Cacho Fontana y su última entrevista con LA NACION: “Me han gustado mucho las mujeres”
Aunque ya se encontraba viviendo en un centro para adultos mayores, el animador se atrevía a encarar nuevos proyectos; aquella última charla hoy se convierte en un homenaje al locutor, que murió a los 90 años
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En la última entrevista con LA NACION, el 30 de mayo de 2019, Cacho Fontana repasó parte de su enorme trayectoria, esa que lo convirtió en uno de los próceres de la comunicación en nuestro país, pero, sobre todo, reflexionó en voz alta sobre el sentido de su existencia. No se privó de reconocer algunos pasos en falso, su debilidad por la belleza femenina y mirar hacia adelante, a pesar de los años y los achaques, ilusionado con su vuelta a la radio. Aquella charla con este diario tuvo sabor a homenaje. Hoy, cuando la noticia de su partida física, a los 90 años, enluta a todo un país, sus palabras resuenan diferente, tienen atmósfera de balance. A continuación, los mejores pasajes de ese diálogo.
“Lo que pasó fue muy entrañable, pero uno también espera la otra parte de la vida. En esta parte de la vida, la gente me ha dado una manera de vivir que desconocía. A esta altura del partido, que la gente venga a sacarse una fotografía, porque ya no existe el autógrafo sino el celular, es muy hermoso. Lo vivo como algo que me recuerda lo que pasó y lo que vendrá”, dijo en esa oportunidad el gran locutor argentino a LA NACION ni bien logró sentarse en la mesa del histórico café de avenida Del Libertador y Coronel Díaz, luego de sortear abrazos, besos, algún aplauso. Reverencias del público. Respeto al ilustre que está de pie e ingresa al bar con porte e hidalguía que le dan pelea a los achaques.
Fontana volvió a la radio. A su casa. Un Cacho de Nacional, nombre elegido por él, define el ciclo. Y lo define. No podría ser más acertado el mote. El primer sábado de cada mes, a las 21, por Radio Nacional (AM 870), el insigne vivo de la comunicación argentina desandaba charlas íntimas con destacados referentes del país. Conversó con María Laura Santillán y Guillermo Francella, luego con Graciela Borges y Juan José Campanella; al Chaqueño Palavecino y a Palito Ortega. Latencia presente entre aquel que fue y éste que es. El escultor de la palabra, el del buen decir, está de vuelta. Marcando su retorno. “Se pone mucho en juego y puede haber malas comparaciones, porque es imposible que un tipo, a los 87 años, se anime a hacer un reportaje, a estar con este tono de voz, que no es el mismo que tenía, pero tampoco estoy mal de la garganta. Al contrario. Estoy feliz de poder expresarme”, explicaba.
Siempre se vuelve al primer amor…
La televisión lo honró. Y Cacho fue el de Odol Pregunta. Aquel que, frente a la cámara, impuso su latiguillo: “Con seguridad”. El de Videoshow y su Máquina de Mirar, tal como él la bautizó, que no era otra cosa que la irrupción de la cámara portátil que permitía grabar en videocasete. Y el que, junto a Pinky , lideró la colecta benéfica de Las 24 horas de las Malvinas por ATC. Fue esos. Y muchos otros. Pero fue el micrófono, la herramienta indisolublemente confundida en su cuerpo. Amalgamados. Y la pasión por comunicar. Por hacer uso de la palabra exquisita casi en extinción. “No ha cambiado el idioma sino que se han modificado las formas del mismo. Se han habilitado palabras desconocidas para los medios de comunicación. Malas y buenas palabras. Pero hay que estar a la altura del momento y de los acontecimientos. Hoy el público está más cerca del artista y, a veces, el artista es menos cuidadoso del idioma”, reflexiona quien hizo de los avisos publicitarios verdaderas piezas de diseño.
–Una cotidianeidad del lenguaje, impensada cuando usted debutó.
–Se decía que nosotros teníamos una censura con respecto a qué palabras utilizar, pero no era así. La única censura que teníamos era que no podíamos decir malas palabras por naturaleza.
–¿No había una imposición?
–No, era una decisión. De ninguna manera podíamos meter una mala palabra en una tanda ni en un programa.
–Se ha comenzado a experimentar el uso del denominado lenguaje inclusivo que conlleva la naturalización de otros fenómenos sociales subyacentes. ¿Cómo vive usted esta realidad?
–Tengo que adaptarme a las circunstancias actuales, a un nuevo idioma. Los entiendo a los jóvenes porque esa es una forma de ser, de vivir, y lo expresan todo a través de la palabra.
“Sentir que es un soplo la vida”. A pesar de las décadas que lleva de carrera, intensa y vertiginosa, el arraigo en la gente continuaba intacto. Mientras saborea su café cortado, no son pocos los que se acercan para saludarlo interrumpiendo el ritual. Cuando el comensal de la mesa de al lado escucha que este cronista esboza la palabra “maestro”, no duda en elevar la voz y decir: “Es el más grande de todos, el gran maestro”.
–¿Se siente así?
–¡No! ¿Sabe quién fue mi maestro?
–Dígame.
– Antonio Carrizo . Él fue, en silencio, nuestro gran maestro. Maduró un nuevo estilo dentro de la radio, llevó lo que era conversado a un nuevo empuje de la palabra, sobre todo de la palabra que vende.
-Coincido. Pero es innegable que usted también hizo escuela.
–Vinimos detrás de Antonio. Detrás de él, muchos pudimos hacer escuela. Antonio era muy resistido, como todo lo que es nuevo. Fue el primero que entró a la radio con un libro debajo del brazo. Llamaba la atención porque la comodidad reinaba en aquellos tiempos.
–¿Cómo ve a los conductores de televisión actuales? Comencemos por Marcelo Tinelli. ¿Qué opinión le merece?
–Marcelo está fuera de todo juego. Lo que él ha hecho desde su profesión es muy importante. Parece que el tipo sabía lo que iba a lograr con sus programas. Manejó muy bien el dinero. Acompañó a mucha gente. Es un fuera de serie.
–¿Qué percibe en la camada de animadores posterior a Marcelo Tinelli?
–Siento una ilusión muy grande con el pibe Santiago Del Moro . Es muy simple, llano, tierno. Es con el que más tengo trato. Con Guido Kaczka no nos conocemos personalmente, pero sí desde el trabajo.
–¿Le gusta el estilo de Guido?
–Me gusta mucho y está en un momento muy brillante de su carrera. Está demostrando todo lo que puede hacer. Y va a demostrar mucho más.
Charla entrecortada por los saludos que no cesan, pero que no interrumpen la ilación de su relato. Responde a unos y otros con una sonrisa. Agradecimiento. Y hasta deja traslucir al galán que aún vive en él a pesar que "las nieves del tiempo platearon su sien". Una señora de su generación, quizás algo menor, lo besa y sentencia: "Sigue siendo el más guapo de todos". Cacho disfruta. Se pierde el pelo, pero no las mañas.
–Le enuncio tres nombres y usted me dirá qué le sugieren: Dora, Beba, Liliana.
–Cuando me separo de Dora, me encuentro con Beba. Y cuando me separo de Beba, me encuentro con Liliana.
–Nunca solo.
–Ahora.
–El romance con Liliana Caldini fue explosivo.
–Tuvo muchos matices. Nos encontramos en San Remo. A la gente la tomó por sorpresa que un hombre grande estuviese con una chica menor. Yo también tuve la misma sensación, aunque parezca risueño lo que digo.
–Pero no se dejó amedrentar por la diferencia generacional.
–Fui muy feliz con Liliana, pero la veía como a un familiar, como si fuese una hija. Y ese fue un doble cariño que me obligó a modificarme. Fue, es, una mujer muy creativa que me ayudó mucho en todo lo que hice, hasta a cambiar mi forma de vestir. Y fue una gran madre. Me dio a las gemelas Ludmila y Antonella. Eso es inolvidable y hace que estemos juntos.
–¿Lo han marcado las mujeres?
–Sí, pero para bien. Me han gustado mucho las mujeres.
–Hace pocos días, Gastón Satragno, hijo de Pinky, me dijo que usted hubiese querido ser pareja de su madre. ¿Es así?
–¡Todos quisimos ser novios de ella! ¡No me encanen a mí solo!
–Pero no se dio.
–La quiero mucho a Lidia, ha sido muy buena conmigo y me lo demostró de una manera mayúscula cuando la llamé para hacer Las 24 horas de las Malvinas. Pinky es una mujer muy personal, difícil. Le cuesta el sí, pero cuando lo dice es efectivo. Y ahí jugamos una carta muy linda e inolvidable.
"Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez". Si alguien supo de las mieles de la gloria, ese es Cacho Fontana. Lo sabe. Se sujeta a aquello que fue, pero no detiene su andar. No es un "viajero que huye". A diferencia de lo que escribió el poeta, sigue transitando su ruta. Espejo retrovisor en mano. Y un faro puesto en el futuro. Simbiosis del ayer mixturada con el hoy. "No estoy viviendo muy bien estos años porque he sido un mal administrador del propio Fontana. Lo digo con dolor".
No estoy viviendo muy bien estos años porque he sido un mal administrador del propio Fontana
–¿Se refiere al dinero?
–Sí. Fui un mal administrador del dinero.
-Usted nació el 23 de abril de 1932 como Norberto Palese, ¿qué diferencia hay entre él y Cacho Fontana?
–Palese cuida a Fontana. Fontana fue un hombre que pagó mucho por ese nombre, por el seudónimo.
–¿Fontana le obedece a Palese?
–Sí, pero tuve momentos que no fueron muy felices.
–¿Por qué lo dice?
–He cometido macanas en la vida. Un hombre que vive los años que yo he vivido, tiene posibilidades de equivocarse.
–El que esté libre de pecado que tire la primera piedra... Sentencia bíblica.
–¿Quién no se equivoca? Ya pasó. Es una anécdota.
–¿Se arrepiente de esas equivocaciones?
–No, era un hombre libre en ese momento. La ocasión se daba demasiado clara, era joven. La cosa se dio durante muy poco tiempo, pero el suficiente para dejar un interrogante al lado de mi nombre, y eso no es favorable.
Cacho Fontana. O Norberto Palese. Caballeros que dicen y dejan entrever sin involucrar a nadie más que a ellos mismos. No es necesario ahondar en esos resquicios de intimidad profunda. De dolores irreconciliables. Por momentos, como suele suceder cuando las décadas se acumulan, el alma se aferra a los recuerdos, no dulces, que llora otra vez. A él le sucede. No hay excepción.
–Dijo Ingmar Bergman que, en la vejez, la mirada es más libre y la vista más amplia y serena. ¿Es así?
–La vejez tiene un problema: levantarse a la mañana sin nada en el cerebro. ¿A dónde voy? ¿Qué hago? Mi vida fue el revés de todo eso porque trabajé mucho. Dios me ayudó, al igual que mi gente, y mis colaboradores, como Rina Morán y Beba Vignola, mis dos hermanas inolvidables. Es mucha la gente a la que le tengo que agradecer.
–¿Es duro levantarse sin tener que ir a grabar un aviso o hacer un programa?
–Por eso inventé este ciclo en Radio Nacional. ¿Quién no puede hacer un programa por mes de una hora? Pero hay que hacerlo. Le propongo a la gente pararse en el hoy, pero también en el ayer. Y en ese equilibrio, salimos beneficiados. Lo que uno hace es lo que puede hacer.
–¿Tener un proyecto es un buen motor para vivir?
–Sí. Y en ese proyecto, asociarse con gente querida.
–Y llegar a todo un país que lo idolatra.
–No quisiera defraudar a esa gente. Quisiera que tengan el mejor recuerdo mío, y no el recuerdo que le puedo dejar hoy porque no soy aquel. No soy un fenómeno.
–Mire que somos muchos los que pensamos que usted es un fenómeno.
–Soy un fenómeno porque estoy atendido como los dioses. He recuperado mi vida en tres años como no creí que lo iba a hacer. Eso me empuja a querer meterme de nuevo en la radio, pero no en la pelea del rating, sino estar presente en una programación.
–Si bien la radio es medicina para usted, usted lo es para sus oyentes.
–Lo hago con toda voluntad, con cariño. Y espero que lo poco que podemos hacer lo piensen como un regalo final de alguien que está pensando en los 104 años que vivió su madre. Así que yo, con nada más que 87, me largo...
–China Zorrilla confesaba, en su madurez, que la muerte no le generaba temor sino curiosidad. ¿A usted le sucede lo mismo?
–Curiosidad se tiene porque uno se va a acostar diferente. El pensamiento no es el mismo de antes. No es que no quiera la vida, pero la viví muy bien.
Queda poco para terminar la charla. Y Cacho regresará a la clínica Inter Plaza donde, desde hace tres años, transcurren sus días cuidado esmeradamente. Allí, donde también se hospeda Pinky. Paradojas del destino. En ese rincón de Palermo se aloja buena parte de la historia viva de los medios de comunicación argentinos. "Salvador, el dueño de la clínica, me sacó de donde yo estaba. Me llevó a su casa, que es un lugar de primera categoría, muy requerido. Hacen mucho más que curar. Me devolvieron el alma, y eso es tener ganas de hacer algo".
–¿Cómo es su día a día?
–Me informo a través de los medios, no me gusta estar fuera de circulación. No tengo la obligación de estar informado, pero me interesa saber qué sucede en el mundo.
–¿Se ven todos los días con Pinky?
–Sí. Conversamos mucho.
–¿A qué cuestiones de la vida le dice "Con seguridad"?
–"Con seguridad" le digo al cariño de la gente. Ese cariño fue un estímulo.
–Lo tengo que saludar y decirle "gracias, maestro". Aunque a usted no le guste.
–Maestro es una palabra muy fuerte, muy profunda...
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