Nos recibe por primera vez en su casa para hablar de amor, de las ganas de ser abuela y de su sueño de retirarse en un lugar frente al mar
Araceli deja en claro que los años la volvieron la mujer que más se parece a lo que siempre se imaginó de ella misma. Los 50 (los cumplió el 19 de junio) la encuentran “más transparente y sin ganas de ‘caretear’ nada”. Su casa –“mi búnker”, como la define Ara– también es un reflejo de su presente de calma y felicidad junto a Fabián Mazzei (51) y por eso acaba de redecorarla por completo. Allí recibió a ¡Hola! Argentina para protagonizar una espectacular producción con sus hijos Florencia (29) y Tomás (19) y se lució en su rol de perfecta anfitriona.
–¿Cuánto hace que vivís acá?
–La construí hace trece años, después de separada. Estuve muy metida en los planos, encima del arquitecto. Esta casa es mi búnker. Me hubiera encantando estudiar Arquitectura, es mi profesión frustrada. Mi abuelo Fito era ingeniero civil y yo crecí viendo su trabajo. También me gusta mucho la decoración, dibujar, diseñar, la jardinería, todo lo que sea manual. Ahí encuentro mi refugio para alejarme de la gran exposición que tiene mi trabajo.
–¿Vos te encargaste de la decoración?
–Al principio tuvo una etapa de desolación. Durante mucho tiempo no tenía cortinas, había ambientes vacíos porque yo no sabía qué quería de la casa. La decoré dos veces: una a los seis años después de construirla y otra, ahora, que la volví a redecorar toda. Esta casa tiene mucho más que ver conmigo: la mezcla de materiales, las texturas cálidas, los colores más tranquilos. Antes había plateados, guinda… ¡Un horror! Ahora tiene que ver con la calma que llegó a mi vida y Fabián tiene mucho que ver con eso. Yo estaba un poco perdida y él me bajó los decibeles, me enseñó el “pará, ahora estoy yo, apoyate en mí”. Fabi me enseñó a delegar.
–De afuera se ve todo lo contrario.
–Sí, lo sé. Fabi me domó a mí, aunque le gente no lo crea. Yo me separé a los 34, la misma edad que tenía mi mamá cuando se separó. Para mí fue muy fuerte porque sentía que estaba repitiendo una historia fea. Me sentía desolada, frustrada.
–¿Cómo celebraste el último Día de la Madre?
–Ese día tenía doble función de Los puentes de Madison y entonces hicimos un almuerzo con Fabián, mis hijos, mi mamá y mi suegra. Al día siguiente, como era feriado, armamos un gran asado en casa con mis primas, tíos. ¡Éramos como veinte! Compartimos charlas, caminatas, recuerdos.
–¿Disfrutás de tu rol de anfitriona?
–Me encanta, pero también me agota. Me gusta recibir gente en casa y que esté todo divino, preparado, ordenado, que haya flores, rica comida y que todos la pasen bien. Es parte de mi esencia estar en todos los detalles. También me gusta que vengan los amigos de Toto, que estén todos acá, que se queden a dormir, armamos campamento en el jardín. El día que esta casa no reúna todo eso se vende.
–¿Qué recordás de tus primeros años como mamá?
–Corría todo el tiempo para poder estar presente. Me acuerdo que yo grababa la novela Nano en Martínez, vivíamos en Caballito y Flor iba al colegio en Ramos Mejía. Un día para un acto se tenía que disfrazar de mariposa y yo –en mi locura y mi velocidad de aquella época– entendí mal y la disfracé de duende. Todas las compañeritas iguales y ella distinta. [Se ríe]. Era mi realidad de madre criando sola a una hija, con una abuela muy presente, pero sola. Toto ya vino con otra realidad. Yo estaba en otro lugar, menos acelerada, sin apuros.
HEREDEROS DE AMOR
–¿Cómo definirías a tus hijos?
–Flor es impulsiva, va al frente. Hace poco la fui a ver al teatro y me senté cerca. En un momento, tenía una pelea sobre el escenario y la vi tan igual a mí: pecheando. ¡Vamos con el cuerpo! Me emocionó verla así. Podemos tener algunos desacuerdos, nuestros choques, pero somos infinitamente unidas. Toto me desactiva, es muy observador, sabe escuchar y sus silencios son maravillosos. En eso es muy parecido a Fabián. En esta familia, ese es el rol de los hombres. Ahora Flor está con un hombre que también es así. Generalmente, se cree que los hombres que están con mujeres fuertes son unos pollerudos y nada más alejado de la realidad.
–¿Te gustaría tener otro hijo?
–Ya no. Yo perdí un embarazo de Fabi y fue muy fuerte ese momento. Nos hubiese encantado tener un hijo y fue un gran bajón. Muchas veces hablamos de adoptar.
–¿Le tenés miedo al nido vacío cuando Toto se vaya de casa?
–¡No sé qué voy a hacer cuando se vaya! Él se quiere ir a estudiar actuación afuera y no sería nada descabellado que nos vayamos cerquita de él. Vendemos todo, compramos algo chiquito allá y así podemos acompañarlo.
–¿Te gustaría ser abuela?
–¡Me encantaría! Sería una abuela re malcriadora, les voy a cocinar todo lo que me pidan, voy a estar encima todo lo que me dejen mis hijos. ¡Qué fuerte un hijo de mis hijos! Es un amor que se multiplica.
UNA NUEVA MUJER
–¿En qué momento de la vida te encuentran los 50?
–Creo que estoy en la mejor etapa de mi vida. No festejé los 50. Sí había festejado mis 40. Creo que el 80 por ciento de aquellos invitados ya no están en mi vida. [Se ríe a carcajadas]. Es muy poca gente la que invitaría ahora, me quedo con la calidad, no con la cantidad. A los 50 quiero respetarme y manejar todo de una manera relajada. Yo elijo con quién sentarme a la mesa, no tomo un café con cualquiera, ya no me callo, no me gusta fingir, no voy a los lugares en los que no me siento cómoda. Si estoy feliz me muestro feliz, si estoy agotada, me muestro agotada. Trabajé mucho conmigo, hice mucha terapia, busqué alternativas. Me encuentro más transparente y sin ganas de “caretear” nada. A veces decir la verdad cuesta muchísimo por dignidad, para no lastimar a otros y pueden tildarme de loca por mis reacciones, pero yo aprendí en terapia una palabra que me salvó: denunciar. La denuncia te protege. Por eso cuando veo que la gente se va del límite de lo permitido, aprendí que hay que denunciar. Aunque a veces eso me exponga de una manera en la que no me gusta verme.
–Las noticias de los últimos meses te califican de “polémica”, “sin filtro”, “explosiva”, bajo algunos títulos como “Durísima con Griselda Siciliani”, “Calificó a Adrián Suar de mentiroso, infiel y deshonesto”.
–¡Todo eso es verdad! Y quiero aclarar que no fue una catarsis. Sólo puse límites a la falta de respeto. La gente desubicada me enferma. Yo fui muy respetuosa durante muchos años hasta que sentí que alguien había tocado un punto que no tenía que tocar. Si bien en su momento me dio mucha ira escuchar lo que escuché y tardé una semana en responder, hoy agradezco que eso haya sucedido porque dejé expuestos a los otros. El respeto hacia el otro, hacia su trabajo, hacia su intimidad debería ser algo universal. Pueden juguetear, decir pavadas, cosas livianas de mí y me lo banco y hasta me da risa, pero hay un límite.
–¿Vos esperaste que tu hijo Tomás fuera más grande para poder decir lo que dijiste de Adrián?
–No, para nada. Yo fui procesando todo lo que había vivido sola y en silencio, mi idea no era exponer nada porque necesitaba construirme después de la separación, no destruirme.
–Por tu profesión seguramente te vas a cruzar con Adrián, con Griselda y quizás hasta te ofrezcan trabajar con alguno de ellos.
–Yo trabajo con la gente que me siento cómoda. ¿Voy a hacer un protagónico con ella? ¿Voy a trabajar con Adrián? La verdad, no.
–¿Tenés comunicación con Adrián?
–La gente cree que con Adrián teníamos una muy buena relación después de separarnos y la verdad es que no. Pero no está mal. ¿Por qué tengo que llevarme bien con mi ex? ¿Porque trabajamos en el mismo medio? ¡No, no pasa eso! Obviamente tuve un vínculo cordial por mi hijo, pero nunca nos llevamos bien. Yo no tengo estrategias en la vida, me muestro tal cual soy. Sé que muchos dicen que tengo la mecha corta, que soy loca, que soy impulsiva. ¡OK! Tengo la mecha corta y lo que no me fumo, no me lo fumo. Es cierto que estoy más controlada con los años, pero no me banco la mentira, soy defensora de la verdad.
SIEMPRE CAMALEÓNICA
–¿Cómo te llevás con tu nuevo cambio de look?
–Estoy fascinada, ¡quiero ser rubia para siempre! Como soy embajadora de L’Oréal Paris para Excellence Crème estoy acostumbrada a los cambios y me encanta verme diferente.
–¿Cuáles son tus secretos de belleza?
–Dejé de fumar hace casi cuatro años. Lo que no sabía es que podía engordar tanto: subí diez kilos. Fue bastante heavy porque me desconocía. Como estaba todos los días en televisión con Los ricos no piden permiso, me sirvió para poner la atención en otras zonas mías. Me dije: “Bueno, si me veo tan gorda en cámara, tengo que sacar lo mejor de mí a la hora de actuar para que no se fijen sólo en mi cuerpo”. Fabián me hizo muy fácil ese momento porque me ama y me contuvo. También hice un cambio en mi alimentación: dejé el gluten por completo, los lácteos, armé una huerta en casa. Con los años, si estuviste atento, te volvés lo más parecido a lo que soñaste de vos mismo.
–Siempre decís que venís de una familia de mujeres fuertes…
–¡Totalmente! Mujeres que siempre se pararon y bancaron lo que se venía. Yo mamé eso desde muy chica y así fui siempre. Cuando empecé a trabajar como modelo, podía tener mil despelotes, pero a la hora de pararme frente a una cámara sabía que tenía que mostrarme fuerte. La parada es lo que te define, tu espacio, lo que nadie puede tocar. La única vez que me corrieron de ese lugar fue cuando alguien me manipuló mentalmente y sentí que me habían corrido de mi eje y me estaba muriendo.
–¿Seguís haciendo yoga?
–Ahora no estoy tomando clases, pero sigo ejercitando sola. Además, respiro, hago meditación, pinto. Eso me salvó de mis ataques de pánico. También me hizo muy bien alejarme de la ciudad [vive a casi 50 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires]. Es más, si pudiera, me iría más lejos.
–¿Pensás en retirarte?
–¡Muchas veces pienso en mi retiro! Hace poco le decía a Toto: “Mirá, hijo, hay un momento en el que yo me voy a ir”. En algún momento, voy a tener ganas de dejar las armas de lado y conectarme más conmigo. El medio en el que trabajo desde hace tantos años es muy vertiginoso y las relaciones son muy difíciles. Los “adornos” que lleva mi profesión me cansan. Quizás pueda ser en algún lugar de playa. Cuando me hicieron mi carta astral, me dijeron que tengo que estar cerca del agua, por eso mi casa tiene una fuente y una pileta grande. Cuando descanso, para desconectarme realmente tengo que estar cerca del mar.
–¿Te bancarías el anonimato?
–Es que yo no vivo para ser conocida. Muchas veces tener que “estar para afuera” es un trabajo extra para mí. En realidad, a mí me gusta estar mucho en mi casa y puedo estar tres días sin pisar la calle. Amo mi profesión, me encanta lo que hago, pero no trabajé para alimentar mi ego. Yo laburé para mis hijos, para tener mi casa y un buen pasar, poder comprarle una casa a mi madre, pero no siento que cuando suelte mi profesión se me termine la vida.
- Texto: Sebastián Fernández Zini
- Fotos: María Teresa de Jesús Álvarez y Tadeo Jones
- Producción: Lucía Uriburu
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