Anya Taylor-Joy: “Cada año es para mí como subir de nivel en un videojuego”
La actriz angloargentina, flamante ganadora del Globo de Oro, está en la tapa de la revista Vanity Fair, ante la que se confesó desorientada por su gran momento artístico: “Creo que terminaré de entender lo que me pasó este año dentro de cinco”
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El reconocimiento que recibió por su interpretación de la jugadora de ajedrez Beth Harmon en la miniserie Gambito de dama supuso un antes y un después para la actriz angloargentina Anya Taylor-Joy. “Creo que terminaré de entender lo que me pasó este año dentro de cinco”, reflexiona la joven actriz sobre sobre la velocidad con la que le ha tocado digerir el salto a la popularidad.
Después de su actuación en la serie de Netflix, que se convirtió en un fenómeno global, la intérprete de 24 años y ganadora del Globo de Oro rodó en Los Ángeles una película con el director David O. Russell junto a figuras como Robert De Niro, Chris Rock, Margot Robbie, Christian Bale o Mike Myers. El proyecto será el decimosexto largometraje de Taylor-Joy en siete años.
“Al verme junto a estos titanes del cine, pensé: ¡soy una nena! Esto es una locura”, confesó la actriz en una entrevista de tapa para la revista Vanity Fair en la que repasa su prometedor presente. El propio Russell explica la presencia de Taylor-Joy en el reparto. “Anya es intrépida e intuitivamente confiada de una manera que es exclusivamente suya. Es diferente y extraña en formas que son fascinantes tanto hacia la oscuridad como hacia la luz”, dijo el director al mismo medio.
Si su 2020 fue un ascenso vertiginoso, su 2021 será estratosférico. Anya aparecerá en la película de terror de Edgar Wright Last Night in Soho, en la que interpreta a Sandy, una aspirante a cantante del Londres de los sesenta con un peinado exagerado y su propio acento británico, en la que además cantará “Downtown”, de Petula Clark.
Taylor-Joy también volverá a formar equipo con Scott Frank, director y cocreador de Gambito de dama, en una adaptación de la novela Risa en la oscuridad, de Nabokov, y será Furiosa en la precuela de Mad Max: Furia en el camino, de George Miller, en la que asumirá el papel principal, una versión más joven del personaje inmortalizado por Charlize Theron como una forajida feminista.
También está en su agenda The Northman, un thriller vikingo dirigido por Robert Eggers coprotagonizado por Nicole Kidman y Ethan Hawke. Filmada el año pasado en Irlanda del Norte, la película fue una especie de reencuentro para Taylor-Joy: tenía solo 18 años cuando Eggers la eligió para La bruja.
Cuando se le pregunta a Eggers si la fama de la actriz mundial la sorprende, comenta: “¡Me sorprende que haya tardado tanto! Creo que algunas personas explotan en la pantalla. Son capaces de desnudar de alguna manera su alma: se puede ver a través de su piel y en sus mentes y corazones. Más allá de eso, es una buena actriz. Podés ser un gran actor y no ser una estrella, pero Anya tiene ambas cosas”.
Taylor-Joy, la menor de seis hermanos, nació en Miami, pero su familia se mudó a Buenos Aires cuando aún era una bebé. Seis años después, se trasladaron a Londres. Allí, la joven que extrañaba su hogar y hablaba solo español, se negó a aprender inglés durante dos años. Finalmente, cedió y los libros de Harry Potter fueron fundamentales para su aprendizaje, pero siguió siendo una niña infeliz. Por un lado, la molestaban por su apariencia.
“La Anya de 11 años fue una fase incómoda”, suspira. Unos años más tarde, Sarah Doukas de Storm Management, la misma mujer que descubrió a Kate Moss, la descubriría en la calle. Pero en ese entonces, recuerda, su cabeza “era más pequeña” y sus ojos “eran del mismo tamaño” y esperaba que su cabeza “creciera un poco” para verse “más proporcionada”.
Taylor-Joy cree que se vio particularmente afectada por su educación: “Mi mamá me crió para que siempre mirara en el interior de las personas”. Y dice no se mira mucho a los espejos. “No porque esté huyendo de mí misma, sino porque lo más hermoso de mí es mi deseo de interactuar con el mundo exterior. Y cuando interactuás con los demás, no te mirás a vos mismo. Puede sonar cursi pero solo siento un corazón puro”, asegura.
Durante su adolescencia, a Taylor-Joy le encantaba aprender, pero encontraba difícil la escuela, particularmente la sociabilidad. A los 14 se fue sola a Nueva York y lo primero que hizo fue teñirse el pelo de rosa en un baño público. “Salí del aeropuerto y pensé: ‘Sí, cabello rosa, eso es lo que necesito’”. Dos años después, escribió un extenso ensayo dirigido a sus padres en el que les explicaba por qué debían dejarla abandonar la secundaria para intentar convertirse en actriz. Los convenció.
En La bruja (2016), su primera gran película, la actriz interpreta a Thomasin, hija mayor de una familia puritana en la Nueva Inglaterra del siglo XVII. Al verse a sí misma en la pantalla grande pensó: “Sentí que decepcionaría a todos. Estaba aterrorizada de no volver a trabajar”. En cambio, siguieron más de una docena de nominaciones a premios, así como más papeles de renombre, incluido su protagónico en la adaptación de Autumn de Wilde de Emma de Jane Austen.
“No quería hacer que Emma fuera simpática. La fealdad de su personalidad era tan importante como el ave fénix surgiendo de la mayor parte de su alma”, valora la directora. Sin embargo, en muchos sentidos, filmar Emma fue una experiencia idílica. “Estábamos solo nosotros en el verano en Inglaterra, que es hermoso, dando vueltas alrededor de estas enormes casas y almorzando en el césped”, dice Taylor-Joy. Sin embargo, también fue uno de los momentos más difíciles de su vida. Taylor-Joy describe sus últimos años en términos de un videojuego: “Cada año ha sido como terminar un nivel diferente”. Con cada nuevo nivel, tuvo que hacerse preguntas nuevas: “¿Cuáles son las reglas? ¿Cómo interactúo con mi espacio? " El nivel más abrumador hasta la fecha comenzó con Emma. “Antes de la filmación, acababa de tener una ruptura devastadora. Me sentía muy insegura en mi propia piel “.
También había trabajado sin descanso. “Acababa de interpretar personajes y personajes sin tomarme un segundo para mí. En la escena culminante entre el señor Knightley y Emma, por ejemplo, el guion pedía una hemorragia nasal. Taylor-Joy comenzó a sangrar de verdad, a pesar de los efectos. Ella, sin embargo, bromeaba: “¡Realmente sangré por el papel, gente!”
Sobre las técnicas a las que recurre para luchar contra las consecuencias de la fama, apunta: “No he ido a terapia en los últimos cuatro años, pero estás hablando con alguien que pasa mucho tiempo diseccionando sus pensamientos. Estoy en un punto en el que simplemente se que hay que sentarse y resolverlo”.
Taylor-Joy equipara la inconmensurabilidad y subjetividad de la actuación con la naturaleza binaria del ajedrez, del blanco y negro. Los personajes de Taylor-Joy son lo suficientemente reales como para que ella lamente su pérdida una vez finalizada la filmación. De cada uno se guarda algún artículo como souvenir. En el caso de Beth, se quedó con varios sombreros y otras prendas. “Es una voz que he tenido en mi cabeza y en mi vida durante mucho tiempo”. ¿Ha podido dejar ir a Beth? “Me estás golpeando en el corazón. Es complicado. No lo sé. Los diferentes personajes tienen diferentes períodos de duelo. Algunos de ellos nunca desaparecen realmente. Tengo la sensación de que Beth será una de esas“.
Sobre la industria cinematográfica estadounidense y los casos de racismo y misoginia, la actriz también comparte su opinión a lo largo de la entrevista. “He tenido la suerte de trabajar con hombres que nunca me hicieron sentir como si no tuviera un asiento en la mesa. Siempre me trataron como una colaboradora serio”, dice. No obstante, encontró los cuatro años del gobierno Donald Trump difíciles de sobrellevar: “¿Estoy en minoría al creer que todo el mundo debería tener los mismos derechos? ¿O de creer que no debes tocar a una mujer si ella no te da permiso?”, se pregunta.
Finalmente, sobre la fama insiste: “Tenés que tener una conexión con la vida real. Si no tenés un corazón sincero, ¿cómo diablos vas a dar vida a un personaje?”.
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