La actriz, que estrena junto a Guillermo Francella el film La extorsión, mantuvo una extensa charla con LA NACION acerca de los comienzos de su carrera, del camino que la llevó del modelaje a la interpretación y de sus secretos de belleza para verse espléndida a los 61 años
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“En mi carrera, los ‘no’ fueron muy importantes, aunque en cine he sido más permeable”. Andrea Frigerio piensa en voz alta su profesión de actriz, ese rol que, desde hace ya varios años, ocupa sus intereses. Y si en sus comienzos como modelo se destacaba en las pasarelas con impronta propia, a la hora de actuar tampoco pasa inadvertida. Papeles como el que le tocó interpretar en Mi obra maestra, el impecable material de Gastón Duprat, la posicionaron en un buen sitio dentro de la industria.
Ahora es el turno de La extorsión, el film dirigido por Martino Zaidelis, que se estrena este jueves en salas, antes de pasar a la plataforma de HBO Max. Como en Mi obra maestra y, anteriormente, en el ciclo de humor Poné a Francella, en La extorsión Frigerio vuelve a compartir el trabajo con Guillermo Francella.
Desde hace tiempo, quien fuera una de las más reconocidas modelos de los noventa, se perfila como una actriz en búsqueda permanente. “Si uno quiere delinear su carrera de una manera en particular, el ´no´ es más importante que el ´sí´”, vuelve a remarcar.
-¿Por qué decías que sos más permeable con el cine?
-Porque siento que filmar en Argentina es una epopeya, donde todo es muy complejo de lograr, entonces, cuando un director me llama, siento que antes pensó muy bien por qué me convoca y qué es lo que quiere. Hay un sueño, un pensamiento previo. Incluso hubo realizadores que modificaron algún guion pensando en mi persona. Recibo muchos guiones y, por una cuestión de respeto, los leo a todos. Además, me gusta mucho leer cine y teatro.
-Es complejo leer teatro.
-A los productores les encanta que uno preste atención a ese libro que te hacen llegar. Si no estoy trabajando, cuando recibo un texto, lo leo inmediatamente y a las dos horas contesto. No me gusta hacer esperar a nadie.
-Además, hay toda una expectativa del otro lado.
-Es un tema de educación, la otra persona está esperando.
-¿Qué aspectos del rol de actriz son los que más te convocan?
-La búsqueda del personaje, al que abordo en detalle, con canutillos y todo el proceso creativo previo al rodaje. Me resultan muy interesantes de abordar, me parece una parte muy importante, tanto como comulgar con las ideas del director y tener una buena experiencia en el set.
-Es un aporte valioso ir en la búsqueda de la historia del personaje, más allá de lo que plantea explícitamente el libro.
-Me parece que, lo más interesante de nuestro trabajo es conocer y vivir las vidas de otros, es lo más rico que podemos hacer, por eso amo a mis personajes. Por supuesto, nos podemos quedar en la capa exterior, pero profundizar es mucho más importante. Por suerte, trabajé con directores muy buenos que me permitieron eso.
-¿Cuál es la vara para elegir?
-Me interesa abordar personajes que me exijan un desafío y donde no tenga que hacer de Andrea Frigerio, ni caer en el estereotipo de “señora de San Isidro”. Si hago eso, estaría choreando.
La extorsión se sumerge en el mundo de la corrupción. Un piloto aeronáutico, interpretado por Guillermo Francella, apasionado de su trabajo, esconde un secreto que, de hacerse público, le impediría seguir cumpliendo con su labor. Los servicios de inteligencia, atentos a este dato, lo obligarán a cumplir con una misión riesgosa e ilícita, a modo de extorsión para que pueda continuar con su tarea. En ese cuento, Andrea Frigerio interpreta a una azafata muy vinculada al piloto: “Fue meterme de lleno en un mundo que desconocía, como lo es el de las azafatas y, por otro lado, significó la posibilidad de hacer un policial, género que nunca había transitado, pero era un gran deseo, ya que soy muy consumidora de policiales”.
Frigerio reconoce que ha descubierto más de un secreto, como el secreto lugar del avión donde descansan los pilotos -“Tienen hasta camas”, dice la actriz-, como así también se plantea esa necesidad de la “buena cara” con que la tripulación trabaja, a pesar de algún sobresalto o situación inesperada.
-¿Cómo es tu azafata?
-Tomé algunos elementos de Andrea para componer a Carolina, ya que soy amable, pero tengo mucho carácter.
-”Mucho carácter” no es lo mismo que “mal carácter”.
-Tengo buen carácter, pero soy muy buscadora de la verdad. Agradezco a quienes escribieron este guion que hayan pensado en una mujer de carácter y no en un florero.
-En otro tiempo, la mujer de carácter era caratulada como poco menos que de desquiciada.
-No fue mi caso, porque, en mi comunidad, ya sea en mis grupos de amistades o en mi familia, suelo ser la persona de consulta. Me pasa mucho que me digan “vos qué harías ante tal o cual cosa”. No me gusta dar consejos, pero sí ayudar a pensar a otros.
Hubo mucho de su construcción como mujer determinada de la herencia de Marta, su madre, una maestra rural que viajaba de Belgrano al campo para ponerse al frente de una escuela. “Hacía dedo en la ruta para poder llegar, pero ese compromiso le terminó costando el matrimonio, ya que mi papá le decía que lo que ganaba era menos que lo que le tenían que pagar a la señora que me cuidaba, pero la vocación de mi madre era muy fuerte. Ella me inculcó que siempre hiciera lo que tuviera deseo de hacer y que nadie debía imponerme nada. Eso me forjó un carácter y una autosuficiencia económica”.
-Y una autosuficiencia emocional.
-Es muy difícil ser autosuficiente emocionalmente. Siempre hay alguien que te ayuda, ya sea un amigo o, en mi caso, mi marido y mis amigas.
-Eso no sería una dependencia, sino un tejido de contención.
-Me siento muy fuerte, pero no me gustaría estar sola, no tener a nadie en quien apoyarme. A mi me gusta sentirme protegida y me gusta proteger; así lo hacemos con mi marido. Sin embargo, eso no anula ser determinado, tener carácter.
Tiempo al tiempo
Plantada, no reniega de sus 61 años, por cierto muy bien llevados. “En mi caso, que he trabajado con mi cuerpo, con mi piel y con la belleza, tengo que estar muy bien plantada para no sentirme emocionalmente dinamitada cuando todo eso va perdiendo frescura”.
-No estaría sucediendo.
-Gracias, pero estoy preparada para eso, es indefectible, nos pasa a todos. Por eso, si nos basamos sólo en algo que es evanescente, que desaparece, arrancan las inseguridades. Seguramente pasaré algún lapso de inseguridad, pero estoy armada para ese momento. También les sucede a los hombres.
-El hombre habla menos sobre esas cuestiones.
-Los varones de las nuevas generaciones comenzaron a soltar más la lengua. Como mamá, siempre auspicié el hablar.
-El diálogo se opone a la imposición.
-Soy del “yo siento”, porque, cuando partís de eso, no ofendés a nadie y es indiscutible, porque se trata de una sensación personal e intransferible. A la vez, es respetuoso e informa al otro sobre cómo está uno. En el caso del personaje que Guillermo (Francella) hace en la película, se trata de un hombre que no dice, que calla, lo cual también la hace sentir subestimada a Carolina, la azafata que interpreto.
-Los cambios físicos insoslayables que plantea el paso del tiempo no siempre son asumidos equilibradamente, pero la aceptación allana caminos.
-Uno puede modificar la realidad hasta cierto punto. Si no acepto el paso del tiempo y me empiezo a operar sin parar, en un momento me convertiré en un monigote y dejaré de ser yo, por ausencia de aceptación del transcurrir de la vida.
-Se te percibe muy plantada en cuanto a esos temas, ¿llevás una vida interior muy rica?
-Estoy en construcción permanente y tanto como dure mi entusiasmo va a durar mi juventud.
Imparable, buceadora de diversos universos y de incorporar conocimientos, se metió con el inglés y el italiano, y ahora está abocada a los estudios de anatomía, según confiesa. “No me preguntes por qué, pero necesito saber qué sucede en mi cuerpo a partir del paso del tiempo”.
-Para la actriz, el cuerpo es un lenguaje posible, para la modelo que fuiste, también. A partir de eso, ¿la anatomía es una búsqueda de respuesta ante los misterios del instrumento?
-Cuando uno más conoce, más quiere. El cuerpo es mi instrumento y mi vehículo, por eso lo cuido muchísimo, y esto tiene que ver con la salud.
-¿Qué hacés al respecto?
-Le presto a tención a la alimentación, descanso lo suficiente, y no me expongo a cosas que sé que me van a perjudicar. Estudio mucho el tema desde hace mucho.
Antes de dedicarse a la vida pública, estudió Biología en la universidad. A pesar del cambio de rumbo que experimentó en su vida, aquellas cuestiones que hacen a la genética humana no les resulta ajenas.
-¿Cuántas horas de sueño diarias?
-Respeto las ocho horas y me preparo para dormir.
-¿Cómo es eso?
-Evito la contaminación de las pantallas, evito que haya alguna luz en el cuarto. En términos evolutivos, el ser humano, en los últimos cuatro mil años, hizo cambios muy importantes, pero, te diría que, en el último siglo, fue cuando comenzamos a comer alimentos procesados envasados en paquetes, aparecieron las luces y las pantallas, fue muy fuerte pensando en las reglas de la naturaleza, algo se rompió.
Las reglas del espejo
-Se te percibe muy relajada en cuanto a tu imagen. En tu época de modelo, y moviéndote en un ambiente tan competitivo, la belleza y el cuidado del cuerpo, ¿fue una obsesión?
-Para mí, la belleza tiene que ver con la salud. Una persona saludable, que come y duerme bien, es bella, te atrae. Alguien con mala vida, con mala alimentación o peleado con el mundo, es muy difícil que sea bello.
Frigerio recuerda a su abuela francesa llamada Polette, quien le transmitió gran parte de esos hábitos saludables que hoy pone en práctica cada día. “No empiezo a comer el plato principal, si antes no hubo una ensalada con, por lo menos, tres colores. No como procesados desde que soy chica, nunca tuve la costumbre de ir al quiosco, mi única perdición es el chocolate”, dice.
-¿De qué otras cosas te cuidás?
-Evito tener relaciones tóxicas. Por supuesto, a veces me toca navegar por situaciones donde alguien quiere generar una situación tóxica, pero no me engancho, salgo de ese lugar. A quien tiene el paquete de basura en la mano, le rechazo el regalito.
-Antes te preguntaba por los mandatos de la belleza.
-En mi familia ese no fue un tema de elogio, no se decía “que linda que es fulana” o “que buenmozo es tal señor”, pero sí se valoraba la educación, ese era un valor que se destacaba. De hecho, me enteré que era linda cuando comencé a trabajar como modelo.
-Ingresaste a ese mundo por casualidad.
-No, no fue así.
-¿Cómo fue?
-Fui mamá muy jovencita, a los 20 años, así que no había otra opción que trabajar. Una noche, una amiga de quien era mi marido entonces vino a comer a casa y comentó que, al día siguiente, debía hacer una publicidad como extra por la que le pagaban, a plata de hoy, algo así como veinte mil pesos, una heladera llena. Así que, a pesar que tenía una panza enorme por el embarazo, sentí que tenía que acompañar a esta chica, quien, además, había dicho que se necesitaba gente para grabar la publicidad.
-¿Fuiste?
-No, porque era en General Pacheco a las seis de la mañana y, con el embarazo, era complejo poder trasladarme, pero le pedí el teléfono de la persona que la convocaba. Finalmente, nació Tommy y, a los veinte días, me presenté en la agencia, donde me vieron y me dijeron que tenía que trabajar como modelo. Mi primera reacción fue decirles que no me interesaba, ya que estaba estudiando biología, pero que necesitaba trabajar, hacer algo rápido. Así fue como comencé haciendo publicidad.
-Hasta ese momento, ¿no tenías percepción de tu belleza?
-Para nada.
-A lo largo de tu carrera, y siendo tu imagen la materia prima de aquellos trabajos, ¿te sentiste cosificada?
-No, en absoluto. Si alguien te quiere poner en un lugar que uno no quiere, eso no sucede, a no ser que se esté esclavizada o pasando una situación extrema.
-Convengamos que la sociedad de hace cuarenta años, cuando vos comenzaste, no se manejaba con los parámetros de hoy en torno al rol y el respeto hacia la mujer.
-Sí, pero la mirada externa siempre me importó un pito.
-¿Ahora también?
-Me sigue importando un pito lo que opinen los demás. Hago lo que quiero y, si no me sale, intento por otro lado, siempre sin molestar. No le pido permiso a nadie y eso viene de esa mamá que se iba a dedo a dar clases al campo, viviendo cómodamente en Belgrano.
-Polette y Marta, dos faros a la hora de estructurar tu forma de ser.
-Mi papá también fue importante, pero ellas fueron muy reveladoras.
Su abuela y su madre han sido mujeres emancipadas. Andrea Frigerio heredó ese temple de independencia y determinación. Sin embargo, prefiere no alistarse en torno al feminismo. “Los ´ismos´ no me quitan el sueño y te diría que no me gusta enrolarme en ningún movimiento. Dicho esto, te digo que el feminismo ayudó a avanzar a las mujeres sojuzgadas. Pero, también me gustaría separar el feminismo del hembrismo”, señala.
-¿Hembrismo?
-Sí, a mí la mujer combativa, que se pone en una actitud de pelea, no me gusta.
-Te referís a cierto sector que, quizás, hasta tiene una mirada “anti hombre”.
-Exacto, incluso hace perder la femineidad, algo que es maravilloso. A mí, ese tipo de estructura, no me hacen sentir identificada. Entiendo que haya mujeres que les guste ese camino, lo respeto, pero no es el mío. El hembrismo es el antagónico al machismo, y no se trata de una cuestión semántica. Por eso ubico al feminismo en otro lugar, siempre digo que sosteniendo los valores, uno se va imponiendo.
-Lo has hecho toda tu vida.
-Sí, además, no estoy peleada con los hombres. Los hombres son maravillosos, gracias a muchos de ellos he aprendido muchísimo. Puedo citar a quienes han vivido conmigo, mi abuelo y mi padre, mi marido y mi hijo. Somos un complemento hermoso.
-A tal punto tu valoración del hombre, que llevás el apellido de Eduardo, tu primer marido.
-Ya nos reímos con el tema. Lo que pasa es que mi apellido de soltera es Mitchelstein, muy difícil de decir. En el colegio, las monjas jamás me llamaban a dar lección porque no podían pronunciarlo. De más grande, cuando iba a los casting, me preguntaban cómo me llamaba y cuando yo decía “Andrea Mitchelstein de Frigerio”, dejaban “Andrea Frigerio”, porque era más sencillo. Además, pensaba que iba a hacer tres o cuatro publicidades para ganarme unos mangos y luego iba a volver a la facultad, así que el apellido era lo que menos me importaba.
-Pero te separaste y seguiste usando el apellido de tu ex.
-Con Eduardo estuvimos juntos nueve años y, aún hoy, mantenemos una gran relación. En realidad, ya estaba separada cuando me llamó Carlos Montero para hacer un programa en América. Le dije que era una gran oportunidad para recuperar mi apellido.
-¿Qué te respondió?
-”¿De qué estás hablando? Vos sos Andrea Frigerio”. Yo le explicaba que ya no era Andrea Frigerio, pero cuando le dije mi apellido, me dijo que era muy difícil. Incluso le sugerí que lo podía cortar, que me pusiera “Andrea Mitch”, pero no hubo caso. “Estoy contratando a Andrea Frigerio, no sé quién es Andrea Mitchelstein”. Montero sabía mucho y no me dio opción.
-¿Tu exmarido no se opuso?
-No sólo no le importa a él, sino que no le importa a mi marido. Además, los dos tienen una gran relación. Somos una familia extendida maravillosa, muy amantes de la armonía.
Frigerio conoció a Lucas Bocchino en 1991 y, luego de un viaje a Nueva York y Jamaica no se separaron más. Con los años, fueron padres de Josefina. A su vez, Tomás, el hijo que Andrea tuvo con Eduardo Frigerio, la hizo abuelos de tres nietos.
-Hablabas de tus comienzos en la moda y en la conducción de televisión. ¿Cuándo llega la actriz?
-Siempre supe que quería ser actriz, desde que veía Blancanieves y luego imitaba las escenas en soledad, o iba a la cocina y jugaba a Buenas tardes, mucho gusto.
-Modelar también requiere de una interpretación.
-Es un oficio mudo, pero interpretás, sobre todo, cuando pasás a grandes diseñadores como Gino Bogani.
-¿Cuándo fue el debut en la actuación?
-Seguí mi camino como modelo hasta que, María Inés, la mujer de Francella, que me había visto en una cámara oculta en el programa de Tinelli, le dijo a Guillermo que me tenía que llamar para integrar el elenco de Poné a Francella, porque era actriz y nadie lo sabía. Finalmente, me llamó Guillermo y nunca más paré.
-Así como elegiste a Carolina, tu personaje en La extorsión, ¿qué es lo que te convence de una ficción o de quien te toca interpretar?
-No juzgo al personaje jamás. Cuando me llega un libro, lo leo y, si eso ocurre de un tirón, es porque algo hay. En cambio, si hay duda, no hay duda…
-¿No hay duda?
-Si hay duda, no hay duda que no lo tengo que hacer.
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