Cachorro López y su reinvención de los clásicos de Los Abuelos de la Nada: “El disco celebra el legado y lo transforma”
El productor habló con LA NACION de Éxtasis total, su álbum tributo a la banda que lo consagró; con Andrés Calamaro, Daniel Melingo y Gustavo Bazterrica revivió clásicos del rock nacional con el aporte de una nueva generación de músicos
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En los años 80, Los Abuelos de la Nada sacudieron el rock argentino con una energía única. Miguel Abuelo, Andrés Calamaro, Daniel Melingo, Gustavo Bazterrica, Polo Corbella y Cachorro López dejaron canciones que siguen sonando, tanto en la memoria de quienes vivieron esa época como en las generaciones que siguieron. La banda se separó en 1986 y, con la muerte de Miguel Abuelo, en 1988, quedó claro que no volvería a haber un reencuentro. Pero su música siguió vigente como un puente entre el pasado y el presente.
Desde su chacra en Open Door, Cachorro López dialoga con LA NACION sobre Éxtasis total, su reciente tributo a Los Abuelos de la Nada. El álbum reúne a Andrés Calamaro, Daniel Melingo y Gustavo Bazterrica, con una nueva generación de artistas: Zoe Gotusso interpreta “Sin gamulán”, Emmanuel Horvilleur reversiona “Sintonía americana”, Vicentico aporta su voz en “Cosas mías”, Miranda! transforma “Hombre lobo”, Monsieur Periné junto con Daniel Melingo recrean “Chalaman” y Los Auténticos Decadentes renuevan “No se desesperen”. Ale Sergi y Conociendo Rusia revisitan “Lunes por la madrugada”, mientras que Trueno y Julieta Venegas reinterpretan “Tristeza de la ciudad”. Lali aporta su estilo a “Mil horas”, Bandalos Chinos a “Costumbres argentinas” y El Zar a “Así es el calor”: “Este disco celebra todo lo que fuimos y lo que somos, resignifica nuestra música y la conecta con nuevas generaciones”, afirma.
–Acabas de estrenar el disco: Éxtasis total. ¿Qué te inspiró a embarcarte en este proyecto?
–En realidad, la idea salió de Damián Amato, de Sony. A mí me habían pedido de Polka que hiciera una versión de “Lunes por la madrugada”, que está en el disco, interpretada por Ale Sergi con Conociendo Rusia. Pero eso era algo aislado, y Sony lo editó. Un día, Damián me dijo: “¿Por qué no hacés esto con otros temas?”. Me pareció una idea genial, y nada, me pasé un buen tiempo haciéndolo y fue muy divertido.
–¿Cuándo comenzaron a trabajar en el disco?
–Esto empezó hace dos años, más o menos. Tardamos un tiempo en ir grabándolo y después en que saliera, porque fueron sacando singles y todo esto.
–¿Andrés Calamaro, Daniel Melingo y Gustavo Bazterrica estuvieron de acuerdo desde el principio?
–Bueno, al principio yo lo encaré porque, en realidad, era un disco de productor con artista. Pero después los fui invitando a participar en diversos temas y les encantó. Terminaron involucrándose mucho. Inclusive Andrés [Calamaro] terminó cantando dos temas, haciendo un featuring en otros dos y fue una fuente de consulta permanente. Él pensó el título del disco, y fue así.
–¿En serio?
–Sí. Y Melingo participó tocando clarinete en los temas que yo hacía con Andrés. También convencí a Monsieur Periné; la versión de “Chalamán” está buenísima en la cumbia colombiana. Melingo también cantó un poco. Y está el Vasco, Gustavo Bazterrica, en una versión espectacular de un tema suyo.
–¿Cómo fue trabajar con artistas con los que no habías colaborado antes?
–Con Vicentico, Julieta Venegas y Goyo Degano [de Bándalos Chinos] habíamos grabado algo en un disco de Miranda!. Con Emmanuel Horvilleur había participado en Meteoros, que es un proyecto que armamos con Ale Sergi y Didi Gutman. Con Zoe Gotusso también había trabajado, produje su último disco. A muchos de los artistas ya los conocía.
–¿Cómo lograste reinterpretar las canciones y mantener la esencia de Los Abuelos?
–Yo siempre pensé en una versión que respetara la gracia del original, pero que fuera lo más original posible y lo más enfocado a cada artista, con todos los cambios de estilo que eso implica.
–Con esos cambios de estilo, por ejemplo, “Hombre lobo” está transformada en una canción muy al estilo de Miranda! ¿Cómo surgió esa idea?
–Puede ser. Lo que pasa es que “Hombre lobo” era un tema que tocábamos con Los Abuelos. Teníamos muchos temas en vivo que no tenían muchas partes cantadas, sino que se repetía siempre el mismo ciclo y después había muchas cosas instrumentales. A esta le compusimos una parte extra. El tema ahora tiene un verso, un precoro, toda una coda con Andrés recitando. Tiene muchas cosas que el original no tenía. Esa fue una transformación grande. Es muy divertida. Y qué “Tristeza de la ciudad”: Julieta [Venegas] cantó la melodía original que teníamos y Trueno le agregó todo su swing. La verdad es que quedó espectacular.
–¿Qué tal las críticas, hasta el momento?
–La verdad que el feedback está siendo increíble. Me pone muy contento porque le tengo mucho cariño a esas canciones. Algunas las hice hace 40 años, y aunque estos chicos ni habían nacido, siguen vigentes y tienen una nueva vida. Me parece genial.
–¿Esa “nueva vida” incluye llegar a un nuevo público?
–Sí. Hay un público que no era de Los Abuelos, pero también hay gente que sí los conoce. Incluso para quienes no vivieron la época, las canciones también mantuvieron un poco de vigencia. Yo lo noto porque muchos chicos jóvenes son fans de las canciones, aunque por edad evidentemente no fueron público nuestro, ¿no?
El origen de todo
En 1981, Cachorro López se convirtió en el compañero clave de Miguel Abuelo para formar una banda: Los Abuelos de la Nada. Después de compartir días de música y bohemia en Ibiza, López regresó al país, y junto con Abuelo, sumaron al resto de la banda. Así nació un grupo que dejó clásicos como “Himno de mi corazón” y “Costumbres argentinas”, que son parte del ADN del rock nacional.
–Volvamos a 1981, con tu viaje a Ibiza y el retorno de Miguel Abuelo a la Argentina. ¿Cómo comenzó todo?
–Bueno, yo estaba viviendo en Ibiza, en plan bien hippie. Quería hacer música y tocaba todo el tiempo, pero no había una estructura profesional en Ibiza. Ahí conocí a Miguel y empezamos a fantasear con la idea de formar un grupo, de hacer un proyecto juntos. Nos juntábamos, íbamos a tocar todo el tiempo, muchas veces para pasar la gorra en bares. Hasta que en un momento, Miguel tuvo un pequeño percance con la ley, lo cual me sorprendió bastante.
–¿Cómo fue esa etapa?
–Me fui a Inglaterra. Estuve en una banda que se llamaba Lola, pero no pasó nada con ese grupo. Me quedé como un año en Bristol y estuve tocando con un grupo de jamaiquinos y con otra gente. La pasé muy bien. Mientras tanto, Miguel estaba al principio en la cárcel y yo en Bristol. Nos escribíamos cartas. Después, cuando Miguel ya estaba libre en Barcelona, seguimos carteándonos. En un momento, volví a Buenos Aires para pasar las fiestas con mi familia y se me ocurrió que era muy propicio armar el grupo en la Argentina, con lo que estaba empezando a pasar musicalmente en el país. Una amiga nuestra nos dio el dinero para el pasaje, trajimos a Miguel y así empezó la versión de Los Abuelos de la Nada en la que yo estuve.
–La formación incluía a Calamaro, Melingo y Bazterrica. ¿Cómo los convocaron?
–Fuimos buscando. Yo había reclutado antes de que llegara Miguel. A Melingo lo había conocido en jam sessions, en la casa de Miguel Zabaleta, que eran amigos. Entonces, cuando llegó Miguel, yo ya lo tenía en mente a Melingo. A Andrés Calamaro se lo recomendaron varias personas a Miguel. Alejandro Lerner y Pipo Lernoud le habían hablado de él. Cuando Miguel llegó, fuimos a la casa de Andrés, estuvimos hablando y tocando, y nos encantó. A Bazterrica lo contacté a través de un amigo mío. Era el que tenía más trayectoria profesional en la Argentina en ese momento y, como no estaba en un grupo, se prendió. El último fue Polo Corbella, a quien yo había visto tocar muchos años antes en un grupo que se llamaba Bubu. Trabajaba de taxista, así que cayó a ensayar con el uniforme celeste de los taxistas de la época. Ahí nos juntamos todos.
–¿Qué te dijeron tus padres cuando les contaste que querías ser músico?
–Sí, bueno, al principio hubo un poco de miedo al fracaso, por meterme en un área que no conocían y que no parecía segura. Pero también tenían ganas de que me fuera bien y me apoyaron siempre. Disfrutaron mucho cuando explotamos en la Argentina, fue un placer indescriptible para ellos. Al principio no se la creían mucho, pero igual me apoyaron cariñosamente. Los dos pudieron disfrutar de ver nuestro éxito.
–Te fuiste a Europa a probar suerte y tocaste en la calle un rato. ¿Cómo tomaron eso?
–No les parecía la mejor opción posible, pero nada, eran comprensivos. Me dieron la libertad de hacer mi camino, aunque no siempre entendieran del todo mis decisiones.
–¿Te imaginabas que iban a tener tanto éxito?
–Y... Cuando emprendés algo como armar un grupo y tratas de hacerlo popular, un poquito te la tenés que creer, más allá de toda lógica. Tal vez teníamos la autoestima un poco más alta de lo que realmente éramos, pero sentíamos que teníamos algo nuevo y algo que era bueno.
–¿Qué significó volver a interpretar canciones de Los Abuelos juntos?
–”Himno de mi corazón” es con todo el equipo original, bueno, con los que quedan vivos. Fue algo muy relajado, distendido y placentero. Más que expectativa y nervios, fue puro placer. Y en “El marinero” [el tema original se llama “No te enamores nunca de aquel marinero bengalí”], al principio yo tenía lista la música, pero no sabía quién la iba a cantar. Cuando lo hizo Andrés, dijimos: “Bueno, que entre Melingo también y Bazterrica”, y ahí estuvimos los cuatro juntos en el tema.
–¿Tenés una canción preferida del álbum?
–No puedo decir que sea una en particular. Son todos artistas diferentes, con estilos únicos. Cuando grabaste un disco hace un año y lo escuchás o no lo escuchás, el favorito va cambiando todo el tiempo, es algo dinámico. Entonces cada tema va cambiando con cada escucha y me vuelve a sorprender otra vez. Hay siempre una rotación.
El equilibrio del rock
Fue parte de una de las etapas más intensas del rock argentino, pero supo encontrar su balance a tiempo. Tras su paso por Los Abuelos de la Nada, López decidió dejar los escenarios y enfocarse en la producción, un camino que le valió un Grammy Latino en 2006, otra estatuilla en 2009, una nominación a productor del año en 2008 y el Premio Konex de Platino en 2015 como mejor productor artístico de la década.
–Formaste parte de la época del “sexo, drogas y rock and roll”. Sin embargo, siempre tuviste una carrera medida. ¿Cómo lo manejaste?
–No toqué tanto en vivo. Mi período con Los Abuelos fue corto, también estuve de gira con Charly García y Miguel Mateos. Después me bajé del escenario y me dediqué con mucho placer a la producción, a la grabación y a la composición. No tuve décadas de sexo, droga y rock and roll. Como mucho, juntando todos los pedacitos, no sé si llego a una década.
–De todas maneras, viviste esa época y la sobreviviste.
–No fue fácil. Lo que pasa es que nos agarró muy jóvenes. Uno es muy resiliente de joven, eso te ayuda a transitar cosas que quizá de adulto serían más difíciles.
–¿Eso también tiene que ver con tu personalidad?
–Puede ser, pero no soy el único que sobrevivió. Vos lo ves a Andrés, es un señor; a Dani, es un señor. Creo que cada uno encuentra su manera de seguir adelante.
–Te bajaste del escenario para ser productor. ¿Cómo tomaste esa decisión?
–El productor no tiene nada que ver con ser empresario; productor en la música se refiere a ser músico dentro del estudio. La gente confunde producción con algo que tiene que ver con el negocio o el management, pero la verdad es que producción en la música es otra cosa. Ahora grabo con quien grabo, no hago algo diferente de lo que hacía cuando Los Abuelos entrábamos a un estudio a grabar. Mi trabajo sigue siendo de músico. Solo dejé de ser un músico que toca en vivo para ser un músico que trabaja en el estudio.
–¿Cuándo descubriste que querías dedicarte a la producción?
–El primer disco de Los Abuelos lo produjo Charly García; así conocí la función de un productor. Y no es exactamente un empresario, Charly. De alguna manera, mi despegue, o sea, mi primer contacto con la tarea de productor fue entrar al estudio y grabar el primer disco de mi vida teniendo al genial Charly al lado, que es una gran manera de empezar. Yo tendría 24 años...
–¿Y después te fuiste de gira con Charly?
–Sí, después Charly nos invitó a tres de nosotros, a Bazterrica, a Andrés y a mí, a hacer un tour con él. Hubo períodos en los que quedamos aparcados por tiempos. Y apenas pasó ese período, retomamos y ya habíamos explotado en popularidad, lo cual fue muy raro. Retomamos prácticamente haciendo un Obras, y reventamos dos Obras, que en esa época era difícil. El éxito fue surgiendo mientras nosotros prácticamente no estábamos tocando en vivo.
–Te acordás del primer Obras, porque era como la meca del rock and roll y más en esa época.
–Era una emoción increíble estar con Los Abuelos ahí, fue increíble.
–Siempre tuviste una vida alejada del foco mediático. ¿Eso fue a propósito?
–Un poco dejar de tocar en el escenario y bajar a estar en el estudio habla de una intención. Me gusta más estar enfocado en el trabajo. La vida personal va por afuera.
–¿Qué esperás de este disco?
–El deseo es que esta música, a la que le tengo mucho cariño, se comparta lo más posible y que la gente tenga la chance de escucharla. Nada más que eso. No tengo ninguna expectativa. Yo tampoco soy de estar mirando las mediciones. No tengo un Big Data, cero. Ya me gané vivir sin ese estrés.
–¿Te volverías a subir a un escenario?
–La verdad, no. El escenario me encanta, me da una energía bárbara. La relación con el público es genial y la relación con los chicos de los grupos o los músicos también es súper linda. Pero vos te vas de gira y, con suerte, en una semana estás seis horas arriba del escenario. Después estás en prueba de sonido, en prensa, en viajes, en un avión, en un ómnibus o en un auto. Es muy reconfortante la gira, pero en el balance prefiero estar más tiempo haciendo música en el estudio que todo lo que implica una gira. A cinco minutos de mi casa tengo seis horas de trabajo con la música en el estudio.
–¿Sos libre?
–Sí, me lo tomo muy tranquilo. El trabajo de estudio te deja esa posibilidad. Tenés un artista que se encarga de comunicar y que es lo que la gente ve, lo que la gente enfoca, y vos estás atrás, en la cocina, haciendo lo que te gusta. Para mí, eso es una ecuación perfecta.
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