Tras ingresar en la clínica Avril debido a un cuadro de estrés, el diseñador asegura estar mejor; en una charla sincera con LA NACIÓN habló de los signos de alarma que sintió, las decisiones que tuvo que tomar, y lo que hoy por hoy considera importante para seguir adelante
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En las últimas semanas, su nombre deambuló por todos los portales. Primero, fueron sus problemas financieros que lo llevaron a cerrar su local de prêt-à-porter en Palermo (y por ende, a echar a parte de su personal). Luego, o mejor dicho en paralelo, sus problemas de salud mental que, tras sufrir una fuerte crisis de estrés, lo llevaron a estar internado durante varias semanas en una clínica psiquiátrica. “Tuve una crisis de pánico, de estrés, de un montón de cosas (...) Me interné en la clínica Avril con todo el prejuicio que tiene internarte en una clínica psiquiátrica”, le cuenta Benito Fernández a LA NACIÓN orgulloso de la decisión que tomó.
Sus pocas ganas de ver a su nieto Fermín (que es la luz de sus ojos), una angustia que lo atormentaba cada mañana al despertarse y los fines de semana encerrado en su casa fueron sus primeros signos de alarma para entender que algo no andaba bien. Por eso, el diseñador dejó el miedo y los prejuicios de lado y decidió “aislarse” para reencontrarse. “La cabeza se me reseteó e hice un cambio de 180 grados; hoy estoy disfrutando las cosas”, revela quien por estos momentos está aprendiendo a equilibrar sus obligaciones con sus afectos.
A pesar de tomarse las cosas con más calma y tranquilidad, Benito está lleno de proyectos: en septiembre volverá a lucirse sobre la pasarela con su línea de alta costura, acaba de lanzar su cápsula de zapatillas junto a una reconocida marca deportiva y está armando un emprendimiento de mobiliario que llevará su impronta. “Hoy me levanto sin angustia. Hace años que no me pasaba eso. Hace años que no disfrutaba de nada; ni de mi carrera, ni de mis logros, ni de mis hijos, ni de mi nieto”, reconoce emocionado.
-Qué lindo tenerte acá y verte bien, ¿Cómo estás?
-Bien. La verdad es que después de haber pasado todo lo que pasé... La cabeza se me reseteó e hice un cambio de 180 grados; hoy estoy disfrutando las cosas. Hablaba un poco con mi psicólogo y siempre que tuve que atravesar una crisis (cuando en el 2001 tuve que cerrar o cuando declare que era gay), siempre después salí más arriba y con más fuerza. Es un mecanismo que tiene mi cabeza, resurjo más arriba de lo que estaba. Ahora estoy tratando de encontrar un equilibrio entre lo que es la responsabilidad de mi trabajo y lo que es estar con mi nieto, por ejemplo. Y bueno, si las clientas tienen que esperar, van a esperar. Yo soy responsable y el vestido va a estar, pero primero está mi nieto.
-¿Qué fue lo que te pasó puntualmente?
-Tuve una crisis de pánico, de estrés, de un montón de cosas. De hecho, me desmayé. Estaba en mi casa solo y me golpeé contra la cama. Justo me llamó mi hijo y yo atendí el teléfono. Vino y me llevó al Otamendi, en donde estuve cinco días, una semana. Tuve un problema de corazón que se me descubrió estando ahí (una arritmia) y después empecé a hablar con mi psiquiatra y mi psicóloga y ellas me aconsejaron que me internara. Me interné en la clínica Avril con todo el prejuicio que tiene internarte en una clínica psiquiátrica. Somos muy prejuiciosos en todo, imaginate con la salud mental. Tenemos mucho prejuicio y mucho miedo, y el miedo te bloquea. Y la verdad que a mí me reseteó la cabeza de una manera... Yo ya no tenía ganas de ver a mi nieto, me angustiaba verlo, que es lo que más quiero en el mundo. El fin de semana me quedaba encerrado y encima lo ocultás, porque te da vergüenza, entonces venían mis hijos y levantaba la persiana para demostrar que estaba bien y no cargarlos a ellos con más problemas.
-Antes de que te pase esa situación en tu casa, ¿venías muy cargado?
-Sí, demasiado. Venía muy cargado en la parte de prêt-à-porter de la empresa. No de la alta costura porque eso siempre funcionó, ni de las alianzas que tengo con las marcas como los perfumes o las zapatillas que estoy lanzando ahora. Yo le había dedicado mucho a eso y le había puesto mucho tiempo y mucha plata. Y la verdad que con los últimos gobiernos es como que era imposible sostenerlo. Venía arrastrando eso sumado a la pandemia que terminó de darme un palazo en la cabeza. Traté de estirarlo lo más que pude, pero llegó un punto que no me dio el cuerpo, no me dio la cabeza y bueno, fue el momento en que lo cierro y tengo que echar a la gente, donde hago mi pico de estrés más grande. También hubo manejos míos financieros que no estuvieron buenos y también problemas personales que también me llevaron a estar tan mal, no solamente lo económico.
-¿Las parejas?
-Yo corté en pandemia y me gustaría estar en pareja, pero ese es otro tema que lo dejamos para otra entrevista... (risas).
-¿En el medio pedías ayuda?
-No, ese es el error... no pedir ayuda. Me parece que lo importante de esto es terminar con el prejuicio de pedir ayuda, de ir al psicólogo, al psiquiatra, de tomar medicamentos. No hay que automedicarse, pero sí no tenerle miedo a medicarse. Yo le tenía mucho miedo a las cosas mentales. Mi padre era médico y de chiquito me mostraba todo. Mi primera pareja gay era oncólogo, entonces sabía cómo se trataban las enfermedades. No le tengo tanto miedo a eso, pero cuando era algo de la cabeza me daba mucho miedo. De hecho, mi padre se termina suicidando.
-¿Cuántos años tenías?
-Treinta y pico más o menos. Yo veía que él venía con una depresión y un día me llama mi madre y me dice: “Vení a buscarme”. La fui a buscar y él me dijo: “si te llevás a tu madre, yo me suicido” y al día siguiente se suicidó. Por eso a mí las cosas mentales me dan mucho más miedo que cualquier otra enfermedad. Tuve un sobrino con leucemia y fue un horror, pero no me daba tanto miedo porque sabía que iba a estar bien. Eso fue cuando tenía nueve años y hoy tiene veintipico y está bárbaro.
-Tal vez te daba miedo porque lo viviste y sentiste que no pudiste hacer nada con lo de tu viejo...
-Sí, y el no querer atenderse porque vos tenés leucemia y te atendés, pero a veces la gente no se quiere atender por un problema que tiene que ver con lo mental. Pero bueno, gracias a Dios, hay mucha gente que hoy lo está blanqueando. Sobre todo, mucha gente joven que son referentes para la juventud y que lo están planteando.
-¿Qué te pasó a vos en ese momento cuando sucede lo de tu papá?
-Yo con mi papá tenía una relación que al principio en la niñez era muy linda. Después no era el papá exacto que quería, ni yo el hijo que él quería porque era disléxico, me hacía pis en la cama. En cambio, mi hermano hacía todo perfecto. De chico empecé a ver cómo podía mejorar la relación con él. No me analicé porque estamos hablando de hace 60 años atrás, pero sí hice como un autoanálisis y empecé a ver un montón de cosas de él y llegué a tener una relación re linda en el último momento de su vida. Y pude entender que estaba enfermo y que no se quería curar. Sabía que no iba a terminar bien porque no quería atenderse.
-Hoy vos decidís hacer lo inverso a tu padre...
-Sí, obvio porque vi lo que pasó. Cuando los médicos me propusieron internarme, lo tome bien porque al estar esos días en la terapia intermedia del Otamendi, estar sin celular y no levantarme con angustia, no tener problemas, no tener conflictos de ningún tipo, me sentí a salvo. Dije: “Esto es Disney, pero salgo de acá en dos días y los problemas van a estar. Tuve algún prejuicio en compartir cuarto o en que el lugar fuera con gente hostil, pero dije: “lo hago y veo, de última como era voluntario me voy” y la verdad que la pasé bomba. De hecho, hoy me acompaña un amigo mío que lo conocí ahí. Me hice varios amigos. Entre el Otamendi y Avril habré estado un poquito más de un mes.
-¿Qué pasa en ese momento con la fama?
-Tenía miedo. Por suerte no salió que estaba en Avril porque no quería guardias y ese tipo de cosas. Pero lo que no tenía ganas es que se supiera cuando yo estaba adentro, así que traté de ser lo más hermético posible. El grupo de amigos y familiares fueron súper estrictos, de hecho se enteraron a los 20 días que yo estaba internado. Siempre fui de contar las cosas que me pasaban y fui lo más transparente posible pero bueno, estando adentro es difícil porque tenés una llamada por día, están tus hijos, tus amigos que no saben qué decir, qué hacer.
-¿Qué aprendiste de todo esto?
-(Toma agua emocionado). Fue una experiencia súper agradable. Yo tenía el prejuicio de que iba a ser algo hostil y nada que ver, jugaba al voley, al truco, al ping-pong. Agradezco a mis padres que me hicieron hacer deportes de chico y eso me pudo integrar sobre todo, con la gente joven. Me levantaba temprano a las 8, pero yo soy de despertarme temprano, así que eso no me importaba nada. Almorzaba a las 12, a las 4 era el té y a las 8 ya comía. En el medio nos juntábamos con los compañeros. Había un grupo de los chicos más chicos que se llamaba el grupo VIP, que era divertido y que la pasábamos muy bien. Por ahí el fin de semana que algunos se iban transitorio era un poquito más aburrido, pero la verdad que a mí me reseteó la cabeza de una manera tremenda. No sé si a todo el mundo le pasara lo que me pasó a mí, pero mi experiencia es súper positiva.
-¿Qué te pasa cuando escuchás que las clientas te esperaron a vos para terminar sus vestidos?
-Me emociona mucho. El primer día que yo pido salir para probar (porque yo sabía que se estaban haciendo vestidos de novia, de 15 años, de fiesta entonces pedí que me dejaran salir) iba en el auto y pensaba: “¿seguirá alguna o se habrán ido a otro lado?” Y no, la gente me esperó, me aguantó y eso para mí fue súper gratificante. Sabían que soy una persona responsable, sabían que el vestido iba a estar de todas maneras. Y ahora estoy con un montón de trabajo, un montón de novias y entrevistas de 15. Y la verdad que agradezco el afecto y que me sigan apoyando y ayudando.
-¿Cómo son tus días hoy?
-Trato de armar mi agenda de otra manera, en función de mi vida privada y de mi trabajo. Antes yo iba a la oficina a las 10 hasta las 6,7 de la tarde y ahora no. Ahora me tomo un día para estar con mi nieto o para tomar el té con una amiga. Trato de equilibrar eso que lo tenía bastante desequilibrado. Primero, porque era de trabajar, trabajar y trabajar. Y segundo, porque en el último tiempo tampoco tenía muchas ganas de ver a mis amigos. Me quedaba todo el día en la boutique y hoy la verdad que disfruto de mis amigos, de mis hijos y de mi nieto Fermín, que es lo más lindo que hay. Es tan lindo, tan amoroso, tan cariñoso y tan simpático que no me pasó ni con mis hijos. Es pura luz. Me encanta estar con él y lo disfruto un montón; nos divertimos mucho juntos.
-¿Sentiste que en esto de no poder contar lo que te pasaba tuviste que salir a pedirle perdón a tus hijos?
-Sí, porque los expuse y los dejé en un lugar muy duro, sobre todo, a Lucas que se vieron las imágenes echando a la gente. En realidad, era lo que tendría que haber hecho yo de otra manera, no como lo hizo él. Pero lo hizo como pudo. Tenía a su padre internado en un psiquiátrico y tenía que echar a la gente porque el local de Palermo se había cerrado. Con esto no lo justifico, al contrario; tanto él como yo pedimos perdón. Ahora la situación la están manejando mis contadores y abogados como corresponde. Son chicas que yo quiero mucho, que están en promedio hace ocho años conmigo. Yo soy de los afectos, me cuesta trabajar con alguien que no me llevo. Por eso, estoy esperando un tiempo para poder sentarme con ellas y hablar de lo vivido, más allá de lo legal y de la indemnización.
-¿Sentís que a tus hijos también los empezaste a disfrutar de otra manera?
-Sí, sí, ahora los disfruto de otra manera. Aprovecho para agradecer a toda la gente que se acercó a ellos y el apoyo que les dieron desde Analía Maiorana y Valeria Mazza hasta Horacio Rodríguez Larreta, que me sorprendió. Para mí eso es invalorable. Y también le agradezco a Diego Impagliazzo (peluquero), que después de la internación me fui a su casa. Estuve ahí como ocho días porque te aconsejan no ir a tu casa directamente para no quedarte solo. Marina (su hija) tiene el bebé y su marido, así que me fui a lo de Diego que vive cerca de casa y me cocinaba, me malcriaba y la pasamos muy bien. Nos conocemos y somos amigos desde hace un montón. El tenía 17 años cuando hizo mi primer desfile (estoy hablando de fines de los 80), pero nunca habíamos convivido más que en algún viaje a Nueva York.
-¿El te invitó?
-No, lo llamé yo. Fue re loco porque por ahí no es el amigo que más veía, pero sentí que era él. Se ofrecieron un montón de amigos míos, pero sentí que él era el que iba a estar de una manera que yo necesitaba. Rarísimo, porque no somos de llamarnos todo el día. Por ahí pasa un mes que no nos hablamos. Lo llamé desde la clínica y me dijo que sí de una. Sentía que era él, hubo algo que me dijo “es por acá”. Yo en eso soy muy intuitivo y me dejo llevar... que es lo que me pasa con la moda, me gusta este color y voy por ahí, no cuestiono mucho.
-En alguna entrevista contaste que fuiste a un evento y hubo gente que no te saludó...
-Sí, fui a la gala de una revista muy conocida y sentí que había gente que se corría de la foto, pero no lo tomo a mal y tal vez con esa gente algún día tenga una charla (que no va a ser hoy) porque los entiendo. Es el prejuicio que hay sobre los problemas mentales.
-¿Cómo te volviste ese día a tu casa?
-Bien, porque me sentí reflejado. Yo sentí que soy prejuicioso también. Entonces me parece que eso es la sociedad que tenemos y que tenemos que mejorar. No sentí que fue contra mí, pude disociar porque eso lo pasé en muchas cosas de mi vida. Por ejemplo, cuando la vestía a la reina de Holanda y empecé a hacer remeras para un supermercado. Todos me decían que estaba loco. Entonces fue un ejercicio más. No es que me volví mal ni me volví angustiado a mi casa.
-¿Máxima se enteró?
-Supongo que sí. Ahora voy a ir a tomar un té con una amiga que tenemos en común. Cuando era princesa teníamos contacto más directo, ahora ya es más difícil.
-¿Qué proyectos tenés en mente?
-Ahora viene mi desfile el 4 de septiembre, donde vuelvo a mis raíces que son la alta costura. Hacía un montón que no hacía desfiles de alta costura. También estoy con un emprendimiento en mobiliario, donde le pongo el ADN de la marca que es el color, la estampa. Pese a que tengo muchas más cosas que antes, estoy mucho más relajado, mucho más tranquilo.
-¿Estás feliz?
-Sí, ahora siento que sí. A ver, bueno, ser feliz es relativo pero me levanto sin angustia. Hace años que no me pasaba eso. Hace años que no disfrutaba de nada; ni de mi carrera, ni de mis logros, ni de mis hijos, ni de mi nieto. Por eso les aconsejo a todos que si les pasa que lo comuniquen a los seres queridos y que hablen con sus médicos porque se puede. Hoy estoy en uno de mis mejores momentos en todo sentido; pese a haber cerrado los locales y el prêt-à-porter. De hecho, mi sueño siempre fue asociarme con alguien que se ocupara de todo y yo nada más que del diseño y hace tres días me llamó una persona para justamente hacer eso y largar en el verano 2025 de nuevo la marca Benito.
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