Barbra Streisand: ausencias y grandes amores de “la princesa judía” que pudo ser pero no fue
Un repaso por la turbulenta vida personal de la talentosa cantante y actriz que este domingo cumplió 80 años
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Barbra Streisand es el perfecto ejemplo de la chica que logró el éxito a pesar de los obstáculos. O quizá todo lo que consiguió fue más bien gracias a ellos. Nacida en el corazón de una familia judía de Brooklyn a principios de la década del 40, se quedó sin padre cuando todavía no tenía la capacidad para recordarlo. Su madre, rota y frustrada, se convirtió en su peor enemiga. Se abrió paso en el mundo del arte gracias a su imponente voz, pero no pocos productores marcaron su nariz alargada como un problema. Nada de todo eso afectó su determinación para convertirse en una estrella. O quizá superar cada uno de esos conflictos le dio la fuerza para llegar a ser una de las mujeres más destacadas de la industria del entretenimiento. Y los hombres nunca, jamás, quedaron al margen de ese encanto.
Una ausencia determinante
Cuando Diana Ida Rosen llegó el 24 de abril de 1942 del hospital a su casa con la pequeña Barbra en brazos, todo parecía que iba a funcionar según lo planeado. Diana era secretaria en una escuela y había conocido allí a quien finalmente se convirtió en su marido: el profesor de gramática y literatura Emanuel Streisand. Luego de casarse llegó Sheldon, y Barbara -así su nombre original- se sumó a un típico hogar judío de clase media de Williamsburg, en el neoyorkino distrito de Brooklyn. Cuando Barbra cumplió 15 meses, Emanuel murió trágicamente tras sufrir un ataque de epilepsia, la familia quedó en la ruina y Diana, con sus dos hijos, se mudó a la casa de su madre.
“Siempre sentí que nunca tuve un padre. Ni siquiera había una foto de nosotros. Sólo sus libros en el sótano, atados con cuerda”, recordó la cantante en una entrevista a la revista People. “Se me conocía como la niña que tenía buena voz y sin padre”, le contó alguna vez a Oprah Winfrey sobre sus días en la escuela. Emanuel fue la ausencia que siempre acompañó a Streisand, incluso al momento de tomar las decisiones más difíciles de su carrera. En cambio, la presencia que la marcó durante toda la vida fue la de su madre: una mujer que quedó partida por la muerte de su esposo, que la crió sin ningún tipo de afecto y que se convirtió en su más despiadada crítica.
“No eres lo suficientemente guapa. Es mejor que te cortes las uñas y te conviertas en mecanógrafa para tener un trabajo”, recordó Streisand en 1996 durante una entrevista con el New York Times que le dijo su madre cuando empezó a pensar seriamente en convertirse en actriz. “Nunca me gustó cantar frente a ella porque siempre era vergonzoso. Nunca supe lo que iba a decir. Nunca tuve ese apoyo”, agregó. Además, alguna vez contó que el segundo marido de su madre, Lou Kind, nunca fue amable con ella ni la quiso. “Yo era apenas una niña y él me hizo sentir que yo era un ser horrible”, reveló a la cadena CBS.
Además de la temprana viudez, Diana veía a su hija a través del cristal de la frustración: antes de ser secretaria, fue cantante soprano. Y si bien tenía una voz hermosa, también era muy tímida. “¿Cabe la posibilidad de que estuviera celosa?”, le consultaron durante una entrevista para el Daily Mail, en 2014. “Sí. Y eso fue algo asombroso de descubrir. Nunca me alabó a la cara, pero tengo la sensación de que sí lo hizo ante otras personas. No le gustaba el contacto físico. Nunca me abrazó o me dijo palabras como ‘te quiero’. Simplemente no pude complacerla, pero le debo mi carrera”, reconoció.
¿Por qué nos separamos?
Cuando se conocieron, en 1961, eran dos jóvenes artistas buscando un lugar en la industria. Él tenía 23 años, algunos papeles en cine y teatro y había logrado, para sorpresa de sus colegas, el protagónico en el musical I Can Get It For You Wholesale en Broadway. En esa serie de audiciones fue cuando Elliot Gould se topó con la joven Streisand. Cinco minutos fueron suficientes para el flechazo: la figura de la joven de 19 años enfundada en un tapado de piel de segunda mano, las uñas largas y una actitud arrolladora se volvió magnética y su increíble voz hizo el resto. La obra duró un año. Apenas terminó, decidieron casarse. El matrimonio duró ocho años, y tras tener un hijo -Jason-, decidieron separarse.
El cariño que mantiene Streisand por su primer marido la llevó hace un par de años a llamarlo para preguntarle por qué se habían divorciado. Según Vanity Fair, Barbra estaba escribiendo su autobiografía y cuando quiso hablar sobre el tema se encontró sin respuesta. Gould, del otro lado del teléfono, fue tan simple como contundente: “No nos separamos, es que nunca llegamos a crecer juntos”. “Ella se volvió más importante”, explicó Gould a la revista People. Sobre la llamada, el actor completó: “También le dije: ‘Lo hicimos muy bien. Lo hicimos muy rápido y nadie tiene lo que tenemos. Somos tú, yo y nuestro hijo’”.
Una lista extensa y variopinta
Funny Girl fue el escenario de uno de los romances más comentados de Barbra: el que vivió con su coestrella, el actor egipcio Omar Sharif. En aquel momento, la elección de la pareja llamó la atención: él era egipcio y musulmán y ella era una típica judía neoyorkina. Sharif, quien no vio nada interesante en su compañera apenas la conoció, tardó una semana en enamorarse. Streisand olvidó por un tiempo que estaba casada y le correspondió. Incluso, en alguna ocasión comentó lo difícil que fue dejar sus sentimientos de lado cuando el director daba por terminada las escenas de amor. La aventura terminó cuando el rodaje llegó a su fin, y si bien se comentó que la geopolítica había sido la razón de la ruptura, ellos siempre se mostraron gentiles, atentos y amables el uno con el otro.
Antes de su segunda gran historia de amor, Barbra no se privó de nada. Primero tuvo un amor platónico con Marlon Brando, a quien rechazó cuando él también cayó a sus pies. “Me quería llevar al desierto a ver las flores silvestres y quería que pasáramos la noche en un pueblo abandonado. Como yo era una buena chica judía, le dije que no podía ser, que nuestro viaje sería de ida y vuelta en el día”, contó la actriz en la pantalla de CNN, y reveló que fueron grandes amigos.
Luego, Streisand cultivó una extensísima lista de confirmados y rumores de variadas procedencias e intenciones diversas: los actores Ryan O’Neal, Warren Beatty, Jon Voight, Don Johnson y Steve McQueen; el comediante Tom Smothers, los compositores Kris Kristofferson y Richard Baskin; el periodista Peter Jennings y hasta el primer ministro canadiense Pierre Trudeau figuran en el inventario. Streisand mantuvo también una extensa relación con el peluquero y luego productor de cine Jon Peters y se le atribuyó un romance con el tenista Andre Agassi, relación que siempre negó.
La princesa que no fue
Cuando Streisand y el príncipe Carlos de Inglaterra se cruzaron por primera vez, la química fue inmediata. Él tenía 26 años, aún no estaba casado, viajó a Los Ángeles y cuando le preguntaron a qué estrella de Hollywood quería conocer mencionó sin dudar el apellido de ella. Según contó el escritor estadounidense Christopher Andersen en Juego de coronas, una biografía sobre la Familia Real británica, desde ese momento y por varias décadas más el heredero de la corona estuvo “loco de amor” por la artista.
Carlos quedó fascinado por la figura de la actriz luego de verla en su debut en la pantalla grande con Funny Girl. El príncipe se enganchó de tal manera con la diva que “tenía una foto de ella en su habitación en la Universidad de Cambridge y en sus apartamentos privados en el Palacio de Buckingham”, y si le preguntaban por sus preferencias en cuanto a mujeres, solía elegir el encanto de Streisand por sobre la belleza arrolladora de Raquel Welch, la mujer más deseada del mundo aquel entonces.
“Quién sabe... Si hubiera sido más amable con él, quizá habría sido la primera princesa real de origen judío”, explicó la actriz tiempo después. Según Andersen, se encontraron varias veces más: en 1994 en una gala en Los Ángeles y diez meses después en Londres. “Un affaire entre ellos dos no habría sorprendido a Lady Di”, reveló el escritor que le dijo Lady Elsa Bowke, confidente de Diana, convencida de que la devoción de Carlos por Barbra era imposible de esconder incluso en su propia alcoba.
Segundo matrimonio
Una cita a ciegas fue la escena en donde Streisand conoció a su aparente amor definitivo: el actor y director James Brolin. El encuentro fue en 1996. En una charla con Jimmy Fallon en The Tonight Show, ella revivió su primera impresión: “Esperaba a un tipo con barba castaña y cabello oscuro ondulado, como un montañés. Y lo que vi fue a un tipo que tenía el pelo cortado y sin barba. Pasé junto a él, pasé mi mano por su cabello y dije: ‘¿Quién jodió tu cabello?’”. Luego, Streisand reveló que Brolin le confió que supo de inmediato que ella era la indicada. A ella, en cambio, le “tomó unos días más” enamorarse de él.
Dos años después pasaron por el altar. Las experiencias previas, la madurez y una complicidad a prueba del resto del mundo fueron determinantes para elegirse todos los días durante los últimos 25 años. “Tengo mi propio dinero y ella el suyo -confió Brolin al HuffPost Live-. Este es mi tercer matrimonio, así que no quiero que haya ninguna razón por la que me tenga que casar o divorciar de nuevo. Hemos estado en el cielo durante todo este tiempo, así que funciona”.
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