Beto Casella: su sueño de dedicarse al stand up, por qué cree que la TV está “grogui” y la única vez que pisó el palito
Los 19 años que cumple al frente de Bendita, el ciclo de Canal 9 que comanda contra viento y marea, se suman a las dos décadas que transita en radio y su inminente desembarco en el streaming, muestras de su plasticidad para cambiar siendo fiel a su estilo
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“Para que sea tu vida más profunda y más hermosa, mirala con dolorosa mirada de despedida”, dicen los versos del poeta que Beto Casella recupera de su colorida memoria para iluminar una de las respuestas. Nunca parece dudar. Para cada ocasión tiene el traje que le sienta cómodo y al que refresca con algún detalle, al modo que el actor disfruta cada función de la misma obra una noche tras otra.
Bendita, el programa que conduce desde 2006 en Canal 9, cumple 19 temporadas al aire, una permanencia que no esperaba: “Pensé que durábamos hasta fin de año. Siempre pienso eso. Hay que ponerle mirada de despedida a las cosas, como decía Conrado Nalé Roxlo. Si uno mira las cosas como si fuera la última semana tiene otro sabor. Todos los días que voy a laburar pienso ‘Hoy me echan, hoy se termina’, pero no como algo sombrío sino con la idea de hasta acá llegamos y habrá estado bien. Con las parejas, con las relaciones, con todo, nunca doy por sentado nada”.
–¿Es una sabiduría que trajo la madurez o siempre pensaste así?
–A los treinta y pico ya pensaba así: que lo que debía terminarse que se termine. Tal vez una resignación previa o una cautela excesiva para no padecer el desprendimiento después. Las cosas nunca me agarran desprevenido. Aunque, por otro lado, tengo amistades, relaciones, trabajos de mucho tiempo, duro mucho en todo.
Casi dos décadas en la TV, más otros tantos en la media mañana de la radio (Bien levantado y, desde 2022, Nadie nos para, en FM Rock & ), el superpoder de Casella es su plasticidad para andar por rutas poco transitadas sin morder la banquina: un varón tradicional deconstruido sin fórceps que sabe encontrar un muy buen promedio entre la osadía y la corrección política.
Ninguno de los actuales panelistas cumple 19 años en Bendita como su conductor. El elenco original estaba integrado por Lola Cordero, Jorge Lafauci, María Isabel Sánchez, Analía Franchín y Fabián Doman. Al poco tiempo se unieron Any Ventura, Edith Hermida y Alejandra Maglietti, trío femenino que permanece hasta la actualidad como marca indeleble.
–¿Edith te abandona por otro? Se va con Santiago del Moro a La 100...
–No me abandona porque nunca hicimos radio juntos. Ella hacía años que estaba en Radio Disney, haciendo un trabajo ingrato donde pasaba música pero casi no podía opinar, levantándose a las cuatro de la mañana para ir a Pilar. Me preguntó qué me parecía trabajar con Del Moro en La 100. “Ni lo dudes”, le dije. Hasta Santiaguito me llamó para decirme, no tenía necesidad. Pero nosotros nunca trabajamos en la radio. Hace mucho yo la había recomendado para trabajar con (Eduardo) Feinmann en la Diez. Y duró un día, una mañana o dos. Me mandó mensaje llorando: habían chocado al aire. Le dije que se viniera para la Pop donde yo estaba pero enseguida volvió a Disney. Pero sí, me parece fantástico este cambio.
Muy identificada con Bendita, que conduce cuando Casella no está, Hermida ocupa un lugar especial para el periodista a juzgar por esta semblanza que le dedica de un tirón y sin titubeos: “Edith es la gran hembra argentina que enamora a todos. Porque Maglietti tiene su público y Tamarita Pettinato también, por atractivas, sexies, vistosas, pero ‘la Negra’, que es linda mujer además, tiene humor, se ríe de ella misma –algo que a los hombres les gusta–, es la Sandra Bullock argentina. No reniega de sus orígenes: con una babucha y zapatillas va pésimamente vestida por la vida y no le importa, no se contractura por eso. Sufrió vaivenes de laburo, con dos hijas, siempre peleándola y no tiene ambiciones de mucho más. Es muy desordenada con la guita, gasta más de lo puede. Te cuento algo de hace dos años. Se fue de vacaciones a Chicago y Nueva York. A los quince días estaba pidiendo por redes a algún televidente del programa que viviera por allá porque se había quedado sin guita. No previene nada. Y apareció un argentino en Nueva York y la alojó a ella, la hermana y una hija, todas tiradas en colchones: una metáfora de la vida de la Negra. Cada dos meses está pidiéndome plata prestada”, dice el jefe de un equipo que este año continúa con –además de sus chicas– Horacio Pagani, Enzo Aguilar, Ezequiel Campa y Leo Raff, más algunos que alternan como el ex Gran Hermano Agustín “Frodo” Guardis.
–Entre tantos panelistas en estos años, ¿te equivocaste alguna vez con los convocados?
–En la radio y la tele te podés ensartar. Los llamás porque los viste al aire alguna vez pero después el día a día es otra cosa: a lo mejor come y hace mucho ruido, o interrumpe, o está todo el tiempo mirando el celular y no se mete en el programa. En Bendita, como siempre, al principio vienen como invitados, yo los semblanteo un poco, veo cómo se manejan, de quiénes llegan acompañados, si traen un séquito de maquilladores, un perrito, cómo saludan… Ahí ya sé que no va a andar porque no es nuestro estilo. Cuando están con tanta gente alrededor es que no disfrutan la tele y eso lo ves fuera del aire más que en el aire.
–¿Alguno te dijo que no?
–En general, no, salvo los que hacen teatro, que no pueden por el horario. Todos los días tengo mensajes de personas del medio o de las redes que quieren venir a Bendita, gratis.
–Le diste lugar al stand up en el programa, un género que calza como guante con tu estilo. ¿No pensaste en lanzarte vos mismo?
–Sí, pero no tengo tiempo, me da fiaca ir a la noche al teatro, quiero descansar. Pero tengo texto para una hora y veinte divertidísimo. No lo descarto. Estudié teatro con Ricardo Passano. Y sí, me gusta el género, voy todo lo que puedo, más a salas chiquitas que por calle Corrientes, que es un lío estacionar. Soy un gran aplaudidor, le remo al estandapero cuando está tirando un buen texto. Si fuera estandapero invitaría siempre a un Beto Casella, gratis, a que me reme la obra.
–Esta no es una pregunta sino una opinión para que completes como quieras: en este momento, las mujeres del stand up tienen mucho más para decir que los varones, son más interesantes sus monólogos.
–Tocás un tema que me gusta, el de las mujeres y el humor. La mujer al humor, en 50 años, le aportó cinco nombres como mucho. Porque no le daban el espacio, porque el humor era para el hombre, lo que fuere, pero son contadas con los dedos de una mano: Niní Marshall, la Chona, Gabriela Acher, Juana Molina, las Gambas al Ajillo… Esa hegemonía masculina la rompe la generación de las estandaperas, minas que vinieron a reírse de los tipos y de ellas mismas, y rompieron eso de que las mujeres no hacen humor.
–¿Qué opinás de Fátima Florez?
–Es la figura más importante del humor, la –y el– capocómico número uno. En cuanto a la pareja con el presidente es incierto: puede que le juegue en contra como puede pasarle a Florencia Peña en el otro extremo, pero no lo sé. Y si se enamoró, está bien pero yo no lo veo a (Javier) Milei formando una pareja mucho tiempo. Tiene una estructura de tipo solo, de no compartir, no es bueno ni malo, pero tiene toda su libido en la economía y la política. Creo que Fátima es viva y lo sabe, le resultará agradable. Por algo no ejerce como primera dama.
–¿Cómo cambió al humor, tal como lo conocías, el movimiento feminista?
–El feminismo lastimó seriamente al humor pero eso no significa que no me encante esa revolución. Ni siquiera creo que el feminismo se lo haya propuesto. Pero algunos empezaron a tener pavor. Mirá a Ricky Gervais: se mete con todos, no le importa nada y creo que el humor –salvo en unos pocos temas muy sensibles– debe tener esa licencia, podemos joder con todo. Pero, repito, creo que el temor es de los humoristas, es de los comunicadores, que tienen miedo a ser cancelados. El famoso sabe que lo están esperando los haters. Y la podés pifiar y pisar el palito.
–¿Alguna vez ”pisaste el palito“?
–Sí, una vez, en Bendita. Nunca me gustó que se frivolizaran las adicciones en los medios. Hubo un momento que en las FM era muy común hablar de consumos, como una jactancia de la noche anterior. No lo digo por careta sino porque no sabemos quién está del otro lado. Entonces, comenté en la radio una historia muy heavy que me contó un terapeuta que trabaja con pibes de la calle, sobre un chico que había tomado drogas y después fue forzado a una relación homosexual. Con eso, después Santi Maratea dijo “Casella está diciendo que si te fumás un porro te hacés puto”. Fue tendencia en Twitter y tuve que hacer un video para explicarlo. Evidentemente, lo habré explicado mal y por eso la confusión.
–Beto, ¿todavía te divierte hacer Bendita?
–Sí, es un cumpleaños perpetuo. Los invitados cuando vienen nos lo dicen: ‘qué buena onda’ Me pasa a mí cuando voy y encuentro una histeria, gente corriendo, mirando el minuto a minuto. Bendita es relajado, yo me entero cuánto medimos a la mañana siguiente.
–¿Recibiste ofertas de otros canales para mudarte?
–Sí, de todos los canales. Yo me había quejado en la radio al aire, porque no me habían pagado –no solo a mí, a otros también– y eso generó ofrecimientos de canales y de productoras. Finalmente se solucionó. A mí no me disgusta ser cabeza de ratón, prefiero estar más relajado, ya instalado y sin presiones.
–¿La televisión abierta está muriendo?
–Está grogui. El cable, el streaming, las plataformas, el on demand, la crisis económica… Pero la tele ya ha tenido malos momentos en que parecía que se caía y revivió y no la mata nada. Todavía es lo más caro para publicitar y se mantiene. Es el entretenimiento para la gente menos pudiente y para todos los que tienen el hábito de comer con la pantalla prendida.
–Pero hay una gran mayoría que ya no ve ningún programa en “su horario habitual”
–Es cierto, hay muchos que lo ven más tarde o cuando pueden. A esos no sé cómo los mide Ibope (Kantar Ibope Media, empresa de medición de audiencias). Ya está perimido Ibope, es obsoleto, podría retirarse y no molestar más.
–En la tevé abierta ya no hay ficciones.
–Urge una reunión entre artistas, empresarios, productores, gremios para sincerar cómo hacer ficción en la tevé porque sigue siendo carísimo hacer un capítulo, tiene costo de Hollywood. Y en gran parte el gremio de actores es responsable que no cambie la situación.
–Sigamos con lo que se daba y ya no. El Bailando tuvo en la final, momento álgido del ciclo, un rating promedio de 7,5 puntos. ¿El mundo Tinelli se mantiene?
–Es un fenómeno aparte. Creo que cuestiones personales son las que incidieron para que el público se alejara. Como pasó mucho antes con Nicolás Repetto y su traje de neoprene en Punta del Este. Marcelo Tinelli viene cayendo por haberse involucrado en política, en el fútbol, por el vuelo a Esquel durante la pandemia. Son cosas que lo lastimaron.
–¿Hay renovación generacional de conductores en la tevé?
–Del Moro, Darío Barassi, Guido Kaczka, Iván de Pineda me parecen grandes conductores que ya tienen un recorrido importante. No hay todavía jóvenes en la tele. Los que vienen de las redes no resultaron: es otro lenguaje, el público de aire quiere que le hablen con sujeto y predicado.
–¿Cómo manejás tu propia ideología en los medios?
–Mi ideología es muy plástica porque no termino de casarme con nadie. Me gustó mucho la primera presidencia de Néstor Kirchner, después empecé a ver serias falencias al punto que terminó como terminó y era previsible. Creo que hay que matar a Perón y a los Kirchner en el sentido religioso del término, ya está todo eso. A priori hay muchas cosas que no me gustan de Milei pero ojalá que lo reelijan dentro de cuatro años porque hace feliz a la gente. No tengo ningún problema ideológico si hace feliz a la gente.
–Tu último libro, La felicidad vive en el conurbano (Planeta, 2020) busca explicar por qué sería más feliz “una familia modesta que vive en Morón que una millonaria que vive en Beverly Hills”. ¿Lo seguís sosteniendo?
–Por supuesto, es uno de los temas que me obsesionan. La pirámide de Maslow (un modelo que jerarquiza las necesidades humanas), que hoy los sociólogos reivindican y en la que me baso, toma entre el pobre, la base de la pirámide, y el más rico, en el vértice superior. A la felicidad (Abraham) Maslow la sitúa más o menos por el medio, cuyo ejemplo en nuestro país sería un matrimonio de Lomas de Zamora donde los dos trabajan, pueden tener algún ahorrito aspiracional, irse de vacaciones o hacer arreglos en la casa. Creo que hasta el año pasado eso funcionó, tal vez era una economía ficticia, no lo sé.
–Hablábamos de felicidad...
–¿En qué se parecen un millonario de Hollywood y un pibe del conurbano profundo? En que se quedaron sin proyecto: uno, porque los cumplió todos y se quedó sin zanahoria, y el otro, porque no tiene la oportunidad. En el medio es desde donde podés proyectar.
–¿Ese sector medio puede cumplir sus proyectos?
–Es un momento de confusión. La irrupción de los influencers le muestra a los más jóvenes que hay otro hablando desde su casa que empieza a monetizar… Ojo, tampoco creo que ganar mucho desde tan joven sea sano. Yo veo a algunos influencers tristones, van a terapia tres veces por semana, se angustian… vos necesitás sufrir en algún momento, conocer las carencias.
–¿Te pasó a vos?
–La mitad de mi vida. Tenía treinta y pico de años y viajaba en el (tren) Sarmiento. No sabía si iba a poder vivir del periodismo o trabajar en un videoclub. Por eso valoré mi primer recibo de sueldo en Atlántida. Y sigue siendo un milagro poder dedicarme a esto, parece una broma. Lo tuve que desear y por eso lo atesoro. Es diferente si a los veinte ya tenés todo.
–¿En ese aspecto, qué pasa con tus hijos, Franco y Juan Pablo?
–Franco estudió Biología pero se dio cuenta que el laboratorio no era para él. Le gustan los medios y se puso a estudiar periodismo. Juampi es counselor y se está por recibir de psicólogo pero también le interesan los medios. Podría llamar al director de una radio amiga y decirle “Te voy a mandar a mi pibe”. Lo hablé con ellos y les dije que no iba a solucionarles eso. “Ustedes, como yo en su momento, tendrán que conseguírselo solitos”. Y ahí andan, Franco haciendo radio online para quince personas mirando, y Juampi igual. Que hagan el caminito sufrido para que disfruten cada logro: no les pienso solucionar nada. Estoy presente, siempre les voy a dar una mano, pero las puertas las abren solos.
El mayor de sus hijos, Juan Pablo, el 30 de junio de 2020, en plena pandemia, fue papá del primero y, por ahora, único nieto de Casella. La noticia se hizo pública tres meses después del parto porque el bebé nació a las 23 semanas y media de gestación, con 530 kilogramos. “Fue posiblemente el momento más dramático de mi vida. De la radio me fui al Hospital Italiano de San Justo, donde estaban. Llovía, no se podía cruzar General Paz, pensé que morían los dos, Gaby y Noe, la mamá, que estaba grave. Pero salió todo bien. Y ahí está, hoy con tres años, Gabriel León Casella, un milagro”, dice el abuelo.
–Cuando te hiciste la vasectomía, congelaste tu esperma. ¿Algún proyecto para usarlo?
–Sí, lo guardé y me cuesta 200 dólares al año. Veré si puedo donarlos. Carolina no vino con el chip de la maternidad. Pero lo guardé porque con la vida nunca se sabe qué cambios puede haber. No creo a esta altura… pero no sé. Según la genetista, mis pececitos nadan como (José) Meolans, están bien atléticos. Me gustaría donar el tubito a varias parejas, así tendrán algo de Casella, un pavote que se hace el vivo.
Con su pareja desde hace más de una década, la locutora Carolina Wyler, viven juntos pero duermen en camas separadas “porque te desparramás mejor”. No olvida aclarar que esto vale si, obviamente, se cuenta con la posibilidad de tener otra cama. Con la ex y madre de sus dos hijos, Patricia Quintero, tiene muy buena relación: “Me desvelo porque no le falte nada. Es una socia de por vida. Empezamos juntos, en un departamentito alquilado en Ramos Mejía, sin gas. Eso sigue vigente para mí, a ella no le puede faltar nada mientras yo tenga trabajo”.
–El año pasado, tanto vos como la bailarina y cantante Marixa Balli contaron que tuvieron un romance hace mucho tiempo. ¿Has tenido otras experiencias con famosas?
–Sí, pero no puedo decirlo. Fue dentro del ámbito del periodismo. No creo en eso que “donde se come, no se c…”. Es más, lo recomiendo, es divertido: tengan sexo en sus lugares de trabajo.
–¿Estás, te sentís “hecho”?
–Sí. Si tuviera que partir mañana, demasiado (lo repite con énfasis) me dio la vida. Igual pienso seguir haciendo quilombo. Voy a escribir un guion para el director Raúl Perrone, que es amigo, los dos somos de zona oeste. En un fin de semana hace la peli. Y muchos canales de streaming exitosos quieren llevarme. Y lo voy a hacer: en breve, empezaré en un nuevo canal de esta modalidad, de una productora importante pero no puedo adelantar más. Seré uno de los pocos periodistas que está haciendo radio, tele abierta y streaming, un formato que necesita contenidos para gente de más de treinta y cuarenta, no sólo para los más jóvenes. Acompañado por otros porque no es la idea hacerme el pendejo en YouTube. Aunque yo puedo hacerme el sabelotodo.
–¿Cómo es eso?
–Me hago el sabelotodo y me rinde. De lo que no sé, te cuento igual, lo que no sé lo invento. He dicho toda la verdad en esta nota pero, en general, la mitad de lo que digo es mentira. Me formé como periodista pero la profesión me llevo del lado del entretenedor y eso te lleva a opinar de todo, todo el tiempo, y por eso elijo andar entre lo real y lo absurdo. No saber si es cierto o inventado da cierta impunidad porque si no es cierto, podría serlo.
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