Andrea Barbieri: "Soy muy reservada, muy bajo perfil y eso es lo que me alejó un poco de la actuación"
Su perfil bajo, el resquemor que le generaba la exposición y su otra pasión, el traductorado de inglés, hicieron que en los últimos años Andrea Barbieri se corriera un poco de la actuación. La última vez que hizo televisión fue en el 2013, en la novela de Telefe, Mi amor, mi amor. Desde entonces, y sin quererlo ni buscarlo, su camino tomó otro rumbo, aunque su esencia de actriz está intacta.
Creció en los escenarios, de mano de sus padres, ambos actores: Inés Moreno y Juan Carlos Barbieri. Debutó apenas terminó la escuela secundaria en Domingos de Pacheco, en Canal 9, y su primera novela fue Cuatro hombres para Eva, en el entonces Canal 11. Le siguieron muchas más: Pobre Clara, Sólo un hombre, Duro como la roca… frágil como el cristal, Me niego a perderte. Su mayor popularidad llegó con La extraña dama, en la que Andrea interpretó a Fiamma, la hija de la trunca historia de amor entre Gina Falcone (Luisa Kuliok) y Marcelo Ricciardi (Jorge Martínez).
La novela de Canal 9 fue un éxito internacional, y ella no paró de trabajar: Hombres de ley, Mi nombre es Coraje, Nosotros y los otros, Uno más uno, Inconquistable corazón, Hola papi, Por siempre mujercitas, Rostro de venganza, Chiquititas, Los buscas de siempre y Provócame fueron algunos de los títulos en los que se destacó. Ya más esporádicamente se sumó a Historias de sexo de gente común, Juanita la soltera, Se dice amor, Son de Fierro y Mujeres asesinas. Además, si bien su carrera se desarrolló en televisión, también hizo teatro y cine.
Pero desde hace unos años se ganó un nombre como traductora de inglés especializada en medicina. "Me encanta. Cuando estudié la carrera lo hice pensando, sobre todo, en traducciones literarias, obras de teatro, novelas, pero surgió la posibilidad de traducir medicina y también me gusta mucho. Casi sin buscarlo, me fui metiendo cada vez más, y ahora estoy muy especializada. Además lo puedo hacer desde casa, así que el home office lo tengo muy asimilado y usaba el zoom mucho antes que la cuarentena", le cuenta Barbieri a LA NACION.
-Entonces, ¿no padecés la cuarentena?
-Padezco la cuarentena en otros aspectos. Por ejemplo, las empresas cuidan mucho sus gastos y quizá no invierten tanto en traductores en este momento. Eso nos cabe a todos. Pero por otro lado, al hacer medicina, hay mucho material que me llega, justamente porque estamos en el medio de una pandemia. Traduje mucho sobre el Covid-19. Cuando aparece ese tema, trato de agarrar las traducciones porque soy muy curiosa.
-¡Debés tener muchos datos desconocidos sobre el coronavirus!
-Sí, pero no puedo decir nada porque firmé documentos de confidencialidad. Hay mucho del Covid que es pro bono y piden a los traductores que hagan el trabajo por un precio menor. Muchas veces lo tomo porque me quiero enterar y, además, de alguna manera sentís que estás poniendo el hombro y colaborando con la situación mundial.
Actriz en retirada
Andrea se casó, siendo muy joven, con Carlos Evaristo, uno de sus profesores de teatro; junto a él tuvo a Matías, de 29 años, que hoy es contador y vive con su novia. De su segundo matrimonio con un profesional de la salud, nacieron Nicolás, de 19, que estudia medicina, y Lucía, de 16, que cursa la escuela secundaria. "Siempre le digo a mi hija que estudie abogacía, así tengo los rubros cubiertos y no pago nada", bromea. "No estoy en pareja, y la verdad tampoco tengo apuro. Estoy muy bien. Soy anti redes sociales, quizá porque laburo con la computadora todo el día y no tengo ningún interés en conocer gente por internet. Nada de Tinder. No tengo idea de qué van esas cosas. Si conozco a alguien, va a ser a la antigua", aclara.
-¿Te despediste de la actriz?
-No. Pero estoy un poco alejada. Se fue dando. Todos se reían porque cuando trabajaba tenía una frase que repetía: decía que me gustaría tener una cara y una careta, una para actuar y otra pasa salir a la calle y que nadie me reconozca. Todos me miraban como si estuviera loca. Era feliz cuando viajábamos y nadie me conocía. Soy muy reservada, muy bajo perfil y eso es lo que me alejó un poco de la actuación. Estudié el traductorado de inglés de grande, antes de casarme con el papá de mis dos hijos más chicos, para ocupar los baches de la actuación y sin saber que algún día me iba a ganar la vida de esta manera. Siempre fui de estudiar algo, aproveché los embarazos para adelantar y cuando me di cuenta ya tenía tres cuartas partes de la carrera adentro.
-¿Padeciste la popularidad?
-Sí. Soy hija de actores y de chiquita iba de la mano de mi mamá y todos la saludaban y a mí me agarraban de los cachetes, me hacían mimos y yo no entendía nada. No sabía de dónde nos conocían. No sé manejar la fama, y nunca supe; siempre la viví de una manera rara. No es que me molestara pero me dejaba descolocada, fuera de lugar. Me encantaría subirme al escenario y actuar, así como hago cerámica y soy feliz. La fama se la dejo a quienes la disfrutan, porque en mí es un desperdicio. A veces veo cómo se contestan por las redes o en distintos programas y se dicen cosas terribles unos a otros. Me muero si me pasa eso.
Ver esta publicación en InstagramAndrea de bebé con sus papás Inés Moreno y Juan Carlos Barbieri
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-Cero mediática...
-No soy mediática en absoluto: la exposición me asusta. Y ahora actuar viene con todo ese combo. Entiendo que tendría poca vida porque el productor quiere una cara con mucha exposición, intuyo, y yo no me subiría a eso. Entonces, de a poquito se fue dando otro camino. Ya tengo un nombre como traductora y los clientes hoy están, y si mañana te llaman y les decís que estás grabando y después eso sucede otra vez, convocan a otro. Me crucé con actores que me hablaron de volver a trabajar y les dije que me gustaría hacer una participación y seguir con lo mío.
-¿Sentís que ya no es tu ámbito?
-Me encantaría actuar y ojala alguna vez se dé, pero no es algo que estoy buscando y no quiero sumarme a cualquier proyecto nada más que por estar, porque no me hace falta. Solito, el río va encontrando el cauce. Empecé a trabajar muy joven. Estaba estudiando licenciatura en física y largué la facultad porque las jornadas de grabaciones eran larguísimas. En ese momento no éramos tantas las actrices jóvenes y el medio me aceptó muy rápido. Crecí en escenarios y había cosas que ya conocía.
-La extraña dama marcó tu momento de mayor popularidad, ¿qué recuerdos tenés?
-Me costaba manejar esa popularidad. Me apabullaba. No podía ni ir al supermercado. Salía a la calle y la gente quería tocarme, hablarme. Y yo que soy de defender mi derecho de ir zaparrastrosa y en jogging a donde sea [Risas]. Era difícil. Por otro lado, disfruté mucho esa novela porque tenía algo atípico. La directora era Diana Álvarez, un lujo, y te daba la posibilidad de buscar cada escena. Quiero decir que, en ese momento, las novelas se grababan al palo pero ella te daba un tiempo para buscar, y me hizo disfrutar. Lo que me pasa siempre en las novelas es que siento que me tiro en un tobogán de agua y no hay manera de frenar hasta llegar abajo. Las escenas se hacen una detrás de otra, casi sin pensar. Siempre me costó esa rapidez. De hecho, soy intérprete también y casi no tomo trabajos porque, aunque me gusta, no lo disfruto tanto como el traductorado porque no hay tiempo, hay que improvisar. Y yo quiero tomarme el tiempo para pensar un poco. No me quedo conforme si no puedo elaborar algo que me deje contenta.
-¿Extrañas un poquito a la Andrea actriz?
-No. La verdad que no. Extraño la veta artística pero traducir es escribir, algo que amo también porque hay búsqueda y creación. El día que vuelva a actuar es porque me va a gustar mucho el proyecto. Todo lo demás, en algún punto, me da miedito, me parece que creció un gigante que no sabría cómo manejar. ¿Te acordás que decían que el público del Festival de Viña del Mar era "el monstruo"? Bueno, yo siento que todo el público es "el monstruo", el que te lee en Twitter, el que hace comentarios en las notas publicadas. No es que me moleste, pero no lo entiendo. Siento que es un monstruo que se desató y puede llegar a ser divino o inmanejable. No lo disfrutaría en este momento. Mis hijos más chicos casi no tienen registro de mi trabajo como actriz y se sorprenden cuando me saludan por la calle. Eso es lindo, pero me mata el exceso. Además, no sé cuándo vuelve la ficción: no me imagino a la gente besándose con el barbijo.
-¿Qué ves en televisión?
-Veo poca tele durante el día. Más bien series: soy una gran fan de Big little lies, y me divierte Grey’s Anatomy. Veo policiales también. Mis hijos me cargan y me dicen que lea las novelas de Agatha Christie y les contesto que ya las leía de chica.
-Contaste que hacés cerámica, ¿tenés otros hobbies?
-Hace poco empecé con cerámica y me encanta. Y durante mucho tiempo fui muy deportista, corrí maratones en varias ciudades del mundo y carreras de aventuras pero hace tres o cuatro años colgué las zapatillas porque no tenía tiempo entre los hijos, el trabajo, la casa. El cuerpo te empieza a pasar factura y te pesa en las articulaciones. Si dejás unos meses, es un montón lo que tenés que entrenar para poder volver a correr. Cuando entrenaba, lo hacía cinco o seis veces a la semana y me iba de vacaciones y seguía entrenando. Nunca fui rápida pero tengo mucha resistencia. Si salgo ahora, es para acompañar alguna amiga con un trotecito tranquilo [Risas].
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