Por Silvina Ajmat
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La cuenta regresiva iba llegando a su fin y el público no podía contener la emoción. Cerca de 40 mil personas gritaron en un coro abrumador: "5, 4, 3, 2...", el aullido fue tan vigoroso que el "1" no se pudo oír. No importaba. Todos sabían que Britney ya estaba detrás de escena lista para salir.
Había llegado a la Argentina el sábado muy temprano, tras ofrecer un recital en Brasil, en el marco de su gira Femme Fatale World Tour, con la que intenta reconquistar a sus fanáticos de ayer y hoy tras muchos años alejada de los escenarios. Se hospedó en el Four Seasons y tras constatar que todos sus pedidos especiales estén en marcha (jugos exóticos, infusiones y frutas al por mayor), se dedicó al relax. En la tarde, se acercó a la piscina del hotel para darse un chapuzón y paliar así el intenso calor del verano porteño. Claro que no todos los días se ve a Britney Spears en bikini en la piscina de tu hotel. Los huéspedes más curiosos se asomaron a sus ventanas y balcones para no perder la ocasión de tomar una imagen de la princesa del pop asoleándose junto a sus hijos a pocos metros de distancia.
Un helicóptero la trasladó a toda velocidad desde el lujoso hotel hasta el Estadio Unico de La Plata. Aterrizó a las 18.45, un poco más de dos horas antes de que comience su recital. En bambalinas la esperaban ansiosas algunas celebrities, como la China Suárez, Brenda Asnícar, y por supuesto, los Teen Angels, que oficiaron de teloneros.
Una seguidilla de temas de Femme Fatale, su último disco ("Hold it against me", "Up n' down" y "3") hizo de obertura del espectáculo. De repente, silencio y sonrisa. Ovación. "Hola Buenos Aires", dijo con su simpatía de siempre y esa risa que no es sensual, hot ni forzada. Casi ingenua, como evocando a la niña que conquistó el mundo bailando "Baby one more time".
Cambió cinco veces de vestuario y otras tantas varió de accesorios. El glamour, intacto. Diva. Ama y señora de un estilo particularísimo, Britney lució una figura aceptable, luego de haberse tropezado reiteradamente en los últimos años con críticas destructivas por su exceso de peso.
"It's Britney, bitch", repitió dos veces para que quede claro. A pesar de no haber recuperado la gracia de una bailarina única y la presencia de quien pretendía hacerle sombra a Madonna, Britney buscó ser la princesa del pop nuevamente.
Desde la platea la aplaudieron Flavia Palmiero, Florencia Torrente, Ale Sergi, el cantante de Miranda!, Marley, entre otros famosos. Pero quienes la vieron por unos instantes en el backstage no se quedaron conformes con su simpatía. "Me decepcionó", dijo la China Suárez que esperó varias horas para conocer a su ídola. Otros aseguraron que se comportó fría y distante.
En el escenario, casi no pudo hablar con el público. Cada vez que lo intentaba un aluvión de gritos se le venía encima. Incluso dijo algunas frases totalmente imperceptibles en la marea de voces. "I love you", alcanzó a expresar, tirando besos, y otra ovación la envolvió.
Hizo justicia a los hits de antaño. Las mejores performances de la noche vinieron de la mano de exitazos como "Baby one more time", "I'm a slave for you" y "Don't let me be de last to know". Esta última, un adagio que le dio la posibilidad a la cantante de lucir su capacidad vocal más que cualquier otra canción del repertorio, sostuvo un clima de gran conexión con sus fans de siempre. Ella suspendida en una hamaca, etérea y sexy, mientras un bailarín dejaba boquiabierto a más de uno con un despliegue de acrobacia aérea alrededor.
Si antes el baile era su fuerte, hoy esa destreza que la convertía en la mejor, quedó relegada a un segundo plano. El centro del espectáculo está en su presencia y en una súper producción de efectos especiales. Fuegos artificiales, pantallas tridimensionales, plataformas móviles y una mega escenografía, acompañaban el relato de una historia en la que la protagonista, la femme fatale, recorría diversos mundos: montada en un auto rosa se convertía en una especie de Barbie Malibú, luego aparecía en un barco vikingo ataviada como una diosa ancestral y más tarde, rodeada de ninjas, reinventó "Toxic" trasladándola desde la azafata en el avión del videoclip famoso a una geisha súper sexy.
Un fan fue invitado a subir al escenario. Atado de manos, no pudo contener las lágrimas cuando su ídola le bailó súper sensual. Foto: Marcelo Gómez / LA NACION
El gran final, un ángel. Subida en una plataforma alada se dejó embadurnar por una catarata de chispas que brotaban desde el techo del escenario y arrojando besos al mundo descendió desde las alturas y se hundió en el escenario para no volver. Una hora y media bastó para algunos, sobró para otros y fue un suspiro para los que reivinidicaron su amor incondicional por la princesa del pop. El cielo comenzó a tronar y un diluvio se hizo presente como para poner fin a la noche histórica en que Britney Spears, diez años después de triunfar en el mundo, visitó nuestro país.
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