La actriz que ganó reconocimiento con Gambito de dama, nominada como mejor actriz de miniserie para los premios que se entregarán el domingo, es una de las nuevas caras más buscadas de la industria y se prepara para estrenar su nueva película, El misterio de Soho
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La historia de Anya Taylor- Joy no tiene nada de cuento de hadas. Mudanzas, cambios de país y una vocación como refugio definieron no solo la carrera, sino también la vida de una actriz que intenta preservar el anonimato desde un huracán en el que combina talento, encanto y un carisma que cautivó al público de todo el mundo.
Con un pie en la Argentina
El 16 de abril de 1996, nació en Miami Anya Josephine Marie Taylor- Joy, la sexta hija del matrimonio compuesto por Dennis Alan Taylor y Jennifer Marina Joy. Que Anya sea estadounidense de nacimiento fue una casualidad, porque al poco tiempo ella y su familia se trasladaron a la Argentina, de donde es oriundo su padre. La niña vivió hasta los seis años aquí, se crió rodeada de costumbres locales, desarrolló un acento típicamente argentino que aún conserva, y recuerda el de las empanadas como uno de los sabores más vinculados a su infancia. Fue una niñez perfecta, que se dividía en tardes de juegos, y responsabilidades en el Colegio Northlands (que cuenta también entre su alumnado a la reina Máxima de Holanda y a Mónica Cahen D´Anvers). Pero esos años de idilio bien argentino dieron paso a un cambio muy difícil.
Con seis años cumplidos, Taylor-Joy y su familia se mudaron a Londres. Ella no sabía nada de inglés, se sentía una marginada y la cultura británica le resultaba muy fría. En una nota, la actriz recordó ese cambio: “En la Argentina hay mucho campo, y yo tenía caballos y animales por todos lados. Y de golpe me encontré en una ciudad muy grande, en la que no hablaba el idioma. Realmente sentía que no encajaba en ningún lado”. Según contó en alguna oportunidad, los libros de Harry Potter fueron finalmente la clave para aprender inglés, y aunque nunca dejó de sentirse como pez fuera del agua, con el tiempo no tuvo más remedio que aceptar su nueva realidad.
El colegio no era un ámbito fácil para Taylor-Joy, donde solía ser víctima de bromas crueles: “Me sentía muy argentina como para ser inglesa, muy inglesa como para ser argentina, e incluso demasiado norteamericana como para ser otra cosa. Los chicos no me comprendían, y era habitual que terminara encerrada en el baño llorando”. Pero casi sin proponérselo, la joven encontró en la actuación un refugio. Lo que comenzó como un juego (interpretar distintos personajes en obras escolares), encendió una chispa que nunca se apagó, y en donde pronto el destino le dio un empujón.
En una nota, Anya se refirió a cómo puso un primer pie en la industria: “Tenía 16 años y quería usar unos tacos de mi madre, porque esa noche tenía una fiesta y quería practicar cómo caminar con ellos. Entonces me los puse y saqué el perro a pasear. De golpe, veo que un auto que empieza a seguirme. Me quise escapar, subí a mi perro en brazos y empecé a correr, y del auto un tipo asoma su cabeza y me dice: ‘Si podemos hablar un minuto, no te vas a arrepentir’. Y entonces me detuve”. Esa persona llevó a Anya a una agencia de modelos, y así comenzó una inesperada carrera en ese mundo, que no tardó en abrirle la puerta a castings y prueba de actuación.
Sin ningún tipo de educación formal en interpretación y con el taller escolar de actuación como única herramienta, Anya no se intimidó ante la posibilidad de empezar un camino profesional ante las cámaras. Y en 2013 tuvo una oportunidad de oro cuando la convocaron a un casting para componer una versión joven de Angelina Jolie en el film Maléfica. Ahí aprendió una gran lección: “Soy la fan más grande de Disney que pueda haber. Y cuando mi mamá me llamó y me dijo ‘Angelina Jolie’, yo no lo podía creer. Pero cuando eventualmente supe que no había quedado elegida, no podía parar de llorar. Esa fue la última vez que me angustié por una audición”.
Un gran movimiento de tablero
A solo dos años de ese encuentro fortuito con un representante de modelos, Taylor-Joy hizo pequeños papeles en la serie Endeavour, Atlantis y Viking Quest, y en 2015 logró su primer gran rol en La bruja, película de Robert Eggers. Ese trabajo le alcanzó para que algunos productores y directores notaran que la actriz tenía mucho potencial. Al año siguiente, ella protagonizó Morgan, un film mediocre pero que sirvió para obtener una de las primeras reseñas que la elogiaban efusivamente: “Taylor- Joy es capaz de desarmarnos con una interpretación que oscila entre ser una niña inocente, pero con una terrible crueldad en su mirada”. También en 2016, M. Night Shyamalan la convocó para Fragmentado, una pieza que tuvo un notable éxito en cines y que ayudó a agrandar la imagen de Anya en pantalla. Durante los años siguientes, ella participó en las series The Miniaturist, Peaky Blinders y El cristal oscuro: la era de la resistencia, mientras que en cine trabajó en Marrowbone, Glass, la película de Playmobil y Radioactive.
Durante 2020, y con el mundo atravesando una cuarentena, las plataformas de streaming vieron un vertiginoso crecimiento de usuarios, y de las horas que le dedicaban a sus títulos favoritos. Los televidentes estaban más ávidos que nunca de encontrar nuevas historias que les permitieran tomar un respiro de la angustiante realidad pandémica, y en ese contexto surgió Gambito de dama. Esa miniserie producida por Netflix se convirtió en un verdadero boom, y allí Taylor- Joy brillaba como la protagonista de un drama que encontraba al ajedrez como marco del relato.
Desde el momento en el que el guion de Gambito de dama cayó en sus manos, ella sabía que esa miniserie era una obra maestra que no debía dejar escapar: “Me devoré el libro, y se suponía que esa misma tarde me iba a encontrar con Scott Frank (showrunner del proyecto). Entonces me dije a mí misma: ‘Bueno, voy a ir caminando muy relajada, así puedo ordenar la cabeza, y cuando lo conozca al menos podré disimular ser una persona normal’. Y apenas di dos pasos, no pude evitar empezar a correr. Estaba abrumada por las ideas que se me ocurrían, por la pasión, por el entusiasmo, y corrí hasta llegar al restaurante. Por suerte, él conectó con mi euforia desbocada”.
En la vereda opuesta, al guionista y director le bastó ver una escena para confirmar que Taylor-Joy era la única opción posible para componer a la atormentada ajedrecista: “Me acuerdo que ella estaba muy preocupada porque había descansado poco, pero en la primera toma de la primera escena que hicimos, dio en la tecla. Podía meter un cambio de un momento al otro. Quizá estábamos matándonos de la risa con algo, y de golpe la cámara se encendía e instantáneamente podía actuar una escena en la que aparecía devastada por la angustia. Es una verdadera profesional”.
Gambito de dama hizo de la actriz una cara tremendamente familiar para el público, y muchos comenzaban a bucear en la breve carrera de esa artista cuyos primeros pasos profesionales habían empezado apenas cuatro años antes. De un día para el otro, la industria, los directores y el público estaban muy atentos a los pasos que daba Anya en lo referido a su carrera. Taylor-Joy es la favorita para llevarse el premio a la mejor actriz de telefilm/serie limitada en los premios Emmy que se entregan el domingo -la miniserie ya se llevó 9 premios técnicos-, categoría “de la muerte” si las hay, en la que compite nada menos que con Kate Winslet (Mare of Easttown), Elizabeth Olsen (WandaVision), Cynthia Erivo (Genius: Aretha Franklin) y Michaela Coel (I May Destroy You).
Un futuro prometedor
El éxito de Gambito de dama caló de manera muy especial en la Argentina, cuando trascendió que la actriz había vivido su infancia en este país. Algunas viejas notas de archivo que no tardaron en viralizarse, daban cuenta del acento marcadamente argentino de la intérprete. Y así como Viggo Mortensen emociona a los argentinos cuando aparece tomando mate o llevando los colores de San Lorenzo en una entrega de premios, con Anya sucedió algo similar, y esa joven que parecía tan lejana, de golpe se hacía más cercana cuando confesaba su fanatismo por el helado de dulce de leche. Por otra parte, en una entrevista reciente, ella reveló: “Tengo un pasaporte estadounidense y otro británico, y además tengo la residencia argentina, lo cual me hace muy feliz porque me gustaría vivir en la Argentina”. Su simpatía y su amor manifiesto por este país, alimenta un gran romance entre Taylor- Joy y el público local.
La frutilla del postre de un 2020 excepcional para la intérprete, fue el estreno de Emma, un largometraje basado en la novela homónima de Jane Austen, por el que Taylor-Joy recibió numerosos elogios (está disponible en HBO Max). Lamentablemente, eso no sucedió con el estreno de Los nuevos mutantes, una historia muy irregular, en la que al menos ella pudo divertirse con algunas escenas de acción coreografiadas que ejecutó gracias a las prácticas de ballet que recibió en su infancia. Por último, el reciente estreno en Inglaterra de El misterio de Soho le significó a Anya otra catarata de elogios (ese film, llegará al país el 11 de noviembre).
Entre los muchos trabajos futuros de Taylor-Joy, se destacan una adaptación de la novela de Vladimir Nabokov, Risa en la oscuridad (en donde volverá a trabajar con el director de Gambito de dama), también un drama de época en el que compartirá pantalla con Margot Robbie, Robert De Niro y Christian Bale. Y eso sin olvidar la esperadísima precuela de Mad Max, en la que interpretará a una joven Furiosa, la guerrera encarnada por Charlize Theron en la última entrega de la saga. Sin confirmación de ningún tipo, aún le queda pendiente trabajar con Guillermo del Toro, uno de los directores con los que la actriz confesó que le encantaría colaborar (aunque reconoció que debería pulir su español, para que no tenga un acento “tan argentino”).
“Hay algo bello en el hecho de ser un anónimo, y esa es la razón por la que alguien actúa, porque interpretamos a otras personas. Entonces pienso en la idea de alguien interesado en mi vida. Yo soy una persona que valora mucho su privacidad, y ver todo esto me desalienta un poco, pero trato de no pensar en eso”. Esas fueron las palabras de Anya Taylor-Joy hace no mucho tiempo, cuando el boom de Gambito de dama la convirtió en una de las celebridades más reconocidas de la industria. Y aunque los paparazzis buscan incansablemente fotos de ella sola, o junto a su actual novio (el músico y actor Malcolm McRae), Anya procura no perder la privacidad que tanto valora.
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