En diálogo con LA NACIÓN, la cantante se mostró feliz con el desafío de hacer el musical School of Rock, pero además repasó sus inicios, el concurso que le cambió la carrera y cómo su vida dio un giro cuando se animó a terminar un noviazgo
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La primera vez que Angela Leiva pisó el escenario del Gran Rex fue en 2015 con su música: la entrada costaba 160 pesos, Mauricio Macri acababa de asumir la presidencia, Marcelo Tinelli y la novela turca Las mil y una noches lideraban el prime time de la televisión y ella era rubia. El 20 de junio próximo, la cantante de 35 años oriunda de Tandil regresará a la mítica sala de la calle Corrientes, pero en un rol totalmente diferente, interpretando a la estricta directora Rosalie Mullins de School of Rock. Pero no solo es una mujer diferente para esta ocasión al ponerse en la piel de su personaje, sino también en la vida. Nueve años después de aquel debut, hoy celebra sus 15 años de carrera, se asume como una persona mucho más plantada y agradece lo vivido porque fue, a pesar del dolor, lo que le permite estar hoy donde está.
En diálogo con LA NACIÓN, la artista habló sobre sus inicios, la vez que a sus 11 años se animó a romper con la vergüenza para subir al escenario de la escuela -lo que resultó ser un antes y un después-, aunque admitió que aún hoy le cuesta la exposición, dar entrevistas y mostrarse. Leiva se hizo famosa en 2008 luego de haber ganado el concurso “Pasión canta”, del programa de televisión Pasión de sábado. Anteriormente tenía su grupo de música con el que daba shows mientras que en paralelo trabajaba haciendo “de todo”, limpiando, en atención al cliente y en locales de ropa.
Ya con miles de seguidores, discos en su haber y giras internacionales, en 2017 la artista que en mayo inicia su tour por sus 15 años de carrera que la llevará por Rosario, Santa Fe y Avellaneda, dio un giro en su vida y su carrera cuando decidió romper con una relación tóxica y se separó de quien fuera durante casi una década su novio y representante, Mariano Zelaya. “Me fui de esa relación pensando que me iba a dedicar a otra cosa, que la música no era para mí porque me iba a hacer la vida imposible. Lo hizo, pero tuve la fortaleza para seguir adelante”, recuerda y también se refiere a cómo luego de aquella ruptura se fortaleció y le surgieron grandes oportunidades laborales como Cantando por un sueño, “Bailando...” y su debut en la actuación en la tira de Polka 1-5/18. Nada mal para aquella pequeña que a los cinco años se subía a un banco de madera hecho por su abuelo para mirarse y cantar frente al espejo del baño y que en la casa de sus padres cenaba con la tele de fondo mirando a Marcelo Tinelli y las novelas de Adrián Suar.
—¿Cómo es tu personaje en el musical School of Rock, que se estrena el 20 de junio próximo?
—Es una directora con una formación bastante rígida y ella también lo es, muy mandona y tiene conflictos con el personaje de Soy Rada y pasan muchas cosas que no voy a spoilear, lo tendrán que ver el 20 de junio. Es un sueño para mí estar acá.
—Desde chica hacés música, incluso antes de ser profesional, hablando de que tu personaje es una directora estricta, ¿cuán importantes son la familia, los maestros y los directores en tu camino artístico?
—Muy importante, toda esa gente te forma o no te hace sentir inseguro, porque hay muchos chicos que se quieren dedicar a algo y si alguien que tiene autoridad les dice que no... Ahí es cuando hay que ser fuerte y tener claro lo que uno quiere y por dónde ir, aunque cuando sos chico es difícil. Es muy común que te digan que no y tiene que ver con los tiempos de la sociedad, cuando yo era chica había otras cosas que interferían, el arte estaba mal visto. Te decían: ‘hay que ir a estudiar’. Por suerte tuve una formación muy genuina, orgánica y tuve muy claro lo que quería, entonces en ese sentido se me hizo más fácil. Sí, luchaba contra mi timidez, era muy tímida, la timidez desde la inseguridad, era parte de eso y costaba un poco abrirse, mostrarse.
—Hablás de timidez y sin embargo, escribís tus propias canciones, ahí estás a flor de piel, ¿cómo hacés?
—Empecé a escribir de grande, me costaba mostrarme, es algo que nace de una. Me da vergüenza que esté mal lo que esté diciendo, pero es una historia y estás mostrando sentimientos en la letra y no tiene nada de malo, pero bueno, son cosas que pasan en el momento.
—¿Cómo era la Ángela de hace 30 años, la niña?
—Me cuentan y más o menos me acuerdo que me encerraba en el baño, que mi abuelo había hecho un banquito de madera que lo usaron mi mamá y mi tía y después lo usé yo y mis hermanos, y me paraba ahí para verme al espejo a cantar y me pasaba horas, siempre lo tuve como una parte de mí.
—¿Hay artistas en tu familia?
—Sí, hay un tanguero que era tío de mi papá y primos segundos que no se dedicaron profesionalmente pero que les gusta mucho la música. Pero no hay nadie que me haya dado el ejemplo.
—¿Tus padres siempre te apoyaron?
—Sí. Mis viejos jamás me dijeron que no a nada, además era una alumna ejemplar en el colegio y les pasó un poco a mis hermanos esto que hablaba de compararse, les gustaba la música, pero les daba miedo porque Ángela por decirlo de alguna forma, “era la famosa y exitosa” que se dedicaba a eso y a veces es difícil armar un camino propio sin comparar ni parecerse.
—¿Cuál fue el quiebre para romper con las inseguridades?
—No hay un quiebre porque fue paulatino, cuando me animo a cantar por primera vez en público fue en el colegio, en sexto grado que mis compañeros sabían que yo cantaba y yo no sabía por qué sabían porque para mí era un secreto. Yo lo tenía tan naturalizado el tema del canto que en la escuela estaba como en casa cantando y me escucharon muchas veces sin que me diera cuenta, hasta que la profesora armó un coro y preguntó quién cantaba y todos dijeron: “Leiva”. ¿En qué momento supieron? Y ahí tuve que cantar casi obligada, pero fue una sensación de decir “por fin me estoy animando a hacer algo que no me animaba”, con todo lo que conlleva, inseguridad, el qué dirán. Encima el colegio, que viste cómo es a esa edad y después pasé de ser la NN a la cantante del cole y me animé más porque los músicos que había en mi barrio me venían a buscar: “¿No te animás a venir a cantar?’” Y así pasó que tuve mi banda de barrio.
—¿Siempre pudiste trabajar y vivir de la música?
—Cuando terminé la secundaria tuve mis changuitas porque siempre fui muy responsable y no se la pasaba tan bien económicamente en mi casa y sentía la necesidad de tener mi plata para tener mis cosas. Hice limpieza en una obra que estaba terminándose, estuve en comercios de ropa, atención al cliente, pero nada me llenaba como ir a ensayar con mis amigos. De golpe a los 17 me encuentro con que la banda se disuelve y escuché en la radio que había un concurso de Pasión de sábado, pero yo no quería ir, entonces me llevó un amigo de los pelos.
—¿Por qué no?
—Lo mismo, la inseguridad. Más allá de que tenía fogoneo de cantar en público y un poquito de pista, para mí ir ahí era miedo y todo desconocido. Y gané el concurso y así grabé mi primer disco de manera profesional, Angela.
—En ese momento, ¿vivías en Tandil o ya estabas en el Gran Buenos Aires?
—No, vivo desde los 8 en Buenos Aires, la historia fue loca porque mis papás se separan, mi papá se viene a vivir a Lanús y se reconcilian por teléfono y nos vinimos todos a Lanús. Viví en Lanús, en Calzada Temperley. Para mí fue normal, no lo sentí, pero sí siempre fuimos una familia de clase media baja y había que laburar y nos íbamos de los alquileres complicados, por eso no me gusta tener deudas.
—Hoy tu situación es distinta, ¿cómo hacés para no marearte y recordar quién sos y mantener tu esencia?
—No me confundo porque siendo sincera, no disfruto al cien por cien las notas por ejemplo, esto lo hago porque me gusta contar lo que hago, pero no es que quiero maquillarme y que me vean, tuve mi proceso de mambo de no entender y sufrir la exposición. No lo entendía, iba al baño y la gente me seguía.
—¿Te costó estar en el mundo de la música siendo una mujer joven?
—Tuve suerte porque no lo sufrí hasta que me di cuenta que me habían pasado cosas, no sufrí ningún tipo de abuso gracias a Dios y los excesos no estuvieron cerca mío, no me ofrecieron droga, nada, siempre fue muy color de rosas, pero estaba rodeada de gente complicada y con los años me di cuenta de que estaba todo bien, la pasé bien, pero me cagaron arriba de un puente, es lo que me tocó y si miro para atrás me doy cuenta cómo crecí como persona y artista. Si no me hubiese pasado no sería quién soy hoy, no estaría en School of Rock.
—Te separaste de una expareja (en 2017 rompió su relación de ocho años con su novio y representante Mariano Zelaya), ¿ahí te diste cuenta de las cosas? Coincide con una nueva Angela en el escenario también, ¿no?
—La historia es heavy y hubo un quiebre muy fuerte de un día para otro, salí de la oscuridad en la que estaba sumergida y se empezó a abrir el universo. Me fui de esa relación pensando que me iba a dedicar a otra cosa, que la música no era para mí porque me iba a hacer la vida imposible. Lo hizo, pero tuve la fortaleza de seguir adelante. Fue difícil, subía al escenario y luchaba para que me dieran espacio porque él hacía de las suyas. Yo después bajaba y lloraba, pero todo el movimiento para llegar ahí era fuerte y difícil y hoy me toca ser una mujer diferente con un crecimiento muy grande en todos los aspectos que se te ocurran. Siguen pasando cosas en ese nivel, sigue hostigando, molestando, pero lo digo desde otro lugar, me arremango y digo: “dale”, soy una artista libre.
— Después de que lo contaste, te habrán escrito muchas mujeres...
—Sí, muchas historias, yo tenía mucha vergüenza de contar esta historia porque cuando sos víctima pensás que tenés la culpa entonces es difícil hablar. Yo salí a hablar en los medios por seguridad porque tenía amenazas y después de hablar tuve un apoyo total y no entendía nada, evidentemente no me pasaba a mí sola, la pasaba a muchas personas, mujeres, hombres y así fui soltándome y contando más. Se me complicaba porque cuando contaba de mi trabajo, tenía que contar eso también y ahora entiendo que está bien contar las dos cosas y habla también de mi historia.
—¿En quiénes te apoyaste durante este proceso?
—Mi amiga Karina de toda la vida y amigos de muchos años que me apoyaron mucho. Tenía una amiga que pensaba que yo estaba cómoda, me veía tan normal, pero yo no me daba cuenta. Cuando estás adentro lo naturalizás porque no es de un día para el otro, es un trabajo paulatino, estuve ocho años con esa persona. Manejaba mi carrera, mi plata, todo.
—Volviendo a School of Rock, estuviste muchas veces en el Gran Rex pero desde otro rol, ¿cómo es este regreso?
—Tengo otro chip, dije: “este lugar no lo conozco”, vi la marquesina y no lo podía creer. Estoy muy emocionada, contenta, con ganas de aprender porque nunca hice teatro musical.
—Igual, la cantante siempre está.
—Sí, arranco mi gira, estuve con Los ángeles azules en los Estados Unidos que siempre me llevan de gira, en Texas son latinos y se copan, les gusta la cumbia. Y ahora arranco mi gira por los quince años, que armé todo por este mes hasta que arranque la obra, así que voy a dividir mi cerebro, Angela vs Rosalie y cuando termine la obra, continúo. Igual, conviven perfectamente, soy la misma persona y esto lo hago porque me encanta estar acá.
—Ya habías incursionado en la actuación con la novela 1-5/18, ¿cómo recordás esa experiencia?
—Hay un público popular que nos sigue a todos lados que es muy grande, pero cuando estás en la televisión abierta hay un cross over que te amplía mucho el espectro y fue increíble. En pandemia entro al canal, no había otra cosa que hacer que prender la tele y el programa estaba en el prime time, era arte y el arte salva, fue maravilloso. De ahí surgieron otras experiencias como la de la novela o haber bailado también con Tinelli.
—¿Lo imaginabas? Supongo que de chica habrás visto las novelas de Suar o a Tinelli.
—Claro, en mi casa siempre fuimos de prender la tele para comer, la novela, Tinelli y yo no lo podía creer, soy una privilegiada. Me pasan cosas que quiero y deseo, y si lo llevás en las entrañas y sucede.
—Entonces, ¿qué le dirías a las pequeñas Ángelas que tienen un sueño?
—Que sigan así, si no hubiese vivido todo lo que viví no sería la Ángela que soy hoy. Confíen.
—Ahora estás en pareja (Gabriel Mikelovich es músico de su banda y su novio desde hace casi tres años), ¿viven juntos? ¿Qué cosas te gusta hacer cuando no trabajás?
—Estamos en casas separadas, vivo en Brandsen, es una cuasi convivencia y estamos bien así. En mi tiempo libre, la música para mí siempre fue un hobby y un disfrute por más que trabajo en eso, trato de ocuparme de mí, entrenar, descansar, disfruto mi casa, miro ficción. Si me escuchás es aburrido, pero la verdad es que mi vida artística es tan agitada que si estoy en mi casa y puedo estar dos días encerrada y no salir, buenísimo.
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