El multifacético artista alcanzó popularidad este año con su participación en el film nominado al Oscar, Hermosa venganza, pero fue Inside, su especial para Netflix, lo que lo convirtió en una inesperada estrella de 2021
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Cuando Bo Burnham estrenó en 2018 su ópera prima, Eighth Grade, no solo estaba emergiendo un realizador que marcaba una diferencia dentro del terreno indie, ese microcosmos imposible de sondear por completo, uno en el que ocasionalmente se reiteran las mismas temáticas a través de lugares comunes. No. No solo estaba emergiendo un cineasta prometedor que se llevó nada menos que el premio del Sindicato de Directores por sobre Bradley Cooper y su exitosa remake de Nace una estrella.
Lo que estaba naciendo en ese film protagonizado por una extraordinaria Elsie Fisher era una profunda catarsis a través de una obra incuestionablemente personal en la que convivían su depresión, fobia social y miedo a no dejar de ser un outsider con un profundo respeto por las redes sociales, las plataformas y ese medio de comunicación que lo vio crecer: los vlogs.
Hay mucho de Burnham en la adolescente Kayla, probablemente porque, al momento de concebir su largometraje, el director todavía no había superado esa etapa. De hecho, ese pánico a crecer se reitera en su especial para Netflix, Bo Burnham: Inside, escrito, dirigido, musicalizado, editado y protagonizado por el comediante oriundo de Massachusetts. No hay que escuchar más que “30” para comprender que el paso del tiempo es algo que preocupa a este nuevo niño mimado del indie que se consumió en su trabajo para traducir sus sentimientos ante la llegada de la pandemia. Inside fue nominado a seis premios Emmy y ya obtuvo tres: a mejor dirección, guion y dirección musical para un especial de variedades. Este domingo se dará a conocer el galardón mayor de esta categoría en la que compite con dos grandes favoritos: Hamilton y la reunión de Friends. ¿Podrá Burnham repetir el triunfo en los DGA donde le ganó a Cooper? ¿Podrá, como debió hacer Kayla, ser el centro de atención a pesar de que eso conlleve cierta ansiedad latente?
A sus 31 años, a Burnham no le queda grande el mote de artista y para comprobarlo podemos rastrear sus inicios en la música y el humor -dos componentes indisolubles en sus trabajos, especialmente en sus especiales de stand up-, cuando con 15 años se abría un canal de YouTube y llenaba un vacío para una parte de la Generación Z (de nicho). Luego, comenzaba a grabar discos para Comedy Central, escribía un libro de poesías y, de manera inevitable, se paraba arriba de un escenario y, como en el caso de Make Happy, también se sentaba al piano para interpretar canciones políticamente incorrectas. Sin embargo, aunque sus trabajos son experiencias inmersivas, a Bo se lo nota en ocasiones con la cabeza en otro mundo. Con un pie en la vereda de las ansiedades.
La autoexigencia como arma de doble filo
“Con Eighth Grade no quería escribir sobre una adolescente: quería escribir sobre la ansiedad, sobre mi ansiedad, sobre cómo estaba lidiando con eso”, le contó Burnham a The New Yorker. “Sentía que mi sistema nervioso estaba moviéndose como un toro, y es eso lo que me pasa en el mundo real, siempre siento que tengo que dominar un toro en un contexto ecuestre”, graficó. Curiosamente, a los 27 años, edad en la que filmó su única película hasta la fecha, el director se sentía menos adulto de lo que era y ponía a los 13 como una edad aterradora. “La ansiedad me hace sentir como un adolescente, y por eso en su momento acudí a Internet porque quería mostrar otra cosa, ni mi rostro, ni mi apariencia, quería hablar de las redes de la manera más correcta posible, sin exacerbar esos miedos”, explicaba ese joven que creció en una casa de los suburbios con sus padres y sus dos hermanos mayores, época en la que comenzó a obsesionarse con la idea de perfección.
Esa búsqueda de “la nota perfecta”, esa autoexigencia de no fallar nunca, fue el detonante de dolores estomacales que, como supo luego, eran un síntoma del trastorno de ansiedad que le diagnosticaron al poco tiempo. Como él mismo reveló, Internet lo salvó, pero porque supo capitalizarlo. Esa fobia social se aplacó a medida que él se expresaba con canciones que remitían a su fanatismo por South Park. Ese fue el comienzo de su carrera pero no la solución definitiva.
Como Bo bien sabe, la ansiedad es una batalla constante. Y 2020 fue una bofetada que se lo recordó. Como Bo también sabe, el arte estaba ahí, a su disposición, para mirar el escenario desde otra óptica. Una vez declaró que hacer stand up le generaba mucha presión. “Siento que si uno puede hacerlo sin audiencia, entonces debería”. Esa declaración se terminó convirtiendo en un presagio. Para Inside, Bo trabajó en completa soledad [aunque cerca estaba la casa de su pareja, la cineasta Lorene Scafaria], y con esa libertad, que si bien amarga, era clave. Al comediante no se lo nota ni presionado ni condicionado, y por eso su obra cobra vuelo.
La era del contenido
“Content” es la primera canción que escuchamos en Inside y hay un porqué. A fin de cuentas, ese hombre que fue etiquetado años atrás como un “fenómeno teen” y tentado por Judd Apatow para escribir una comedia, empezó su carrera creando contenido. Excelente, muy bueno, bueno, regular, malo, pero contenido a fin de cuentas. El contenido de Inside nace de una necesidad extrema. En 2016, su director volvió a experimentar ataques de pánico durante el tour de su previo especial, el mencionado Make Happy. Burnham necesitó cuatro años para estar listo para subirse a un escenario, por lo cual su refugio fue Eighth Grade y su coprotagónico con Carey Mulligan en Hermosa venganza, el film de Emerald Fennell ganador del Oscar a mejor guion.
Cuando finalmente creyó estar preparado para volver al ruedo, la pandemia lo forzó a refugiarse como si estuviera nuevamente en esa casa de Boston, como si fuera ese adolescente que vencía la ansiedad componiendo una canción. En Inside, Burnham compone con el tono paródico de sus primeros trabajos (como en los casos de “White Woman’s Instagram, “FaceTime with My Mom” y “Sexting”) pero, a medida que pasa el tiempo y el confinamiento se prolonga, su prosa se vuelve más oscura con “How the World Works” y “Shit”, donde disipa el miedo a mostrarse vulnerable. Como ejemplo definitivo está esa aseveración tan precisa que expone su mirada: el mejor momento de su día, dice el artista, es cuando está durmiendo. El abrir los ojos implica enfrentarse no solo al mundo en pandemia sino al mundo en pandemia con todas sus dificultades preexistentes. Era mucho para alguien que estaba en la cuerda floja, pero también era exactamente lo que necesitaba para derrumbarse del todo para una eventual construcción de una obra lo-fi ciertamente terapéutica.
En el final de Eighth Grade, Kayla graba un video para sí misma, uno destinado a ser reproducido años más tarde, cuando haya podido salir de la burbuja de la secundaria. ¿Qué se dice? Que resista en los momentos difíciles. El guionista detrás de ese personaje hace lo mismo con Inside al salir de la casa y sonreír. Ese “funny feeling” sobre el que canta puede ir para un lado o para el otro, pero, si nos guiamos por la sonrisa de Burnham, es un sentimiento esperanzador. Kayla seguramente resistirá a los embates y Bo, también.
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