Benjamín Vicuña y Paola Krum: la amistad, la muerte y un curioso contrapunto sobre la resiliencia
A horas del esperado estreno de El primero de nosotros, ambos protagonistas se prestaron a un sincero diálogo con LA NACION sobre los temas que sobrevuelan la nueva ficción de Telefe
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En Cuenta conmigo, ese clásico contemporáneo de los años ‘80, se narra una de las más perfectas historias de amistad. Su fin y su comienzo (en ese orden), se dan a partir de una muerte. La película está basada en el también célebre cuento corto El cadáver, de Stephen King y ofrece, a partir del descubrimiento de un cuerpo sin vida, una odisea crepuscular de camaradería, unión y elegía preadolescente.
Incluso la historia es relatada “al revés”: todo el film se va desplegando como un gran flashback a partir del momento inicial en el que el protagonista, ya adulto, se entera de la muerte de su amigo de la infancia. “Por Dios -dice el personaje central al final, mientras suena la agridulce canción de Ben E. King que da título a la película- jamás he vuelto a tener amistades como las que tuve a los 12 años, ¿acaso alguien sí?”
Entonces, si toda buena historia de amistad puede empezar al revés, por su final (no por nada el premio Nobel y rey de la canción Bob Dylan canta aquello de “la muerte no es el fin” en su himno “Death is not the end”), es justo que una entrevista con los protagonistas de El primero de nosotros, comience con el mejor rival del fin de la vida: la risa.
Paola Krum y Benjamín Vicuña se encuentran en un bar de Palermo para conversar con LA NACION. Vicuña viene del dentista, con la boca hinchada. No al nivel de enfrentar a la muerte, sino a tal vez algo más temible: el ridículo.
“Siento que que hablo como Stallone ‘no encontraba sus malditas piernas’”, dice, imitando el famoso quejido de Rambo que con el efecto de la anestesia le sale a la perfección. Vicuña y Krum protagonizan otra historia de amistad... y de muerte. El Primero de nosotros es la nueva gran apuesta en ficción de Telefe que llegará hoy a las 21.45 a la pantalla de ese canal. La pareja estará acompañada por actores como Luciano Castro, Jorgelina Aruzzi, Damián de Santo y Mercedes Funes.
Santiago (Benjamín Vicuña) es un hombre joven y sano que un mal día Recibe la peor noticia: tiene un tumor cerebral. Va a morir. El camino a ese final anunciado será lo que a él y a su grupo de amigos les cambie sus vidas para siempre. Fue escrita por Ernesto Korovsky y Romina Moretto y también cuenta con la participación especial de Daniel Fanego, Rafael Ferro, Carola Reyna y Adriana Salonia.
–La ficción trata de la muerte a una edad, entre los 40 y 50, que a ambos los toca de cerca...
Benjamín Vicuña.: –Sí, efectivamente los 40 y pico son una edad en la que tenés un capital ya vivido y a la vez empieza un segundo de la vida junto a muchas crisis. Esta es una serie coral, de diversos personajes, donde una chica quiere ser madre a toda costa, otro quiere reorientar su sexualidad. Pero lo que prima es la relación del grupo de amigos que tiene cáncer y lo más potente del ser humano: la solidaridad hacia quien está enfermo.
“Ay, no se te entiende nada con la boca así Benjamín…”, interrumpe y bromea Paola Krum y Vicuña no puede contener la risa.
Paola Krum: –Es una edad de las grandes preguntas. Uno ya se ve en el lugar en el que está y no hay mucho para modificar. Y el tiempo gana. Cuando empezamos a filmar, justo había fallecido una amiga mía, también de cáncer. Y me impresionó mucho lo que sucedió alrededor: lo mismo de la serie, la contención, hacerte amigo o compañero de quien está ayudando a una persona que pasa por esa situación.
–¿Cuál fue el protocolo de filmación durante el Covid?
PK: –Hisopado permanente, burbuja, esperar resultados si había síntomas...
BV: –De hecho fuimos de las primeras ficciones en retomar.
–¿Cambian las marcas actorales del director al filmar durante la pandemia? Los abrazos, los besos, el contacto...
PK: –Yo “chapé” en la ficción con un actor que luego se contagió y a mi no me pasó nada.
BV: –Había un ambiente de vulnerabilidad. Entonces venía un compañero y por ejemplo te decía ‘¿te parece que llores en la próxima escena?’ Y uno -Vicuña lo cuenta y se ríe- le contestaba ‘sí, sí tranquilo que yo lloro todo’. Nos sentíamos más frágiles durante la pandemia. O sea, es como que a todos nos salía ponernos más en el lugar del otro... Estamos hablando de un equipo de producción de casi 100 personas. Y en el medio falleció una persona del equipo.
–¿De Covid?
B.V: –Sí, de Covid. Los cuchillos caían cerca... Y nosotros en el medio, realizando una ficción, que es un producto de entretenimiento, claro, pero de un tema muy poco visibilizado como la muerte. Eso requiere huevos, es un acto de adultez para una ficción.
PK: –Y a la vez fue una enorme satisfacción volver a la presencialidad. Nuestra profesión estuvo muy golpeada. No se sabía si el teatro iba seguir existiendo por ejemplo. El nivel de compromiso fue total. Hice decenas de tiras y nunca sentí esta alegría, justamente en una serie que trata sobre la muerte.
–Benjamín, tu personaje es psicólogo, runner, que al parecer no puede despegarse de ponerse en el lugar del otro.
BV.: –Y tiene mucho humor negro. Y también mostrará ciertas cosas como de comedia romántica. Es como el disparador de esas películas que dicen “tenés tanto tiempo para vivir”. Y quiere aprovecharlo. Además, es padre de una hija adolescente. No es un documental sobre la enfermedad. Se rescata la actitud positiva, aunque tampoco se le esquiva el bulto a una enfermedad, al drama, que nos toca a todos, como pacientes, familiares o amigos.
PK: –Mi personaje es un amiga íntimo de toda la vida de Santiago, el personaje de Benjamín, y ante la cercanía de la muerte de él, se le despiertan un montón de sentimientos.
–¿Cómo preparaste Benjamín tu personaje de un enfermo terminal? Recuerdo esa anécdota famosa en la que Dustin Hoffman le cuenta al actor Laurence Olivier que para un personaje oscuro y ermitaño se fue a vivir solo, que usó un calzado más chico que el otro…
PK: -Y Laurence Olivier le dice “¿por qué hizo eso, por qué simplemente no actuó?
–Exacto.
PK: -Yo para Argentina: Tierra de Amor y Venganza usé un zapato más chico que el otro, que pelotudo… no tengo hernia de disco de casualidad! (risas) Para tratar la enfermedad trabajamos con un grupo de médicos, por supuesto. Y yo que soy un poco hipocondríaco, traté de trabajar el cuerpo como cuando hice Eva Perón, de Copi, en el Teatro Cervantes. El camino de Santi, que está cagado en las patas por la cercanía de la muerte, tiene que ver con el desapego y la amistad. Y con la necesidad de vivir el momento.
–Muchos de los discursos vitalistas, de autosuperación, de resiliencia fueron tomados actualmente por teorías, prácticas o acaso modas como mindfulness, coaching ontológico, autoayuda, que también tienen, al menos superficialmente, un tratamiento similar, de “aprovechar el momento”...
PK: –Un horror todo eso…
B.V: –Soy un consumidor de todo eso… practiqué y practico todo lo que mencionaste.
PK: –¡Jajaja! ¡Te amo Benjamín!
BV: –También hice terapia de flores, registros akáshicos... Lo que sea. No sé si creo, pero pruebo. Creo que son prácticas muy manoseadas sobre todo de “vive el presente” o “el presente como regalo”. Cada uno encuentra lo que puede. Pero yo he encontrado por ejemplo en el deporte, en el correr, una paz total. Corrí un Ironman hace unas semanas. Y mi angustia la canalizo por ahí. Y la verdad es que sí, OK, son “cursilerías”, que aunque pegues stickers en la heladera o en el espejo de tu baño, se te olvidan: darle un abrazo a tu viejo, pensar que puede ser tu último día. Creo que no hay que olvidarlas.
-Ya que estamos hablando de cursilerías, ¿cuáles dirían fueron sus momentos más vergonzantes?
BV: -Te voy a contar una anécdota bien narcisista. Estábamos de gira con Eva Perón de Copi por Europa. Y en la función en España estaba Pedro Almodóvar en la tercera fila... Creo que nunca nos salió una función tan exagerada y gritona sabiendo que estaba Pedro allí.
PK: -Cuando hice Sueño de una noche de verano, las canciones de la puesta eran de Luis Alberto Spinetta. Y yo soy fana del Flaco desde chiquita. Y odio saber (los productores los saben y se cuidan de no decírmelo), antes de salir a escena, que entre el público haya una persona que admiro. Un día vino Spinetta a ver la obra. Por supuesto, por los nervios, debo haber hecho la peor actuación de mi vida... Me quería matar.
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