En sus primeras vacaciones en el mar con su familia ensamblada, dice que está viviendo un gran momento y que, de a poco, va adaptándose a los cambios
Estamos de campamento", dice, en broma, Analía Maiorana (40) cuando habla de sus primeras vacaciones en el mar junto a la familia ensamblada que formó con su flamante marido, Diego Santilli (47). En el departamento de una exclusiva torre de Pinamar, la exmodelo organiza todos los días el megaalmuerzo para la "tropa": Lola (15) y Malena (11) –frutos de su anterior matrimonio con Martín Terra–; Teo (12), Nicanor (11) y Tonio (5) –los hijos que el funcionario tuvo con la periodista Nancy Pazos– y cuatro amigos que los chicos invitaron para acompañarlos por una semana. "Hoy nos vamos al centro a comer waffles y después a jugar con los autitos chocadores", confiesa entusiasmada.
Desde que la conductora conoció a Santilli, hace poco más de un año y medio, su vida cambió a pasos agigantados. En julio pasado organizaron a modo de prueba piloto su primera escapada familiar a Villa La Angostura y el 10 de octubre, justo cuando ella cumplió sus 40, él le propuso pasar el resto de sus vidas juntos. "En noviembre nos casamos y acá me ves, organizando salidas para una multitud", dice riendo.
–¿Sos consciente de todo lo que pasó en este último tiempo?
–En realidad, con Diego empecé a salir en 2013 y el año pasado fue más bien una etapa de adaptación de pareja, de hijos y de integración de las dos familias. La gente cree que nos casamos muy rápido y la verdad es que veníamos madurando esta relación desde mucho antes. No somos una pareja mediática que todo el tiempo comparte con sus fans lo que están pensando o diciendo; tampoco usamos este casamiento ni para la vida laboral mía ni para la de él.
–Después de separarte, ¿imaginaste alguna vez que te ibas a volver a casar?
–No, jamás. Cuando me casé con Martín lo hice pensando que era para toda la vida. Soy así, apuesto al amor en una forma incondicional. Para mí la familia, entendida como una unión de amor, es lo más importante. Después de separarme tras diecinueve años juntos, pensé que nunca me iba a volver a enamorar. Por eso, me siento una afortunada al haberme encontrado con Diego. Es una forma de demostrar que el amor existe. En mi caso, vino sin que yo fuera a buscarlo, porque cuando lo conocí a Diego no esperaba nada ni a nadie.
–¿En qué etapa estabas cuando lo conociste?
–Estaba en un momento en que para mí no era bueno conocer a alguien, era pura tristeza. Transitaba el duelo de la separación dedicándome por entero al trabajo y a mis hijas. Ni siquiera me juntaba con mis amigos a tomar mate, que tanto me gusta. Estaba guardada. Y cuando empezamos a salir lo hicimos sin siquiera pensar en cenas románticas, dejamos que la cosa fluyera. A él también lo encontré en un momento de mucho sufrimiento. Por eso tampoco nos dio ganas de mostrarnos en público. Nos veíamos una vez por semana, y a veces ni siquiera. Cuando uno se separa hay muchas cosas por resolver.
–¿Cuál fue la primera impresión que tuviste de él?
–Apenas lo conocí sentí que con él iba a tener un gran compromiso como mujer y él lo iba a tener conmigo. Muy por adentro presentí que lo nuestro no iba a quedar en la historia de una pareja que tiene sólo una relación, sino que íbamos a terminar con una familia. Y sin querer queriendo me vi perdidamente enamorada por segunda vez.
–¿Qué es lo que te atrajo de Diego?
–Un conjunto de cosas. El es una persona que refleja lo que es: comprende, escucha, resuelve y está presente. Y cuando lo vi cómo era en su rol de papá, me conmovió profundamente. Por eso te digo que fue un todo lo que me enamoró. También admiro mucho lo que hace laboralmente y lo amo como hombre, como padre, como persona. Después lo vi con mis hijas y no tuve dudas. En el casamiento le agradecí por haberme elegido a mí, a Male y a Lola. Lo mismo me pasó a mí, le dije que estaba feliz de poder compartirlo con sus hijos.
–¿Cómo fue la presentación con las chicas?
–Muy de a poco. Primero les dije que había una persona que se había convertido en un gran compañero en mi vida. Ellas reaccionaron bien, con mucha curiosidad y respeto. Y un día, solas vinieron y consultaron: "¿Nunca va a venir Diego a casa?". Recién al año de salir juntos, él empezó a venir. Me preguntaba qué les gustaba a ellas y yo le decía que se volvían locas por el helado. Y al toque llegaba a casa con un kilo. El las escuchó mucho y eso les encantó. Venía cansado del trabajo y las dos lo esperaban para charlar. Diego me dice "ahora descubrí lo que es estar rodeado de mujeres. Son unos loros, no paran de hablar, pero me dan vida".
–Para vos también es nuevo. ¿Cómo es criar a los varones de la casa?
–Me divierte muchísimo. Esta nueva etapa para mí es un desafío y me gusta. Sé que es un proceso y que poco a poco estoy aprendiendo con ellos y ellos conmigo. Son unos chicos tan divinos, un amor, muy compañeros y tienen unas miradas muy lindas. Estamos generando un vínculo increíble. Soy muy preguntona, así que todo el tiempo les pregunto cómo están y ellos siguen la conversación. Creo que se sienten libres y cómodos conmigo.
–En esta suerte de familia ensamblada, ¿cómo se reparten la crianza?
–Cuando hay cosas que resolver, mi partido es el de acompañar. Los que toman las decisiones con sus hijos son Diego y su mamá. Yo, desde mi lugar, acompaño. Ninguno pretende ser el padre del otro. En cuanto a la actividad diaria de la casa, en el verano es un caos, pero lindo. De repente lo ves a Tonio corriendo en todos los cuartos y se arma guerra de almohadas. El otro día Lola, matándose de risa, me dijo que acá sólo falta el perro y estamos hechos.
–¡Qué cambio para vos…! De criar a tus hijas adolescentes a revivir la maternidad con un chico de 5 años.
–Y sí, ahora con Tonio volví a los baldecitos. Dejé las barbies y estoy con los autitos. Siempre quise formar una familia numerosa, tiene su encanto. Así como hay caos, hay momentos en que todos se juntan a ver la misma película y después juegan a las cartas. Creo que ellos lo saben llevar mejor que uno. Se cuidan, son compañeros. Se nota que se sienten cómodos unos con otros.
–¿Fantaseás con la idea de volver a ser madre?
–[Lo piensa unos segundos]. Todavía necesitamos tiempo para seguir adaptándonos a esta unión, que es muy fuerte. Esta es una etapa para concentrarnos en nosotros como familia. Y nuestros hijos también necesitan su tiempo. Por ahora, sólo pienso en eso.
–Les quedó pendiente la luna de miel. ¿Hay planes para irse de viaje solos?
–Nos casamos justo en pleno fin de clases. En su momento no nos pareció irnos en esa fecha y ahora ya no sé, se viene un año muy movido.
–Sos la mujer que acompaña a un político. ¿Cómo vivís esa exposición?
–Muy tranquila. Vengo de un mundo de exposición, así que eso me juega a favor. En ese sentido, los dos nos apoyamos mucho. Diego me acompaña a comidas y eventos con amigos que tenemos en común y yo también lo sigo a él. Siempre dije que me enamoré de Diego, no del político. El es el hombre que elegí para mi vida. Si un día viene y me dice que quiere abandonar la política y dedicarse al ámbito privado, lo voy a apoyar completamente. No me interesa ni el puesto político ni nada de lo que lo rodea. Y creo que a él eso fue lo que también lo enamoró.
–Pero si él llegara a convertirse en jefe de Gobierno porteño, ¿imaginás tu rol de primera dama?
–No es algo que ocupe mi cabeza en este momento. Sí te puedo decir que en todos los eventos que lo he acompañado, lo disfruté mucho. Soy una persona que si me sentás en un club con choripanes, también la paso bien. Me gusta compartir con la gente. Desde mi lugar, hace tiempo que vengo colaborando con distintas fundaciones. Por eso, si esto sirve para seguir sumando y ayudando, bienvenido sea.
Texto: Jacqueline Isola
Fotos: Juan Huerta
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