Anton Yelchin: cómo fueron los últimos días del actor que decidió ocultarle a todos su grave enfermedad
El actor ruso-americano murió a los 27 años en un accidente que conmocionó al mundo; el documental Love, Antosha, disponible en Amazon Prime Video, revela los secretos de un intérprete extraordinario
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En el revelador documental sobre Anton Yelchin, Love, Antosha (disponible en Amazon Prime Video), el gran Martin Landau evoca al actor -quien falleció el 19 de junio de 2016, a los 27 años- con una sensibilidad que conmueve.
Según el recordado artista, Anton era una suerte de “old soul” [”alma vieja”] atrapada en el cuerpo de una persona joven, una de las figuras del ámbito creativo con quien más disfrutaba entablar conversaciones, alguien que siempre le devolvía una mirada cristalina cuando lo miraba a los ojos.
En el mismo documental de Garret Price producido por Drake Doremus (amigo de Yelchin, quien protagonizó su gran largometraje, Like Crazy) y con voz en off de Nicolas Cage, se recuerda a “Antosha” (con ese nombre firmaba las cartas a su mamá desde los rodajes) con el mismo espíritu con el que lo hizo el actor de Ed Wood: con una candidez que traspasa la pantalla.
Yelchin, quien nació en San Petersburgo el 11 de marzo de 1989, era el hijo de dos figuras reconocidas en su ciudad natal: Viktor e Irina, dos estrellas del patinaje que decidieron emigrar a los Estados Unidos cuando Anton tenía tan solo seis meses.
Ya de pequeño se percibía que él estaba destinado a lo artístico. Sus padres no se limitaban a contemplar ese despertar sino que lo alimentaban, acompañándolo en sus primeras audiciones para comerciales y fomentando su avidez por la lectura y el visionado de clásicos del cine.
De hecho, Yelchin supo que quiso ser actor cuando puso el VHS de Taxi Driver de Martin Scorsese y conoció a Travis Bickle (Robert De Niro). Esa mirada al espejo, ese “¿Me estás hablando a mí?”, esa fusión perfecta de la dupla Scorsese-De Niro con el guionista Paul Schrader lo cautivaron tanto que consumió ese largometraje cientos de veces. Al mismo tiempo, memorizaba libros, los anotaba, los desmenuzaba, era un curioso nato, un observador.
Cuando Kristen Stewart lo conoció en el set de Salvajes -en el que comenzaron una breve relación-, la actriz se sorprendió por esa intensidad de Anton en sus charlas, aquellas en las que no había espacio para lo superficial. “Siempre venía con una lista de libros favoritos y me preguntaba cuáles eran los míos, yo era muy chica y todavía no lo sabía, me daba vergüenza no saber qué decirle”, cuenta Stewart en Love, Antosha, donde también confiesa que Anton fue “su primer desamor”.
Su testimonio se suma al de muchos colegas como Chris Pine, Zoe Saldana, Zachary Quinto, Jennifer Lawrence, Jon Voight, Willem Dafoe y Ben Foster; y de realizadores como J.J. Abrams y Jodie Foster, quienes lo dirigieron en Star Trek y En la oscuridad: Star Trek, y The Beaver, respectivamente. Con tan solo 27 años, Yelchin había protagonizado más de 40 títulos y trabajado con cineastas como Nick Cassavetes, Jim Jarmusch, Joe Dante y su admirado Schrader.
Sus últimos días de vida y la enfermedad que ocultó por años
En la familia Yelchin no había espacio para la tristeza. Tanto los padres de Anton como el propio actor enfrentaban las adversidades con una entereza admirable. En los numerosos videos caseros que se muestran en Love, Antosha, vemos aquellos en los que un pequeño Anton, entre audición y audición, debía permanecer días internado en una clínica porque padecía de fibrosis quística. Cuando ya era una figura conocida, decidió preservar esa parte de su vida porque no quería mostrase vulnerable.
Muchos amigos y colegas desconocían que en varios momentos estaba sufriendo mucho porque él intentaba poner su mejor cara. Lo que sí hacía para expulsar sus demonios y temores era escribirle largos mails a su madre, a quien le detallaba sus dolencias en cada rodaje en el que se encontraba, sobre todo en el de Star Trek, cuando su batalla se volvió indisimulable y comenzó a creer que moriría.
Price, director de Love, Antosha, contó que Yelchin quería hacer público su diagnóstico de fibrosis quística poco antes de fallecer. “Lo ocultaba porque no quería que la gente sintiera lástima por él”, expresó el cineasta. “Pero también quería ayudar a quienes estuvieran pasando por lo mismo”. Su padecimiento no era solo físico. La enfermedad comenzó a afectarlo mentalmente, ya que le impedía en varias ocasiones llevar a cabo diferentes proyectos, no solo aquellos vinculados a la actuación.
Yelchin, como bien se puede percibir en el film Rudderless, tocaba muy bien la guitarra y formó una banda, The Hammerheads, con la que se presentaba cuando no estaba en rodaje. Además, amaba la fotografía y, dos años después de su muerte, se realizó en Nueva York una muestra titulada Provocative Beauty con el osado y fascinante material que había registrado el actor en sus noches por el Valle de San Fernando.
Tres días antes del trágico accidente que le quitó la vida, Anton estaba disfrutando de una cena en el Chateau Marmont de Los Ángeles con el fotógrafo Tyler Shields. “Estaba tan emocionado y tan feliz por muchas cosas que le estaban sucediendo”, le compartió Shields a la revista People. “Sentía una pasión enorme por la película que iba a dirigir”. Efectivamente, Yelchin ya había terminado el guion de la que iba a ser su ópera prima, Travis. El nombre, claro, era un homenaje a Taxi Driver. La película de Martin Scorsese lo acompañó hasta el último momento de su vida.
“Mucha gente lo conoció como actor, pero había otro costado creativo en él que era realmente fascinante. Era un artista completo, sus fotografías eran extraordinarias y estaba listo para empezar a filmar”, añadió Shields sobre esos últimos instantes de la vida de Yelchin. “Era brillante, quería hacer arte, nada más. Y un día desapareció. Todo fue muy triste”, manifestó su amigo.
El trágico accidente y la demanda de sus padres
El 19 de junio de 2016 Anton estaba saliendo de su casa de Studio City, Los Ángeles, para ensayar con su banda. Se subió a su vehículo, pero luego recordó que no había revisado el buzón. Esa decisión le costó la vida. El Jeep Cherokee que dejó encendido por tan solo unos minutos rodó marcha atrás y el joven quedó atrapado entre una columna de ladrillo y la valla de seguridad.
Yelchin murió por asfixia un domingo a la mañana. Sus padres presentaron una demanda contra la compañía automotriz fabricante del jeep. Según Viktor e Irina, el cambio de marchas en la Grand Cherokee 2015 era “defectuoso y estaba mal diseñado y fabricado”.
“Anton Yelchin fue aplastado y estuvo vivo por un tiempo, atrapado y asfixiándose hasta la muerte”, decía la demanda que llevó la carátula de “homicidio imprudente y responsabilidad civil por producto defectuoso”.
“Va contra natura que unos padres entierren a su propio hijo. Es por eso que esperamos que esta demanda logre que otras familias no tengan que pasar por el mismo infierno en el que estamos ahora mismo”, expresó el padre de Anton. La demanda llegó a la corte del condado de Los Ángeles, pero los papás de Yelchin decidieron llegar a un arreglo extrajudicial cuando los tiempos empezaron a dilatarse, dos años después de perder a su hijo.
En el entierro del actor, todos esos amigos y colegas que dieron sus sentidos testimonios en Love, Antosha, estuvieron presentes para recordar a Anton como él hubiese querido: con una alegría, con una sonrisa como la que él tenía, aquella que iluminaba cualquier secuencia.
“Es un momento agridulce porque estamos aquí por Anton, pero él no está con nosotros”, manifestó Zoe Saldana. “Mi corazón está aliviado al saber que lo mantendremos con vida. Seguiremos recordándolo con la esperanza de que al vivir como el creía, y recordando el amor que nos dio y la alegría que impartía seguirá entre nosotros”.
“Yo quería hacer una historia inspiradora, no mostrar una historia trágica”, expresó el director de Love, Antosha en la presentación del film en Sundance.
“No queríamos que Anton fuera olvidado sino recordado como un artista de enorme corazón”, agregó. Ese corazón era el que dibujaba en las cartas a su mamá. Yelchin no solo le mandaba mails a Irina.
Sus intercambios epistolares se muestran en el film y provocan una inevitable angustia (la excelente narración de Nicolas Cage es realmente emocionante), pero también arrojan luz sobre lo especial que era Yelchin, la manera sensible con la que se comunicaba, y su sello inconfundible cuando firmaba una carta para su madre. Primero dibujaba un corazón y luego escribía: “Con amor, Antosha”. Un ritual que jamás abandonó.
“Mis padres llegaron a Estados Unidos sin saber una palabra de inglés y empezaron a trabajar, a mi mamá le debo todo por haber creído siempre en mí”, se lo escucha decir al actor en el documental que le rinde tributo con el foco en la creatividad. De un artista a otro. El mejor homenaje posible.
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