Revelación de Amar después de amar, la actriz posa por primera vez para ¡Hola! Argentina y sorprende con una gran noticia: dice que está muy enamorada de Dante Spinetta
Los fines de semana, vuelve a su hábitat en las afueras de Pilar. Allí tiene su refugio, herencia de su mamá, la artista plástica Alicia Goñi. “Esta casa fue la concreción de un sueño”, rememora Cala Zavaleta (25), una de las caras nuevas de la televisión, la revelación en Amar después de amar. “Como yo iba al colegio por acá, mamá compró el terreno y proyectó este taller-casa con una de sus mejores amigas, Florencia Alen, que es arquitecta. Por afuera es de chapa oxidada, como La Cárcova, donde se formó como pintora, y por dentro está revestida con madera, con listones de La Boca recuperados por Fernando Battilana. Tiene losa radiante, porque hasta ese entonces vivíamos en el campo y nos moríamos de frío, paredes altas para colgar sus cuadros y su espacio de trabajo incorporado al living”, sigue la joven actriz, que aún no termina de procesar el éxito de la tira que mantuvo en vilo al público hasta el último capítulo.
“Siempre me gustó actuar”, cuenta Cala, que se crió con su hermano mayor Juan Gris –polista como su padre, Juan Martín Zavaleta– en una chacra en General Rodríguez. Compartió colegio con la actriz y cantante Sonia Zavaleta, su prima hermana, y con la actriz y radióloga Laura Laprida, que a su vez es prima de Sonia. “Mi clase preferida era Teatro y lo disfrutaba tanto que Chapa, mi profesor de actuación desde los 9 años, sigue siendo mi amigo y mentor. Todos los años presentábamos una obra distinta y como yo tenía una locura natural con la que él se copaba, me daba papeles divertidos”, explica entusiasmada, mientras se acomoda en el sillón para conversar por primera vez con ¡Hola! Argentina.
–Además de esa fascinación tan temprana, ¿qué te llevó a convertirte en actriz?
–La actuación me permite salir de lo que soy y eso es muy placentero. Me permite habitar otros mundos, otras emociones y otras situaciones. Es vivir varias vidas en una y expresarte con el cuerpo, que en mi caso es una adicción.
–Acaba de terminar la tira que marcó tu debut en la televisión.
–Recién ahora estoy tomando conciencia de la dimensión que tuvo y lo que generó en el público. La devolución fue muy potente: el verdulero de la esquina de casa, la secretaria de mi médico, todos se fanatizaron con la historia. Por suerte, recibí comentarios positivos.
–Tu primer contacto con la fama...
–Si bien mi decisión de ser actriz no pasó por ahí, el reconocimiento es un regalo. Hace unos días estuve en San Antonio de Areco haciendo un video para una marca de ropa y dos chicos me pidieron una foto para sus novias, que también eran fanáticas de Amar… Después, hay personas que me conocen de toda la vida y que me escribieron para felicitarme o para contarme que se habían enganchado con la historia. Son cosas que te reafirman en tu camino y que te dan más confianza.
–¿Qué sentiste cuando te viste en la pantalla por primera vez?
–Al principio, me molestó un poco mi voz, que dicen que es normal, pero en líneas generales, me gusté y me encantó lo que pude crear junto con los directores, mis compañeros de elenco y mi coach, Laila, que estuvo en el set para acompañar a los que hacíamos esto por primera vez. Ella fue clave para que nuestras interpretaciones estuvieran a la altura de las expectativas.
–Tu personaje, Cynthia Levin, fue poderoso.
–Fue un personaje difícil, una chica vulnerable, desesperada por sentirse amada. Esa parte suya fue con la que más conecté, porque era concreta. Todos alguna vez sentimos la necesidad de otro y de su compañía.
–¿Estás con alguien?
–[Se ríe]. En la vida real, sí. ¡Y estoy muy enamorada!
–¿Cómo se llama?
–[Piensa]. Dante… Spinetta. Pero es muy reciente, prefiero no dar más detalles.
–Tenés dos grandes amigas en el medio, Justina Bustos y Mia Flores Pirán.
–Mia es amiga de toda la vida y con Justina nos conocimos cuando empecé a estudiar actuación en la Universidad de las Artes. Con Mia el vínculo es de apoyo mutuo, evaluamos proyectos juntas, y con Jus hay mucha admiración. Está haciendo un recorrido increíble y me da esperanza porque significa que se puede y que somos parte de una nueva generación. Siento que estamos bien ubicadas en el medio y que venimos con otra conciencia. No somos estrellas, somos mujeres que trabajan, que no compiten y que se acompañan.
LA HISTORIA DE CALA
La infancia de Cala y de Juan Gris no fue tradicional. “Mis padres se casaron a los 24 años y se fueron a vivir a una chacra que llenaron de árboles y de gallinas. Mi hermano y yo nos criamos en la naturaleza, en contacto con las estaciones, y con mucha libertad. Crecí en el campo, con mucha libertad y sin televisión. En invierno, después del colegio prendíamos el fuego y conversábamos. Sentarse a la mesa era reglamentario, nadie se levantaba hasta que todos terminaran de comer, y nos íbamos a dormir temprano”, rememora. Creo que le sumó mucho a mi vida haber sido criada en el campo, con tanto amor, sin lujos, sin miedos.
–¿Cómo describirías a tus padres?
–Siempre fueron auténticos y libres. Cuando les conté que quería ser actriz, no tuve ninguna oposición. Papá nunca se hubiera negado y con mamá siempre tuve una comunicación muy poderosa. Tanto es así que cuando murió (hace menos de dos años) me conectó con el lado espiritual de la vida y me abrió las puertas de otra dimensión.
–¿Qué le aportó ella a tu vida?
–Fue una mamá especial, muy incentivadora, muy mágica. Todos lo que la conocieron la describen como un hada y hay veces que la siento presente y digo: “Está acá”. Es doloroso, por momentos, y muy loco porque me siento ella cuando doy consejos, por ejemplo. Tengo el corazón repleto de todas las enseñanzas, las miradas, los mimos, las anécdotas y los viajes que me dejó en estos veintitrés años que la tuve de mamá. [Suspira].
–¿Y tu padre?
–Los últimos años estuve un poco distanciada de él y en un viaje reciente que hice a París me reencontré con todo lo que nos dio. Hasta mis 5 años, vivíamos seis meses en Buenos Aires y seis meses allá, en un castillo del 1700 en las afueras de la ciudad, porque él tenía un patrón en Francia. Toda la magia de mamá fue complementada por el espíritu aventurero de papá, que nos dio la posibilidad de conocer el mundo. Entendí que soy versátil y tengo poder de adaptación gracias a él porque fue quien me enseñó a no tenerle miedo a viajar, a recibir lo nuevo con los brazos abiertos, a disfrutar de la aventura.
–¿Cuál será la próxima?
–Me encantaría trabajar en cine, por más chiquito que sea el papel. Y en unos meses viajo a Nueva York para hacer una campaña y un fashion film.
–¿Y tu máximo anhelo?
–Sueño con conocer a Almodóvar y hacer una película con él. Puede llegar a suceder, la vida me enseñó que con caminar y confiar basta.
- Texto: María Güiraldes
- Fotos: Tadeo Jones
- Producción: Georgina Colzani
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