Ana Paula Dutil: su cambio de vida y el apoyo de sus hijos en esta etapa
La exmodelo se refiere a Hablemos, el ciclo de charlas con profesionales que comienza en julio en la Universidad de la Ciudad y que contará con su presencia; su fuerte depresión, el apoyo de sus hijos y sus ganas de ayudar a quienes pasan por situaciones similares
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De a poco empezó a hablar públicamente de su depresión, de sus intentos de suicidio, de cómo había logrado salir de ahí. Ana Paula Dutil nunca imaginó que ese padecimiento iba a llevarla a ayudar a otros que pasaban por lo mismo. Primero se animó a contarlo en el podcast Las pibas dicen, que conduce con Julieta y Rosario Ortega y Fernanda Cohen. Después habló en LAM y enseguida la convocaron para sentarse a la mesa con Juana Viale. Allí, mientras relataba cómo había sido el momento en que tomó pastillas con alcohol y cómo lograron rescatarla para luego terminar internada, la vio la diputada de Juntos por el Cambio Sabrina Ajmechet. Fue ella quien le propuso que hicieran algo juntas para difundir problemas relacionados con la salud mental.
-¿Cómo se llama el proyecto?
-Yo lo llamé Hablemos, porque justamente al haber contado mi depresión, lo que padecí hace unos años, me escribió mucha gente, obviamente, contándome lo que estaban pasando y me decían que no tenían acceso a profesionales. A mí me ayudó mi psiquiatra, mi terapeuta, pero no todos tienen esa posibilidad. Entonces, ese día que se acercó Sabrina, empezamos a hablar y me dijo: “Yo te quiero dar una mano”.
-¿Sabés por qué le tocó el tema?
-A todos en algún lugar les toca este tema de la depresión y así es como se acercan. A ella también, no a ella en primera persona, pero a un familiar. Y consiguió una reunión con María Eugenia Vidal, que también padeció depresión, entonces ella está muy involucrada en eso.
-¿Se reunieron?
-Sí, nos recibió. Fuimos las dos, divina, le conté lo que estaba pasando, que me parecía que estaba bueno que existiera un espacio donde la gente pudiera escuchar o escucharse. Me dijeron que estas reuniones no pueden ser terapéuticas, pero sí charlas informativas, de orientación, a dónde poder ir, a quién recurrir, todos los lugares que sean gratuitos; obvio que la charla también es gratuita. Una reunión donde se pueda psicoeducar, hablar de suicidio. Hay que hablar sobre salud mental. María Eugenia nos puso en contacto con el doctor Juan José Fernández, que es el presidente de la Asociación Psiquiátrica de Atención al Suicida.
-¿Sabés por qué tuviste depresión?
-La pandemia fue devastadora, eso lo sabemos todos, no estoy diciendo nada nuevo. Pero también viene de antes. Mi madre padeció depresión, yo lo supe de grande. Y en mi familia no se hablaba. Cuando pasó mi episodio tampoco se habló abiertamente del tema.
-¿En ese momento te dio miedo que trascendiera?
-Mirá, cuando pasó todo se guardó, fue un secreto porque nadie quería que se supiera. Yo no sabía, yo estaba como en una nube, o sea, no me importaba nada de eso, no pensaba en eso, pero sí lo vivía como “de esto no se habla”; hasta yo lo pensaba de esa manera.
-Claro, a vos también te pasaba.
-Total, total. Y cuando lo conté en Las pibas dicen, donde me olvidé que había cámaras y me relajé porque estaba hablando con amigas, entendí lo sano que es hablar.
-¿Cómo fue que te animaste? Más allá de sentirte relajada entre amigas, hubo una decisión.
-Lo que pasó fue que cuando nos juntamos a hacer ese programa, entre todas dijimos: “Bueno, tenemos que hablar de temas que nos atraviesan” y cada una tuvo su tiempo para pensar de qué le gustaría hablar. No sé qué pasó en mí, que yo dije: “Yo quiero hablar de depresión”. Antes de que se grabe, hablé con mis hijos, con los cuatro y les dije: “Voy a hablar de este tema”, les conté el proyecto y todo. Fue con los únicos que hablé y ellos me dijeron: “Dale para adelante”. Yo necesitaba escucharlos a ellos. Si ellos me decían: “No, mamá, esto no lo hagas”, yo no lo hacía. Y bueno, mis amigas también me apoyaron, les encantó el tema. Fue así, no pensé demasiado en lo que podía venir después. Yo solo lo consulté con mis hijos, ellos me dieron el ok y le di para adelante.
-Es importante lo que decís de tus hijos, porque hay gente que no lo cuenta, justamente por ellos.
-Yo creo que lo importante es poder hablar de esto. Y mis hijos fueron muy amorosos conmigo, incluso con el dolor que les causé. Lo siguen sintiendo, ¿eh? Y algunos de ellos están enojados porque quedó una herida. Pero yo entiendo eso, que hay que hacer un proceso. Cuando lo hablamos, les digo que trabajen para que esto no les quede adentro, que esto no sea un problema en el futuro. Porque, bueno, su madre se equivocó, tomó una mala decisión y hay que cargar con eso. Por suerte hoy estoy acá, lo agradezco, es una segunda oportunidad.
-En salud mental hay un estigma, pero finalmente es una enfermedad, como cualquier otra.
-Exacto, es una enfermedad. Como yo digo en el monólogo del programa, es una enfermedad que nace en el cerebro y se va expandiendo por tu cuerpo, porque te toma el cuerpo, te quita las ganas de vivir, la voluntad, la empatía. Y, en mi caso, me convertí en una mentirosa serial.
El entorno se frustra, dice: ‘Basta, yo no hago nada más con esta persona’. Y hay que estar ahí. Hay que estar aunque el otro se niegue, es re importante. En las charlas se les va a dar herramientas para todas esas cosas.
-¿Qué le aporta a las personas que tienen esta enfermedad el proyecto Hablemos?
-Que sepan para dónde ir. Es re importante esto, no sólo es para los enfermos sino también para el entorno. Entonces, en este caso, mis hijos podrían ir y escuchar a los profesionales, porque ellos te pueden dar información u orientación de cómo acompañar, que es importante no abandonar. Porque el entorno se frustra, dice: “Basta, yo no hago nada más con esta persona”. Y hay que estar ahí. Hay que estar aunque el otro se niegue, es re importante. En las charlas se les va a dar herramientas para todas esas cosas.
-¿Vos vas a estar?
-Sí, cada vez que pueda. Van a ser cada quince días, empiezan en julio, en la Universidad de la Ciudad, Paseo Colón 255. Quiero estar porque para mí eso también es parte de mi proceso: transformar mi dolor en servicio. Es algo muy chiquito lo que yo estoy haciendo. Por suerte me crucé con Sabrina, después vino María Eugenia y mi terapeuta que también está involucrada en esto, Gisela Sztainberg Klein. Ella es como la cabeza de todo el grupo. Después hay un licenciado especialista en adolescentes, Alexander Covalsky y otro que se llama Guido Liguri. Ellos son los que van a estar llevando adelante el grupo y dando toda esta información, educación, psicoeducación, todo lo que ya te decía.
-Cuando aparece algo así en una familia, todos se preguntan “¿por dónde empiezo?”
-Claro, acá te vamos a orientar. Vamos a dar toda la información necesaria, todos los lugares gratuitos que existen adonde se puede ir; qué profesionales, los hospitales que funcionen y todo lo que tenga que ver con el proceso del entorno también: cómo acompañar estas situaciones, a dónde ir cuando tu madre hace algún comentario, como que no quiere vivir o cualquier otro síntoma que pueda haber. Y esos síntomas, tenerlos claros.
-¿Nunca se hizo algo así?
-No y lo iremos mejorando a medida que vaya sucediendo. Ojalá que la gente se anime y vaya y que se replique en todo el país, que lo sigan haciendo, porque la gente del interior me escribe diciendo que no sabe qué hacer, que no sabe adónde ir. Hay que hacer un laburo grande ahí.
-Entonces no es tipo Alcohólicos Anónimos.
-No, no. No se puede hacer eso porque si yo, Anita, voy a ese grupo y abro cosas mías en ese momento, después me voy con todo eso ahí. Ese tipo de terapia tiene que ser uno a uno. En un grupo pueden quedar cosas abiertas que no está bueno llevárselas de esa manera, es peligroso. Entonces, la idea es orientar a la gente para dónde ir y que se hagan todas las preguntas, todo lo que necesiten saber, pero no es una terapia, no se puede hacer eso. Es mucha responsabilidad.
-¿Vos tenés pensado decir algo?
-Yo soy más de que fluya, de lo que suceda ahí. Siempre hablando desde mi experiencia, todo lo que sume lo diría, absolutamente. Pero no preparé nada. Cuanto más simple sea, mejor. Es bueno ver que al otro le pasan las mismas cosas que a vos y que no sos el único que está así, porque no te sentís tan solo. Eso es lo que pasa en los grupos de AA y NA, pero lamentablemente no podemos hacer eso.
-¿A vos también te costó arrancar un tratamiento?
-Yo venía de años sin diagnóstico, estaba mal diagnosticada. En un momento dijeron que era bipolar, pero no tenía nada que ver eso conmigo. Tuve varios psiquiatras y un día, un amigo -de los pocos que quedaron cuando estaba muy mal- dijo: “Sabes qué, por qué no vas a ver a esta psiquiatra. Me la recomendaron y es muy buena”. Era la mujer de un amigo de él. Y ahí no sé qué pasó en mí, fue la primera vez que dije: “Okay, voy a hacer algo de lo que me dicen. Voy a hacer caso”. Ese fue el primer pasito. Le escribí a esta mujer y la fui a ver. Así me pasa con la gente también. El otro día alguien me escribió por Instagram diciendo “me hizo muy bien escucharte” y gracias a eso arrancaban. Son cositas que hacemos que no nos damos cuenta pero ahí está el primer paso. Es muy pequeñito.
-Es muy informal todo. No hay campañas oficiales...
-No me voy a meter en eso de decir cosas sobre el Gobierno o qué cosas piensa el Gobierno, no me interesa. Pero sí lo que puedo decir es que investigando todo esto, me di cuenta que existe un 0800 para la atención al suicida que a las siete de la tarde deja de funcionar. Son cosas que hay que cambiar, modificar. ¡Hay que modificar mucho! María Eugenia Vidal me puso en contacto con Marina, la mamá de Chano, porque yo lo que quería era ver cómo funcionaba un grupo y me parece groso lo que ella quiere hacer. Me contó un poco de eso, hablé con ella. También es un grupo de gente que se juntó para dar información y para acompañar a los enfermos.
-¿Ella te dio algunos consejos?
-Fue una de las primeras que me habló sobre tener cuidado con esto de hacer grupos, porque mi idea era esa, qué ilusa yo. Era hacer un grupo como si fuera Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos, donde todos hablamos y nos hacemos bien y esas cosas, soy muy así yo. Y ella me dijo: “No, no, eso es imposible, no se puede hacer”. Y ahí es cuando me pongo a investigar con profesionales y todos dijeron exactamente lo mismo que ella.
-¿Cómo estás ahora?
-Muy bien, la verdad que muy contenta. No puedo pedir más, más que agradecer. Tengo trabajo, tengo salud. Mis hijos están bien, aunque suene todo esto a frase hecha, es la verdad. Estoy bien. Viviendo el presente y agradecida. Eso es lo más importante.
-Y querés ayudar...
-Porque en un momento dije: “¿Para qué contar algo así si no hay algo bueno después de eso?”. Y lo hice.
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