Ángel Magaña: la película que le cambió la vida, por qué no quería que Julieta fuera actriz y el amor que lo acompañó
Una pequeña aparición como extra en un film hizo que pudiera hacer realidad el sueño de ser actor; conoció a su esposa rodando una comedia y fue muy apegado a su familia
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Ángel Magaña nació actor, nunca tomó una clase de arte dramático. De joven su sueño era verse en la pantalla grande y encontró una pequeña oportunidad en El caballo del pueblo, de Manuel Romero, que se estrenó en 1935. En ese entonces tenía apenas 19 años y apareció unos pocos minutos, como extra y sin parlamento. Pero ese ratito fue suficiente para que otro director, Mario Soffici, lo convocara para hacer Cadetes de San Martín. Ahí sí tenía un pequeño papel junto a uno de sus ídolos, Enrique Muiño. Su sueño empezaba a tomar forma. Nació el 24 de agosto de 1915 en Buenos Aires y fue uno de los actores más prestigiosos de la época de Oro de nuestro cine. También hizo teatro y televisión. Murió a los 67 años, el 12 de noviembre de 1982.
Creció en una familia humilde en la que todos trabajaban para poder comer cada día. Magaña también, pero guardaba siempre unas monedas para ir los sábados al cine continuado del barrio y ahí pasaba horas imaginándose en esa pantalla. Sus padres sabían de sus deseos y lo apoyaban, pero el apuro del día a día era fuerte y él trabajaba de lo que podía: mozo, vendedor, empleado. Pero cuando tuvo una oportunidad, la aprovechó. El dinero que ganó por su breve actuación en la película no representó una ayuda económica para la familia, pero encendió el fuego y nadie pudo parar ese deseo. Los críticos de ese momento decían que Magaña tuvo muchas oportunidades no solamente por su talento sino porque despertó interés en el público femenino: todas querían su sonrisa. Y él lo aprovechó convirtiéndose en uno de los actores más taquilleros de los años 40 y 50. La suerte también estaba de su lado porque ya llevaba filmadas unas cuantas películas cuando Soffici volvió a convocarlo para hacer Prisioneros de la tierra, luego de que falleciera José Gola, que iba a hacer ese papel. Y fue un gran espaldarazo.
En cine hizo Kilómetro 111 (1938), Prisioneros de la tierra (1939), Fragata Sarmiento (1940), Héroes sin fama (1941), Yo quiero morir contigo (1941), La guerra gaucha (1942), Su mejor alumno (1944), El muerto falta a la cita (1944), La calle grita (1948), La cuna vacía (1949), Arroz con leche (1950), Esposa último modelo (1950), Cuando besa mi marido (1950), Cosas de mujer (1951), No abras nunca esa puerta (1952), Los ojos llenos de amor (1954), La cigarra no es un bicho (1963), Viva la vida (1969), La familia hippie (1971), La sonrisa de mamá (1972), Mi amigo Luis (1972), Andrea (1973), Adiós Alejandra (1973), Dos locos en el aire (1976), Así es la vida (1977), Hotel de señoritas (1979) y tantas más.
Un amor para toda la vida
En El mejor papá del mundo, en 1941, conoció a Nury Montsé y se enamoraron. Se casaron, tuvieron dos hijas, Alejandra y Julieta, y estuvieron juntos hasta que ella falleció, en 1971. Montsé, que había nacido en España y emigró a nuestro país siendo todavía una niña, se despidió de la actuación con El hombre que se llevaron, que filmó en Chile, para dedicarse a su familia. Julieta Magaña, que murió en enero de 2017, solía decir de su papá que había sido el mejor papá del mundo, tal y como rezaba la película en la que sus padres se vieron por primera vez. “Solo trabajamos juntos en Andrea, con Andrea Del Boca, y nos divertíamos muchísimo. Me decía ‘hacé la toma sola porque si sos inconsciente y te querés meter en esto, yo no quiero saber nada’. Y se reía. Con mis dos padres actores, me fascinaba ese mundo y de chica les decía que quería ser como ellos, pero mi papá me advertía que el oficio del actor era muy inestable y quería que estudiara otra carrera; le di el gusto, hice magisterio y trabajé varios años como maestra jardinera hasta que llegó la oportunidad en televisión en Este es mi mundo. Me acuerdo que fui al casting sin decir nada en casa y cuando quedé elegida entonces fue fácil convencer a papá de que era lo que realmente me gustaba. Como ya tenía el título bajo el brazo, no pudo decirme nada. Fue un gran tipo mi viejo, como dice la canción. Con mi hermana nos encantaba ir al teatro a verlo; era una fiesta. Y en casa nos hacía leer los libretos que le llegaban y si alguno no nos gustaba, no lo hacía. Como marido fue excepcional y como papá y abuelo también. Dios lo premió en todo porque como actor llego a lo más alto”, decía la actriz en programas de los 90 cuando le preguntaban por su papá.
Un actor difícil de encasillar
Ángel Magaña también se destacó sobre escenarios de teatro y además fue productor cuando fundó junto a su esposa la Compañía Teatral de Ángel Magaña y Nury Montsé, en los 50. Protagonizó Los ojos llenos de amor, tanto en cine como en teatro, al igual que Así es la vida, junto a Luis Sandrini. En un programa de Salvador Sammaritano, Julieta Magaña contó sobre su papá, que había tenido la gracia de conocer a Federico García Lorca mientras hacía una pequeña participación en La dama boba, con Eva Franco. “Papá siempre contaba que García Lorca le había dicho ‘tú vas a llegar lejos porque tienes duende’. Y tuvo mucha razón”, repetía con orgullo.
En televisión fue conductor además de actor y se lució en un programa de Canal 9 que se llamaba La boite de Angelito y luego en Adelante juventud, en Canal 7. Hizo Los argentinos somos así, ¿o no?, una ficción que duró una década, la novela A la buena de Dios y Lecciones de felicidad conyugal junto a Mirtha Legrand. La Chiqui lo apreciaba mucho y solía decir que era su galán preferido: “Un actor maravilloso con el que filmamos varias películas, entre ellas Esposa último modelo”.
Hizo personajes comprometidos y también livianos porque era uno de esos actores difíciles de encasillar. Podía arrancar carcajadas o conmover hasta las lágrimas.
Fue el más joven de los idealistas agrupados en Artistas Argentinos Asociados y con ese sello fue actor y productor de La guerra gaucha. Junto a sus colegas Lydia Lamaison, Pascual Nacaratti, Alberto Barcel y Domingo Manía solía juntarse en el café Ateneo, en donde deliberaban hasta que los echaban.
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