Beatriz Salomón, la mujer que lo tuvo todo pero solo deseaba ser feliz
Cuando en retrospectiva se amontonan palabras, ideas y pensamientos de varias decenas de entrevistas a Beatriz Salomón, una frase se repite: "Le tengo miedo a la vejez, es el principio del fin". También aparece constantemente un deseo: "Ser feliz".
A comienzos del nuevo milenio, Beatriz, "La Turca", "La negra" era feliz, sentía que tocaba el cielo con las manos por segunda vez. La primera había sido poco después de llegar a Buenos Aires desde su San Juan natal, en 1981, cuando luego de un breve paso por el programa de Tato Bores conoció, merced a Javier Portales, a Alberto Olmedo. Junto a él descubriría el éxito, y también lo mejor y lo peor del mundo del espectáculo. Incluso se convertiría en una de las mujeres más deseadas por los hombres argentinos.
La trágica muerte del actor en 1988, a quien ella amaba profundamente, fue un golpe durísimo en su vida. Sin embargo, con tesón, esfuerzo y trabajo logró mantenerse a flote en el medio. Cine, teatro, televisión, Jorge Porcel, Berugo Carámbula, Juan Carlos Mesa, la consolidación de una imagen y un nombre. A diferencia de otras "Chicas Olmedo", la Salomón había logrado sobrevivir profesionalmente a la trágica desaparición de su mentor. Ahora sí el límite era el cielo.
O, más bien, el suelo. El suelo de un estudio de televisión al que el miércoles 6 de octubre de 2004 la actriz contemplaba con la mirada perdida, mientras detrás, imágenes reproducidas en una pantalla gigante le destruían su vida soñada para siempre.
Una mujer sin pelos en la lengua
"Su vínculo conmigo fue siempre muy adorable, muy amoroso, de mucha empatía y mucho amor mutuo. Siempre la quise mucho, primero como espectador y luego cuando la conocí. Era transparente, no había diferencia entre la Beatriz de una entrevista en televisión a lo que era como persona. Siempre la misma mujer y madre luchadora, sin pelos en la lengua, diciendo siempre lo que le pasaba y lo que sentía". A José María Muscari, que la dirigió en la última obra que la tuvo como protagonista, Extinguidas, todavía se le quiebra la voz cuando la recuerda en charla con LA NACION.
La "Turca" Salomón siempre le hizo honor a su imagen "ratonera". En sus mejores entrevistas le gustaba jugar con la fantasía del lector, y aseguraba que no era mujer de pareja estable. Sin embargo, con los brillos guardados y a cara lavada, Beatriz soñaba con encontrar un compañero para formar una familia. Y ese fue Alberto Ferriols, cirujano plástico, ajeno a la farándula. "Un hombre correcto, honesto, que no compite conmigo y es fiel", lo definía.
Sin embargo, aquel primer miércoles de octubre, el programa de investigación periodística Puntodoc -conducido por Miriam Lewin y Daniel Tognetti- mostró una cámara oculta en la que se veía a Ferriols en diferentes situaciones, en un consultorio presuntamente no habilitado y proponiéndole a una chica trans atenderla a cambio de una retribución sexual.
El morbo televisivo quiso que, mientras se emitía el informe grabado, el matrimonio estuviera en otro estudio del mismo canal, América, esperando para ser entrevistados por Jorge Rial y Luis Ventura en el programa Intrusos a la noche.
Lo que se pudo reconstruir a partir del testimonio de ambos periodistas fue que la presencia de Beatriz y su marido esa noche iba a ser una suerte de derecho a réplica. A partir de los avances publicitarios de Puntodoc, ellos habían entendido que la cámara oculta al cirujano se sustentaría en problemas de habilitación de su clínica, y llegaron al canal para explicar que esto no era así. En ese estudio de América, hace 16 años, Beatriz Salomón y su marido vieron en directo junto a Rial y a Ventura el informe, y se quedaron sin palabras.
Las cámaras de Intrusos en la noche, prendidas para registrar las reacciones de ambos, captaron como a la actriz se le endurecían las facciones, mientras jugaba nerviosamente con una lapicera. Beatriz no podía creer que ese hombre de la pantalla, que intentaba negociar honorarios con una chica trans a cambio de favores sexuales, fuese el mismo que estaba sentado a su lado, con el que estaba por cumplir seis años de casada. El padre de sus dos hijas del corazón, Noelia y Bettina, y el primero en el que ella había depositado toda su confianza. Hasta el día de hoy, Rial y Ventura aseguran que ellos no sabían lo que Puntodoc iba a mostrar. Beatriz nunca les creyó.
El público siempre estuvo a su lado
"Era siempre coqueta. No te recibía si no estaba maquillada, arreglada, con su bata de seda. Recuerdo cómo le gustaba mostrar sus recuerdos, sus fotos, sus tapas de revistas. Siempre al pie del cañón para con sus hijas. Había que sostenerla a ella, pero ella sostenía a las nenas". En su charla con LA NACION, a Ana Rosenfeld se le amontonan los recuerdos. La abogada estuvo muy cerca de la estrella a lo largo del arduo proceso legal, producto de la difusión de aquella cámara oculta.
En los doce años que pasaron hasta que se dictó sentencia del caso, Salomón atravesó el divorcio de su marido, la convicción de que su paulatina desaparición del medio era producto de una "censura" por haberse metido con "pesos pesados", una situación económica angustiante que la llevó a vender su ropa, sus joyas, y todas sus posesiones más valiosas obtenidas a lo largo de tantos años de trabajo, para poder seguir adelante con sus hijas. Y la certeza de no volver a apostar a otro amor que no fuera el amor de madre.
Con muy poco trabajo y abatida por una situación que la perseguía como un estigma, la exvedette encontró apoyo en algunos colegas y amigos del medio, que le ofrecieron alguna oportunidad laboral, y un consuelo emocional y hasta a veces económico. Pero el verdadero capital de Beatriz continuaba siendo la platea, con la que experimentó una comunión inalterable, que tuvo su cenit durante los más de tres años de Extinguidas. Muscari lo recuerda emocionado: "Su gran impronta tenía que ver con un encuentro energético, casi cósmico con el público, había una empatía rotunda. Cuando aparecía ella, que encima abría el espectáculo, la platea se caía en una ovación. Algo que yo nunca vi en una obra de teatro mía en mi vida. Como compañera era extraordinaria, en Extinguidas todos la amaban. Absolutamente generosa, siempre buscaba el lucimiento de los otros, una mujer con el ego muy bien colocado que sabía perfectamente quién era, y el amor que el público y el medio tenían hacia ella, por lo cual no tenía que andar demostrándolo. Una gran compañera en todo sentido".
La alegría de esa vuelta "a lo grande" a lo que más amaba, la actuación, fue la contracara de su momento más angustiante. Luego de que en 2017 la Justicia le diera la razón en su reclamo, y condenara a todos los actores demandados -Cuatro Cabezas, América TV, Tognetti, Lewin, Rial y Ventura- a pagar una indemnización cercana a los 30 millones de pesos, en mayo de 2018 la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal, sala B, en segunda instancia revirtió la sentencia y bajó considerablemente el monto adeudado. "El perito de primera instancia -explica Rosenfeld- había hecho un trabajo muy importante para demostrar el perjuicio moral que había tenido Beatriz al haber sido expuesta su vida privada en los medios de la manera en que se la expuso. Porque eran circunstancias que no estaban destinadas a trascender".
¿Pero a qué se debió el cambio de parecer de la Justicia? "Fundamentalmente a que se dejó de lado la indemnización para las nenas. Nosotros entendíamos que también habían sido víctimas, porque las expusieron a saber públicamente cuáles habían sido las razones por las cuales sus papás habían terminado divorciándose. Ese daño debía ser reparado. La Cámara no lo entendió así, y por eso en vida de Beatriz se presentó un recurso extraordinario ante el Excelentísimo Tribunal, para que decida si las chicas sufrieron o no daño alguno. En la actualidad estamos esperando una sentencia favorable, Dios quiera", señala la abogada.
El momento más triste de su vida
Un mes después de conocerse el revés judicial, Beatriz Salomón sintió un dolor muy fuerte en la zona abdominal. Su hermano enseguida la fue a buscar y la acompañó al Hospital Fernández: el diagnóstico fue cáncer de colon.
A partir de ese momento, Salomón comenzó un tratamiento de quimioterapia que minó sus fuerzas, pero ella siguió, como siempre lo había hecho. La mujer que había perdido la fe luego de la muerte de su hermana Isabel en 2013, empezó a pedirle a Dios que la sanara, para poder seguir compartiendo la vida con sus hijas. Noelia estaba a punto de terminar el secundario, y ya le había asegurado que su futuro era la medicina (carrera que actualmente estudia); Bettina, tres años menor, comenzaba a transitar la adolescencia y afirmaba querer estudiar veterinaria.
Beatriz pudo luchar apenas un año más, momento en el que pudo cumplir la asignatura pendiente de hacerle una gran fiesta de cumpleaños a su hija mayor. La misma que había soñado para sus 15, y que había quedado trunca por su agobiante situación económica. El 15 de junio de 2019 su cuerpo dijo "basta", Beatriz Raquel Salomón murió en el Hospital Fernández, luego de once días de internación. Tenía 65 años.
"Cuando ella fallece yo no estaba en el país así que no pude acompañar sus restos", se lamenta Rosenfeld. "La conocí en el mejor momento de su vida, y la vi irse muy mal, con mucha angustia y tristeza. Me dijo antes de morir que ella había hecho las paces con Ferriols, y que todo lo que él decidiera para sus hijas, para ella iba a estar bien. Porque se iba sabiendo que las niñas tenían un padre. Peleé tantos años contra él, del lado de Beatriz, que para mí fue muy fuerte".
"Fue una gran madraza de sus dos hijas", resume Muscari, que hace un año eligió despedirla en sus redes publicando una foto de ella con su propia madre. "Me pareció que no había mejor despedida u homenaje que relacionarla con algo tan sagrado y tan amoroso como lo que yo siento por mi propia madre. A la distancia veo que la obra que hicimos en su última etapa le generó una reivindicación como artista. Para mí fue genial que eso suceda, y un orgullo que haya sido trabajando conmigo".
De la noche a la mañana, la mujer que creía tenerlo todo descubrió que solo atesoraba el amor de sus hijas y el cariño incondicional del público. Y aunque en un primer momento no se dio cuenta, con el tiempo comprendió que, después de todo, tenía razón.
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