Amparo Larrañaga, la actriz de Media naranja: “He triunfado más con personajes fuertes que con otros de buena chica”
La protagonista de la recordada serie española vuelve a la pantalla de la mano de la ficción Los hombres de Paco, tras 13 años sin ofertas de TV en los que se refugió en el teatro
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La actriz de la recordada serie Media naranja Amparo Larrañaga viene de ponerse la primera dosis de la vacuna Pfizer. Arrolladoramente simpática, habla por los codos y establece ella solita esa complicidad instantánea que se da a veces entre mujeres casi coetáneas con solo mirarse a los ojos. Antes de la cita, la han maquillado primorosamente para la foto y, cuando nos traen unos vasos de la máquina de gaseosas de la productora de la serie, saca de su bolso gigantesco, en el que lleva desde cepillos hasta fruta y analgésicos, un termo con hielo para la bebida: “Es que me gusta con hielo y en los caterings nunca tienen”. Se le notan todas y cada una de sus décadas de oficio delante y detrás de la escena. Y una alegría incontenible por tener, por fin, la tranquilidad que da la vacuna.
- ¿Tanto le teme al virus?
- Mucho. He estado un año sin salir más que al teatro a trabajar, y ahí vamos sin tapabocas, a cara de perro. Tengo miedo sobre todo porque soy cuidadora de abuelas. En casa siempre están o mi madre o mi suegra, y la responsabilidad de llevarles algo me podía. Cuidar es una cosa que hago bien.
- ¿Eso es por ser la única chica de cuatro hermanos?
- Puede, pero no te creas. A mis hermanos los tengo muy bien educados, y mi madre ni te cuento. Vengo de una familia de mujeres independientes. Mi abuela María Fernanda se fue a Hollywood y se casó tres veces. A mi tía Amparo Rivelles la echó el régimen [franquista] y se fue a México, triunfó como una diosa, tuvo una hija de soltera y nunca dijo quién era el padre. Y mi madre ha vivido como ha querido. En casa hemos sido feministas por la vía de los hechos consumados. Mujeres empresarias, dueñas de su vida y, aunque he vivido rodeada de varones, no jugaba a las muñecas, las destrozaba jugando a carniceros.
- ¿Cómo ve a las jóvenes feministas?
- Nos enseñan mucho porque denuncian lo que para nosotras era normal. Yo he golpeado a más de uno. Recuerdo a un hombre que me quiso meter una mano y lo golpeé. Lo que no he vivido es el acoso de un productor porque he sido productora desde los 24 años, pero esas actitudes eran normales para todas. Para mí, para mi madre y te estoy hablando de mujeres feministas, pero nos parecía normal y lidiábamos con eso.
- En la serie Los hombres de Paco (disponible el Flow) hace de una coronel del Ejército. ¿Tiene más coraje ella o usted?
-Sí, soy la coronel Dolores Urbizu, una mujer bregada en Afganistán que está en un momento de su vida que no sabe si retirarse o quedarse. Y, sí, yo también lo tengo desde que nací. He tenido tres hermanos y los llevaba como una vara: me llamaban Rommel [militar nazi conocido como zorro del desierto], los malditos. Yo el carácter lo he aprendido en casa. He triunfado más con personajes fuertes que con otros de chica buena. No sé por qué, pero gusto con el látigo. Y a veces haciendo reír sin dejar el látigo, que no creas que es fácil.
- ¿Qué aprendió de periodismo en la ficción Periodistas?
- Nada, las series no van de profesiones, van de emociones. De amor, de celos, de risas, de venganza, de la vida. Lo único que hago es intentar comprender al personaje y situarlo en su época y en su momento personal. La profesión, para los profesionales.
- Nieta, hija, sobrina, hermana de actores. ¿Tenía el futuro escrito?
- Un poco, sí. Yo quería ser médica, pero se empeñaron en que fuera actriz. Bueno, eso y que había que estudiar mucho. Mi abuelo Ismael me metió el veneno de la interpretación y luego me gustó, pero me gustó de mayor, de jovencita esto era un juego.
- Su familia debe de ser un festival de egos. ¿Cómo sobrevive?
- No te puedes imaginar. A ver, egos hay en todos los oficios, he visto cajeros de súper superegocéntricos. Lo de mi familia ha sido muy divertido y muy intenso. Ha habido muchas generaciones y mucho que contar.
- Su hermano Luis me dijo en una entrevista que dejó de ser joven cuando murió su padre. ¿Le pasó lo mismo?
- Yo estuve un año sonada. A veces lo que hacen los médicos para alargar la vida a las personas es tan fuerte que te acaba matando. Creo que mi padre siempre supo que se iba a morir, quienes queríamos que se quedara éramos nosotros. Estuve 70 días metida en terapia con él. Mi padre era más que mi padre, era el hombre de mi vida. Y después me tiré un año en un sofá mirando hacia arriba. No daba pie con bola.
- ¿Qué tiene que tener una actriz para llevar casi 40 años en escena?
- Tienes que gustar, provocar sentimientos, los que sean: reír, llorar, caer bien, caer fatal, pero tiene que pasar algo. No puedes pasar desapercibida. Si supiéramos lo que funciona... Es un misterio.
- Llevaba 13 años sin hacer televisión, ¿retiro voluntario o forzoso?
- No me llamaban. Cero. Me refugié en el teatro, donde soy mi propia jefa. El teatro es más agradecido con las mujeres maduras. Pero cada vez cuesta más encontrar funciones para una mujer de cincuenta y muchos. Tengo 58, puedo dar 55, pero no quiero hacer de más joven, no me gusta.
"Cada vez cuesta más encontrar funciones para una mujer de cincuenta y muchos. Tengo 58, puedo dar 55, pero no quiero hacer de más joven, no me gusta."
- ¿Se siente presionada por parecerlo?
- No. Yo me he visto estupenda siempre, pero, claro, te llaman para hacer de la novia de Paco, el de los hombres de Paco y para que se enamore de una mujer que, aparte de lista, tiene que estar super linda. No sé. Es una presión rara que tienes que librar tú sola.
- ¿Y cómo lidiás con ese tema?
- Y dejé plantado a un cirujano casi en el quirófano. Me arrepentí, soy bastante miedosa. Aquí la única que resiste es Frances McDormand (la protagonista de Nomadland), que sale sin maquillar y sin peinar y hay que tener coraje para eso... A mí me sigue importando, sigo deshojando la margarita, tengo dudas.
- ¿Y por qué Paco, el de los hombres de Paco, no las tiene?
- Pues porque en nuestra generación, ya sabes, el hombre y el oso... El propio Paco Tous lo dice: a mí no me exigen lo mismo que a ti. No tienes más que ver los anuncios de la tele. Las mujeres parecemos bolsas de basura: hemorroides, dentaduras, incontinencia. ¿Por qué no sacan a calvos y barrigones? Ahora, eso se ha acabado. Las chicas jóvenes quieren tipos buenos, y los chicos jóvenes también van a sentir esa presión.
- ¿Cuándo se dio cuenta de que, sin ser mayor, ya no es joven?
- Cuando me miró un hombre en un semáforo y yo, en vez de sacar pecho, sujeté el bolso porque creí que iba a robármelo. Dije: “Epa, me he hecho mayor”. Se lo conté a mi hermano y le hizo tanta gracia que dice que lo va a escribir en una obra. Pero, ¿me entiendes? Eso es definitivo.
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