En una entrevista íntima con LA NACION, la cantante también recuerda cómo fue, hace 55 años, el estreno de “Balada para un loco”, el clásico que le piden en todo el mundo y no puede dejar de cantar
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Para todos es “La Baltar”. Ícono. Voz identitaria del tango argentino. Uno de los grandes amores de Astor Piazzolla. La artista que le dio alma a “Balada para un loco”, la composición que cumple 55 años de vida y que comenzó a germinar cuando el poeta Horacio Ferrer salió a caminar por Buenos Aires y en su cabeza comenzó a repiquetear una frase: “Ya sé que estoy piantao”, esas ideas que trascenderían poderosas en la voz de la cantante.
“Sé que canto como pocas”. María Amelia Baltar, Amelita, que canta el tango como ninguna, arrancó la charla con LA NACION con la vara alta. “Canto maravillosamente bien”, reafirma, pero se pregunta “¿eso qué quiere decir?”.
-La falsa modestia no es lo suyo.
-Estoy cantando mejor que nunca.
Se va a la cocina de su departamento, en una planta baja silenciosa de la calle Austria. Sirve café. Lo cotidiano que hace bajar a tierra a ese ideario que se tiene sobre la estrella internacional. “Camino por la calle y me gritan ‘ídola’; bajan los vidrios de las ventanillas de los autos y me dicen ‘nadie canta como vos y, además, sos linda’”, sentencia desde la mesada imitando a esa voz del pueblo irrefutable, mientras consulta si sirve con azúcar o edulcorante.
Si “La Baltar” hace notar que, en la calle, confirman su belleza, es por algo. No hay que dejar pasar ese tren que a ella le importa destacar a sus maravillosos 84 años.
-Se la ve espléndida.
-Soy coqueta como mi abuelo Baltar, tengo espejos por todos lados y me miro. Cuando, en la calle, me piden una selfie, les digo que sí, pero, si no estoy maquillada, me pongo los lentes oscuros. Lo único que no tolero es el pelo desprolijo. Siempre tengo que estar peinada, aún cuando ando en jogging; por la artrosis en los hombros -algo tengo que tener- voy a la peluquería para que me laven y peinen casi todos los días.
-Amelita, vine a hablar de música, pero estamos conversando sobre peluquerías.
-No me la creo. Hablo con los porteros, todos saben quién soy. Me dicen: “Ayer pasaron una cosa suya en televisión”, pero, para ellos, soy la vecina.
Hay que seguirle el paso. Nunca mejor utilizada la expresión en torno a esta mujer que camina varios kilómetros por día y se expresa a la velocidad de la luz, con ese fraseo particular. Tan de ella. Acompaña su decir con la misma impronta que le imprime a sus interpretaciones como cantante. Cuenta que suele ir a tomar cerveza a un bar ubicado a la vuelta de su casa y hasta se permite confesar que disfruta de esa sensación de regresar a sus aposentos “medio boleada”. Está de vuelta.
-Ha sabido disfrutar de la vida.
-He hecho lo que he querido siempre. Desde muchacha, hice lo que quería, ya sea en la música como en lo amoroso.
-Cuando tal emancipación en la mujer no era validada socialmente.
-He vivido como un hombre.
Nació en una planta baja en ese vértice donde Riobamba se interrumpe con Juncal. Paquetísima. “Por eso la frase ´salgo de casa por Arenales´”.
Primer round, comienza a vocear esa partitura célebre de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer que catapultó a los tres de manera determinante. “Por Callao hay una baldosa donde está la letra completa y dice que Amelita Baltar lo cantó”.
-La luna y usted, ambas rodaron y se apropiaron de Callao. Cuándo transita por ese lugar y lee aquella inscripción, ¿qué siente?
-Casi nunca paso por ahí, pero, si lo hago, me freno y me digo “mirá Amelita, te ponen una ‘cosa’ en la calle y todo”.
En el segundo piso de Ayacucho 1239, en la misma zona de la “Balada...”, transcurrió su segunda infancia y juventud. “Ahí cumplí los 15 y es la única casa que aparece en mis sueños”. Tenía seis años cuando su familia regresó de la ciudad de Junín y se instaló en ese solar que pertenecía a Sabina, su abuela paterna.
-¿Por qué Junín?
-Como de allí eran los Baltar, papá compró una chacra en el campo para criar gallinas Leghorn, que son bien blancas y cuyas madres ponen doscientos huevos.
-Hablamos de pelos, ¿ahora de gallinas?
-Cuando llegaba el momento en el que salían los pollitos, mi papá me llevaba a ver ese espectáculo, aunque fuesen las tres de la mañana e hiciera mucho frío.
Amelita convive con dos perros en ese apartamento con muebles de época, muchos de ellos tan bellos como centenarios. Inmaculadamente lustrosos. Cierta oscuridad merodea el lugar, como en toda planta baja en el epicentro de la Recoleta sobrecargada de cemento y alturas. “Se me acaba de romper una lámpara, no sé cómo vamos a hacer las fotos”, se preocupa, pero no mucho.
Cinco pisos más arriba la cosa cambia. Allí hay un estudio. Piano, plantas, terraza. Y mucho sol. Es el espacio donde enseña “interpretación”, una gran herramienta para que los cantantes novatos y no tanto aprendan a entender aquello que están vocalizando.
En determinado momento, Amelita dice “vento” en lugar de “dinero”. ¿Habrá que tomar el curso para entablar una conversación con ella y salir indemne? “Mezcla rara de Museta y de Mimí”, cantaba el Zorzal. “La Baltar” es eso.
“Soy cara...”
Si en el departamento de planta baja hay decenas de objetos traídos de sus viajes al exterior, en el estudio del último piso las paredes están empapeladas con premios y los afiches que resumen y testimonian un parte de su carrera. Allí se ven los pósters, casi todos con su rostro en primer plano, cara registrada que vende por sí sola.
Una plaqueta imparte “Personalidad Destacada de la Cultura” y debajo se lee “Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, 2005″.
Estambul (Turquía), Ámsterdam (Países Bajos), Valle de Loira (Francia), Málaga -Costa del Sol (España). Detenerse en cada uno de los afiches implicaría un trabajo que demandaría horas. “La Baltar” estuvo en todos lados. Y la siguen convocando de aquí y de allá. Aunque no siempre acepta. “Soy cara y trabajo solo cuando me pagan la plata que me tienen que pagar”.
-De lo contrario…
-No trabajo.
-¿Qué lugar ocupa el dinero en su vida? ¿En qué gasta?
-En algo rico de comida.
-Pensé que diría en viajes, joyas, ropa.
-Tengo tanta ropa que no puedo comprarme más nada. Les pido a mis amigos que no me regalen un trapo más para mi cumpleaños. Hay tantas blusas que ni uso...
-¿Por qué?
-Porque salgo poquísimo. Me llaman para ir a comer y cuando me dicen que es a las 10 de la noche, les digo que no.
-Entonces, ropa no hay que regalarle.
-Tengo 84 años, no sé cuándo me voy a morir, pero me parece que mis hijos van a regalar todo. Yo suelo llevar mucho a la iglesia.
La fe y el Papa
-¿Qué credo profesa?
-Soy bautista, como eran Martin Luther King o Whitney Houston.
-¿Por qué se convirtió al movimiento bautista?
-Los católicos me desilusionan mucho. Viví un año y medio en Roma, a la vuelta de Piazza Navona y, a veces, íbamos a San Pedro a chusmear. De pronto, preguntaba el precio de una estampita y me decían “un euro”, pero, si era bendecida por el Papa, el valor era de “cinco euros”. ¿Qué hace el Papa? ¿Bendice el container con estampitas?
Sin embargo, pone un pie en el freno y recuerda un par de anécdotas en torno al Papa Francisco. “Cuando todavía era Jorge Bergoglio, en una entrevista dijo que, en su cuadra, había vivido Azucena Maizani y que le gustaba mucho Astor Piazzolla, sobre todo cuando lo cantaba Amelita Baltar”.
Aquellas declaraciones del entonces Arzobispo de Buenos Aires quedaron resonando en la cantante, quien recurrió a una conocida uruguaya para hacerle llegar al ya Papa Francisco su número de teléfono: “Carolina Viola, mi amiga, tenía un curita conocido que estaba destinado en Roma, así que le pedí que le diera mi teléfono, por cualquier cosa”.
Ese “cualquier cosa” era la posibilidad que el Santo Padre se interesase en comunicarse con la intérprete que inmortalizó temas como “Chiquilín de Bachín”.
-¿Llegó a conversar con el Papa Francisco?
-Un sábado sonó el teléfono. Era el mediodía y aún no había salido de la cama, porque había cantando la noche anterior.
“Cancherea” un poco y cuenta que, previamente, Bergoglio la había llamado, pero ella se encontraba trabajando en Uruguay, razón por la cual no pudo atenderlo.
-¿Cómo fue la charla que, finalmente, sí se concretó?
-Le expliqué que era bautista, le dije que, como todos los evangélicos, creía en el Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en el Padre Nuestro, y que llevaba doce años de estudios bíblicos, así que sabía de qué se trataba el tema.
La cantante recuerda que, en un momento de la conversación, no supo cómo tratarlo y le preguntó “¿cómo le digo, Papa, Francisco, Monseñor?”.
-¿Qué le respondió?
-“Padre, Amelita, dígame padre, como me dijeron toda la vida”. Después le comenté que lo veía más gordo.
-¿Eso le dijo?
-Sí, tenía la duda si era la ropa que le ponían o unos kilos de más.
-¿Le despejó la inquietud?
-Me dijo que las pastas italianas no eran nada despreciables y le retruqué, “lo que pasa es que ustedes van del sillón al balcón y del balcón al sillón”.
-Sin medias tintas.
-Le sugerí que se pusiera calzado cómodo y que, cada mañana, saliera a caminar por el Vaticano, que es tan grande. “Se levanta a las cinco de la mañana al cuete, camínese unas vueltas”.
-Evidentemente, lo suyo no es el protocolo.
-Él se preguntó “¿tendré que hacerle caso?”. Charlamos un rato largo y, antes de despedirnos, le prometí que, si llegase a ir a Roma, pasaría a visitarlo para cantarle “Balada para un loco”.
-Se habrá entusiasmado.
-Me contestó “si viene por acá, y yo estoy vivo, avise”. Y le aclaré que no quería ir a ofrecer un concierto al Vaticano, sino a cantarle a él solo, en un salón cerrado. Antes de cortar le hice una broma...
-Tiemblo.
-Le dije, “si usted está ´piantao´, ya somos dos. Cuídese mucho, porque los católicos lo quieren y lo necesitan. Y yo también lo aprecio mucho”.
-¿Asiste al culto bautista?
-No, porque se da los domingos muy temprano.
“No se olviden de mí”
-Hablábamos sobre cuestiones de fe, ¿cómo imagina su futuro?
-No sé qué me tiene deparado “el de arriba”. Al público siempre le digo que cantaré hasta los noventa y les pido que, como “Grisel”, no se olviden de mí.
-¿Cómo reacciona la gente?
-En ese momento me gritan, se ponen eufóricos. Ese clima me entusiasma, porque me gusta mucho el rock. Divididos me encanta, cuando me encuentro con (Ricardo) Mollo siempre me dice “¿cuándo vamos a grabar ‘Balada para un loco’”.
En 2017, “La Baltar” editó El nuevo rumbo, un material disruptivo donde algunos clásicos como “Balada para un loco”, “Chiquilín de Bachín”, “Madame Ivonne” y temas como “Sería fácil decir”, “Zamba de Lozano” o “Fruta amarga” fueron versionados en duetos con nombres como los de Fito Páez, Fernando Ruíz Díaz, Pedro Aznar, Luis Alberto Spinetta, Pablo Mainetti y Luis Salinas, entre otros músicos.
-Entonces, arriba del escenario, por lo menos, hasta los 90.
-Por tirar una fecha…
-¿Piensa en el paso del tiempo?
-Cuando me operé de los ojos y me miré en el espejo, por primera vez, reculé y grité: “Qué vieja soy”. Me vi todas las arrugas que tenía.
¡Bailá, vení, volá!
-¿Le pesa que le pidan permanentemente “Balada para un loco”?
-No, para nada, es mi himno.
-No hay dudas.
-Es mío. Recorro el mundo y todos quieren que lo haga. En los conciertos, lo canto al final, pero, a la segunda canción, ya siento que me lo están pidiendo. “Ya escuché, pero calma. ¿Vinieron solo a escuchar la ´Balada...´? Tienen que esperar”, le digo a la gente y se mueren de risa. La verdad es que hago unos tangos bárbaros en los shows.
-Cuando leyó, por primera vez, la letra de “Balada para un loco”, ¿le gustó de primera mano?
-Fue un tema más.
-¿Un tema más?
-Claro, Astor (Piazzolla) y Horacio (Ferrer) escribían todo el tiempo. Astor tenía la costumbre de querer estrenar muy rápido.
Corría 1969. Cuando a Piazzolla los organizadores del Festival Iberoamericano de la Canción y la Danza le pidieron un tango nuevo de tres minutos y medio y él les acercó “Balada para un loco”, la respuesta fue compleja: “Tiene dos recitados, un valsecito y dura cuatro minutos y medio” y lo sentenciaron “esto no es un tango”.
-Sin embargo, logró estrenarlo en ese certamen.
-No sé con quién habló. Cuando lo hicimos, me chiflaron tanto.
Aquella edición del certamen contó con un jurado en el que figuraban Vinicius de Moraes y Chabuca Granda, entre otras figuras. “También votaba el público, así que mandaron a hacer pancartas en contra de Piazzolla y mucha gente tenía la orden de chiflar cuando hiciéramos el tema. Se acordaron hasta de mi mamá”. La cantante asegura que el “complot” fue organizado por los defensores del tema que interpretaba Jorge Sobral y que competía con la creación de Piazzolla y Ferrer.
El 16 de noviembre de 1969, la pieza quedó en segundo lugar, pero, en pocas horas, ya había vendido 200 mil copias. Hace pocos días, Sony Music reeditó “Balada para un loco” en versión remasterizada que ya se encuentra disponible en las plataformas digitales.
-¿Le pesaban las críticas a Piazzolla?
-Sí. Él decía: “Si no les gusta, que escuchen a otros, pero que me dejen tranquilo”. Cuando algunos afirmaban que estaba en contra del tango, respondía “escribo lo que me nace”.
-El tiempo puso las cosas en su lugar. Nada más tanguero ni más identitario de lo nacional que él.
-Cuando acá todavía no lo pasaban, en Europa no paraba de escucharse.
Al pasar, Amelita Baltar también recuerda otro tipo de proscripciones, donde lo personal se vinculaba con lo artístico: “La ‘viuda’ que me siguió no me dejaba hacer ‘María de Buenos Aires’”.
-¿No?
-Estuve 45 años sin poder hacerla. Le había pedido al editor que, si alguien quería adquirir los derechos -que duran cuatro años- y pensaba hacerla conmigo, que no se los dieran.
-¿Quién es la “viuda” a la que se refiere?
-La primera ‘viuda’ fue Dedé, la madre de los hijos de Astor, la que siguió soy yo, y después vino otra.
-¿Laura Escalada?
-Esa.
-¿No la nombra?
-No.
Finalmente, un productor japonés decidió llevar “María de Buenos Aires” a su país y, sin que nadie supiera, convocó a Baltar para interpretarla. Fin de la proscripción.
-¿Es cierto que usted pidió que nadie cantase “Balada para un loco”?
-No, lo que pido es que nadie la cante mal.
-¿Qué versión le gusta?
-La que hace un alumno mío.
Rápida de reflejos, no le regala créditos a sus colegas.
-¿Ninguna cantante la interpreta bien?
-No me interesan, no voy a nombrar a nadie, que la cante quién quiera, pero es mía.
Adiós, Astor
-¿Usted decidió romper la pareja con Piazzolla o es un mito?
-Fue así. Estábamos en Italia y decidí volver a Buenos Aires para celebrar el cumpleaños de mi hijo. Cuando Astor se enteró me preguntó cuando pensaba regresar y le dije que solo había pasaje de ida. “No vuelvo, me separo”. Y el me respondió: “Me muero sin vos”.
-¿Por qué deseaba separarse?
-Me separo de mis relaciones cuando, con la persona que me acuesto, me siento una prostituta.
-¿Qué significa eso?
-Cuando siento que estoy haciendo el amor con una persona que ya no me interesa, no me gusta. O se quiere o no se quiere.
-¿Ya no sentía amor por Astor?
-Sentía apego, pero no amor.
-Dos años antes de separarse había sucedido el episodio que usted contó en torno a la proposición de interrupción de un embarazo que le habría hecho él.
-Eso me sacó el amor. Cuando me separé, comencé a salir y a llegar tarde. Él me llamaba desde Europa y pensaba que recién me levantaba, pero, en realidad, estaba volviendo.
-¿Siempre fue dura la relación mientras se hospedaban en el exterior?
-En París fue muy buena. Era la primera vez que yo pisaba la ciudad, así que, mientras Astor y Ferrer componían, me iba a pasear a las tiendas, disfrutaba mucho. Vivíamos frente al Sena. Arrimaba la cama contra la ventana para ver nevar, algo que no conocía. También cocinaba mucho.
-¿Por qué Laura Escalada tenía un encono tan grande, cuando había sido usted quien había decidido separarse de Piazzolla?
-Astor, alguna vez, dijo que estaba muy enamorado de ella, pero creo que ella sabía que yo había sido el gran amor en la vida de él, aunque jamás me quise casar.
-¿No se quiso casar?
-Una idiota, mirá la guita que tendría ahora.
-Al menos, percibiendo una buena suma en regalías.
-Cruzando el Ponte Vecchio en Florencia me dio un anillo de plata. “Es un anillo de compromiso, ahora nos podemos casar”.
-¿Qué le respondió?
-”Ni lo pienses”. Dos o tres veces me había pedido eso. Qué idiota fui. Tendría que haber aceptado, total me volvía igual, pero casada. Para la guita siempre fui idiota, nunca me importaba, sino solo lo que yo podía sentir.
El primer matrimonio de la cantante fue con el productor Alfredo Garrido, padre de su hijo Mariano. Su segunda pareja formal fue Astor Piazzolla y, su tercera relación, se dio con Ronnie Scally, fruto de ese vínculo nació Patricio, quien fue padre de Brianna, la única nieta de la cantante. “Amo a mis dos hijos”.
-¿Tendría pareja?
-Nadie se me anima, aunque sé que todavía gusto.
-Es una mujer temperamental.
-No me importa no tener pareja, ya viví mucho.
-¿Es feminista?
-No estoy en contra de los hombres, al contrario, me encantan; pero defiendo que la mujer tenga los mismos derechos que ellos, no sé si eso es ser feminista. Lo que no me gusta es que se maten a tantas mujeres, algo tremendo.
-Pienso en María Graña, Adriana Varela o Susana Rinaldi. ¿Es muy competitivo el mundo de las mujeres del tango?
-Con Susana fuimos muy amigas, pero hoy no está bien de salud. Ella fue la mejor cantante de tangos, luego vinieron otras buenas, pero no tanto.
-No nombra a nadie más.
No.
Los jueves realiza su programa de radio en LA 2X4. Sobre la mesa del living descansan sus anotaciones y una pila de CD. Allí se leen algunos de los temas que conformarán la playlist siguiente y no duda en afirmar “hay dos o tres intérpretes que no paso”. Mutis por el foro.
Se contiene, evitando hablar de más. En cambio, recuerda cuando “en Uruguay, Astor dijo ‘La cumparsita’ es una mierd...’. Ferrer no sabía donde meterse, nos esperaban los periodistas para que aclaráramos todo”. Su autor, Gerardo Matos Rodríguez, era uruguayo. “Era loco, no medía. Cómo iba a decir eso”.
-Usted incluye a “La cumparsita” en su repertorio.
-No.
Pero del otro lado del Río de la Plata se dio el gusto de brindar un concierto acompañada por la Orquesta Filarmónica de Montevideo en el escenario del teatro Solís, material que se plasmó en un disco.
-Canta el tango como ninguna, ¿es mejor que Malena?
-Soy como Malena.
Para agendar
Amelita invita. Invitada: Carolina Minella. 11 enero a las 21, Club Social Cambalache (Defensa 1179)
El nuevo rumbo se emite los jueves a las 21, por La 2x4
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