Dejó de estar delante de cámaras para pasar a estar detrás de ellas; dirige documentales enfocados en las historias de vida de los grandes chefs y lleva a Buenos Aires a donde quiera que vaya; la tele de los 90, los sueños incumplidos y las madrugadas de rock and roll
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Fue notero estrella en los 90, en la época en que los cronistas de la calle eran los protagonistas de la tele. Sin embargo, pocos saben que Alfred Oliveri trabajó toda su vida en el mundo del espectáculo, delante y detrás de cámara. Condujo el ciclo de música Rebelde sin pausa y también formó parte de la producción de CQC, La TV ataca, Teleshow y el canal Music 21. Colaboró con el equipo de Cuatro Cabezas cuando abrió una oficina en Madrid para exportar los formatos de la productora y allí quedó ligado a España, donde armó su propia empresa audiovisual, en Barcelona. Hoy está lejos de ese hiperquinético reportero que perseguía celebridades, vive en Europa y es productor y director de sus propias películas documentales.
Apasionado por las historias, Oliveri encontró su nicho en la alta gastronomía. Fundó la saga House of Chef y ya lleva tres largometrajes realizados contando epopeyas de grandes cocineros, como Germán Martitegui, Mauro Colagreco o Gastón Acurio. Este año filmará la cuarta película en escenarios de Perú, Uruguay y España.
El 8 de febrero Alfred cumplió 53 años y el destino hizo que lo festejara en Londres, adonde viajó con su equipo para filmar unas tomas con Salma Hayek. “Ella necesitaba una crew que fuera simpática, eficiente y buena onda”, cuenta Alfred desde su casa en Holanda. “Fue una cosa muy pintoresca, una situación súper íntima: Estábamos en la casa con ella, sus asistentes, de golpe apareció el marido... Era todo muy simpático y nos hicimos amigos de golpe, pero fue un hecho medio aislado.”
-¿Cuántos años hace que te fuiste de Buenos Aires?
-Me cuesta decirlo, tiendo a considerar que estoy en estado de itinerancia. Digamos que desde el 2018, cuando empecé la primera película. Ahí me reencontré con Madrid, una ciudad con la que no me había llevado bien antes. Me empecé a sentir muy bien y quise pasar cada vez más tiempo allí. Pero estaba permanentemente en movimiento. De Madrid a Londres, de ahí a Italia. Nunca decidí irme de la Argentina, se fue dando de una forma increíblemente natural y sin las cosas feas de estas cuestiones como el desarraigo, tener que cerrar una casa o la incertidumbre de lo que va a pasar.
-¿Pero cómo terminaste en Holanda?
-Tuve una historia muy simpática de reencuentro con una novia mía de la juventud, en París, totalmente insospechada. Después hubo otro reencuentro en Londres y a partir de ahí vinimos para Holanda, donde ella vive, y no nos separamos más. Es argentina, se llama María Paz León y es guionista y música. Es la primera vez que instalo una casa que no sea la de Buenos Aires. Pero no es que dije “me voy de la Argentina”. Simplemente amplié mis horizontes y mi capacidad de disfrute, que es muy grande.
-Pero supongo que tenías un plan de trabajo.
-Claro. Mis productores no están en la Argentina y mis películas no son para Argentina, sino que son parte del mercado latinoamericano y europeo. Entonces, si bien tengo una oficina en Buenos Aires, no necesitaba estar ahí ni necesitaba del mercado interno. Yo focalicé mi trabajo en las películas, y ese proceso incluye largos tiempos de escritura de guion, de preproducción y de rodaje en otros lugares.
-¿Cómo llegaste a especializarte en eso?
-Hace 30 años que estoy en el negocio. De estar delante de cámara pasé a producir, tuve mi primera productora en Barcelona en el año 2005. Después volví a la Argentina, empecé a hacer programas para el cable, series. Hice cosas con Deborah de Corral, Julieta Ortega, Milo Lockett... Y cuando hice un proyecto para El Gourmet sentí que había que hacer algo que conectara con el futuro en relación a la gastronomía. Ahí fundé House of Chef, en el 2015. A partir de eso, conecté con todo lo más interesante que estaba pasando a nivel gastronómico en el mundo. Me convertí en especialista en lo que son historias en relación a la gastronomía, que van más allá de una receta.
-¿Por qué la gastronomía?
-A quien le gusta comer, le gusta todo lo que está alrededor. La gastronomía me permite contar historias vinculadas a un montón de cuestiones. Un cocinero es casi como un artista y yo vengo de ahí, de los escenarios, del teatro, de los camarines, del rock and roll, del espectáculo en sí mismo de toda la vida, es lo que yo mamé. Entonces, la gastronomía se convirtió para mí en un nuevo escenario, con buenas historias para contar.
-Es como contar tu propia historia.
-Hay una gran analogía entre lo que yo cuento y lo que yo he vivido. Básicamente, si yo tengo el presente que tengo es porque aposté todo a una ficha. Creí en mi trabajo, creí en mi deseo de ir detrás de mi pasión y lo he puesto en hechos desde el minuto cero en contra de cualquier sentido común, de cualquier persona razonable. Yo financié todo el comienzo de House of Chef a pérdida, porque creía en ese proyecto y en lo que estábamos haciendo. Y sobre todo creía en unos estándares de calidad que no existían en ese momento. Cuando volví en el 2008 a la Argentina, después de vivir 8 años en Europa, lo primero que me llamó la atención fue el show de Francis Mallmann en El Gourmet. Vi que ahí había un camino. No era simplemente contar cómo se hacía la endibia. Había toda una cosa alrededor que me podía permitir trabajar con la música, con la literatura, con los territorios.
-¿Dejar de estar delante de cámara fue una decisión? ¿Cómo se dio?
-Fue producto de una serie de fracasos y reveses. Con el tiempo, uno aprende que esos fracasos y reveses son puertas para llevarte a otro lugar más interesante. Doy gracias a las veces que las cosas salieron supuestamente mal.
-¿Por qué?
-Cuando yo volví de Europa, donde ya estaba produciendo y ya estaba dirigiendo, quise volver a estar delante de cámara porque es un oficio que no se pierde. Pero no tuve muchas oportunidades profesionales. No es que elegí: quise y no pude. De hecho, cuando empecé a producir en Europa, lo hice para tener la posibilidad de estar en cámara. Y después no sentí más esa necesidad y seguí produciendo y lo disfruté. Y ahora hice un camino bastante largo, donde lo más importante está basado en la escritura, en la dirección y demás. Hoy doy gracias a Dios no haber tenido esa oportunidad porque no me gustaría estar en el mismo lugar que estaba en otro momento de mi vida.
-¿Qué serías ahora, un conductor, un panelista?
-No quisiera saberlo. Ciertos fracasos son clave para llegar a un lugar que uno desconoce o no se anima. Y yo estoy profundamente agradecido de haber atravesado todo lo que viví para llegar a donde estoy hoy. El destino me llevó de una manera salvaje pero me trajo a donde tenía que estar.
-¿Lo sufriste?
-No demasiado, porque no es que no tenía cartas. Yo ya venía produciendo, tenía muchas ideas en mente. Realmente no lo sufrí, me interesaba seguir trabajando. Y no dependía del llamado de un productor. Porque me convertí en productor. Y eso estuvo buenísimo. Y después me convertí en director. Y eso estuvo todavía mejor.
-¿Qué recuerdos tenés de esa época de la tele?
-Tengo un libro escrito, no publicado, pero listo. Un amigo me instó a recordar esos momentos que yo mucho no recordaba. Y fue maravilloso. El tema es haber sobrevivido, haber superado eso y haber pasado a otra situación en el momento adecuado. Lo que vivimos fue propio de una época. Éramos muy jóvenes en un oficio de grandes. Entramos en una tele re careta y realmente la revolucionamos. Algunos de esos referentes se quedaron hasta el día de hoy, como Adrián Suar, Marcelo Tinelli o Diego Guebel. Y otros nos fuimos moviendo. Fue aprender mucho, conocer mucho del oficio. Era una época de muchísimo compromiso con el trabajo. Realmente nosotros estábamos metidos en el trabajo las 24 horas y lo vivíamos como algo personal. Teníamos la camiseta puesta. Y lo dejábamos todo. Por eso sufríamos tanto en nuestras vidas privadas, porque no se podía sostener mucho ni una pareja ni un matrimonio, ni nada. Eso fue lo interesante: entrar a un medio tan poco emocional a brindar esa frescura. Cuando nosotros entramos reinaba Romay y de golpe se rocanrolizó la televisión. Fue una época muy impresionante la de los 90.
-¿Era una época donde había más recursos?
-Puede ser, pero no sé si durante el bienestar nosotros nos sentimos tan cómodos. Siempre que hubo crisis, en la Argentina surgieron los movimientos más interesantes a nivel cultural. Y en esa época había una gran efervescencia. Era la época de los taxis, los teléfonos públicos, (Andrés) Calamaro, Charly (García), (Joaquín) Sabina... Otro tipo de madrugadas. Es muy importante lo que el rock and roll genuino tiene para aportarle a la sociedad. Cuando el rock no anda bien, la sociedad no anda bien.
-¿Lo ves como otra vida?
-Yo me siento muy feliz y muy orgulloso de haberlo vivido al mil por mil. Mantengo los vínculos hasta el día de hoy, la relación con Charly, con Cecilia Roth, con Fito (Páez). Teníamos un vértigo de nocturnidad importantísimo, que tiene sentido si lo sobrevivís. Si te quedás dando vueltas en esa misma rueda sos un hámster y se va poniendo todo bastante patético y oscuro. Pero si eventualmente lográs salir del círculo hacia otros ámbitos, lo mantenés con orgullo de haber hecho algo que estuvo bien. Mi trabajo era muy bueno en ese momento. Realmente la gente se divertía y es el día de hoy que, sin haber sido una figura principal, me siguen recordando y me agradecen porque la pasaban bien y se reían. Eso es increíble. En ese sentido me siento muy feliz de todo lo que viví, sobre todo porque lo sobreviví y porque dejé de hacerlo en el momento justo.
-¿Tenías miedo de no sobrevivir?
-Obviamente tenía su intensidad todo aquello y, si te quedás estancado en esos lugares, puede ser que termines mal. Puede ser más trágico o menos trágico, pero bien no termina.
-¿Volverías a vivir en Buenos Aires?
-Buenos Aires es mi casa, es inspiración, es rock and roll. La sigo queriendo porque la necesito, es parte de mí. Después, las aventuras pueden variar en su paisaje. Me siento muy bien con lo que he logrado. Es muy gratificante ver que mi película se exhibe en San Sebastián, porque tampoco fue fácil llegar hasta acá. Siento que los precios los pagué y ahora estoy cobrando por caja.
-¿Qué precios?
-Y, no es fácil tomar decisiones en la independencia o ir detrás de tus sueños. No es lo que te recomienda el doctor. Pero yo quería hacer esto. Desde los 5 años que sabía que me quería dedicar al mundo del espectáculo. Podría haber sido actor, músico o hacer lo que estoy haciendo. Pero nunca podría haber hecho otra cosa. Esto es mi vida. Y sentir que me mantengo cerca de eso para mí es invalorable.
-Eras muy histriónico en cámara. ¿Qué vas a hacer con esa faceta?
-Me acompaña cuando dirijo, todo el tiempo, a todos lados. Pero no siento esa necesidad. Cada tanto pienso: ‘podría hacer algo’. Si el destino no hubiese cambiado tanto las fichas, quizás ahora estaría en la Metro haciendo un programa.
-¿Te hubiese gustado?
-Estoy muy bien, con el tiempo uno va pasando del enojo al agradecimiento. Es un arco que uno va trazando. A veces uno empieza quejoso y es como un adolescente al que le parece que está todo mal. Después te vas dando cuenta que las cosas no estuvieron tan mal. Al contrario.
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