Barbra Streisand cumple 81 años y está dispuesta a contar toda su vida, incluidos sus fogosos romances
Lejos del retiro, la cantante, compositora, actriz, productora y directora de cine ya puso fecha al lanzamiento de My Name Is Barbra, donde repasará sus seis exitosas décadas de carrera y en el que también se referirá a su vida privada
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Barbra Streisand (originalmente Barbara Joan Streisand) cumple 81 años y por primera vez está dispuesta a contar todo sobre su vida. Durante el encierro por la pandemia se dedicó a abrir el arcón de los recuerdos y a pasar revista a sus seis décadas de carrera como cantante, compositora, actriz, productora y directora de cine; un cuerpo de trabajo que indudablemente la sitúa en un lugar altísimo (si no el más alto) entre todas sus colegas, tanto a nivel nacional como internacional. Ese repaso de dos años a los highlights de su frondosa trayectoria, que incluye 50 discos (entre álbumes de estudio y grabaciones en vivo), innumerables conciertos y apariciones televisivas, 19 películas y varios espectáculos en Broadway (más el envidiable status de Egot, por haber sido merecedora de los cuatro premios más importantes del mundo del espectáculo: Emmy, Grammy, Oscar y Tony) devino en un libro de 1040 páginas que saldrá a la venta en los Estados Unidos el 7 de noviembre, con el título My name is Barbra. Cuando faltan aún siete meses para su publicación, ya es un rotundo best seller. No sería un dato menor, a la hora de explicar semejante éxito, el que la diva haya anticipado que incluirá varios capítulos dedicados a su vida privada (de la que siempre fue muy recelosa y esquiva), romances incluidos.
“Cuando empecé a cantar no le daba ninguna importancia”, ha asegurado en repetidas ocasiones Streisand, quien presume de no haber tomado jamás clases de canto y sin embargo lleva ganados 53 discos de oro, 31 de platino y 14 de multiplatino. “Yo en realidad quería ser actriz, quería interpretar a Shakespeare, a Chéjov, ser una intérprete dramática”. No obstante, recién graduada de una secundaria de Brooklyn, cruzó el río Hudson y obtuvo en 1960 sus primeros cincuenta dólares semanales cantando en un bar gay del West Village: The Lion. Luego, cuando se corrió la voz sobre su talento y hasta el mismísimo Noël Coward fue a escucharla, consiguió un contrato para un local más elegante y con prestigio, también en el Lower Manhattan: el Bon Soir. Fue allí donde creció su reputación y la descubrieron los productores de Broadway.
El primer ofrecimiento fue para interpretar en 1962 un papel de reparto en el musical I Can Get It For You Wholesale; el segundo, en 1964, directamente para protagonizar Funny Girl, la comedia musical sobre la vida de Fanny Brice, la famosa cómica de nariz grande de los Zielgfield Follies, que la convertiría de la noche a la mañana en una estrella. Barbra y Fanny se parecían mucho: ambas eran chicas judías de clase media baja que habían decidido triunfar en el mundo del espectáculo a pesar de no ajustarse a los cánones de belleza establecida. El papel de Fanny requería de una actriz y cantante que pudiera hacer reír y llorar: Barbra lo logró. Cuatro años después, cuando repitió el rol en la versión cinematográfica de la obra, se alzó con el premio Oscar a la Mejor Actriz (ganado ex aequo con Katherine Hepburn). Para ese entonces ya se había casado con el actor Elliott Gould y tenido a su hijo Jason.
Más que a la historia de Cenicienta, la suya se asemeja a la de un patito feo transformado — a fuerza de talento, esfuerzo y mucho orgullo propio- en cisne. “Mi madre nunca me estimuló. Me decía que era demasiado rara y flaca, que no era la suficientemente bella como para ser actriz, que mejor me hiciera mecanógrafa”. Siempre careció de imagen paterna, su padre había fallecido cuando tenía solo 15 meses de vida, y quien podría haberlo reemplazado en afecto y capacidad de guía, su padrastro, no lo hizo. “Siempre me ignoró, prácticamente no hablaba conmigo. Yo era apenas una niña y él me hizo sentir que yo era un ser horrible. Una vez hasta se negó a comprarme un helado. Me dijo: no, no lo haré porque eres fea´´. Desde entonces convivo con ese recuerdo espantoso”, se sinceró ante Barbara Walters, cuando ya era toda una figura. La vida, está claro, le dio revancha, no solo permitiéndole desarrollar sus múltiples talentos (y consiguiendo el suceso en todas las actividades que emprendió), sino también conociendo el amor en repetidas ocasiones. Separada de Gould en 1971, mantuvo relaciones afectivas con el primer ministro de Canadá Pierre Trudeau, el tenista André Agassi (entonces 28 años menor que ella) y, aunque no declaradas ante la prensa, con sus compañeros Ryan O’Neal y Robert Redford, con quienes trabajó en los films ¿Qué pasa, doctor? y Pelea de fondo, y Nuestros años felices, respectivamente. Finalmente, en 1996 encontró el gran amor de su vida en el actor James Brolin, con quien se casó el 1° de julio de 1998 y convive en Malibú y con el que, por eso, próximamente cumplirá las bodas de plata.
Después de Funny Girl continuó consolidando su carrera como actriz cinematográfica con títulos como Hello, Dolly! (1969) — otro musical icónico de Broadway-, Nuestros años felices (1973) -donde se arriesgó y mucho, porque por primera vez no cantaba y debía dar vida a una activista marxista- y Nace una estrella (1976) -su mayor éxito en el cine hasta el momento, con el que sumó un público más joven-, que la hizo acreedora a su segundo premio Oscar, esta vez como compositora del tema “Evergreen”. Tiempo después debutó como directora con Yentl (1983) — la primera película de Hollywood dirigida, producida, escrita y protagonizada por una mujer-, sobre sus raíces judías y dedicada a la memoria de su padre, a las que le seguirían las exitosas El príncipe de las mareas (1991) — que obtuvo 7 nominaciones a los premios Oscar, pero curiosamente no la correspondiente a la dirección- y El espejo tiene dos caras (1996).
Su fuerte, sin embargo, siempre ha sido su don para el canto. Dueña de una voz poderosa, con un amplio registro de tres octavas, y un timbre límpido y profundamente personal, ha acometido con facilidad todo tipo de géneros: pop, rock, baladas, y hasta música clásica. No hay otra voz en el mundo que se le asemeje. Desde The Barbra Streisand Album, su primer disco de 1963, ha logrado retener para sí el control creativo absoluto de todas sus grabaciones. El costo fue renunciar a las regalías anticipadas y aceptar que solo ganaría dinero si sus discos se vendían. Mal no le fue… lleva vendidos hasta la fecha más de 200 millones de discos en el mundo (lo que la convierte en la cantante femenina más vendedora de toda la historia) y en cada década ha colocado en los charts de su país al menos un álbum en el primer puesto de ventas, una proeza que ningún otro artista ha logrado repetir. Asimismo, fue nominada a los premios Grammy 46 veces y lo ganó en diez oportunidades.
Entre sus temas más famosos se encuentran “The Way We Were”, “Evergreen”, “Woman in Love”, “Memory”, “Papa, Can You Hear Me?” y “Somewhere” (y por supuesto sus dúos con Neil Diamond y Donna Summer en “You Don´t Bring Me Flowers” y “No More Tears (Enough Is Enough)”, respectivamente), pero probablemente sea recordada por su sensible interpretación de “People”, una de las canciones del musical Funny Girl, sobre las personas que necesitan contactar con otras y que cuando lo logran se convierten en “las más afortunadas del mundo”.
En los últimos tiempos, además de dedicarse a escribir sus memorias y a rescatar grabaciones inéditas de los archivos de su discográfica de siempre, Columbia Records (como las gemas incluidas en su última placa del 2021, Release Me 2), ha profundizado su perfil de activista política en contra de los atropellos a la democracia en su país y en el mundo (en ese sentido ya son antológicas sus diatribas por Twitter contra Donald Trump y Vladimir Putin) y a favor de la defensa de los derechos de la mujer (sobre todo en el área de la salud).
A los 81 años, Barbra Streisand continúa haciéndose escuchar, tal vez ya no tanto a través de una canción o de un personaje. Hoy, como ayer, defiende con pasión sus convicciones sin importarle las consecuencias. Pero ahora, a través de su propia voz.
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