El popular actor estrenará este sábado una comedia en torno al mundo de las citas a través de las aplicaciones digitales donde compartirá escena con Luisa Albinoni; radiografía de una figura que hizo del misterio una forma de deseo
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Para los vecinos de esa zona de Palermo cercana al Botánico y al ex Jardín Zoológico de Buenos Aires, su presencia es habitual. “No puedo quedarme encerrado viendo la televisión, necesito salir a la calle, ver gente, por eso este lugar es mi oficina”. Arnaldo André citó a LA NACION en un bar que hace esquina con dos de las arterias más significativas de la zona. Aquí no es la estrella, sino uno más.
En cambio, los que pasan ocasionalmente, lo saludan asombrados por su presencia. Eligió una mesa en la vereda, con un sol tenue que apenas disimula con encajes tibios la ola polar que azota con poca piedad. Se lo ve impecablemente joven a los 80 años. ¿Será la infusión de semen de toro que se aplica periódicamente y que se convirtió en un tema nacional?
“Betiana, Betiana…”, grita el actor, pero una señora le arrebata la ilusión y le explica que no se trata de Blum, su colega, también coterránea de este enclave verde de la ciudad. Arnaldo esgrime una estadística que asombra: “Hice 60 ficciones en televisión, desde Rolando Rivas hasta la actualidad”. En el cálculo contabiliza series, unitarios y las telenovelas, el género donde fue rey indiscutido, el monarca que reinó durante décadas.
Hoy, su realidad laboral es otra. Está abocado al estreno de Amores en redes, la comedia que protagonizará con Luisa Albinoni, desde este sábado en el teatro Regina porteño y en gira por el conurbano y el país. “La gente está muy contenta con que hagamos teatro juntos”, dice. Es un gran rubro. Una dupla, a priori, querible y atractiva, más allá del producto en cuestión que los une que cuenta con dirección de Diego Rinaldi y producción de Alberto Raimundo para Circus Entertainment Group.
En casa de herrero…
Justo él, que hizo de la discreción, el misterio y el bajo perfil un riguroso y estoico estilo de vida, la ficción teatral lo lleva a personificar a un hombre que elije y se somete al juego de las redes sociales y a las aplicaciones de citas. “Puede pensarse que todo eso está pensado para la gente joven, pero nuestros personajes -que son grandes, dos solitarios con hijos que no les dan bolilla- deciden incursionar en ese mundo donde puede haber desde mentiras hasta maltratos y decepciones y, quizás, algunas felicidades”.
El actor remarca que los dos personajes terminan muy enfrentados, razón por la cual “es la primera vez que putearé en público”, casi que se horroriza, este hombre de la vieja guardia, perteneciente a esa escuela donde las estrellas eran irreprochables. “Lo técnico es un personaje más de la obra, nunca hice una experiencia así”, explica, ya que la puesta en escena juega con lo que gira en torno a sonidos y menajes online en tiempo real.
-Si bien para una figura pública es más complejo, algunos se animaron. ¿Has recurrido a una aplicación de citas?
-Hace mucho, por curiosidad.
-¿Exponías tu identidad, se podía ver una imagen con tu rostro?
-No, cuando llegaba el momento de intercambiar fotos, reculaba, sentía que eso no era para mí. En cambio, a través de Instagram, todos saben con quién están hablando; es una red que utilizo mucho para promocionar mis trabajos y, si de pronto, alguien pretende algo más, voy con cautela.
-¿Sucede eso? ¿Te buscan para “algo más”?
-Sí.
Cuenta que, a propósito de haber expuesto en sus redes la imagen del menú de un clásico restó porteño muy tradicional que bautizó con su nombre a los “macarrones con polpette di vitello, salsa pomodoro y albóndigas de ternera”, le llegó un mensaje privado a través del cual alguien le espetó sin medias tintas: “Como te comería”. André explica que le contesta a todos los que le escriben.
-¿Hubo algún mensaje desagradable?
-Desde que abrí mi cuenta, fueron tres o cuatro mensajes de ese tipo, no es mucho. En ese caso, los dejo pasar, no respondo.
-En la era de las redes sociales, de una televisión atravesada por Gran hermano, nunca estuviste involucrado en un escándalo. Jamás apelaste a mostrar tu intimidad como un recurso promocional. ¿Ha sido sencillo sostener esa actitud?
-Es una forma de vida. Siempre entendí que mi vida es una cosa y que el trabajo es otra. No me ha costado para nada sostener eso. Además, si lo tomamos como estrategia, creo que el público, cuanto más te desea, hay algo que ganás. Es como con las relaciones personales, cuando la otra persona no llama, genera aún más interés.
Camino al andar
A comienzos de la década del setenta, la trayectoria artística de Arnaldo André comenzó a conocer las mieles de la masividad gracias a dos “padrinos” estelares: Mirtha Legrand y Daniel Tinayre, quienes lo vieron trabajar en el circuito de la escena independiente y decidieron convocarlo para formar parte de 40 quilates, la comedia que fue un suceso aplaudido por casi 300 mil espectadores.
“El recuerdo es como si no hubiese sido yo el que hizo aquello. Pienso que es como una anécdota que alguien me contó. Fue mágico, tenía que ensayar con Mirtha Legrand y con figuras de primerísimos nivel”, rememora refiriéndose a nombres como los de Guillermo Battaglia, Nora Massi, Osvaldo Miranda, Diana Ingro, Gloria Guzmán y Eduardo Rudy.
“Me decían que (Daniel) Tinayre era un cascarrabias, pero jamás tuve problemas. Supongo que, como él me había elegido, quería que estuviese cómodo. Y Mirtha (Legrand), además de muy profesional, fue muy agradable”, admite. Temporada a sala llena con localidades en todas las funciones que realizaron en el teatro Grand Splendid, hoy convertido en una de las librerías más lindas del mundo. “Fue una enorme puerta que se me abrió, me cambió la vida, era algo que estaba esperando”.
-Daniel Tinayre solía decirle a su esposa, “Chiquita, tu carrera es milagrosa”. Algo de eso también podría aplicarse en tu trayectoria, tan extensa, de notable vigencia y popularidad a lo largo de tantos años.
-Me irá mejor o peor, pero siempre tuve un gran respeto por el público. Además, creo que tiene que ver con la calidad de vida. Utilizo los medios para promocionar el producto que voy a lanzar; no me interesó nunca entrar en discusiones, peleas. Eso no va conmigo, ni en mi vida privada ni en lo público. Cuando tuve alguna rispidez con alguien, que fueron muy pocas experiencias, jamás lo he contado. Por otro lado, en esta profesión hay que saber decir “esto no es para mí”, no engolosinarse con todo lo que te ofrecen. Así se cuida la carrera. Por otro lado, las repeticiones de los programas, en señales como el canal Volver, te siguen mostrando.
Conocedor de su propia actividad y del metier del periodista, se adelanta: “Cuando me preguntan si extraño, respondo que no. Fueron muchos años de levantarse muy temprano para ir a trabajar, de estar miles de horas frente a una cámara de televisión; de dormir con el libreto debajo de la almohada, de parar en los semáforos y seguir estudiando la letra, ya que mi compañero habitual en automóvil eran los guiones. Lo hacía con mucha alegría, me encantaba, pero, cuando pasan los años y ya lo hiciste, es una etapa cumplida. Me juega a favor, y esto lo digo egoístamente, que no hay nada en el aire que me genere el deseo de estar”.
-No hay ficción nacional en el aire.
-Por eso digo que mi comentario lo hice, y lo digo entre comillas, de manera “egoísta”. Me pregunto qué estarán haciendo tantos compañeros que hoy no están en la televisión trabajando o haciendo teatro.
-Muchos colegas tuyos no han tenido tu estelaridad, con lo cual la ausencia de trabajo convierte su situación económica en muy riesgosa.
-Si no supieron ahorrar, el tema es riesgoso. Y no pasa solo por lo económico, los actores sentimos una necesidad de actuar, es como un motor que, cuando no funciona, se corroe; por eso el actor y la actriz es tan feliz cuando es convocado para trabajar. Supongo que en todas las profesiones es igual.
En su caso, además, se ha sabido reinventar ya que, incluso, ha incursionado en la dirección cinematográfica a través del bello film Lectura según Justino. “No fue estrategia, sino necesidad de verter todo lo que fui aprendiendo estando delante de cámaras. Trabajando con tantos directores, siempre aparecía en mí la mirada sobre ese trabajo. Pensaba cómo pondría yo la cámara, qué haría con la luz”.
Tiene un proyecto para volver a rodar un film propio en el rol de director. La trama prefiere conservarla bajo siete llaves. “No sé cómo está hoy la situación del Incaa, si da subsidios o no, tengo que ponerme al día”, explica.
En ese reinventarse día tras día, acaba de realizar una colaboración en la grabación del tema “Puro teatro”, que interpreta Susan Ferrer, la enorme figura de la canción y el musical argentino que, al igual que André, nació en Paraguay.
Sin temor a la grieta
-Hablás de la incertidumbre en torno la industria cinematográfica. ¿Cómo ves al país?
-No lo veo bien, hay mucha gente que tiene necesidades, personas que duermen en la calle, algo que me aterra, sobre todo en estos días de tanto frío; pero también es cierto que era necesario un cambio. Le doy mi apoyo a (Javier) Milei -hasta ahora- porque creo que puede hacer algo. Tampoco sé si lo dejarán hacer. No tenemos nada a qué aferrarnos, era el momento de probar con otra cosa para ver qué sucedía. Si la situación que vivimos hoy, en dos o tres meses sigue siendo igual, se hace difícil el apoyo, porque, si bien, uno está en una situación privilegiada -no necesito dinero para pagar mis expensas o el alquiler- tengo gente amiga que necesita y que llega a fin de mes y no sabe cómo va a hacer para pagar todo. Y hay mucha otra gente que, directamente, no tiene dónde vivir. Todo eso yo lo veo, no soy ajeno a lo que sucede y me preocupa mucho. Habrá que esperar un par de meses más para saber qué sucederá.
-Existe una gran grieta entre los actores argentinos. De hecho, varios colegas de Guillermo Francella repudiaron la mirada esperanzada del actor en torno a la gestión de Javier Milei. Aunque no debería generar temor poder expresarse, ¿temés que pueda suceder lo mismo con vos?
-¿Sabés por qué no? Cuando asumió Carlos Menem, a quien conocí poco, pero conocí, le di mi apoyo esperando que hiciera algo; cuando asumió Cristina Kirchner, y me preguntaban mi opinión, sin salir a embanderarme, decía que había que apoyarla. Siento que hay que apoyar al gobierno de turno, dejarlo laburar para ver qué hace. Con el correr del tiempo, si una gestión no cumple, puedo manifestar que me siento defraudado. Por eso no me da miedo decir lo que digo, porque siempre he apoyado los comienzos de cada gobierno.
-Te llevo al momento de los cachetazos que tus personajes daban a sus parejas de ficción. ¿Te arrepentís de eso?
-Era otra sociedad y se veían divertidas mis escenas con Luisa (Kuliok).
-De hecho, Luisa Kuliok me ha dicho, en una entrevista reciente, que hoy no hace una lectura que puede vincular esas situaciones de ficción con lo que actualmente entendemos como violencia de género.
-Tal vez, hubiera estado mejor que no lo hubiésemos hecho, pero no lo tomábamos como una violencia de género. Además, no lo hacíamos solo nosotros; en las películas que venían de afuera, siempre el tipo le daba una cachetada a la mina. El caso más conocido es el de la película Gilda, las escenas de ese tipo existían. Hoy despertamos y todo cambió.
Lozanía
Sus 80 años parecen muchos menos. Días atrás se armó un gran revuelo cuando confesó que una de sus estrategias es apelar a una pócima en base a semen de toro. Fue tomado en broma, pero se trata de un tratamiento médico que sigue con rigurosidad.
-¿Te lo puedo explicar?
-Por supuesto.
-Adrián Jaime es el médico que me trata y él fue quien me explicó correctamente en qué consistía el tratamiento. En realidad, lo que me hago es celuloterapia, algo que se practica desde hace muchos años. No tomo semen de toro, sino que es algo que se aplica y no es el único tratamiento, todo es antiage para estar bien orgánicamente, cerebralmente, es una combinación. Es algo que me reactiva, me siento muy bien.
Más allá de este tratamiento, el actor también enumera otros hábitos saludables: “Voy al gimnasio, aunque tenga fiaca o haga frío; me cuido con las comidas evitando lo que mi organismo rechaza como las frituras”. Y agrega un plus que considera esencial: “Soy una persona con mucho humor. El humor rejuvenece. El dejo de tristeza puede aparecer si sucede algo grave, pero no por cualquier cosa. Si hay un problema, le busco la solución. Y sigo a rajatabla el lema ´no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy´”.
-No procastinás.
-No.
La organización es otra de sus claves: “A la mañana armo el día por delante y lo que va apareciendo para los subsiguientes. Mi cerebro y mi cuerpo necesitan que esté en actividad permanente”.
-Veo sobre tu sweater un crucifijo. ¿La fe te acompaña?
-Totalmente. Soy creyente desde chico. Vengo de una familia de Paraguay donde estábamos muy en contacto con la iglesia, rezar el rosario. Tengo diálogo con Dios, estoy permanentemente agradeciéndole; cuando le pido es por la salud mía y de mi familia, el resto es agradecer todo lo que me ha dado. Cómo no le voy a agradecer, si a los once años no teníamos para comer.
-Lo decís de manera literal.
-Exacto. Vivíamos en una chacrita que nos había prestado mi tío durante un tiempo, la vida me fue llevando. Cuando nos mudamos a Asunción, íbamos de pensión y pensión, porque no teníamos para pagarlas. De pronto, logré un trabajo estable como locutor en tres radios, a la mañana, al mediodía y a la noche. Aún así, le anuncié a mi madre que me vendría a Buenos Aires, estaba convencido que tenía que venirme a esta ciudad a estudiar y a hacer mi carrera acá.
-¿Qué te dijo?
-Se sorprendió, pero le prometí que, en el plazo de un año, todos iban a estar conmigo en Buenos Aires y así fue, cumplí. Y años después, ya estando muy bien acá, me fui a trabajar a Venezuela; también me he ido a México teniendo contratos acá. Tuve la valentía de tomar riesgos.
-¿Siempre tuviste la actitud de ir en busca de lo que deseabas?
-Sí, por eso a mis amigos más jóvenes les digo que no tienen que quedarse a esperar que les suenen el timbre o el teléfono. Cuando he tenido un bache de trabajo, llamaba a los representantes de autores, buscaba obras, elegía y luego llamaba a un productor para hacerla.
-Todos sabemos acerca de nuestra finitud. ¿Pensás en eso?
-Sí. Cuando era joven y tenía mucho éxito, vivía atemorizado por el futuro. ¿Después de esto qué viene? Me preguntaba si me llamarían nuevamente, si volvería a tener el rating que estaba cosechando en ese momento, con qué actriz trabajaría en un próximo proyecto. Era absurdo ese temor, porque en septiembre, ya me llamaban de las gerencias de los canales para renovarme el contrato para el año siguiente. Tal vez, por esa razón, no disfrutaba mucho de mis éxitos. Hoy, con la edad que tengo, ya no pienso en el “¿y ahora qué?”. Ya no veo tanto mi futuro, pienso en mi presente. Si mañana llega el momento de irme, lo único que le pido a Dios es que mi muerte sea en paz, como cuando uno se queda en la cama durmiendo un poquito más. Me reuniré con mi papá, mi mamá y con Dios. Tengo una paz espiritual enorme que me ayuda mucho.
Para agendar.
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