Ana de Armas, la actriz cubana que rompió con los prejuicios, se convirtió en heroína de acción y encarnará a una leyenda dorada de Hollywood
La intérprete forma parte del elenco protagónico de El hombre gris, que hoy se estrena en Netflix, pero también encarnará a Marilyn Monroe en una esperada biopic
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Ana de Armas parece haberse convertido, casi a su pesar, en la nueva heroína de acción de Hollywood. “La verdad es que nunca pensé que iba a ser una actriz de películas de acción. Nunca fue lo mío”, aclaró en la larga entrevista con Elle Magazine que sale en agosto como promoción de su aparición en Blonde, la película sobre Marilyn Monroe que estrena Netflix el mes próximo.
Con la Marilyn reinventada por la letra de Joyce Carol Oates, Ana de Armas regresa a ese mundo más íntimo que imaginó al comienzo de su carrera como actriz. Personajes cuya fortaleza se hallaba escondida tras la máscara de su propia apariencia, de su propia fama. Sin embargo, sus recientes apariciones en Sin tiempo para morir (2021) –disponible en Amazon Prime Video, Movistar Play, Apple TV+ y Google Play–, la despedida de Daniel Craig del traje de James Bond, y la nueva apuesta de los hermanos Russo fuera de Marvel con El hombre gris –desde hoy en Netflix–, protagonizada junto a Ryan Gosling y Chris Evans, demuestran lo contrario. En ambas, la actriz nacida en Cuba no solo resuelve complejas escenas de destreza física sino que funciona como un personaje más ambiguo de lo que insinúa su apariencia, una presencia inusual que la convierte en la carta perfecta para el cine de acción del futuro.
En la última de James Bond dirigida por Cary Fukunaga, aguijoneada por una nueva perspectiva de la franquicia traída de la mano del propio Craig y sostenida en la colaboración de Phoebe Waller-Bridge en los guiones, ninguna de las chicas Bond se reduce al viejo arquetipo de la mujer linda, algo frívola, a veces un poco femme fatale, siempre seducida y abandonada por los riesgos de la licencia para matar de 007. Tanto Léa Seydoux, que ha subsistido como algo más que el interés romántico de ocasión, como la nueva agente interpretada por Lashana Lynch, que sonó como una inesperada sucesora de Bond en el futuro cinematográfico de la saga, esquivan los límites reservados a las mujeres en el mundo del espionaje creado por Ian Fleming. Y Ana de Armas viene a confirmar esa vocación haciendo de la poderosa intervención de su Paloma uno de los momentos más espectaculares de Sin tiempo para morir. No solo sortea la obviedad del romance, sino que consigue un despliegue singular sin arroparse en una carcasa masculina o convertirse en una versión de vestido de lamé y taco aguja que se escurre de la acción en virtud de la elegancia.
Quizás el pegar saltos y repartir patadas sobre el fondo de una pantalla verde sea algo ridículo para los propios actores, como la misma De Armas reconoce en la charla con Elle. O algo en lo que “no quieren poner el foco”, en parte porque siempre ha sido visto como una limitación: la heroína de acción como un personaje plano y sin demasiado para ofrecer más que volteretas y ceños fruncidos.
Pero pese a esos reparos, la actriz de Blade Runner 2049 (2017) –disponible en Netflix, Paramount+, Movistar Play, Claro Video, Apple TV+ y Google Play- se ha preocupado por expandir esos disfraces circunstanciales una vez que pone la firma en algún contrato. Por ejemplo, la decisión de sumarse a El hombre gris, una versión posmo de los libros de espías de Mark Greaney -bastante cercana al cine de Marvel-, nació de un tiempo de espera hasta que los proyectos de James Bond y la Blonde de Andrew Dominik se reanudaran luego de las demoras debido a la pandemia. “Mi personaje en El hombre gris necesitaba desarrollo, pero por suerte la reunión con los Russo fue productiva y nos divertimos bastante”. Aquí ese arduo trabajo que supone componer una heroína de acción de garra y golpe se complementa no solo con el despliegue de poderosos arsenales y quiméricas escapatorias, sino con la fuerza de una agente de la CIA que se libera de su posición dentro de esa rígida estructura.
Otra vez Ana de Armas sortea con soltura los estereotipos de la chica latina, de sonrisa fácil y labios carnosos, que solo parece sostenerse en su belleza y sensualidad, para demostrar que sí hay algo inaccesible detrás de su presencia. Esos mismos prejuicios parecen haber alertado a Jamie Lee Curtis en el inicio del rodaje de Entre navajas y secretos (2019) –disponible en Netflix, Claro Video, Apple TV y Google Play– de Rian Johnson. “Supuse, y lo digo con verdadera vergüenza –recuerda Curtis al ser consultada por Elle-, que era una joven sin experiencia y sin sofisticación, que acababa de llegar de Cuba y entonces ese primer día le pregunté como si fuera una nena: ‘¿cuáles son tus sueños?’”. Pero Ana de Armas no había llegado recién de Cuba, aunque sí había realizado sus primeros pasos en la televisión de su país, luego había incursionado en la industria española tras pasar un tiempo en Madrid, y finalmente había desembarcado en Hollywood para alcanzar un papel a su medida. Para Curtis fue una sorpresa encontrar en De Armas una heredera de su propio rol como heroína de acción –cultivado en los años más difíciles de la década del 80, de la mano de directoras como Kathryn Bigelow–: “cuando la vi actuar me di cuenta que tenía su camino asegurado en esta industria”.
El papel de Marta Cabrera en Entre navajas y secretos fue realmente consagratorio. En esa historia que recogía la esencia del policial del enigma, situando el crimen del patriarca entre las paredes de su señorial caserón, Marta es la outsider, la enfermera convertida en intrépida delegada del detective que debe desenmascarar uno a uno a los deudos y sus escondidas motivaciones para el asesinato. El whodunit al estilo Agatha Christie encontraba en la dirección de Johnson el perfecto ritmo y en el trabajo de la actriz de Blonde una inquietante espesura, tensada entre el ambiguo vínculo que la unía a su empleador y la omnipresencia del destino de la herencia. Con excelentes críticas y un éxito que habilitó una inminente secuencia, Entre navajas y secretos le dio a Ana de Armas la confirmación de que podía encontrar su lugar más allá de los personajes que le estaban reservados: “Quiero interpretar a mujeres latinas, pero no quiero ponerme una canasta de frutas en la cabeza en cada película”.
Al pisar fuerte en Hollywood, la actriz de 34 años también probó los coletazos de la fama. Su breve pero fotografiado romance con Ben Affleck, previo al regreso del actor con JLo –boda incluida–, le valió a Ana de Armas como muestra de una exposición casi intolerable, que la convenció de dejar Los Ángeles. Pasó siete años en la costa californiana pero la insistente persecución de los paparazzis la impulsó a buscar otros rumbos. “Me di cuenta que no era un lugar para mí. Se volvió algo excesivo, sin escapatoria, sin salida. Los Ángeles es una ciudad que te hace sentir que algo te falta, es una ciudad que te llena de ansiedad”. El encuentro con Affleck se produjo en 2019 durante el rodaje de Aguas profundas –finalmente estrenada en 2022 en Amazon Prime Video–, un thriller basado en la novela homónima de Patricia Highsmith dirigido por el veterano Adrian Lyne. Si bien el tiempo ha pasado, Lyne parece no haber perdido las mañas y se puede rastrear en su dirección algo de ese exhibicionismo erótico que había distinguido a su cine en los tardíos 80 con Atracción Fatal y Nueve semanas y media a la cabeza. Sin embargo, de Armas dota a su Melinda, una mujer fría y manipuladora nacida de la aguda pluma de Highsmith, de una irónica autoconciencia, una distancia con su propia perfidia que hace su trabajo más interesante incluso que aquellas intenciones originales de Lyne.
Esa reciente huida de California hacia Nueva York y su nuevo romance con Paul Boukadakis, ejecutivo de Tinder, parecen haber corrido su vida personal del ojo público y concentrado sus apariciones en la promoción de sus proyectos profesionales. Tras el estreno de El hombre gris lo que viene es Blonde –cuyo estreno será el 23 de septiembre en Netflix-, la adaptación de la novela de Carol Oates que imagina una Marilyn Monroe en la intersección de su figura pública y su enigmático interior, también escindido entre la inocencia y el tormento. “Andrew [Dominik] quería que el mundo experimentara lo que realmente se siente no solo como Marilyn, sino también como Norma Jeane. Descubrí que era una versión más atrevida, que no pedía disculpas y concebida desde una perspectiva feminista que permitía expandir su historia”. El texto de Joyce Carrol Oates no solo tensa la noción de biopic sino que experimenta sobre la relación entre los dos lados del espejo que crearon a Marilyn Monroe, el dolor de su infancia y la batalla para no perder su identidad en su adultez. De allí parten tanto Domink como De Armas para pensar hoy el personaje, “entender que la fama es lo que convirtió a Marilyn en la persona más visible del mundo, pero también convirtió a Norma Jean en la más invisible”.
Pero las heroínas de acción aguardan pacientes en el camino de Ana. Primero en Ghosted, película en la que la actriz reemplazó a Scarlett Johansson y cuyo estreno se proyecta para el año que viene en la pantalla de Apple TV+, dirigida por el británico Dexter Fletcher (Rocketman) y con Chris Evans como protagonista. “Antes que nada soy un verdadero fan de Ana”, revela Evans sobre el reencuentro con su compañera de varios rodajes. “Hay ciertas personas que no podés dejar de mirar cuando están frente a la cámara, y su registro, desde el poder hasta la vulnerabilidad, es increíblemente amplio. Todos los actores tienen fortalezas, pero ella puede pasar de ser extremadamente peligrosa a ser cálida y gentil en una sola escena”. Y después llegará Ballerina, el esperado spin off del universo ‘John Wick’, en el que De Armas insistió para la incorporación de una guionista. Finalmente la elegida resultó Emerald Fennell, guionista y directora de Hermosa venganza (2020). “Fue importante para mí involucrarme en el proyecto y encontrar una voz que sintonizara con lo que quería para el personaje”.
Es interesante el lugar al que Ana de Armas finalmente ha arribado. Un poco como le ocurría a su personaje de Entre navajas y secretos, asoma con astucia en el lugar menos imaginado, aquel reservado al que tenía las mejores cartas de la partida. Marta Cabrera, la enfermera del millonario interpretado por Christopher Plummer, pisaba fuerte en ese escenario familiar en el que nadie parecía recordar el país del que provenía. Ana de Armas también despejó esas reservas iniciales sobre la cubana recién llegada, aquella a la que solo le esperaban, como tardía heredera de Carmen Miranda, las latinas de frutera en la cabeza. Aun siendo los personajes de acción un arquetipo temible en la carrera de una actriz, a veces trabajoso y otras ridículo, a menudo demasiado pegado al mismo límite del género, Ana de Armas no tiene nada de que temer. Su camino parece abrirse sin necesidad de golpes y patadas.
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