Vino a Buenos Aires desde su Uruguay natal para sumarse al programa de Marcelo Tinelli y la vida le cambió para siempre. La popularidad, el amor y los proyectos.
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“Muchos me dicen Waldo, un personaje que hice apenas unos años, pero en un momento muy fuerte de la televisión y de VideoMatch. Nunca más lo hice porque el personaje funcionaba con Marcelo Tinelli al lado”, le cuenta Álvaro Navia a LA NACIÓN. Acaba de volver de su tierra natal, Uruguay, adonde se mudó con su familia durante la pandemia. Después de mucho debatir con su mujer, la bailarina y actriz Vanina Escudero, decidieron que su vida estaba acá y volvieron en febrero para que sus hijos, Benicio y Joaquina, empezaran las clases.
Durante la charla, Navia rememora la época de VideoMatch y cuenta cómo recaló en Argentina cuando ya tenía un buen futuro en el teatro y la televisión de Uruguay. También repasa su historia de amor y sus inicios en la murga.
–No todos tienen la suerte de haber hecho un personaje que quede en la memoria colectiva de muchas generaciones.
–Es verdad y es increíble lo que pasa con Waldo a pesar de que hace más de dos décadas que no lo hago. Ahora se viralizaron mucho las cámaras ocultas de Valeria Lynch, Vale Valeria. Y yo hacía de bailarín, medio asistente de ella.
–¿Fue a raíz del programa que te mudaste a Buenos Aires?
–Sí. Fueron a hacer una cámara oculta a Uruguay, la de Andrea Frigerio. Yo trabajaba en ese canal y ahí me vio Marcos Gorban, un gran productor. Me dijo que necesitaban gente y que fuera a probar. Y fui. Y el primero que quedé fui yo. Así que me mudé a Buenos Aires. Tenía 30 años y fue un momento en el que estaba en plan de ver qué pasaba. Literalmente me traje un bolso con El libro de los abrazos (de Eduardo Galeano), un disco de (Rubén) Rada, uno de Jaime (Roos), dos jeans, dos remeras y me vine a la casa de unos tíos que tengo en Buenos Aires. Ya había muchos artistas uruguayos que trabajaban acá como todos los de Hiperhumor, Carlos Perciavalle, Víctor Hugo (Morales). Me vine el 11 de enero del 96 y enseguida empecé a grabar las cámaras ocultas de Valeria Lynch y Debate abierto con el doctor Borocotó. Fueron históricas. Me acuerdo que al día siguiente de que las cámaras salieran al aire ya me conocieron el quiosquero, el taxista; me decían: “vos sos el uruguayo, el mariposón que está atrás de Valeria”. Y a mitad de año nació Waldo.
–¿Cómo viviste esa explosión de popularidad?
–Fue una locura. VideoMatch hacía 40 puntos de rating. Todo el mundo lo miraba. De repente la gente te trataba como a un familiar y si te veían en un restaurante venían a la mesa a saludar, a decir que nos veían en familia o me invitaban a comer. El público argentino es el más agradecido y cariñoso. Es algo inexplicable porque adonde vas te saludan y te agradecen; te gritan los motoqueros, los del camión. Con el humor pasa algo impresionante y es que te tratan como al tío gracioso. Te abrazan y te sienten parte de su familia.
-Decís que al principio viviste en la casa de tus tíos, ¿cuándo te independizaste?
–Cuando ya la casa de mis tíos se había convertido en una embajada de Uruguay. Porque ahí también vivieron Sebastián Almada, Félix Castro, que es un productor. Y en un momento dije: “me voy”. Y nos alquilamos un departamento más cerca de Telefe con Sebastián y otro compañero más. Trabajábamos todo el día, muchas horas y de lunes a lunes. Fue una escuela increíble. Telefe era una usina de arte porque en ese momento estaban Susana (Giménez), (Guillermo) Francella, Arturo Puig y entraban elefantes y pasaban Xuxa, Mateyko o Maru Botana, que andaba en patines por los pasillos. Era una fábrica de entretenimiento.
–¿Por qué te fuiste de VideoMatch mucho antes de que se transformara en Bailando por un sueño?
–Me fui cuando ya empezaron a migrar algunos. Pachu y Pablo se habían ido a Canal 9 a hacer No hay 2 sin 3 y había entrado un productor que me dijo que con él no iba a trabajar mucho porque lo mío ya había sido. Y era un excompañero. Justo en ese momento en el que este tipo me decía que ahí ya no tenía lugar, me llamó por teléfono Daniel Hadad para decirme que me quería tener en el 9, que en esa época explotaba. Le dije que sí, porque además me habían ofrecido cinco veces más de lo que cobraba. En la mejor época de VideoMatch yo no cobraba mucho porque ya había estrellas y entré en el último pelotón. Y me fui.
–¿Y qué dijo Marcelo Tinelli?
–Cuando ya me estaba yendo me llamó este productor para decirme que Marcelo se había enterado que me iba y pidió que me quedara. Este productor me dijo que me necesitaba, que no me fuera. Pero le había dado la palabra a Hadad. Hablé con Marcelo, le conté y quedó todo bien. Después yo volví a hacer humor, estuve en el Bailando, en el Cantando... La relación entre los ex VideoMatch siempre se mantuvo. Con algunos tenemos amistad y con otros no tanto, pero nos juntamos de vez en cuando. Siempre fuimos un equipo de trabajo.
–Y en todos estos años fuiste y viniste a Uruguay constantemente. De hecho tenés programas al aire en este momento, ¿no?
–Siempre. Durante todos los años que trabajé en Argentina, hice programas en Uruguay. El primer Minuto para ganar de Sudamérica lo conduje yo y después lo trajeron acá. Hice programas ómnibus de domingos, ciclos de humor y trabajé en todos los canales: en el 4, en el 10 y en el 12. Y en este momento estoy haciendo Polémica en el bar y La peluquería de Don Mateo, por cuarto año.
–¿Por qué decidiste irte con la familia en pandemia?
-Yo llevé Polémica... y La peluquería... a Uruguay, antes de la pandemia. Cuando me enteré que cerraban las fronteras, con Vanina decidimos irnos porque ya no podía salir por zoom. Tuvimos que desarmar la casa, armar las valijas e irnos. También hacía Polémica... acá, en América, y fui el primer actor que estuvo en pantalla en pandemia. Porque la Asociación de Actores dijo que un panelista podía ir a un estudio de televisión, pero no un actor. Álvaro, como panelista podía ir, pero si me ponía una peluca, ya no. Y un día fui y me puse la peluca y trabajé.
–¿Se adaptaron fácilmente a la vida cotidiana en Uruguay?
–Sí, porque Argentina y Uruguay son dos países muy parecidos, aunque con otra dinámica: Uruguay tiene 3 millones de habitantes y Argentina 44. Los chicos se adaptaron enseguida porque están contenidos y nosotros somos equipo de familia. En el colegio les fue muy bien, como acá. Y hay muchos argentinos viviendo allá. Fue una adaptación muy orgánica que no nos costó. Alquilamos una casita en Canelones y no en Montevideo.
–¿Por qué decidieron volver?
–En un momento nos planteamos si volver o quedarnos para siempre, por los chicos y la familia. Conversamos, también les tiramos algunas pistas a los chicos pero la decisión la tomamos los grandes. Sentimos que era el momento de volver por un combo de razones. Tenemos una productora en Uruguay y seguimos trabajando allá, pero sentíamos que teníamos que volver. Tenemos nuestra casa acá, que extrañábamos. Los abuelos están acá, los tíos. Y tienen una abuela allá que es la que más viaja: va y viene. El que sigue viajando todas las semanas soy yo.
–También tenés trabajo acá...
-Sí, estoy estrenando un unipersonal que se llama Waldo Albertito a pura risa y saliendo de gira. Y hay varios proyectos importantes dando vueltas. Me han llamado desde que estoy en la Argentina, en marzo. Estamos acomodando las fichas todavía.
–Hablemos de amor, ¿cómo conociste a Vanina?
–La conocí en el verano que yo produje una obra en el Teatro La Campaña de Mar del Plata, en 2006. Fue el año que Ileana Calabró ganó el Cantando pero la contratamos a mitad de año sin imaginar que podía ganar. Y contratamos a Vanina como media figura. Nos enamoramos ese verano. En realidad, la conocí un poco antes en un programa de Canal 9, Palermo Hollywood Hotel. Nunca más nos separamos y al año y poco nos casamos. Y tenemos a Benicio de 10 y Joaquina de 7. Estuvimos buscando mucho tiempo. Vanina no quedaba embarazada e hicimos tratamientos de fertilidad en la clínica del Dr. Pasquialini. Así nació Benicio. Íbamos a encarar un tratamiento cuando ella dijo que estaba lista, porque nosotros acompañamos el proceso, pero quien hace el tratamiento es la mujer. Y quedó embarazada antes. En Vanina encontré el equipo perfecto: amor, compañerismo, admiración, respeto. Estamos codo a codo, con y sin plata. Funcionamos muy bien juntos. Conocerla fue un antes y un después. Y somos muy familieros, tengo unos suegros de fierro que están siempre: hacés teatro en Bolivia y los ves en la cuarta fila y vas a Córdoba y están. Cuando estuvimos en Uruguay se sacaron documento uruguayo para poder viajar, se hicieron 700 PCR.
–¿Es verdad que empezaste en una murga uruguaya?
–Sí, durante muchos años estuve en la murga. En Uruguay el carnaval es muy artístico y muy intenso. Entré a la murga Los saltimbanquis, una de las más antiguas y famosas de Uruguay. Tendría 19 años y todos los demás, entre 50 y 70 años. Todos eran Pavarotti o Plácido Domingo. Eran 15 leones que rugían cuando cantaban y yo pensaba: “qué hago acá con todos estos tenores y contrabajos”. Me adoptaron y me arrullaron. Era un ambiente difícil, mucha trasnoche, mucha droga y a mí nunca me ofrecieron. Me cuidaban, me acompañaban a tomar el bondi. Tuvimos mucho trabajo. En una noche llegué a hacer 14 shows. Al mismo tiempo hacía teatro y después, televisión. Tuvimos una banda con mi hermano Fernando y fuimos la banda de música beat más joven de Uruguay. Trabajábamos en los bailes con un permiso porque éramos menores. Yo tenía 14 años. Todos los años nos juntamos a tocar, nunca dejamos de vernos. Se llamaba Sueños. Ahora ya hay hijos, nietos.
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