De regreso en la Rock & Pop con nuevo programa, el conductor y periodista habla de su amor por la radio, de la permanencia de Bendita en la TV y de su vida personal: su pareja, sus hijos y su pequeño nieto
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Éste año decidió dar por terminado el programa Bien levantado, que hizo en diferentes radios durante 18 años, y debutó en las mañanas de la Rock and Pop con Nadie nos para. En diálogo con LA NACION, Beto Casella cuenta por qué dio vuelta la página y también habla de la vigencia de Bendita, un clásico de nuestra televisión. El conductor, periodista y escritor bucea en su infancia, en sus inicios en la profesión y habla también de su pareja, Carolina Wyler, de sus hijos Juan Pablo y Franco y de su flamante rol de abuelo.
-¿Por qué cambiaste de radio (Continental por la Rock & Pop) y de programa también? Bien levantado ya era tu sello.
-Extrañaba el formato, la música, el contenido artístico de la FM. Quizá son caprichos profesionales pero la FM te permite otro juego con los separadores, los jingles y, de alguna manera, la AM me limitaba un poco. Surgió la propuesta de la Rock and Pop y aquí estoy, feliz porque trabajar en lo que te gusta es una bendición, y además escuchando a Creedence y Rod Stewart, ¡qué más puedo pedir! Cada vez que uno desembarca en una radio hay quienes preguntan qué pasó con el programa anterior y otros te dicen: ‘¡por fin te puedo volver a escuchar’.
-Toda una decisión terminar con un ciclo que funciona, ¿no?
-Nos despedimos de Bien levantado porque me parece que pasaron ya muchos años, no quedó nadie del grupo original ni del formato tampoco. Era seguir desgastando un nombre y es mejor que quede en el recuerdo. Fue líder de audiencia de FM y AM juntos, durante años. Pero yo me sigo viendo chiquito en el universo de la radio. No me veo como alguien que vaya a quedar en la historia de la radio porque soy de pensarme modestamente.
-¿Esa modestia acaso es un mecanismo de defensa?
-Y... puede ser una cautela para dimensionar bien las cosas y saber que esto puede terminarse pasado mañana. Capaz es un mecanismo psicológico para prepararme para cuando eso suceda y entonces no me tomo nada muy en serio. Es difícil no subirse al caballo de la popularidad porque cuando tenés un mensaje de masividad hay mucho grito en la calle de ‘capo’, ‘genio’, y a algunas personas del medio las confunde y piran y entran en un nivel de atención psiquiátrica.
-¿Nunca te pasó de creértela?
-Ni durante cinco minutos en el día me creo inteligente. Sinceramente lo digo, no es falsa modestia. No encuentro en mí elementos demasiado distintivos al resto de chicas y chicos que terminaron TEA conmigo allá por finales de los 80. No sé en qué me destaco, quizá fui un intuitivo con mucha suerte.
-¿Escuchabas radio en tu infancia?
-Soy un enfermito de la radio. Casi inexplicablemente, a los 8 o 9 años les pedí a mis viejos que me regalaran una spika, una radio portátil que solamente tenía AM. Y esa radio estaba todo el día encendida en Rivadavia, y adentro de esa cajita estaban Cacho Fontana, don Antonio Carrizo, Héctor Larrea, José María Muñoz. Nunca paré de escuchar radio y después vinieron Pedro Aníbal Mansilla, Juan Alberto Badía, Víctor Hugo Morales, Alejandro Dolina, todos tipos que renovaban la radio. En un punto, la radio sigue funcionando como en la época de Fontana: un tipito, una tipita que nos hablan al micrófono, en un estudio, una antena, una consola y después se pueden agregar más cosas pero es eso. Siempre va a estar la magia de alguien hablándole a un público que no ve. No podés poner un aparato de televisión en cualquier lado pero una radio puede estar en un spa, en un hospital, en un country y en un penal; te escucha un cirujano y un recolector de residuos, todos al mismo tiempo. Es una locura divina. Si tenés un lenguaje para que te entienda alguien de 20 años y alguien de 65, le encontraste la vuelta a la radio. No es fácil. Todavía conservo la spika y funciona. Es raro que uno sea oyente tan chiquito, ¿no? Además mi viejo compraba el diario El mundo y después Crónica y yo fui un lector muy precoz.
Mi hijo el periodista
-¿Qué dijeron tus padres cuando dijiste que querías ser periodista?
-No podía ni permitirme soñar con ser periodista en mi casa. De hecho, mis viejos me miraron con un poquito de desdén el día que se los dije. Por generaciones, los Casella fueron campesinos, trabajadores de la tierra, todo muy rudo, rudimentario y de un absoluto analfabetismo. Debo ser el primer Casella que terminó la escuela primaria. ¡El orgullo que tenían mis viejos cuando leyeron mis primeras notitas firmadas! Me escuchaban en radio y después me vieron en televisión. En el barrio les decían: ‘lo vi a su hijo en la tele’. Me da tranquilidad que me hayan podido ver y me hace feliz que se sintieran tan orgullosos, porque para ellos era importante que yo estuviera en esa caja donde estaban también Orlando Marconi, Silvio Soldán y Pipo Mancera.
-Primero fuiste periodista gráfico, ¿cómo llegaron la radio y la tele a tu vida?
-En el año 94 yo trabajaba en la redacción de la revista Somos y (Luis) Majul era secretario de redacción y además era asesor de Editorial Sudamericana. En ese entonces, Planeta la rompía con chistes de gallegos, los libros de humor eran el boom. Y como yo era el contador de chistes oficial de la redacción, Majul me propuso hacer un libro y sacarlo en un mes. Una locura, pero hice Los últimos y más terribles chistes de argentinos, judíos, gallegos e italianos, que si no fue el más vendido de ese año, pegó en el palo. Entonces empezaron a hacerme notas en radios, salí al aire en Continental con el Cholo Gómez Castañón y estaba escuchando Carlos Montero (padre), que era gerente general de América. Andaba buscando caras nuevas, me llamaron y así empecé en Viva la tarde, con Carolina Perín y Carlitos Monti.
-En más de treinta años que llevás en los medios, ¿fue difícil adaptarte a los muchos cambios?
-La primera semana me costó de pasar de la Olivetti a la computadora, pero a la vez estaba maravillado porque podía correr un párrafo de lugar. Y nos costó habituarnos al nuevo teclado, a la pantalla, al enter y poder buscar algunas cosas en Yahoo, en esa época. Después, una mente más o menos plástica me ayudó a acompañar perfectamente el proceso de cambios relacionados al feminismo. Creo haber sido feminista de chiquito porque ya entonces no entendía el rol de ama de casa de mi mamá, con todo lo que lo respeto, pero nunca me cerró que una mujer estuviera destinada a acompañar a un hombre para que crezca y evolucione mientras ella cuida a los hijos. Tampoco me cierra ahora, aunque respeto a quien lo elije. Mucho antes del refresco fuerte feminista ya me cuidaba mucho de no tener una mesa machirula, demodé, de tipos que se pavoneaban de lo que habían hecho con las mujeres, en Buenos muchachos (ciclo que hizo en C5N). Creo que lo piloteamos bastante bien. Una vez me ofrecieron poner una moza en la mesa y les dije que no. Si bien no estaba mal visto en ese momento, a mi me hacía ruido.
La cábala de Bendita
-Llevan 16 años al aire con Bendita, en Canal 9 ¿qué tiene ese programa que sigue vigente y se convirtió en un clásico?
-El formato de ‘te cuento la tele del día en una hora y media’ siempre es tentador. Y especialmente si lo contás con un tono que no moleste, que no sea agresivo, que acompañe los códigos de la familia. Voy a parecer pacato pero a veces me dicen que estaban viendo el programa con los chicos y apareció un informe que les dio un poco de pudor, entonces cuido si hay contenidos picantes, desde lo sexual o el vocabulario. Por otro lado, tenemos muchos anunciantes, factura bien en publicidad y no sé si en otros medios sucede lo mismo. No veo todavía signos de agonía en la televisión abierta, aunque seguramente va a ser reemplazada por lo online, por el celular. La tele no está languideciendo aún.
-Coqueteaste varias veces con despedirte de Bendita, ¿lo pensaste de verdad?
-No, habré hecho un chiste. Hago como Mirtha (Legrand) y digo que en cualquier momento me voy, y parece una cábala. Pero sinceramente no sé cuándo me voy a ir. Desde que Bendita está al aire me han llamado de los cuatro canales para llevar el formato, pero no quise porque el 9 está muy bien. Y ya en eltrece o Telefe me parece que hay una carrera por el número que no iba a ser sana, que iba a cambiar el espíritu del grupo y hasta la cara de los integrantes. Porque cuando te piden un número de rating, ya la cara no es la misma y se nota. También sabemos que en el 9, midamos lo que midamos, no nos van a levantar. Quizá en algún momento aburriremos y a la gente ya no le causarán más gracia los chistes o nos cancelen de un día para el otro. No lo sé. Pero me parece que traslucimos la cara de gente que no sabe cuánto midió de rating el día anterior. No tenemos esa preocupación. No me gusta el síndrome de Pepito Cibrián.
-¿Qué es eso?
-Pepito estaba invitado a un programa y en esta lógica del minuto a minuto, habían sentado a una astróloga con la que no tenían grandes pretensiones pero empezó a funcionar, a crecer el rating y Pepito esperaba y esperaba, tanto que cuando vio que faltaban diez minutos se enojó y se fue. Eso no me pasaría porque les tengo prohibido a mis productores que me digan por cucaracha que tal o cual cosa no funciona y que la terminemos. No, ni loco. Lo que se pone al aire se queda hasta el final, ande bien o mal. Pero les veo la cara a los colegas y se nota cómo les cambia la mirada, tragan con problemas, y entonces digo: ‘ahora despide al invitado’. Y enseguida le dicen: ‘bueno, te agradecemos mucho y queremos que vuelvas’. Esto también pasa en política y algunos periodistas descubrieron que pararse frente a la cámara y hablarle con énfasis a alguien de la oposición, al presidente o a (Mauricio) Macri, los saca del 2.8; crecen y siguen, pero se envician y andá a salir de ahí después.
-¿Los famosos quieren salir en Bendita o le escapan?
-En 16 años, la única persona que pidió no salir fue Yanina Latorre. Ella quiso llevarlo al plano judicial y no tenía problemas porque se lo ganaba fácilmente. En la mediación que llegamos a tener le expliqué que si es mujer y madre no tiene más que pedírmelo por WhatsApp y yo saco todo lo que quiera. No soy de esos conductores que se hacen los guapos del barrio. No tenés que hacer ningún juicio, pero si nos vas a hacer una demanda te la sigo hasta la Corte de La Haya. Les gusta estar en Bendita; hay un promedio de seis siete mensajitos que recibimos por día alertándonos de cosas que pueden ir en el programa y nos encanta porque salen desde un lugar amoroso. Tenemos frases que se repiten y algunos ya no están y siguen apareciendo y ningún familiar se quejó jamás, al contrario, nos dicen que les encanta que los recordemos con cariño. A la familia le gusta ver a la persona que partió en un contexto de humor.
-¿Entonces hay Beto en Bendita para rato?
-Tengo contrato hasta el 2024 y creo que el canal firmaría por diez años más. Pero no sé si llego por decrepitud. Creo que debería acomodar a mi hijo.
Lo primero es la familia
-¿Cómo está tu hijo menor, Franco? ¿Fue a probar suerte a otro país?
-Está viviendo en Miami, haciendo su experiencia, trabajando como mesero, como promotor, como vendedor. Lleva unos meses y quizá vuelve un tiempito porque extraña. Es biólogo y además es músico. En este momento de la vida dice que los laboratorios no son para él y se siente más cómodo tocando en un bar o en un estudio de radio o televisión.
-¿Qué pensaste cuando te dijo que se iba?
-El día que me lo dijo me sorprendió y dije: ‘guau, qué loco, mi hijo se va a diez mil kilómetros’. Pero después me gustó la idea y ahora que lo veo feliz, porque hacemos videollamadas todos los días, pienso que vivir en otro país es una gran experiencia para todos los pibes de su edad, y que se ganen la vida como pueden porque si no laburás no comés, ni pagás tu habitación compartida con otra gente, porque no da para un departamento. Es una experiencia muy valiosa y le vino bárbaro, pero no sé qué le deparará el futuro.
-¿Y tu hijo mayor, Juan Pablo?
-Ya está trabajando como counselor y pronto se recibe de psicólogo. Está casado, es el papá de mi nieto Gaby.
-¿Cómo está de salud tu nieto? Nació prematuro y estuvo en neo durante largas semanas.
-Nunca sufrí tanto en mi vida. Tiene un año y medio y está muy bien. De todas maneras hay que esperar a que crezca un poquito para saber si hay zonas que no desarrollaron bien, porque no estuvo los nueve meses en la panza. Todavía no se sabe si va a tener inconvenientes.
-¿Podés disfrutarlo a pesar de esa preocupación que está latente?
-Sí y te diría que más todavía, porque es un chiquito que peleó durante meses para que le den el alta. Era más chiquito que mi mano. Cuando entendés que peleó todo eso te lo querés comer a besos cada cinco minutos, lo querés abrazar fuerte porque es un guerrero. Tiene una emocionalidad especial.
-Estás en pareja con Carolina, ¿prueban convivencia?
-Hace nueve años que estamos juntos. Ella es coordinadora terapéutica de grupos de adictos, tiene su programa en Pop los fines de semana, y estudió psicología. Y sí, ahora convivimos. Lo decidimos en la pandemia, se mudó a casa y y venimos tan bien que hasta ahora lo extendimos. Tenemos un día a día de mucha risa, de mucha comunicación, muy divertido, de intercambio de charlas interesantes y eso es clave porque todo el mundo te dice que el sexo y el erotismo se relativizan con el tiempo, pero la buena charla no.
-¿Cómo fue la decisión de hacerte una vasectomía?
-Carolina no es mamá y no trajo el chip de serlo sí o sí. Y cree que a esta altura no va a serlo. Lo charlamos, congelé esperma por si cambia de parecer. Es una locura haber tardado tanto en hacerme la vasectomía y por eso estoy en una campaña incesante e incansable. Una mujer no puede tomar pastillas anticonceptivas durante tantos años. Y no tiene que ser la mujer la que se cuida siempre. Hay que cambiar el chip del varón de dejar todo en manos de la mujer. La vasectomía es gratuita en un hospital y habría que trabajar en eso, en embarazos no deseados. Habría que hablar de esto en las escuelas y ni siquiera es educación sexual sino social.
-¿Serías padre a los 61?
-Solo si me lo pide.
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