A un mes de la muerte de su esposa, el actor conversó con LA NACIÓN sobre el duelo que atraviesa, sus planes a futuro para volver a los escenarios y cómo sus amistades lo ayudan en este duro momento
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Solo el ladrido de su perro, cuando Arturo Puig estornuda fuerte, interrumpe el hondo silencio que, desde el 3 de septiembre último, invade su triplex, ubicado en el barrio de Belgrano, y del que ahora quiere mudarse. Esa mañana, su pareja desde hacía más de cincuenta años, la gran actriz Selva Alemán, experimentó un malestar aparentemente estomacal que pareció disiparse tras la visita domiciliaria del médico. Tanto es así que al mediodía ya estaba pensando en su vestuario para ir al programa siguiente de Mirtha Legrand al que había sido invitada la pareja de artistas. Pero a primera hora de la tarde la molestia volvió con más persistencia y ya no se fue más.
“Poné la sirena”, escuchó Puig que el camillero le decía por lo bajo al conductor. Pocos minutos después, Selva moriría en la clínica Zabala de un infarto, a los 80 años.
Al cumplirse un mes de su partida, Arturo Puig la evocó por primera vez para LA NACIÓN +cerca Protagonistas, el ciclo exclusivo para suscriptores de este diario, muchos de los cuales hicieron llegar sus saludos y preguntas al querido actor, algunas de las cuales se transcriben en esta entrevista. Puig también habló de su carrera, de sus proyectos y de cómo su vida se transformó repentinamente hace pocas semanas.
En medio de tanto dolor, hay una buena noticia: Arturo volverá pronto a los escenarios. Será junto a Facundo Arana y dirigidos por Santiago Doria, para hacer Visitando al Sr. Green, de Jeff Baron, que Arana ya representó junto a Pepe Soriano.
La entrevista tuvo lugar en el auditorio de LA NACIÓN, en donde vio pasajes de algunos de sus trabajos más conocidos y recibió como regalo, sobre el final del encuentro, un dibujo de Arturo y Selva, realizado por Juan Colombato, que los lectores de este diario conocen muy bien porque ilustra habitualmente algunas páginas de la edición papel. Puig también visitó la Redacción y se sacó varias fotos durante ese recorrido.
-¿Cómo se va acomodando el dolor en estas primeras semanas sin Selva, si es que el dolor se puede llegar a acomodar?
-Es muy difícil. La verdad me cuesta mucho. No puedo creer que Selva, el amor de mi vida, no esté más y que no la vea. Llego a casa y siento que ella va a estar como siempre o miro un poco de televisión y me doy vuelta para hacer un comentario y no está. Es muy duro porque hace más de 50 años que estábamos juntos en la vida y muchas veces también en el escenario. Teníamos una relación muy buena más allá de que nos hemos peleado como todas las parejas. Pero nos llevábamos muy bien, nos divertíamos mucho juntos, así que la extraño. Es inconmensurable el dolor. Además, ella era el centro de la familia para mis hijos y mis nietos. Para mí y para todos fue una sorpresa.
-¿Tenía algún antecedente cardíaco?
-No, ella tenía una arritmia, pero muy leve. Ni siquiera estaba medicada, así que fue muy inesperado. Pensaba que algo le había caído mal, transpiraba frío, estaba helada. Después me enteré de que los ataques al corazón, como el que tuvo ella, a las mujeres les duele el estómago y a los hombres los brazos. Por eso no relacionamos ni ella ni yo que era algo del corazón.
-¿Cómo asumir esta viudez tan reciente?
-La verdad que todavía no lo sé. No sé bien dónde estoy parado. Cada día es distinto. Vivíamos en una casa muy grande y ahora me tengo que ocupar de una serie de cosas que antes hacía Selva y entonces a veces no encuentro papeles; en fin, mucha desesperación por momentos para poder cumplir con todo. Por supuesto, me ayudan mis hijos y amigos, pero es muy difícil. El otro día pensé “soy viudo”, me suena tan raro esa palabra. La soledad no es para mí, pero yo voy a encontrar compañía en mis amistades.
-¿Soñaste con ella?
-Soñé una vez.
-¿Se puede contar qué?
-Sí, soñé que me daba un beso.
-Una suscriptora, cual vocera del público, te pregunta: ¿qué podemos hacer por vos?
-Apoyarme y quererme. Me ha sorprendido mucho el impacto en la gente. Me paran todo el tiempo por la calle, me abrazan, me besan. Me hace muy bien.
-Es que el artista tiene su propia familia de sangre, pero el público funciona como otra gran familia, ¿no?
-Selva era muy querida, mucho más de lo que yo suponía. Muy impactante.
Al repasar algunas participaciones de ella en programas como Atreverse y Malparida, entre otros, y Arturo comenta: “Qué linda era y qué buena actriz, ¿no? Era muy estudiosa e intuitiva, siempre muy compenetrada en lo que hacía. Cuando empezamos a trabajar juntos nos peleábamos horrores. Discutíamos por todo, entonces un día decidimos dejar de hacerlo porque nos íbamos a separar y por mucho tiempo estuvimos sin trabajar juntos. Pero en una oportunidad nos llaman a los dos para hacer la última obra que había escrito Arthur Miller, que era Cristales rotos, con dos personajes maravillosos y ninguno de los dos, se quería perder esa obra. Volvimos a trabajar juntos y, no sé si fue Miller, pero a partir de ese momento nos llevamos maravillosamente bien y ahí hicimos casi todas las obras juntos siempre y cuando fuéramos pareja. Si nos llamaban para una obra para hacer de hermanos, no porque pensábamos que el público no se lo iba a creer.
-¿Cómo no recordar también cuando hicieron Quién le teme a Virginia Woolf?
-Fue una obra que amé. No hace mucho le comentaba a ella que teníamos que volver a hacerla, pero Selva decía que yo no me daba cuenta de que había pasado el tiempo y que el físico no nos iba a dar para hacer esa obra tan fuerte.
-Claro, digamos para quienes no conocen ni vieron esa obra que es la crónica de la destrucción de un matrimonio en tiempo real.
-Era tremendo porque eran peleas de revolcarse por el piso y de pegarse. La obra es un tema de estudio para los psicoanalistas, ¿no?
-¿Y cómo rebotaba todo ese infierno que representaban cada noche en la pareja real de ustedes?
- La verdad que terminaba la obra y estábamos bien. No nos hacía mal ni mucho menos; al contrario. Yo amaba esa obra y si pudiera la volvería a hacer porque ese personaje de George fue uno de los que más disfruté.
-¿Cómo se maneja la competencia en una pareja de actores?
-La verdad que era un gran disfrute trabajar con Selva y ella conmigo.
-¿Y qué pasaba cuando terminaba la función y volvían a casa?
-Comentábamos cómo había salido y las reacciones del público. De pronto: “Uy, me olvidé de tal bocadillo, pero bueno, no pasó nada”. En la última obra que hicimos, Largo viaje de un día hacia la noche, lo que siempre le comentaba era que llegábamos a casa, comíamos, yo sacaba al perro y, de pronto, le decía: “Selva, me cayó un piano encima” de cansancio.
-Claro porque el escenario te da tal adrenalina que ni te das cuenta en el momento, ¿verdad?
-Lo que siempre digo: el escenario es sanador, pero sanador de verdad. Uno a lo mejor se siente mal, está cansado, le duele algo, sale a escena y se le pasa. No solamente eso: nosotros en una época dábamos clases. Y entre los distintos alumnos, había una chica que tenía una timidez impresionante y con nosotros se soltaba por completo. Por eso recomiendo tanto hacer teatro a la gente, a lo mejor no para pretender hacer una carrera como actor, sino justamente porque propone una gimnasia que obliga a ponerte en el lugar de otro, hacer de pronto un asesino, un bueno o un malo. En el escenario todo está permitido.
-Aparte del vínculo amoroso, ¿qué otras cosas te aportó Selva en tu vida profesional?
-Ella me ha ayudado mucho profesionalmente porque era una gran actriz e intercambiábamos opiniones sobre la actuación. Y además no solo en lo profesional sino también humanamente. Por eso creo que la pareja duró tanto, aunque hayamos tenido peleas y hasta una separación, de la que nadie se ha enterado. Y a la vez no éramos una pareja simbiótica. Cada uno tenía sus cosas. Nosotros en casa nunca pasamos la letra porque ella estudiaba de una manera y yo, de otra. Recién en el ensayo nos juntábamos como si fuéramos otra actriz y otro actor.
-Con Largo viaje de un día hacia la noche después de una temporada a sala llena en el San Martín estuvieron hace poco en Mar del Plata, ¿y cómo les fue?
- Nos convocó Marcelo González, el dueño del Tronador. Hicimos tres funciones y nos fue brutal, la verdad que se llenó el teatro. Fue fantástico porque yo creo que la gente tiene avidez también por este tipo de obras clásicas.
-Tuviste tantos éxitos en la tele protagonizando comedias blancas que mucha gente se asombra cuando te ve en teatro haciendo papeles totalmente diferentes y muy jugados. Muchos se preguntarán ¿dónde está “Grande, pa”? porque la televisión estereotipa un poco, ¿no?
-Bueno, claro, lo que pasa es que ¡Grande, pa! fue un suceso. Creo que es el programa más visto de la historia de la televisión en cuanto a comedia, ¿no? Llegamos a tener dos o tres emisiones con 60 puntos de rating. Era un momento de la televisión maravilloso, con otros grandes éxitos en Telefe, como Amigos son los amigos, Atreverse y varios programas más. Lamentablemente esa televisión que entraba a la casa y llegaba a todas las clases sociales, a grandes y a chicos, no existe más.
-Bueno, está el streaming y las plataformas, aunque son formatos más elitistas y menos populares que la TV abierta.
-No es lo mismo. Además, yo creo que los actores no vamos a existir más. El teatro se ha vuelto nuestro refugio y nuestra resistencia también porque, además, hablando un poco de este gobierno, no se ha ocupado ni tampoco le interesa demasiado la cultura, lo cual creo que es un error garrafal, porque la cultura en un país es muy importante. Nos identifica nuestro cine que ha ganado en festivales y que muestra el país y cómo somos. Sin embargo, creo que los políticos están en otra cosa que no tiene nada que ver con la cultura. Es un error espantoso. Es denigrante también para un país que no haya cultura.
-Repasando otros hitos de tu carrera, se te ve muy divertido bailando y haciendo dúo con Ricardo Darín en Sugar, la comedia musical que protagonizaron ambos con Susana Giménez.
-Esa fue para mí una época maravillosa porque yo amo la comedia musical y hacerla fue fantástico. Con Ricardo me une un sentimiento casi de hermandad porque yo lo conozco a él desde muy chiquitito, cuando en la película He nacido en la ribera, donde yo encarnaba a un jugador de fútbol, él hacía de mí cuando era chico; tendría ocho años, más o menos. Y cuando hice Hello, Dolly! con Libertad Lamarque, trabajaba la madre de Ricardo. A veces venía todavía chiquitito al camarín. Después lo perdí de vista y nos reencontramos cuando él ya era adolescente en una novela de Alberto Migré.
-Nacía el “galancito”...
-Claro, hacía de mi sobrino y ahí nos hicimos muy amigos, tan es así que en una temporada que hicimos, yo había alquilado una casa y él vivía con nosotros. ¡Selva le llevaba el desayuno a la cama! Él ahora se ha portado muy bien, está en España en este momento haciendo teatro y me llama cada dos o tres días por teléfono, me cuenta cosas y me dice “ponete bien”. Es una gran persona Ricardo. Lo amo como un hermano mayor a un hermano menor.
-Y tu vínculo con Gustavo Yankelevich, ¿cómo ha sido?
-Gustavo es un amigo de hace muchos años. Es un genio de la televisión, siempre un paso adelante. Con él he vivido momentos sumamente divertidos. Él fue el que me hizo cantar en los años 70. Entonces los actores que tenían mucho éxito grababan un disco. Yo era muy amigo de Emilito Disi, salíamos juntos y en el auto ponía un casete de Tom Jones que me encantaba y yo cantaba a la par. Gustavo entonces empezaba como productor de Voltops, donde pasaban todos los últimos hits de la música. El muy sinvergüenza de Emilio le dice que yo, que en ese momento estaba haciendo Carmiña, cantaba como Tom Jones. Tomamos un café y terminé grabando un simple, un disco chiquito con dos temas que vendió una barbaridad, creo que no sé si 10.000 discos. Grabamos un long play también y un día viene y me dice de hacer shows. Yo no quería, pero al final hice como un año de presentaciones y ahí fue donde más nos hemos divertido y reído. Hace menos años tomamos otro café y me da el texto de una obra para que la lea y le dé una devolución. La obra era Le prénon, una comedia maravillosa y entonces le digo: “mirá, la obra es extraordinaria, es bárbara, pero ¿qué personaje querés que haga? Me parece que los actores tendrían que ser un poco más jóvenes que yo”. Y Gustavo me dice: “No, yo quiero que la dirijas, ¿te animás?” Le respondí: “Me vas a cumplir un sueño”. Y ahí empezó esta unión de productor teatral y director. Muchas veces había pensado en dirigir, pero no me animaba porque me daba timidez hablar con otros actores, pero todos los que dirigí fueron maravillosos, realmente me adoraron como director y me quieren mucho. Fueron muy buenas experiencias. Después la dirigí a Susana Giménez en Piel de Judas y ahí fue cuando tuvimos un pequeño cortocircuito. Lo que pasa es que a veces nos peleábamos mucho porque él me decía una cosa y yo decía otra.
La entrevista a Puig se surte de tres tipos de preguntas: las que hace el autor de esta nota, las que aportan los suscriptores y la que viene, que parece romper la ilación que hasta el momento venía teniendo la conversación, proviene de una cajita de la que escoge al azar una tarjeta que dice lo siguiente:
-¿Cuál es tu borrachera más memorable?
-Tengo una impresionante, aunque a lo mejor no fue para tanto, pero yo era muy chico. Era socio del club Harrods Gath & Chaves, donde pasé mi adolescencia. Tenía una barra de amigos y, por supuesto, íbamos a los bailes de carnaval. Ahí me agarró una borrachera impresionante, pero de aquellas de desmayo. Tendría unos 17 años. Mis amigos me dejaron tirado en el césped de una cancha y llamaron a mis padres, que me vinieron a buscar. Después ya de más grande he tenido otras más controladas.
-Dio vueltas el rumor de que harías temporada teatral durante el verano en Mar del Plata. ¿Qué hay de cierto?
-Yo voy a hacer Visitando al Sr. Green porque la obra me encantó y quiero mucho a Facundo [Arana]. Me parece un divino total, pero yo ahora, en este momento, no podría ir a Mar del Plata por toda una serie de cosas. Lo que me ha pasado por un lado que me tiene un poco la cabeza en otras cosas como para estudiar una hermosa obra de dos personajes que, además, están todo el tiempo en escena. Y, por el otro, que tengo que vender mi casa que es enorme para mí solo para mudarme a algo más acotado. Entonces es todo un lío, no sé qué voy a hacer con tantos libros, muebles y tantas cosas. No es el momento, pero la obra seguro que la vamos a hacer.
-¡Qué bueno!, o sea que podemos afirmar que volvés al escenario. Al comenzar esta conversación dijiste que es un lugar muy sanador, así que para vos también lo será.
-Carlos [Rottemberg] que es otro amigo y se ha portado maravillosamente bien, me insistía mucho en que fuera a Mar del Plata a hacer la obra, que me iba a ayudar mucho con el momento que estoy pasando, pero no me dan los tiempos para hacerla en el verano. Pero la voy a hacer.
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