Beatriz Salomón: conoció el éxito, pero una cámara oculta derrumbó su vida; se aferró a sus hijas y a la búsqueda de justicia
El 15 de junio de 2019 la actriz que supo brillar junto a Alberto Olmedo murió, a los 65 años, víctima de un cáncer de colon
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Con su cabellera vaporosa, su porte de modelo y una simpatía que traspasaba la pantalla, Beatriz Salomón pasó de las pasarelas a los escenarios sin sobresaltos y en muy poco tiempo se convirtió en una de las estrellas más importantes de mediados de los años ochenta.
Si bien comenzó a llamar la atención de los televidentes, junto a su hermana Isabel, en Tatus, uno de los programas de Tato Bores en Canal 13, Beatriz encontró en No Toca Botón la plataforma de lanzamiento de una carrera que solo se vio eclipsada por una mala jugada mediática. En 1986 Alberto Olmedo y Hugo Sofovich decidieron darle una vuelta de tuerca al programa humorístico que se emitía con relativo éxito por Canal 11 desde 1981. Con la partida de las eternas Beba Bidart y Ethel Rojo, y de las bombas sexys del ciclo (Susana Traverso, Judith Gabbani y Mónica Gonzaga) era momento de buscar un nuevo elenco femenino que acompañara a la única “sobreviviente”, Silvia Pérez.
Así llegaron al ciclo que se emitía los viernes por la noche una ya experimentada Adriana Brodsky, una desconcertante Divina Gloria, la morocha del momento Susana Romero, y Beatriz, a quien Sofovich ya había probado el año anterior en Recreo 11, otro programa humorístico protagonizado por José Marrone y Javier Portales.
Nace una estrella
Los nuevos personajes, la química entre Olmedo, Portales, Pérez y las actrices incorporadas convirtieron al programa en el más visto y comentado de aquella temporada y a las “chicas nuevas” en estrellas. Ese verano, el éxito quedó en evidencia cuando El Negro no puede, la obra que presentaban en Mar del Plata se convirtió en un fenómeno de público y recaudación. “Hacíamos tres funciones por noche, con un lleno total, en el teatro Tronador. Cuando llegábamos al teatro, había dos cuadras de gente esperándonos a la derecha de la puerta y otras dos cuadras a la izquierda. La gente no solo pagaba por las butacas, sino para sentarse en las escaleras”, recordó Salomón en una de sus últimas entrevistas.
En aquella temporada, Salomón se “recibió” oficialmente y a la fuerza de comediante. “Una noche, subo al escenario, Alberto dice su texto, yo digo el mío y me quedo esperando su respuesta. Lo miro y le digo bajito: ‘Señor, le toca hablar a usted’. Y él me responde: “Ah, ¿me toca hablar a mí? ¡Mi mente ha muerto! Si me toca hablar a mí, terminó acá la función, así que hablá vos’. A mí me temblaban las rodillas. Tuve que aprender a improvisar en ese momento y se lo agradezco en el alma porque fue algo que me sirvió después durante toda mi carrera”, recordaba.
Luego de la trágica muerte de Olmedo, Salomón supo reencauzar su carrera. Trabajó junto a Jorge Porcel, Juan Carlos Mesa, Berugo Carámbula y la troupe uruguaya de Híper Humor, formó parte del ciclo de entretenimientos Basta para mí, del mítico programa de chimentos Indiscreciones y de Café Fashion. A su vez, participó de decenas de espectáculos de revista y comedias teatrales. La buena racha terminó, abruptamente, el miércoles 6 de octubre de 2004.
Un golpe bajo que dejó sus marcas
Ese día, el programa Puntodoc -conducido por Miriam Lewin y Daniel Tognetti- mostró una cámara oculta en la que se veía al marido de la actriz, el cirujano plástico Alberto Ferriols, en un consultorio proponiéndole a una mujer trans operarla a cambio de sexo. Mientras América emitía el informe, Salomón y su esposo se encontraban en otro estudio del canal junto a los conductores de Intrusos a la noche, los entonces socios y amigos Jorge Rial y Luis Ventura.
Su presencia no era casual. Durante los días previos al programa se habían emitido avances que daban a entender que el consultorio en el que trabajaba Ferriols no estaba habilitado, y por eso habían aceptado concurrir al programa de Rial y Ventura para hacer uso de su derecho a réplica. Desde allí vieron en directo el informe de Puntodoc, con las cámaras encendidas captando sus reacciones en primer plano.
Las imágenes la muestran en shock, incrédula y aterrorizada. Aquel informe no solo había puesto en jaque su matrimonio, sino que podía hacer peligrar la tenencia de Bettina y Noelia, las dos pequeñas hijas que el matrimonio había adoptado. “Su gran dolor y su gran preocupación en aquel momento era que no le dieran la tenencia definitiva de sus hijas. Era un terror que no la dejaba dormir, pero gracias a Dios no pasó. Tenían que quedarse con ella. Siempre juntas, las tres. Ellas ahora son unas guerreras porque tienen ese legado que Beatriz les dejó”, recordó una de sus grandes amigas, Adriana Chaumont.
A pesar de que se tomó su tiempo para tratar de procesar toda la información y el fuerte impacto público de las imágenes que tenían a su esposo como protagonista, ocurrió lo inevitable y Beatriz terminó separándose del cirujano plástico. Allí comenzó un nuevo calvario. “Cuando se separó dejó de tener obra social, tarjetas de crédito, y solamente dependía de su trabajo. Hasta ese momento, ella tenía un esposo que respaldaba todos los gastos de su casa. Y el problema fue que dejaron de darle trabajo, porque todas las obras de teatro pasaban por Intrusos y entonces los productores no la contrataban porque sabían que si lo hacían no iban a contar con la publicidad que les daba el programa”, recordó Chaumont.
Y agregó: “Yo le conseguía actos de presencia. Viajaba más de 20 horas en micro a Jujuy, cantaba dos canciones y le pagaban 5 mil pesos. También iba a las ferias americanas a vender su propia ropa y sus zapatos porque pensaba que así le iban a pagar más. Yo la acompañaba y a mí se me rompía el corazón de ver a semejante celebridad tan grande, a una persona tan íntegra a la que habían matado en vida, tener que hacer eso”.
Regreso con gloria
Salomón nunca perdió el amor de su público. Y lo pudo comprobar cuando fue convocada por el director José María Muscari para protagonizar la obra Extinguidas junto a colegas de su generación como Patricia Dal, Naanim Timoyko, Pata Villanueva, Mimí Pons, Noemí Alan, Adriana Aguirre, Silvia Peyrou, Luisa Albinoni y Sandra Smith. La obra se mantuvo en cartel durante tres años y con ella emprendió una gira por todo el país.
“Trabajé con ella por primera vez en El último argentino virgen, en el teatro Tabarís, con Hugo Sofovich. Después, en Extinguidas, viví junto a ella momentos complejos y lindos porque durante cuarto años compartimos camarín y habitación en las giras. Eso me terminó permitiendo conocerla más íntimamente... Como todos los artistas, pero ella aún más, Beatriz necesitaba mucho amor y era una terrible madraza. Creo que, como nos pasa a muchas de nosotras, todo eso de afuera es un envase que una tenía, pero ella era una persona muy íntegra, sumamente trabajadora y muy comprometida con la vida”, recordó Patricia Dal en Morfi, todos a la mesa.
“Ella no paró de trabajar. Siguió estando enferma, con problemas físicos, siguió haciendo la gira para juntar un peso. A veces llevaba a las nenas. A ella le costaba. Era una gran persona, una gran profesional y una madraza de aquellas”, reveló, a su vez, Albinoni en Cortá por Lozano.
Muscari también le dedicó unas palabras en diálogo con LA NACION: “Su vínculo conmigo fue siempre muy adorable, muy amoroso, de mucha empatía y mucho amor mutuo. Siempre la quise mucho, primero como espectador y luego cuando la conocí. Era transparente, no había diferencia entre la Beatriz de una entrevista en televisión a lo que era como persona. Siempre la misma mujer y madre luchadora, sin pelos en la lengua, diciendo siempre lo que le pasaba y lo que sentía”.
Un recuerdo similar guarda de ella Silvia Pérez. “La Negra era una persona que tenía una profunda grandeza. Siempre la admiré por su autenticidad, porque siempre se mostró como era, porque nunca ocultó quién era ni por qué hacía las cosas que hacía. Por eso la admiro desde el momento en el que me tocó estar al lado de ella trabajando en el elenco de Olmedo. Me pareció la persona más sincera que me he cruzado”.
Cuando la Justicia falla
Salomón había iniciado una demanda judicial reclamándole a la productora Cuatro Cabezas, al canal América y a los conductores Lewin, Tognetti, Rial y Ventura una compensación económica por daños y perjuicios. En 2017 recibió un fallo favorable: los acusados debían pagarle una cifra cercana a los 30 millones de pesos, pero un año después la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal, sala B, revirtió la sentencia y bajó considerablemente el monto. Aquel segundo fallo desestimó que Salomón haya sufrido “pérdida de chance profesional” y, de ese modo, liberó de culpa al canal, a los cuatro conductores y bajó considerablemente la indemnización que Eyeworks (ex Cuatro Cabezas) debía pagarle a la actriz. “La productora deberá desembolsar unos 3 millones de pesos, pero también pagará las costas de todas las partes”, le contaba Ana Rosenfeld, abogada de la actriz, a LA NACION.
“Creo que lo que pasó con ella debería servir para que los medios de comunicación se hagan preguntas y se planteen cuál es la labor que tienen. Supongo que si hoy en día sucediera algo así, las consecuencias serían diferentes, pero no obstante eso, no entiendo cuál fue el motivo de hacer tanto daño gratuitamente”, reflexionaba hace un tiempo Silvia Pérez. Y agregaba: “Esas personas que provocaron este daño tienen posibilidades económicas de ayudar a las hijas de Beatriz. Deberían hacerlo”.
Un mes después de que se conociera la segunda sentencia, Beatriz comenzó a sentir un fuerte dolor abdominal. El diagnóstico fue demoledor: cáncer de colon. Siempre aferrada a la vida, comenzó un tratamiento de quimioterapia y pudo cumplir uno de sus objetivos: festejar los 18 años de su hija mayor. Sin embargo, el 15 de junio murió en el Hospital Fernández, luego de haber permanecido once días internada.
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