CAE: “Perdí todo y tuve que empezar de cero otra vez”
El cantante, que participa en la segunda temporada de MasterChef Celebrity emocionó a todos cuando contó cómo le tocó reinventarse; aciertos y frustraciones del “Bon Jovi argentino” que enamoró a toda una generación
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En sus 51 años, CAE pasó por tantas situaciones que si su vida fuera llevada a la ficción, el espectador pensaría que el guionista comenzó a delirar. Porque Carlos Alfredo Elías, más conocido como CAE, tiene un posgrado en eso de resurgir como el ave fénix. Y pese a que su fama, su economía, sus estados de ánimo y hasta su vestimenta fueron oscilando a lo largo de toda su vida, su optimismo es arrollador.
Hijo de una maestra y un peluquero, creció entre tijeras y secadores de pelo, montando shows caseros para las clientas de la peluquería familiar en Villa del Parque. A los seis comenzó a tomar clases particulares de canto, a los 10 ingresó a una academia y su sueño de vivir de la música se fue gestando. Su ascenso y su caída fueron dignos de una montaña rusa.
Llegó a tenerlo todo: compartió set con Madonna y Robbie Williams, y terminó cortando el pelo y recalentando arroz porque, literalmente, no tenía para comer. Enamoró a todas en los 90 con sus lentos lacrimógenos, y tuvo que atravesar una fuerte depresión y superar sus excesos. Hoy ya con las piezas acomodadas, como le gusta decir, armó una productora familiar en la que comparte tareas con sus dos hijos; grabó un nuevo disco en pandemia y se mide cada noche en las cocinas de MasterChef Celebrity.
“Cuando me llegó la invitación para esta segunda temporada, me dijeron: ‘tenés que ponerte un puntaje del 1 al 10, ¿cuánto creés que cocinás?’. Y no me achiqué, les dije que cocinaba en un nivel fonda familiar, así que tiré un 7 u 8”, cuenta el cantante, que hasta el momento no convenció demasiado al exigente jurado pero que siempre va por más. En una charla con LA NACION, habla del desafío de la cocina, de su reconversión y de cómo desde la música y el humor intenta siempre llegar al corazón de la gente.
El Bon Jovi argentino y su caída más fuerte
Lo conocimos en los 90, épocas de su banda Bravo, cuando Marcelo Tinelli los invitó a Ritmo de la noche, el clásico programa de los domingos a la noche por Telefe. Fue una revolución: carilindos de pelos largos, pantalones ajustados de cuero, y mucho glam metal. La explosión fue inmediata: miles de adolescentes del otro lado de la pantalla comenzaron a comprar sus discos (hasta volverlos de Oro) y a pedir sus temas en las radios. Pronto “Desierto sin amor” y “Te recuerdo” treparon a los rankings de las más escuchadas.
Giras, boliches, múltiples shows por noche, fama, dinero, excesos. El combo del que pocos parecen librarse, también lo atrapó. “En un momento estaba sobre el escenario y no sabía ni en qué ciudad estábamos tocando”, confesó alguna vez. Hasta que decidió cortarse solo, cambió el cuero por el traje, sumó shows por todo el país, fundó su propia productora y como el contexto nacional no era el mejor (fines de los noventa) se fue a probar suerte a España. “Me contrató una empresa y apenas llegué compartí escenario con Madonna y Robbie Williams. Armamos una banda con músicos españoles, volví a la Argentina a buscar a mi familia y cuando llegué a Madrid, la empresa estaba llena de policías. Tiempo después supimos que era una maniobra de lavado de guita, pero yo pasé de compartir escena con esos tanques a que se llevaran mi camioneta”, recuerda.
Fueron épocas muy duras en las que él y su mujer debieron volver a empezar con un hijo recién nacido: “No sólo se me desarmaba un sueño con un bebé en los brazos sino que me sentía asfixiado porque llamaba a mi hermano para pedirle que me mandara la liquidación de Sadaic y él no sabía cómo explicarme que me había agarrado el corralito”. Fue entonces cuando comenzó de cero, como un principiante desconocido, a cantar en bares pequeños y a trabajar como peluquero, el oficio de su padre.
Hasta que decidió alejarse de la música y desintoxicarse de tanta tristeza y frustración. La familia completa migró a Mar del Plata, donde CAE se hizo cargo de la dirección de una radio y el mar curó de a poco las heridas.
Desde su pyme familiar, en la que trabajan sus dos hijos que ya cruzaron la barrera de los 20, grabó su disco número 16, en pandemia. “Ya lanzamos un single que se llama Vulnerable. El disco va a salir por partes. En 2019, que fue un año que hicimos casi cien shows, grabamos el cierre de la gira en el teatro Ópera y es un audio-video que ya se está empezando a ver, CAE en el Opera. Estoy cerrando etapas también, aprovechando la cuarentena que nos dio tiempo para ponernos a tiro con un montón de material, poder organizarnos. Yo me tenía que ir de gira por cinco países, a recorrer Latinoamérica, entonces no te voy a negar que el aislamiento lo empecé bastante enojado pero supe capitalizarlo. A veces me llaman para dar algunas charlas motivacionales, no porque me considere un tira posta, sino porque me pasaron cosas de vida que fueron fuertes y me parece que siempre llegamos a la conclusión de que, cuanto menos tiempo hay desde que surge el problema, el piano en la cabeza, eso inesperado e inédito que te toca hasta que te ocupes, mejor. Porque si así te llegó, corresponde que vos también actúes de manera inédita”, asegura. Y esa fue la receta que utilizó siempre para levantarse una y otra vez.
El desafío de la cocina
Sus temas, que aún hoy suenan en cumpleaños y casamientos, hicieron bailar y llorar en partes iguales a toda una generación de adolescentes que hoy lo recuerda con nostalgia. “Tengo muchas seguidoras, mis adolescentes de aquellas épocas y por suerte gente nueva, porque si no quedás girando en falso en tu ‘Te recuerdo’ de los 90, y si bien nunca jamás voy a ir contra eso, yo soy un tipo que todos los fin de semanas labura y hace shows. Hacer estas cosas como el reality logra que muestres tu perfil completo desde otro lado: soy el rockero más romántico, y ese título autoimpuesto, si querés: el rey del chape o el zoolander del rock y todos los slogans que me invento que son de guerrilla, se refuerzan cuando nosotros venimos sosteniendo casi 30 años de carrera ininterrumpida con buenos momentos, con muy malos momentos, pero siempre sosteniendo el vínculo con la gente, que es lo más importante”, reflexiona.
-Ese nivel de cocina familiar parece que no viene alcanzando para convencer al jurado, ¿sos de mirar tutoriales para aprender algunos trucos?
-La gente me pasa muchas recetas y si me interesan, las tomo. El otro día pasó por mi productora el presidente de la Cámara Argentina de Pastelería y me regaló un mega libro sobre pastelería criolla y mientras lo recibía pensaba: ‘si supieras lo mal que me sale el panqueque, el merengue italiano, lo que practico y no me sale’. Apenas me anunciaron en el programa recibí diez mil recetas, tips. Voy en remís a algún lado y el remisero me dice: ‘acordate que a las papas antes de meterlas hay que tirarles un chorrito de vinagre’. Es una locura. Leo todo y miro un montón de tutoriales.
-¿Y vas mejorando?
-Lo intento. Hoy me toca esto y trato de afrontarlo de la mejor manera posible. No lo logro todos los días, quiero que lo sepas; todos los días que voy a grabar el programa y en alguna cocción o situación pienso, podría estar en mi casa tocando la guitarra, haciendo otras cosas. Pero bueno, es parte del juego exponerse y ese por lo menos es el desafío, no solo en este programa sino siempre en mi vida, siempre ha sido eso.
-Te animaste a hacer cosas diversas: participaste del Bailando, hiciste un infantil, ahora un reality de cocina, como que siempre estás buscando nuevos rumbos.
-Soy un tipo que trabajo mucho conmigo, con mi interior, con cosas que me han tocado vivir, buenas y malas, y siempre me gustaron los desafíos. Vengo de protagonizar Madagascar, un musical infantil que me sacó de mi zona de confort. Vengo charlando con José María Muscari porque quiere sumarme a Sex, que es algo que me encantaría para mostrarme de otra manera, pero no encontramos el hueco y en este mismo sentido está MasterChef. Cuando entro cada tarde al set y sé que voy a estar expuesto al azar, al juego, a cocinar con algunos ingredientes que te caen del cielo por así decirlo o que desconozco, y que con esas cuatro cosas tenés que resolver; la verdad que sí, es un desafío permanente. Me cuesta bastante estar en eje, mantenerme sin estrés, y el reloj es algo brutal.
-Y con esa adrenalina casi prendés fuego la cocina...
-El tiempo para mí y para los que somos cocineros de familia es tremendo. En tu casa te ponés una musiquita, algo rico para tomar. La cocina para mi es algo lúdico, cuando entro es para divertirme un poco, y acá es hacer todo en una hora, cocciones que hay que apurarlas, masas que llevan media hora de reposo y en algún momento de la competencia se me nubla y empezás a correr más riesgos de cortarte un dedo, de quemarte con el horno, de incendiar algo. Cuando te dicen: ‘cocineros, faltan treinta segundos’ y vos no emplataste, hace que saques la asadera del horno con las manos y te mandes errores garrafales de ese tipo.
-También te vimos emocionarte y recordar algunas vivencias del pasado, ¿cuál es tu conexión con la cocina?
-Sí, todos caemos en un lugar común de la infancia. En mi caso me dejaban mucho con mi abuela, me acuerdo de los olores, de quedarme con ella cocinando y cortarle los ñoquis, ¿quién no lo ha hecho eso alguna vez? Son momentos mágicos y en el programa te ponen en un grado de competencia, de estrés y hasta por momentos vulnerable, creo que ¡ya lloramos todos! Porque después de cocinar una hora, de terminar con el delantal destruido y la cabeza llena de harina, luego de ese grado de entrega total, viene la devolución y a lo mejor no es la mejor, y vos te enfrentás con un grado de susceptibilidad, de vulnerabilidad que es como cuando un jugador viene a la carrera en velocidad y lo tocan abajo y cae en el área. Mirá que somos todos tipos adultos que pasamos muchas cosas, pero ahí estamos interpretándonos a nosotros mismos y la cocina tiene mucho amor.
-Hiciste foco en tu paso frustrado por España y la dura situación económica que tuvieron que afrontar. ¿Cómo linkeaste la cocina con esa etapa de tu vida?
-Los primeros meses de cuarentena cocinaba puertas adentro, tuve un reencuentro con la cocina que para serte sincero, era un lugar al que entraba solo para abrir la heladera y nada más. Pero fue un revivir cuando me había ido a vivir a Madrid, que tuvimos ese traspié grande en cuanto a lo familiar y lo personal, entonces yo me quedaba con los nenes en casa y tenía que cocinar, mi mujer trabajaba afuera, a mí me habían estafado, de un día para el otro terminé de compartir lineup con estrellas a quedarme sin laburo. Entonces me hice cargo en esos momentos difíciles de mi casa, con todo lo que eso implica, que era cocinar también y con poca guita. De esa experiencia, de ese desafío aprendí bastante y espero que me ayude en el programa como me ayudó siempre en mi vida.
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