Bárbara Hoffman, la hija de Sergio Denis, y su lucha por justicia: “Hay una mano política frenando la causa desde el día uno”
Desde su casa en Lago Puelo, en una conversación extensa e íntima con LA NACION, la diseñadora profundiza sobre el legado del artista, los mensajes que recibe a diario de los fans y su creciente preocupación por el “mal tratamiento” de la causa
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Bárbara Hoffman siempre se sintió muy conectada a su papá. Una imagen del pasado persiste en su cabeza: cumplió 15 años pero, como le cuesta dormirse, su padre improvisa una cama al lado del hogar a leña, saca la guitarra y le entona “Alfonsina y el mar”. Mientras escucha los versos de la canción, esa adolescente lo mira, hipnotizada y lo ve: Sergio Denis es un exitoso cantante acostumbrado a las luces y a la fama pero, en ese instante, lo único que le importa es ayudarla a conciliar el sueño. Ella sabe que él la cuida. La quiere. La quiere tanto.
El 11 de marzo de 2019, Sergio Denis entonó su última canción. Mientras interpretaba su hit “Te llamo para despedirme”, cayó en una fosa de tres metros de profundidad al costado del escenario del Teatro Mercedes Sosa en San Miguel de Tucumán. La caída lo llevó a estar 14 meses internado y a morir el 15 de mayo de 2020. Hoy, Bárbara tiene 43 años y está preocupada: hace pocos días, su abogado, el que lleva la causa de la muerte de su padre, le comunicó que pronto habrá una resolución y que “tienen toda la intención de sobreseer la causa”. “¿Cómo es posible que el teatro y su director sigan como si nada? Fue una negligencia similar a la de Cromañón”, señala desesperada. Bárbara cree que la muerte de su padre era evitable y, desde Lago Puelo, donde vive hace 16 años, le revela a LA NACION cómo transita el dolor por la muerte de su padre y su lucha para que se haga justicia.
—¿Por qué decidiste irte a vivir al sur?
—Me pasaba la típica de Buenos Aires: trabajaba todo el día y me di cuenta que a mi hija la iba a criar una niñera. En la ciudad entrás en una sintonía de la que no podés salir. Yo vivía en planta baja y nunca podía tener la persiana abierta, y un día mi hija Francesca me preguntó: “Mami, ¿es de noche o de día?”. Y ahí entendí no podía criar un chico así. Quería dejar de tener miedo, andar en bici, así que me vine para el sur. Ahora mi hija volvió a vivir a Buenos Aires porque está estudiando en la facultad marketing de moda y yo viajo a visitarla.
—Y desde ahí gestionás tu emprendimiento de venta de zapatos...
—Sí, hago zapatos. En realidad, soy vestuarista. Estudié en una escuela que estaba armada por talleristas jubilados del Teatro Colón. En la crisis del 2001 empezaron muchas ferias de diseño independiente, vi esa veta y me puse a confeccionar mis propios zapatos para vender y tener un ingreso. Cuando quedé embarazada de mi hija lo dejé de hacer porque se usan materiales que pueden ser tóxicos, pero cuando me vine a vivir al sur me traje todas las cosas, armé mi taller y me puse a trabajar de vuelta con eso.
—¿Cómo fue crecer con un papá tan famoso?
—Desde que éramos muy chicos mi papá ya era muy exitoso. Entonces no es que vivimos su salto a la fama, ya era famoso. Sí hay recuerdos puntuales, momentos en que me cayó la ficha de su fama. En 1986 papá se presentó a cantar en el Luna Park. La salida del teatro parecía la de un partido de fútbol. Me acuerdo que una vez nos empezaron a mover el auto con nosotros adentro. La gente se abalanzaba. A mi mamá eso mucho no le gustaba y por eso no íbamos a tantos lugares públicos con él. Si festejábamos el cumple en el Ital Park, él no podía venir porque lo volvían loco. Y caminar una cuadra implicaba 20 minutos de firmar autógrafos. De ese show en el Luna Park tengo un recuerdo muy lindo: mi papá empezó a cantar y mi mamá nos dice: “Chicos, miren para atrás”. Yo tenía 6 años y cuando me di vuelta y vi todas esas personas iluminando con sus encendedores y cantando su canción, me cayó la ficha de lo que mi papá hacía y generaba.
—¿Cómo era como padre?
—Siempre fuimos muy unidos y a los 15 años quise irme a vivir con él. Convivimos los dos. Todas las noches, para que me durmiera, me prendía el hogar, me armaba una camita en el piso y me tocaba en la guitarra “Alfonsina y el mar”. Tenía esas cosas. A mí me encantaba esa canción y a él le encantaba tocar folklore. Era lo que más le gustaba, pero por su look lo tiraron más a ser un cantante romántico, melódico. Siempre estuvimos muy conectados, me cubría en todas. Siempre fue un tipo común. Hubo momentos en los que se quedó literalmente sin nada y viajaba en tren para llegar a la casa. Por ahí lo contrataban para cantar en alguna fiesta y lo hacía con las mismas ganas que en el Luna Park. Tuvo una infancia sufrida en Coronel Suárez, y en su casa a veces no había plata para comer. Literal. Entonces, después de algo así pasan dos cosas: o valorás mucho todo lo que tenés, o renegás de eso; él siempre valoró mucho todo. A pesar de haber tenido muchas dificultades en la vida, siempre fue muy agradecido.
—Era muy querido...
—Creo que la muerte de papá le dolió a un país entero. Me llegaron mensajitos de gente de todas las provincias y de otros países. Era plena pandemia y lo despidieron detrás de los balcones. Fue una despedida masiva. Hubo algo más allá de su música, no tenía que ver con que a la gente le gustara o no lo que hacía, tenía que ver con sentirlo un par y un buen tipo. Siempre fue tranquilo y nunca se metía en quilombos. Incluso le ofrecieron cargos políticos y nunca aceptó, por más que lo hubiese salvado sus momentos económicos graves, nunca quiso venderse ni mezclar las cosas. Él fue fiel a lo suyo hasta su último día. Los mensajes que me llegan día a día lo demuestran. Una mujer me contó que un día mi papá estaba caminando por Cabildo y Juramento y un colectivero le tocó bocina a modo de saludo y ¿qué hizo mi papá? Frenó el colectivo y se subió a saludar y sacarse fotos con todos. Ese era mi papá.
—Su muerte conmovió mucho a la gente...
—Es de esas cosas que nunca deberían pasar y pasan. Aunque no tenga nada que ver, creo que tiene un punto de semejanza con la tragedia de Cromañón. Con la diferencia que, tras lo que pasó en Cromañón se tomaron medidas, y acá no. Ni siquiera se cerró el teatro. Ese teatro no estaba habilitado para funcionar como funcionaba. La pasarela por donde caminó mi papá antes de caerse no estaba habilitada en el plano: ese foso tenía que estar tapado. Pero por cosas burocráticas se demoró la obra y lo tenían funcionando igual, de hecho, hubo dos antecedentes: un bailarín de Lali y otro de Panam que se cayeron, gente joven a la que no le pasó nada, pero después que ellos se cayeran tampoco se cerró el foso. Yo siempre digo que mi papá murió el 11 de marzo cuando se cayó al foso y quedó en estado vegetativo.
—¿Cómo sigue la causa?
—Nunca logramos que se cite al que todavía es el presidente del teatro Mercedes Sosa, Raúl Armisén. Sin esa declaración no se puede avanzar. El teatro depende de la gobernación y evidentemente hay un respaldo político. Creemos que es obvio que hay una mano política que está frenando la causa desde el día 1. Se manejaron con impunidad en todo momento y el director del teatro fue protegido desde el primer momento. Vamos por el quinto fiscal en la causa. En marzo, el fiscal anterior nos explicó que, para cada uno que llega, se empieza de cero. Queremos que mínimamente vaya a declarar en el director del teatro, no sabemos cómo evitan que eso suceda porque hay un montón de pruebas.
—¿Cómo llevás las idas y vueltas de la Justicia?
—Si bien trato de mantenerme con paz, me enoja la situación. Me enoja la injusticia. Lo que me deja tranquila es que su sueño fue cumplido en vida. Él siempre sintió que tuvo demasiado, llegó a Buenos Aires muy joven, sin plata, con una guitarra arreglada a mano por su papá y con un sueño y lo cumplió. Me quedo con eso. Y confió en que se haga justicia.
Momento de definición
Diego Colombo, el abogado de la familia Hoffman, explicó a LA NACION que en junio de 2019 Raúl Armisén fue citado por la Justicia, imputado por el delito de lesiones graves, pero el funcionario se negó a declarar. “Debió ser llamado a declarar después de la muerte de Sergio, por el delito de homicidio, y el fiscal nunca no hizo. Es decir, omitió recibirle declaración indagatoria por el delito de homicidio”, aseguró el letrado.
“El fiscal tiene dos opciones: elevarlo a juicio o sobreseerlo, y tiene toda la intención de sobreseerlo. Con toda la cantidad de pruebas que hay es muy difícil que eso pase, pero cuando la justicia está manejada por la política, evidentemente no tiene los resultados que la verdad objetiva y la justicia esperan”, analizó Colombo.
“Esperemos que se haga justicia por Sergio. Está demostrado que lo mataron con negligencia, imprudencia e impericia. Sería una vergüenza que la causa quede sobreseída, la prueba de la responsabilidad de Armisén, el presidente del teatro en el momento que mataron a Sergio, es por demás abundante, y no sólo que nunca fue suspendido, sino que hace poco fue reconfirmado en su cargo”, agrega el letrado.
Seis semanas atrás, en su cuenta de Instagram, el dirigente celebró la noticia: “Hoy juré nuevamente como Presidente del Ente Autárquico Teatro Mercedes Sosa. Es un honor este reconocimiento y agradezco profundamente al señor gobernador @osvaldojaldo, y especialmente a los compañeros de trabajo”, escribió en una publicación en esa red social.
Consultado por LA NACION, Armisén aseguró que sí declaró, y que eso figura en la causa. “Ni bien me llamó la Justicia, me hice presente”. Además, el presidente del Ente Autárquico Teatro Mercedes Sosa agregó que siempre estuvo a disposición, sumando documentación, y que “por respeto a la Justicia” no puede hacer más comentarios.
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