En su rol de conferencista, este fin de semana ofrecerá una charla por streaming en base a su libro Belleza emocional; mientras tanto, graba la nueva tira de Telefe y espera el estreno de una serie que rodó en España
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“Belleza emocional, no estamos predestinados a ser quienes somos”. Con ese eje profundo y desafiante, Andrea Frigerio ofrecerá tres charlas a través de la plataforma de streaming Passline. La propuesta, que se anuncia para este viernes 30 y sábado 31 de julio y el domingo 1° de agosto a las 20, mostrará a la exmodelo, actriz y conductora en una faceta que viene desarrollando desde hace tiempo en torno al conocimiento interior y la búsqueda de modos sanos y amorosos para transitar la vida. “Uno cree que nos viene dado el quienes somos y no es así, tenemos mucho por hacer y trabajar si tenemos las ganas, la voluntad y la determinación de hacerlo”, sostiene quien fuera una de las mannequin más convocadas y cotizadas de los 90.
-Todo no se puede cambiar.
-Desde ya que no. No puedo modificar la etnia a la que pertenezco, pero sí puedo hacer algo con mi destino.
-Cambiar implica valentía.
-Y muchas ganas y voluntad. Lo importante no es quedarse en enunciados, hay mucha gente que sueña desde el sillón y no pone manos a la obra. Si deseamos algo, tenemos que ir en su búsqueda y ser consecuentes y determinados para llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos, dentro de las posibilidades de cada uno.
Hace dos años, Andrea Frigerio escribió Belleza emocional, el libro en el que desarrolla sus pensamientos en torno a esa búsqueda del ser que se quiere ser, un juego de palabras que encierra una enorme aventura. “Cuando se lanzó, no lo pude presentar debido a los compromisos que tenía en teatro, cine y televisión”, explica. Aunque el contexto pandémico no hizo mermar su trabajo, reconoce que es el momento oportuno para “trasladarles a otros” todo lo que aprendió a lo largo de los años.
-La búsqueda del autoconocimiento, ¿implica una responsabilidad?
-Es una responsabilidad y un compromiso con la vida el conocerse mucho a uno mismo y, sobre todo, ser la persona que más se conoce a sí misma.
-¿Cómo es eso?
-No debemos darle el poder a otro.
-¿Quién o qué puede ser ese otro?
-Un gurú o una adicción, algo que te pueda llevar de las narices. En mi caso, elegí ser la dueña de mi destino y hacer con ese destino lo mejor que pueda en el tiempo que dure mi vida.
-En ese camino aparecen los tropiezos inevitables, ¿cómo se los trasciende?
-La naturaleza nos enseña que todo es prueba y error. Todas las especies han evolucionado de esta forma, por eso mi frase de cabecera es: “Me caigo 100 veces, me levanto 101”. A veces, vivir un fracaso es lo mejor que nos puede pasar.
A pesar de irradiar una imagen idílica, algunos dolores atravesaron su vida. Pérdidas, separaciones y desasosiego de los que nadie está exento: ”Esos contratiempos hicieron que sea quien soy. Entiendo eso que me decís con respecto a lo que uno puede despertar en el otro, pero te voy a confesar algo: desde que tengo uso de razón, no estoy pendiente de la mirada ajena. Quizás viene con mi personalidad o es producto de la educación que recibí, pero nunca estuve sometida a aquello que los demás esperaban de mí. No es una postura, siempre fui así. Si quiero algo, voy detrás de eso. Y trato de hacerlo lo mejor posible, con seriedad y sin ser chanta conmigo misma. Por eso, el run run externo no solo no me afecta, sino que no lo escucho. La competencia es conmigo misma, siempre.
-Te iniciaste como modelo y transitás la vida como actriz, en ambos casos entra en juego la imagen. ¿Cómo te condiciona eso?
-Pude desengancharme del culto a la imagen, algo de lo que está pendiente mucha gente. Yo, en cambio, hago un culto a mi cuerpo, pero desde los hábitos de salud. Esto es algo que lo practico desde muy chica porque estoy convencida que, si se tiene salud, se tiene felicidad. Ser feliz es mi objetivo principal, así que, en consecuencia, cuido mucho la salud. Además, si uno tiene salud, también es bello. No hablo de proporciones, sino de sonreír, ser amable y estar contento con la propia vida.
-Se vive en cierta vorágine y sabido es que el estrés atenta contra los parámetros de salud, belleza y felicidad que planteás.
-Por eso, hay que tratar de no convertir el estrés en un hábito. A veces, no se puede evitar, pero en muchos casos es una elección.
-Entonces…
-Hay que caminar mucho, correr, andar en bicicleta, andar bajo el sol con protector facial… el sol es uno de los mejores doctores que tenemos al alcance. Y, desde ya, comer bien.
-Suele afirmarse que la alimentación más natural es muy onerosa.
-Quien dice que comer sano es caro, se equivoca. No creo que sea más costosa una manzana que un paquete de galletitas comprado en el supermercado. Todo lo que yo recomiendo está al alcance de la mano y es gratis.
-Imagino que llevás una dieta muy sana.
-Sí, pero como de todo. Si me invitan a comer pastas o un asado, acepto con mucho gusto. Pero, sí reconozco que, en mi casa, tengo un día a día muy prolijo y trato de comer productos no procesados, sin etiquetas.
Creer en el azar
Que el camino se construye en el hacer y atravesado por las variables del destino, Andrea Frigerio puede dar fe: “Estudiaba Biología en la Universidad de Buenos Aires, mi hijo Tomi era muy chiquito y, para mantenerme, debí salir a trabajar. Empecé como modelo porque tenía el aspecto físico de una modelo, surgió la oportunidad y arranqué”.
-Entraste a un universo desconocido.
-Fui muy bien recibida en un mundo que era totalmente ajeno para mí, dado que soy hija de una maestra y de un ingeniero civil. En mi casa no había artistas ni modelos, ni vivíamos en un mundo fashion, sino todo lo contrario. Mi padre era muy deportista y mi madre llevaba una vida muy austera porque era maestra rural.
-¿Te interesaba ese trabajo?
-Sí, me gustaba ser modelo.
Frigerio integra esa camada de modelos donde cada una desarrollaba una personalidad que la identificaba y convertía a su nombre en una marca: Nequi Galotti, Mora Furtado, Teresita Garbesi, Evelyn Scheidl, Mariana Arias, Ethel Brero, fueron algunas de sus compañeras en el ambiente del diseño y la vanguardia. “Cuando comencé me recibieron con los brazos abiertos. Cada una tenía un rol en la pasarela y creaba un personaje”.
-Y luego de convertir tu nombre en un referente del mundo de la moda, surgió la posibilidad de conducir en televisión. Juan Alberto Badía tuvo mucho que ver con el nacimiento de tu rol como conductora.
-¡Juan nos inventó a todos! Él estaba en un gran momento, era una estrella, y me ofreció estar a su lado. Aquel programa fue 12+1, salía por Canal 13 y lo producía la genial Marisa Badía, hermana de Juan Alberto.
-También trabajaste con Jorge Rial.
-Cuando comencé en América estaba Carlos Montero como gerente de Programación. Fue él quien me llamó para conducir un noticiero de espectáculos, idea que me encantó.
-¿En qué circunstancias se sumó Rial?
-Veinte días antes de salir al aire, Montero me propuso, para que el formato no fuese tan árido y formal, incorporar a “un chico que entra y sale, y te cuenta chismes, pavadas, pastillitas”, esa fueron sus palabras. Le pregunté quién era y me dijo que se trataba de Jorge Rial, a quien yo no conocía. En ese momento, él era notero de Lucho Avilés. Montero me dijo que me iba a encantar porque era gracioso y me iba a hacer reír. Acepté.
-¿Se llevaron bien?
-Nunca fuimos amigos, para nada… Éramos compañeros de trabajo y nada más.
La ficción de la realidad
Cuando el modelaje y la conducción la habían realizado profesionalmente, apareció la actuación. En teatro, Frigerio protagonizó desde una comedia de puertas como Money Money hasta La casa de Bernarda Alba, el referencial clásico de Federico García Lorca. En cine, fue una de las protagonistas de las películas Mi obra maestra y El ciudadano ilustre, dos de los títulos más relevantes del último tiempo del cine nacional, donde demostró su solvencia para encarnar personajes con personalidad. “Desde que metía el disco de Blancanieves en el combinado de mi casa y me ponía a bailar, supe que mi vocación era interpretar personajes”.
-La construcción del propio ser de la que hablabas al comienzo.
-Me fui convenciendo a mí misma que éste era mi camino. Cuando pasaba los trajes increíbles de Gino Bogani, actuaba sin hablar y cuando tuve que conducir, también apareció una especie de personaje.
Antes de iniciar la charla con LA NACION, se encontraba preparando su próxima creación en la intimidad de su casa de San Isidro. Esta vez, se trata de la psicóloga a la que le dará vida en El primero de nosotros, la súper serie (como ahora se le dice a las tiras) de 70 capítulos que se verá por Telefe y es producida por ViacomCBS. “Estudio un montón, no me baja el maná del cielo y me convierto automáticamente en Madame Ivonne de Argentina, tierra de amor y venganza o en Irene de El ciudadano ilustre”, describe en torno a su modo de componer.
“Hago un culto de cada personaje, me apasiona pensar cómo habla, armar su mirada, su caminar, los tips que lo definen. Nada está librado al azar, cada aspecto lo trabajo especialmente y con obsesión”. Bajo esa premisa como modus operandi, en las últimas semanas grabó la serie Limbo, una coproducción con España que se verá por Star+, la nueva plataforma de Disney. “Allí me puse en la piel de una mujer que se hizo de abajo y llegó a ser una gran empresaria, luchando en un mundo de hombres. La fui creando por capas, ese es mi método”, reconoce.
Para la interpretación de ficción es esencial apelar a un método, desde las técnicas ancestrales del teatro griego, pasando por Stanislavski, los modos del hacer son diversos e ineludibles. Ya sea en teatro, cine o televisión, cada soporte tiene sus reglas y, además, los actores aportan sus propios procedimientos de construcción. “Me toman los personajes y los dejo ser”, sostiene la actriz, quien además es la directora creativa de la línea de productos de belleza Roses are Roses.
-¿Qué significa que te “toman los personajes”?
-Van creciendo dentro mío, pero cuando me voy del set, los dejo ahí. Lo mismo me sucede en el teatro.
Lejos del estereotipo
Andrea Luisa Mitchelstein, tal su verdadero nombre, tuvo un primer matrimonio con el músico Eduardo Frigerio. Fruto de esa relación nació Tomás, que hoy tiene 39 años y que la convirtió en abuela por partida triple. Años después de separarse de Frigerio, de quien conserva su apellido, inició su relación con Lucas Bocchino, con quien hoy sigue unida. El matrimonio tuvo a Delfina, que es actriz y vive en España.
Frigerio tiene tres nietos: Olivia (8), Ramón (6) y Jacinta (4). Aunque lo es, cuesta imaginarla como abuela. “Tengo la vara muy alta porque tuve abuelas muy buenas, muy ocupadas y cumpliendo su rol con mucha responsabilidad. Polet era francesa y muy canchera, manejaba su jeep por los médanos y me enseñó a cocinar comida mediterránea. Por el otro lado estaba Luisa, que era descendiente de españoles y estaba muy ocupada en todo lo afectivo, en contarme cuentos, conversar mucho y llevarme al cine y al teatro”.
-¿Cómo te evaluás como abuela?
-Al lado de esas dos, soy un horror. Me ocupo y tengo una relación muy estrecha con mis nietos, nos amamos, pero no tengo la cotidianidad de enseñarles a pintar o a cocinar.
-Es lógico, llevás una agenda cargada de actividades laborales.
-Es cierto que no me alcanza el día para hacer todo lo que tengo que hacer, pero vivo con pena no estar más con mis nietos. Me gustaría que el día de mañana piensen que fui importante para ellos, como lo fueron mis abuelas conmigo. No sé si me va a pasar...
-Fuiste abuela muy joven.
-Sí, porque fui mamá muy joven, Tomi tiene 39 años y yo tengo 59 años.
-Y hace 19 años dijiste que nunca te harías una cirugía estética.
-Así es, quiero reconocerme tal como soy.
Lejos de la vida ideal, algunos traumas también fueron parte de su vida: “De todo eso también saqué una enseñanza. No me he regodeado en los dolores, pero me enseñaron a ser mejor persona. Los viví agradeciendo la posibilidad de haber madurado y crecido con esas experiencias”.
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