Tras varios años de bajo perfil, la intérprete y exmodelo volvió a ser noticia por protagonizar una serie junto a su hija menor y por su look, un claro gesto de rebelión ante la industria
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Triunfó como modelo, fue una de las actrices favoritas de la década del ‘90 y su rostro, uno de los más bellos de la industria. Conocida por protagonizar éxitos como Cuatro bodas y un funeral y ser la imagen de marcas como Calvin Klein y L’Oreál, Andie MacDowell supo convertirse en un gran referente, no solo por su belleza y talento sino por sus fuertes convicciones.
Sin embargo, hubo un tiempo en que su nombre desapareció de la pantalla, al punto de no saber nada de ella. ¿Los motivos? La intérprete y modelo se alejó de los flashes de Hollywood para criar a sus hijos en un rancho en Montana, Estados Unidos, en total anonimato. Algo que, sin dudas, le valió en parte el olvido, pero del cual nunca se arrepintió.
Hoy, a sus 63 años, MacDowell vuelve a ser noticia por su melena canosa (un símbolo de su rebelión contra los cánones de la industria) y su participación en Las cosas por limpiar, la serie éxito de Netflix que no sólo le permitió volver a jugar en las grandes ligas sino trabajar por primera vez junto a su hija Margaret Qualley, la protagonista de esta emotiva historia basada en un hecho real.
De las pasarelas a la pantalla grande
Rosalie Anderson MacDowell nació en Gaffney, Carolina del Sur, el 21 de abril de 1958. Cuando cumplió seis años, sus padres (una profesora de música y un comerciante de maderas) se divorciaron y comenzó una de las etapas más difíciles de su vida. Su madre (devastada por la separación) se volcó al alcohol y ella tuvo que hacerse cargo de la situación.
Mientras asistía a la Universidad, trabajaba como camarera y vendedora hasta que en 1978 fue descubierta por un agente que le propuso trabajar como modelo en Nueva York para la prestigiosa agencia Elite Model Management. Gracias a su esbelta figura y sus rasgos perfectos, MacDowell se convirtió rápidamente en la imagen de marcas como Calvin Klein, Yves Saint Laurent, Armani y L’Oréal; firma con la que mantiene una relación comercial hasta la actualidad.
Su rápido ascenso en el mundo de la moda hizo que la industria del cine se fijara en ella. Es que su histrionismo en la pasarela era magnético. Su primera oportunidad le llegó en 1984 de la mano del film Greystoke, la leyenda de Tarzán, el rey de monos junto a Christopher Lambert. Si bien MacDowell era perfecta para el papel, los productores encontraban un problema: su acento sureño no se correspondía al de una aristócrata inglesa, por lo que contrataron a Glenn Close para que doblara íntegramente su personaje.
Al año siguiente, solo obtuvo un papel menor en El primer año del resto de nuestras vidas sin embargo, su carrera estaba lejos de llegar a su fin. Al contrario, lo mejor estaba por llegar. En 1989, le llegó su primer protagónico en Sexo, mentiras y video, un film independiente que le permitió demostrar que no solo era una cara bonita y le valió un premio Independent Spirit, entre otras nominaciones.
Desde entonces su ascenso en Hollywood fue meteórico. Matrimonio por conveniencia junto a Gerard Depardieu, Objeto de seducción y Ciudad de ángeles la posicionaron como una de las intérpretes más convocantes de su generación. La década del ‘90 la terminó por lanzar a la fama con éxitos como Hechizo del tiempo y Cuatro bodas y un funeral, película que protagonizó junto a Hugh Grant y le valió una nominación a los Globos de Oro.
A pesar de estar en la cima de la fama -y luego de acompañar a Bruce Willis en Hudson Hawk (1991), a Bill Murray en Hechizo del tiempo (1993) y trabajar para Robert Altman en Ciudad de ángeles (1993)- la actriz tomó una decisión inesperada: alejarse de los flashes de Hollywood para criar a sus hijos en el campo.
Maternar en el anonimato
En 1986, MacDowell se casó con el exmodelo y ganadero Paul Qualley. La pareja se conoció mientras hacía una campaña para GAP y se enamoró a primera vista. Juntos, eran una dupla explosiva. Tras pasar por el altar, nació su primer hijo Justin (1986). Cuatro años después llegó Rainey (1990) y, como si se tratara de una estrategia, cuatro años más tarde Sarah Margaret (1994).
Si bien la mayoría de sus éxitos transcurrieron entre los nacimientos de sus tres hijos, después del último la intérprete decidió poner un freno a sus alocados horarios en el set y criar a los pequeños en un rancho de Montana. “Ellos agradecen que tomara esa decisión. Es que en Los Ángeles la gente está obsesionada con la industria. Las conversaciones con las que mis hijos crecieron eran distintas: naturaleza, animales. Se podía hablar de series, pero no obsesivamente como en Hollywood. Llegué a sentir que si no estaba trabajando todo el rato era una perdedora, aunque acabás de finalizar un proyecto decente, les da igual, sentía la presión, que nunca estaba haciendo lo suficiente”, reflexionó sobre aquellos años que se dedicó a maternar y alimentar su vida espiritual.
Sus dos hijas no sólo han heredado su belleza sino también su pasión por el mundo artístico. Mientras que Rainey se dedica a la música, Margaret se destaca como actriz. De hecho, actualmente se luce con su protagónico en Las cosas por limpiar, la serie furor de Netflix donde encarna a una madre soltera que escapa de una relación abusiva.
Tras divorciarse del padre de sus hijos en 1999, MacDowell se dio una nueva oportunidad no sólo en el amor (contrajo matrimonio con el empresario Rhett Hartzog, de quien también se divorció en 2004) sino delante de la pantalla. The Muse (1999), Tara Road (2005), Monte Carlo (2011) -junto a Selena Gómez- y la remake de Footloose (2011) la volvieron a poner en el centro de la escena aunque su carrera nunca más volvió a ser la de antes.
Tras perder atractivo para la industria, MacDowell tuvo dos opciones frente a sí: resignarse a los roles secundarios que le ofrecían o hacer camino en el cine independiente. Ambiciosa o humilde, eligió las dos. Así fue como pasó por la serie Jane by Design, Cedar Cove y más recientemente se lució en films como Solo los valientes (2017), La última carcajada (2019) y Boda sangrienta (2019), una apuesta de terror y humor negro.
Lejos de mantenerla fuera de los sets, la pandemia trajo más oportunidades para ella. En 2020 llegaron a la pantalla unas participaciones suyas en las series The Dress Up Gang y Wireless, aunque sin dudas el papel que significó un renacimiento para ella fue el que podemos ver ahora como madre de su propia hija en la ficción de Netflix.
Cuando la realidad supera la ficción
Basada en el best-seller autobiográfico Maid: Hardwork, Low Paid and A Mother’s Will to Survive de Stephanie Land, Las cosas por limpiar significó dos cosas para la actriz: por un lado la oportunidad de volver a actuar en las grandes ligas; por el otro, poder trabajar junto a su hija Margaret Qualley, la protagonista de esta historia inspirada en un hecho real.
La serie de Molly Smith Metzler pone el foco en Alex (Qualley), una madre soltera que trabaja como empleada doméstica y que solo piensa en el bienestar de su hija, luego de haber estado en una relación abusiva. MacDowell interpreta a Paula, su madre que sufre de un problema psiquiátrico.
Lo más curioso es que fue su propia hija quien la convocó para el papel. Como la productora no lograba encontrar a la actriz ideal para este rol, Qualley pensó en su propia madre. “Trabajar con ella fue mi idea. Yo estaba en Canadá en cuarentena y el personaje de la madre de Alex todavía no tenía a su actriz, así que se me ocurrió que ella podía hacerlo. La llamé a Margot Robbie (productora) y le encantó la propuesta, por lo que solo restaba cruzar los dedos y que ella quisiera hacerlo. Para mi fortuna, viajó a Canadá de inmediato, en donde estábamos filmando y fue un sueño hecho realidad, una experiencia surrealista”, contó emocionada.
Cuando recibió el llamado de su hija, Andie no tuvo mucho que pensar. Todo era un sí: volver a trabajar, hacerlo junto a su hija, y en plena pandemia, en donde la distancia geográfica les impedía estar cerca. “Estaba la pandemia, yo hacía nueve meses que no iba a la casa de mi familia. Sentí una tranquilidad de tenerla cerca mío, además de que siempre admiré mucho su trabajo, por lo cual hacer de su hija en la ficción fue un reto extra (...) Es una actriz maravillosa y me siento muy afortunada”, expresó la joven de 26 años que destaca lo lindo que es ir a cenar con ella todos los domingos y que su madre le cocine.
Por su parte, MacDowell aseguró que no puede estar más orgullosa de su hija menor y advirtió que este papel (el de una mujer que sufre un trastorno bipolar) le calza a la perfección por haber vivido muchas de esas situaciones en carne propia. “He tenido que lidiar con muchas enfermedades mentales diferentes en mi familia. He leído mucho, he investigado y he estado en muchas terapias (...) Yo tenía experiencia de primera mano con alguien que había sufrido una enfermedad mental y conocía las complejidades que la rodean, la oscuridad que viene con todo eso. Sabía que iba a entender a mi personaje”, le reveló al diario español El País dando cuenta de los motivos por los cuales su hija pensó que ella era la indicada para este rol.
“A mi madre le diagnosticaron esquizofrenia justo después de mi nacimiento, sometiéndola a tratamientos de choque hasta que volvió a casa sola. En ese momento no había un sistema de apoyo y tener algún tipo de enfermedad mental era una vergüenza. Crecí en un ambiente algo inestable y Margaret lo sabía”, recordó conmovida.
No solo a través de este papel la actriz colabora con derribar un concepto errado que se tiene de las enfermedades mentales sino que la historia que interpreta su hija ayuda a otras mujeres a cambiar sus vidas, a librarse de situaciones abusivas. “Viendo la serie te das cuenta de que hay distintos tipos de abusos, y algunos a veces no se reconocen como tales, incluso el padre de la protagonista no ve que se produce un abuso en ciertas situaciones, no ve nada incorrecto. Y yo pienso que es muy importante para la gente ver estos comportamientos que han sido aceptados y son descaradamente abusivos, pero que han sido muy comunes en la sociedad. Reconocerlos y dar los pasos necesarios para no estar en una situación así nunca más”, reflexionó en el medio español.
La rebelión de las canas
Muy involucrada y comprometida en la defensa de los derechos de las mujeres, ya sea en cuestiones de género o respecto a las exigencias que plantea la industria en términos de belleza y juventud, MacDowell encontró en esta ficción la oportunidad perfecta para volver a hacer una fuerte bajada de línea y dejar en claro las convicciones que la acompañaron a lo largo de su trayectoria.
De hecho, hace unos meses sorprendió con una decisión que la puso en el centro de las críticas. Al cumplir 63 años, la actriz decidió dejarse las canas desafiando un poco los cánones de la industria y la imagen de belleza que se intenta mostrar. “Al comienzo de la cuarentena mi cabello no paraba de crecer con ese tono gris. Hace tiempo que quiero lucir así y siento que ahora es apropiado para mi personalidad y para lo que soy”, confesó en una entrevista con Vogue.
Si bien la actriz reconoció que su decisión generó polémica en su equipo de trabajo, advirtió que a través de este nuevo look encontró una forma de reclamar por la paridad de género en el medio. “Tenía cierta aprensión hasta que lo hice y supe que mi instinto estaba en el lugar correcto. Siento que ahora no tengo que fingir ser alguien que no soy, y me siento muy cómoda, siento que me queda bien. Por mucho tiempo trabajé porque me pedían que luciera más joven de lo que era, y eso me duele al recordarlo, ahora me siento valiosa. Además todos aman a los hombres grandes, me gustaría que exista esa misma expectativa con las mujeres, pero en eso estamos, son pequeños pasos”, reflexionó.
Lejos de escuchar la opinión de su entorno, la dueña de la melena plateada advirtió que no fue una elección fácil, pero que finalmente se animó: “Les dije a todos que estaban equivocados y que quería sentirme poderosa y abrazar a la persona que soy en este momento, es ahora, porque en dos años cumpliré 65 y quiero tener la posibilidad de lucir mi cabello en este tono”, indicó feliz con el resultado.
Con cabello oscuro, gris o platinado lo cierto es que su belleza sigue intacta. Lejos de querer luchar contra el paso del tiempo, la actriz busca sentirse cómoda con la imagen que le devuelve el espejo cada día. “Lo mejor a mi edad es tener la oportunidad de ser un modelo para otras mujeres. De ayudarlas a entender que el significado de la belleza tiene un valor más profundo. Cada edad es parte de un proceso que tiene su belleza (...) Creo que vivir temiendo envejecer es terrible. No puedo tener miedo a lo inevitable, a la verdad, no puedo fingir. Nuestra sociedad está creada para glorificar a las mujeres jóvenes, y para hacer que las mayores se sientan mal consigo mismas”, sentenció.
En el mismo sentido, la artista (que está soltera desde hace 17 años) aclara que no necesita un hombre a su lado para sentirse completa. “No siento que me falte nada, lo único que me molesta es cuando proyectan en mí que algo está mal por eso. Durante mucho tiempo la gente solo me preguntaba con quién estaba saliendo. Y para mí mi vida es algo mucho más interesante que esa parte. Si no hubiera estado casada y tenido hijos a lo mejor no me sentiría así, pero he tenido esa experiencia y hay muchas otras que deseo vivir”, advirtió quien disfruta de su soledad en contacto con la naturaleza, en sus visitas a museos (es fanática del arte) y al leer un buen libro.
Hoy, a sus 63 años, y con un largo recorrido en el medio, a Andie MacDowell no le importa mucho el qué dirán. Con su acento sureño intacto (algo que decidió no modificar a pesar del pedido de productores), elige cuidadosamente los proyectos en los cuales participar e impone sus propias reglas, reafirmando que es una mujer de carácter y no splo una cara bonita.
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