Belén Francese: por qué siente que la maternidad está “romantizada” y cómo llegó el gran amor que cambió su vida
La actriz vuelve a hacer temporada en Mar del Plata, a tres años del nacimiento de su hijo Vitto; cómo es la nueva rutina familiar y el modo en que un mensaje de Instagram la llevó a conocer a su actual marido
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Belén Francese vuelve a hacer temporada de verano luego de convertirse en la mamá de Vitto, que ya tiene 3 años y medio. El 25 de diciembre estrena Una familia de locos, en el Teatro Provincial de Mar del Plata, y en marzo volverá con el streaming El mate las pone mimosas. En este tiempo logró reacomodarse a su nueva vida y disfruta de su familia y del trabajo.
Diciembre viene complicado entre los ensayos y la mudanza familiar a La Feliz, pero ella encuentra tiempo para todo. En una charla íntima con LA NACIÓN, Francese reflexiona sobre la maternidad, cuenta su historia de amor con el empresario vitivinícola Fabián Lencinas y recuerda cómo surgió su emblemático personaje que hace rimas.
-¿Tenías ganas de volver a trabajar?
-Muchas porque trabajo desde los 17 años. Estoy entusiasmada con este proyecto que es Una familia de locos, con Mariano Iudica, las hermanas Latanzio, Imanol Rodríguez, Brenda Di Aloy e Iván Ramírez, con libros de Sergio Marcos y dirección del Bicho Gómez. Es buenísimo porque debuté en el 2005 con él en una obra de Jorge Guinzburg. Me pone muy feliz el reencuentro y que sea con esta comedia blanca para toda la familia, con muchos efectos especiales, muy divertida. Es mi regreso a la temporada, aunque ya hice algo en estos primeros años de Vitto. Cuando estaba embarazada de tres meses hice un streaming con Roly Serrano, A quien no le pasó. En ese momento nadie sabía que yo estaba embarazada todavía. Después, cuando ya nació Vitto, hice No paramos de triunfar en Rosario, y Bon voyage en La Plata. No había hecho hasta ahora temporada completa. Así que me estoy adaptando. Y este año hicimos el streaming El mate las pone mimosas y volvemos en marzo.
-¡No parás!
-Disfruto de ser mamá, pero también de mi trabajo. El primer año de Vitto me lo tomé y ya cuando tenía dos años empecé a trabajar, porque es mi esencia. Soy muy trabajadora y disciplinada. Lo que mas me costó es la organización de esta nueva vida, porque no tengo niñera, pero sí una gran familia y nos vamos acomodando día a día.
-¿Y cómo fue reacomodarse en esta rutina?
-Algo distinto. No diría difícil, pero quizá al principio sí costó organizarme. Ahora cambia la rutina otra vez porque mi hijo terminó el jardín, y mientras él estaba en el jardín yo trabajaba. Como soy primeriza, soy bastante temerosa y trato de hacer todo yo, no me gusta delegar. A veces se complica, pero por suerte están las hermanas de Vitto que me ayudan, y mi mamá y mi marido. Y todo fluye por suerte.
-Contaste que le dejaste de dar la teta hace poco tiempo... ¿Costó?
-Muchísimo. El día que cumplió tres años le dije que iba a ser la última vez que iba a tomar la ‘teté’. Nos costó a ambos, a mí porque me daba culpa y a él también porque nunca agarró el chupete. A veces, si se golpea o está en un momento de crisis, agarra la teta como un mimo. Obviamente, no lo voy a hacer hasta cuando tenga 10 años, pero cada madre con su manual. Es un proceso muy personal y de todo se aprende. Si tuviera otro hijo le encajo mamadera de una (risas).
-¿Está en los planes tener otro hijo?
-Si viene, viene. No es un plan como sucedió con Vitto que fue muy deseado y buscado. De alguna manera, tuve que aprender a ser mamá de un día para el otro con tres hijos, porque están las dos hermanas de mi hijo que son adolescentes, Sol y Jesús; ellas viven con nosotros porque su mamá falleció.
-Un gran cambio…
-Mucho. Yo vivía sola, me iba de viaje sola y de repente un día amanecí con cuatro personas en mi casa. Creí morir (risas). Empecé terapia. No sabía qué hacer. La maternidad es un quilombo, nunca me imaginé esto y lo primero que pensé es que me habían mentido toda la vida (risas). Pasé períodos difíciles; yo veía colegas que parían y a los dos días bailaban y se empoderaban como mega madres y no es que las juzgo, pero siento que mienten. Porque es imposible porque no te dan los tiempos, tenés que adaptarte.
-La maternidad se romantiza…
-Se romantiza mucho. Y de un día para el otro tienen el cuerpo perfecto. No lo puedo creer. Yo recién ahora estoy volviendo al cuerpo que tenía antes de ser mamá. Y no me quejo porque Vitto fue muy deseado, muy buscado. Soñaba con su nombre, con su carita. No me arrepiento y volvería a pasar todo lo que pasé, pero digo que a veces los mensajes públicos no son reales y no son buenos porque estereotipan y son superficiales, y eso tiene que evolucionar porque sino no empatizás con otras mamás a las que es imponés un estereotipo que no existe. Yo trato de mostrarme lo más transparente y genuina posible.
-¿Cómo es tu historia de amor con Fabián?
-Es de cuento de hadas. Una historia hermosa. Estamos juntos desde el verano del 2019. Fabián me escribía por Instagram hacía tiempo, pero yo no le respondía porque necesitaba tiempo… Venía de una relación tóxica y estaba herida. Hice mi duelo y no le daba bola, aunque él estaba en una lista de candidatos. Ese verano estaba trabajando con Gladys Florimonti y me decía que tenía que divertirme un poco, que hacía tiempo que estaba sola. Y le conté que me escribía tal y tal, le mostré las fotos e hicimos como una especie de casting (risas). Le gustó Fabián y a mí también, claro. Entonces me animé a contestarle y empezamos a hablar. Hicimos una videollamada y me encantó porque me atendió un sábado a la noche en un restaurante con la mamá y las hijas. Me gustó porque lo vi familiar. Nos conocimos y nunca más nos separamos. Nos recontra enamoramos. Yo tenía prejuicios de salir con alguien divorciado con dos hijas, pero bueno… Nos casamos, y al año que nació Vitto falleció la mamá de las nenas y quedaron a cargo mío. A veces pienso que era un plan de Dios, porque nunca lo hubiese imaginado. Me enamoró también que es muy buen padre. Es empresario vitivinícola y hace poco me sacó una línea de vinos Malbec Rosé con mi nombre. Nos ayudamos mucho, somos muy unidos, muy compañeros.
-Un amor muy esperado, entonces…
-Un amor muy deseado porque soñaba con un amor así y rezaba pidiéndolo. Las últimas veces que fui a la Virgen del Valle de Catamarca le pedí que me diera un amor verdadero, porque sino ya estaba decidida a quedarme sola. Y al otro día apareció Fabián para quedarse en mi vida. Le pedí este amor a la virgen y me lo dio. Es un tipo piola, inteligente, un buen hombre.
-¿Cómo te iniciaste en el mundo del espectáculo?
-Con Jorge Guinzburg en Terminestor, en el 2005. Me pasó como en las películas, fui a acompañar a una amiga y quedé yo. Quería ser actriz, pero no iba a presentarme en ese casting. Nunca paré de trabajar, y esta es mi temporada número 23. No puedo creer todo lo que hice, éxitos, fracasos, comedias y hasta revistas, que es el género más completo. Aprendí mucho de los más grandes de nuestro país porque trabajé con todos. Y paralelamente estudié con Lito Cruz. La vida me sorprendió.
-¿Y qué hacías antes?
-Era promotora. Yo trabajo desde los 17 años por una situación familiar. Terminé el secundario a la noche y de día trabajaba. Mi mamá vivió tragedias muy feas como la muerte de un hijo y un marido en poco tiempo, y eso desarmó la estructura del hogar, así que mis hermanos y yo ayudamos a que eso se reconstruya. El dolor queda siempre, pero pudimos reacomodarnos.
-Creaste un personaje como la poetisa que le cae bien a todo el mundo, ingenuo, divertido. ¿Se dio o fue algo planeado?
-Se dio porque surgió en medio de un móvil cuando querían meterme en un quilombo mediático y salí haciendo una rima. Siempre trato de salir de un estereotipo porque no me llevo bien con los encasillamientos. El desafío está en ser versátiles. Mi personaje de la poetisa me dio tantas satisfacciones… Y es el día de hoy que me piden rimas en la calle. Es un logro muy bueno y sigue vigente. Me siento muy amada por la gente y creo que es porque siempre me mostré como soy, y cuando tuve que mostrar el cuerpo lo hice por una cuestión artística, no para provocar ni seducir fuera de lo laboral. Con el tiempo las caretas se caen, no perduran. Y no me gustan los quilombos mediáticos porque me estresan. Si alguna vez estuve involucrada lo tuve que enfrentar, pero lo padecí.
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