Luego de quedar fuera de LAM, la locutora, periodista y panelista se enojó y se desilusionó, pero con el tiempo pudo reconciliarse con la situación; en una charla con LA NACION habló sobre este episodio y también repasó su carrera y su difícil infancia
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Fue un año de cambios para Andrea Taboada que, de la noche a la mañana y después de muchos años, quedó afuera de LAM, se enojó y se desilusionó. Pero pronto recibió una propuesta de la misma productora y se sumó a El diario de Mariana también por América. En diálogo con LA NACION, hizo un repaso de esta etapa, contó cómo está su relación con Ángel de Brito y también habló del amor, de su temor a la muerte, de la difícil relación que tuvo con sus padres y de su adicción al trabajo. La locutora, periodista y panelista arranca sus días temprano en Las mañanas de CNN, de lunes a viernes de 10 a 13, y casi no tiene tiempo de almorzar porque a las 14.30 tiene que estar en América. El encuentro con este medio es al final de uno de esos días laborales. La panelista se relaja, se toma un té, saborea un tostado y cuenta que no almorzó porque todavía no se adaptó a los nuevos horarios.
-Pasados unos meses de tu sorpresiva salida de LAM, ¿cómo está tu relación con Ángel de Brito?
-Súper bien. Veníamos hablando de la posibilidad de un cambio y no me pareció mal porque le hizo bien al programa y a mí. Fue un cimbronazo que además me sacó de mi zona de confort. Enseguida Mandarina, la misma productora en la que trabajo muy bien desde hace años, me ofreció sumarme a El diario de Mariana, que me permite volver a mis orígenes, a investigar. Me hizo muy bien. Soy todo terreno y puedo trabajar en la calle, hacer un móvil, estar un panel. Fue un cambio positivo, me encanta trabajar con Mariana Fabbiani y con todo el equipo. Y también fue súper positivo trabajar en LAM tantos años. Crecí mucho con Ángel y me hizo descubrir cosas mías que empecé a explorar.
-¿Es verdad que ya no son amigos?
-No es cierto. Lo que se dice en las redes, queda ahí y es parte del juego. Hay mucha crueldad en las redes y me costó aprender a que no tienen que afectarme. A Ángel lo adoro y somos amigos, hemos ido de vacaciones juntos muchas veces y podría volver a trabajar con él. Simplemente, tocaba esta nueva etapa, que disfruto.
-¿Y tus enfrentamientos con algunas angelitas son verdad o show?
-Lo que se vio al aire es verdad. Tenemos opiniones diferentes con algunas y al aire eso se alimenta un poco, quizá. Pero es cierto que tengo diferencias con Yanina (Latorre) y las tuve con Nancy (Pazos) y con Fernanda Iglesias, que hace años me había dado un golpe para callarme. Fue difícil. Con Fernanda no tengo relación, pero con el resto está todo bien, podemos encontrarnos, tranquilamente.
-Debe haber mucha competencia en un panel...
-Cada uno tiene su rol y respeto eso. Hay competencia como en todos lados, pero también se trabaja en equipo y se comparte información.
-¿Y qué pasó con el LAM que decías moviendo la mano? Se convirtió en un sello del programa.
-¡Es de locos! (Risas) Se dio de casualidad porque a veces pasábamos audios exclusivos y yo grababa bajito, “los ángeles de la mañana, LAM”. Y un día Ángel me pidió que lo dijera al aire y no sé por qué me llevé la mano a la boca haciendo un gesto y quedó. La gente en la calle me lo pide y los chicos también lo usan mucho para decir que de tal tema no se puede hablar. Es muy gracioso. Cuando me fui del programa pregunté quién iba a decir “LAM” y me respondieron “nadie”. Después lo dijeron, está todo bien. Fue un sello que quedó y fue muy casual.
-Entre un programa y otro te operaste la papada, ¿por qué? ¿El medio los obliga a estar impecables, jóvenes y delgados?
-Me operé con el doctor Félix y no es una cirugía sino una intervención ambulatoria. Después tuve la venda durante una semana. Lo hice por mí y fue una decisión mía. La verdad es que en esta productora nunca nadie me habló de estética. Jamás me señalaron nada de mi físico, pero he escuchado a otros productores de otros lugares comentar algo. Esto lo hice por mí y de vez en cuando me hago botox para verme bien. Sin embargo, todo eso no suplanta una buena terapia.
-¿Qué tipo de terapia hacés?
-Hago terapia desde los 15 años y durante mucho tiempo hice terapia tradicional. Ahora estoy con biodecodificación y neurolingüística, una vez por semana y me hace muy bien. Con Carina Casagrande, que es una genia, tenemos un proyecto y queremos armar algún centro para personas que necesiten ser contenidas, escuchadas y sanar, o hacer podcast también. Por ahora estamos haciendo vivos en Instagram. Ella es la profesional y yo sería un enlace con la comunicación. De chica quise estudiar Sociología e hice algunas materias en la UBA, pero en ese momento había muchos paros y me cansé.
-¿Vos pudiste sanar?
-Mucho. Hay conductas que repetía y me hacían mal, que tienen que ver con la valoración y la autoestima. Nada es mágico y lleva un tiempo, pero pude ver algunas cosas y darme cuenta que nada es tan trágico, todo se puede modificar. Para mí todo es una tragedia griega (risas) y aprendí que los cambios pueden ser positivos.
-Hablemos de amor, ¿estás enamorada hoy?
-Tuve parejas, he convivido también, pero hoy estoy sola. No es fácil conocer a alguien y no quiero meterme en esas aplicaciones que se usan para buscar pareja porque es un casting. No digo que esté mal, pero no tengo ganas de ir a tomar café con uno, con otro. Preferiría conocer a alguien en un viaje, en un bar.
-¿Qué otras actividades tenés fuera del trabajo?
-Soy adicta al trabajo. Lo sé y me lo hacen saber (risas), pero mi trabajo me apasiona. También me hago espacios de ocio y aprendí a no sentir culpa. Me gusta salir con amigos, ver series, pero no hacer maratones porque me agota. Para mí es un planazo hacerme una rica comida y si hay buena compañía mejor...
-¿Te cocinás?
-¡Si! Me gusta. El otro día encontré oro en polvo en el freezer: un pedacito de salmón que hice con alcaparras, oliva, tomate y salió riquísimo. Me gusta juntarme con amigos y comer asados, que no sé hacer, pero quiero aprender.
Entre los miedos y una difícil infancia
-¿Tenés miedos?
-Le tengo mucho miedo a la muerte. Es algo que no tengo trabajado porque me da mucho vértigo. A la mía y a la de mis seres queridos.
-¿Tus padres fallecieron?
-Mi mamá falleció hace dos años y estaba enferma desde hace muchos años. Tuve una relación difícil con ella, pero cuando falleció empecé a soñar cosas lindas que compartimos juntas. Y me pasó algo curioso estando en LAM: la dueña de una agencia de turismo me vio bailando griego con Pía (Shaw) y se comunicó para invitarme a conocer Grecia y lo loco es que esa mujer me hacía recordar a mi mamá y yo le recordaba a su propia mamá, hoy somos amigas. Y de la muerte de mi papá me enteré hace pocos años.
-¿No se veían?
-No.
-¿Por qué?
-Cuando yo era chica, vivíamos con mis padres y mis tres hermanas en Villa Luro y se llevaban muy mal, había peleas, discusiones y situaciones de violencia también. Un día mis hermanas y yo nos fuimos de la casa, casi escapándonos. Yo tenía 11 años. Fuimos a una casa prestada en Villa Lugano.
-¿Nunca más supiste de tu papá?
-Solamente una vez cuando se casó una de mis hermanas y necesitaba la autorización de los padres. Fue al Civil, a firmar. Yo tenía 14 años y al principio no me reconoció, después sí. Y nunca más lo vi. Era una familia disfuncional. Aprendí que uno hace lo que puede y que no hay que pedir algo que el otro no puede dar. Me cuesta, igual.
-¿Cómo fueron tus comienzos en radio?
-Apenas me recibí de locutora trabajé en Radio Buenos Aires haciendo bailanta y me encantaba, pero empecé anunciando un tango y hacía suplencias los días que nadie quería ir: los feriados, el 24 y 31 de diciembre (risas). Después entré a Radio del Plata y ahí estuve con todos: Juan Alberto Badia, Lalo Mir, Luis Garibotti, Oscar González Oro, Marcelo Longobardi, Santo Biasatti y de todos aprendí mucho, fue una gran escuela. Hice también producción de radio y me acuerdo de estar en Radio América al aire y escuchar un estruendo tremendo, que fue la explosión de la AMIA. Esa tragedia fue una prueba de fuego en mi trabajo y pude resolverlo bien, a pesar de todo.
-¿Y cómo llegaste a la tele?
-Fue gracias a Chiche Gelblung. Un día me llamó una compañera y me ofreció hacer producción para Memoria. Fue una escuela enorme porque Chiche es todo lo que está bien y todo lo que está mal, y le da una vuelta de tuerca a todo. Aprendí muchísimo. Y una vez, en un informe sobre una niña sustraída por una familia militar, Chiche me pidió que hiciera los copetes y así salí al aire sin querer. Los tuve que grabar muchas veces porque no tenía experiencia y estaba nerviosa, pero seguí delante de cámaras y pasé por varios programas. Estuvimos once años al aire en Magazine con BDV, con Ángel de Brito y Mariana Brey, y fue él quien me convocó para LAM.
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