado la idea de concebir un hijo para dedicarse de lleno a la crianza de Liam, el bebé que había adoptado un año antes de conocer a Ford.
Ahora, a los 59 años, Calista Flockhart vuelve para interpretar a la copetuda Lee Radziwill en el nuevo nido de víboras de Ryan Murphy, titulado Feud: Capote vs. the Swans, que se verá en breve en Star+.
Por 30 monedas de plata y para satisfacer sus ambiciones literarias, Truman Capote se volvió en contra de sus adorados “cisnes”, esas gráciles mujeres que reinaban en la alta sociedad de Nueva York en las décadas de 1950 y 1960, en un mundo de champagne, boquillas de cigarrillo y abrigos de marta cibelina.
La serie deja en claro que los cisnes temían y detestaban dos cosas: la mala iluminación y a las mujeres más jóvenes. Y nada les gustaba más que sentarse a almorzar con una botella de Pouilly-Fumé “mientras repartían despiadados puntazos de bisturí sin anestesia” contra otras amigas, para después irse a dormir la siesta.
Le pregunto a Flockhart si le habría gustado almorzar alguna vez con ese grupo de alto vuelo.
“Una vez puede ser”, contesta. “Me da mucha pena por ellas. Ahí estaban, la crema y nata de Nueva York, riqueza, joyas, yates, propiedades acá y en Europa, viajando a todas partes en avión privado, las que dictaban lo que estaba de moda y lo que no. Y debajo de todo eso, eran mujeres muy desdichadas, muy tristes y muy solas.”
Como le dice el personaje de Truman a su amante de camino a La Côte Basque para almorzar con sus “cisnes”: “Algunos cisnes directamente se ahogan bajo el peso y la belleza de su fantástico plumaje superficial. Simplemente no logran seguir”.
Con la excusa de que los escritores deben escribir, Capote traicionó la confianza de las elegantes damas que almorzaron con él y reveló todos sus sórdidos secretos del Upper East Side —desde adulterio hasta un presunto asesinato— en el artículo “La Côte Basque, 1965″ publicado en la revista Esquire en 1975. En el artículo, Capote se refiere a Lee Radziwill y a su hermana, Jackie Kennedy, como “un par de geishas occidentales”.
Cinco décadas después, para esta nueva temporada de Feud, Flockhart se suma a un grupo de actrices de renombre. Naomi Watts interpreta al cisne número uno, la atormentada Babe Paley, considerada por Capote como la mujer más perfecta jamás creada. Diane Lane interpreta a Slim Keith, que intenta condenar al ostracismo al Judas escritor. Chloë Sevigny es la decana de la sociedad, C.Z. Guest. Molly Ringwald es un dulce cisne llegado de la Costa Oeste, Joanne Carson, la ex de Johnny. Y Demi Moore es Ann Woodward, una corista que mató a tiros a su marido, heredero de un imperio financiero, pero nunca fue acusada porque afirmó haberlo confundido con un ladrón, una explicación que en su artículo Capote desestima por completo.
Jessica Lange interpreta al fantasma de la madre de Capote, una alcohólica que se suicidó en 1954. El espectro se regodea en el bochorno de esa raza de mujeres que la habían rechazado. Y en el papel de Capote, Tom Hollander logra lo imposible: estar a la altura de Philip Seymour Hoffman, que protagonizó Capote, la aclamada película de 2005.
Radziwill le abrió su corazón a Capote y le contó sobre su matrimonio en ruinas, sobre cómo siempre fue eclipsada por su hermana Jackie, y sobre cómo Jackie le había robado a su novio, Aristóteles Onassis. “Dios mío: ¡qué celosa está de Jackie!”, le escribió Capote a Cecil Beaton en 1962. “No tenía idea.”
Como lo muestra el programa, el escritor devolvió toda esa confianza prendiendo el ventilador: alcohol, anorexia, cirugías plásticas, maridos descarriados, por no hablar de esa maledicencia salvaje, un rasgo que Capote compartía. “La Côte Basque, 1965″ tal vez haya acabado con la sociedad neoyorquina, pero también acabó con Capote, que terminó de hundirse en el alcoholismo y murió nueve años después sin haber recuperado su lugar en la mesa.
Murphy dijo que Flockhart siempre estuvo al tope de la lista para interpretar a Radziwill, porque había escuchado hablar de sus brillantes actuaciones teatrales cuando era joven. “De todas ellas, Lee Radziwill era la más cruel, la más oscura, y la que más sufría”, dice Murphy. “También era la más famosa: la realeza norteamericana. No estaba seguro de que Calista, que había sido Ally McBeal y tiene una imagen de chica a la que todos quieren, querría hacer algo así en este momento de su vida. Pero dijo que sí sin dudarlo. Lo dio todo, y yo admiro mucho eso. Estuvo afilada como una daga.”
Las personas que han trabajado con Flockhart la describen como tímida, de un humor seco, y muy considerada: envía flores y regalos a los miembros del personal técnico. No es vanidosa y prefiere no mirarse, ni en la televisión ni en el espejo.
Flockhart dice que le encantó el vestuario de Feud —”Tendría que haber vivido en los años 60, no tengo dudas”—, pero no comparte la obsesión de los cisnes por la Lista de las Mejor Vestidas. “No voy a usar una cartera que diga Gucci para andar de acá para allá, me parece raro –dice Flockhart–. También soy muy frugal. Tengo ropa de diseñador realmente hermosa, pero el 90% de mi guardarropa es de Nordstrom. Solo uso prendas cómodas, que me funcionan.”
En junio, para el estreno de Indiana Jones y el dial del destino Flockhart tomó una decisión muy impropia de Lee Radziwill: llevó una maxifalda de Ralph Lauren de color amarillo canario que tiene desde hace 24 años. La usó por primera vez en los Emmy de 1999, cuando Ally McBeal se llevó el premio a la mejor comedia.
Flockhart y Ford conforman un equipo muy glamoroso cuando se presentan en la alfombra roja. Le pregunté por qué este año no lo había acompañado a la entrega de los Globos de Oro, donde se conocieron hace 22 años. “Hay muchas entregas de premios por delante, así que opté por quedarme en casa, con pochoclo y con Liam y los perros viendo fútbol en la tele.”
Su estilo es decididamente casual. “Tengo un uniforme”, dijo. “Cambio de un suéter gris a un suéter negro, y de nuevo al suéter gris y al suéter negro”.
Parece joven como Ally, más cerca de una estudiante de posgrado de literatura inglesa —su madre era profesora de inglés— que una mujer cerca de cumplir los 60 años. La miro a los ojos para ver si coinciden con la descripción que hace Capote de los ojos de Lee Radziwill, que según él “eran como una copa de brandy sobre una mesa frente a la luz del fuego de la chimenea.” “Depende de la luz”, dice Flockhart. “Verdosos, color avellana. A veces son marrones, a veces beige”.
Aunque Jackie Kennedy aparece sólo en una escena del programa, Flockhart dice haber estudiado la competitiva relación de Lee con su hermana mayor. “Truman Capote reconocía que Lee vivía a la sombra de su hermana –me apunta la actriz– y Capote le decía cosas como ‘Vos sos mucho más linda, mucho más inteligente, más interesante que ella, y tenés mejor estilo’, que era lo que ella realmente necesitaba escuchar. Creo que por eso ella realmente amaba a Truman. Era divertido y ella confiaba en él, como todas las demás.”
–¿Tiene un escuadrón de amigas como los cisnes de Capote?
“Tengo cuatro muy buenas amigas que conservo desde que mi hijo estaba en el jardín de infantes, y tengo otras dos amigas más”, apunta Flockhart. “Todas madres. Nuestros hijos eran amigos. Han pasado 16 años y sigo sintiendo que son mi ejército, siempre ahí, en las buenas y en las malas.”
Pero no sale a almorzar con ellas porque “odio ir a almorzar, así como me encanta ir a cenar. Hasta soy de preparar el desayuno, pero interrumpir el día para salir a almorzar no es lo mío.”
David E. Kelley, el creador de Ally McBeal, dice que se interesó en Flockhart cuando la vio interpretando a la hija de Gene Hackman en la versión de Mike Nichols de La jaula de las locas. En 1997, cuando se estrenó Ally McBeal, fue éxito instantáneo y ella se convirtió en una suerte de pararrayos cultural. Algunas feministas se quejaban de que el personaje era demasiado tonto y estaba demasiado pendiente de los hombres, y que usaba polleras demasiado cortas.
Flockhart recuerda la total naturalidad con la que tomó esa decisión de vestuario: “Le dije a la diseñadora de vestuario: ‘Tiene que ser largo o corto. No puede estar en el medio, porque mis piernas no se ven bien’. Entonces ella me dijo, ‘Vamos con corto’, y lo le dije ‘Genial, vamos con corto’. Y así se desató ese escándalo tan divertido de que Ally usaba la pollera demasiado corta.”
La controversia no la molestó, aunque sí se quedó desconcertada por una portada de la revista Time de 1998, donde aparecían fotos de Susan B. Anthony, Betty Friedan y Gloria Steinem junto con una foto de Ally McBeal, con una pregunta encima: “¿El feminismo ha muerto?” “No recuerdo haberme sentido herida”, dice Flockhart. “Pero me sorprendió. Pensé, este es sólo un personaje inventado en la mente de un hombre para entretener. Yo no veía a Ally como una declaración de principios. Lo único que me importaba era recordar mis líneas de diálogo cuando entraba al set.”
El memorable encuentro con Harrison Ford
¿Lo que más le gusta de su marido? “Me encanta su sentido del humor y me encanta cuando es tierno con los perros”, dijo. Tienen tres: un chihuahua de 19 años, Muggs, y dos terrier mestizos, January y Juno. Le confesé que había probado el truco que ella usó para conocer al señor Ford —derramarle encima una bebida— pero que lo único que conseguí es enojar a un par de tipos. Pero resulta que aquella linda historia no es del todo exacta. Flockhart me contó su versión de lo ocurrido aquella noche, ya parte de la leyenda de Hollywood, y más tarde, en una entrevista por separado, Ford me contó la suya.
Se conocieron en la entrega de los Globos de Oro de 2002. Ella estaba nominada por su papel en Ally McBeal y él recibía el premio Cecil B. DeMille a la trayectoria. Ella estaba muy seductora, con un vestido sin breteles diseñado para ella por Oscar de la Renta, con encaje rosa fruncido sobre una base color piel y con volados que caían en cascada en la parte inferior.
Harrison: –La vi y le dije a mi agente: “¡Guau! ¿Quién es esa chica?” Él me dijo: “Esa es Calista Flockhart”. Le dije: “Ah…, ¿y qué hace?” Y el me contesta: “¡Es Ally McBeal!”. Yo, la verdad, no tenía idea... Le dije: “¿Nos presentarías?”, y él me dijo que sí.
Calista: –Harrison se acercó a saludar. Cuando se fue pensé: “Uf, qué viejo baboso. ¿Qué pretende?” Después de la ceremonia nos pusimos a hablar, y ahí quedé fascinada.
Harrison: –Yo tenía el premio en la mano y era más fácil sostenerlo al revés.
Calista: –“¿Y esto qué es?”, le dije en broma. “¿Un lugar para poner mi vino tinto?” Y en ese momento, como él es quien es y no puede quedarse quieto un momento, dijo: “Ufff”, y el vino saltó por todas partes. Yo me salvé, no me cayó encima. Pero creo que él se manchó, y había vino en el piso y por todas partes,
Harrison: –Ella me volcó vino encima o yo sobre ella, o algo así, y con eso cerramos el trato. Le pregunté dónde vivía y me dijo que vivía en Brentwood. “Yo también”, le dije. “¿Vamos a tomar algo?” Y ella me dijo: “Puede ser, pero tendría que ir con mi agente”. Le dije: “Todo bien, yo también voy con mi agente”. Fuimos al antiguo Brentwood Bar and Grill y tomamos una copa. La llevé a mi casa, bailamos, y después la llevé a su casa. Por favor no omitan ese detalle de la historia. Desde entonces, no nos separamos nunca más.
Ford no se dejó intimidar por la idea de salir con una mujer que acababa de adoptar a un hijo. “No me asustaba para nada”, dice. “Conocí a Liam cuando apenas empezaba a caminar. Yo ya tenía cuatro hijos y no soy bueno con los números, así que no había mucha diferencia”. Y Flockhart no se dejó intimidar por la diferencia de edad de 22 años que los separaba. De hecho, dice que muchas veces se siente la mayor de la pareja, porque “él es muy inmaduro”, agrega cariñosamente.
“Hemos tenido que trabajar”, dice sobre su matrimonio. “Tuvimos altibajos como todo el mundo, y eso es bueno, pero siempre nos quedamos juntos. Cuando pasa algo, a la persona que me sale llamar es siempre a él. Esa una cosa instintiva: tengo que contarle a a Harrison.”
¿Niega o confirma?
–¿Con Harrison hacen cosplay con sus personajes icónicos de Indiana Jones y Ally McBeal?
–¡No!
–El látigo de Indiana Jones está en el cajón de la mesa de luz.
–No. ¡Qué gracioso!
–Usás el látigo.
–No, no y no. Cien por ciento niego.
–Lograste que Harrison dejara de usar arito...
–Niego, fue una moda pasajera.
–Cada vez que Harrison suelta una puteada, lo obligas a poner un dólar en un frasco de vidrio.
–No es mala idea, pero la respuesta es no. Siempre le digo, “¿Es necesario?”, pero yo también soy capaz de lanzar un insulto como si nada.
–El bebé bailarín de Ally McBeal te sigue atormentando en tus pesadillas.
–Niego. Recuerdo que siempre me pareció un poco aterrador, pero nunca me dio pesadillas.
–¿Alguna vez trabajaste repartiendo toallas en un gimnasio, como yo?
–¡Confirmo! ¿Así que vos también?
–Como decía Lee Radziwill, ¿”el buen gusto es una emoción”?
–Esa es buena, ¡confirmo!
(Traducción de Jaime Arrambide)
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