Alén, luz de luna: fantasmas en un hotel, un perro incontrolable y la titánica tarea de hacer una telenovela en la Patagonia
Gustavo Bermúdez, Marta González, Maite Zumelzú, Silvana Di Lorenzo y la autora Adriana Lorenzón recuerdan para LA NACION la aventura de grabar en San Martín de los Andes
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Alén luz de luna fue la primera telenovela argentina grabada íntegramente en escenarios naturales, en San Martín de los Andes. Durante diez meses, actores, autores, productores y técnicos se mudaron a esa ciudad de la provincia de Neuquén para hacer realidad el sueño de Gustavo Bermúdez, protagonista y productor de la tira que se emitió en Canal 13, en 1996.
Con dirección de Diana Álvarez, el elenco estaba formado por Héctor Alterio, Silvana Di Lorenzo, Maite Zumelzú, Silvia Montanari, Humberto Serrano, Chany Mallo, Guadalupe Martínez Uría, Celina Font, Marta González, Ulises Dumont, Aldo Barbero, Oscar Ferreiro, Nacho Gadano, Marcos Zucker, Lita Soriano y la brasilera Vivianne Pasmanter, que se fue antes de terminar las grabaciones por desacuerdos con la producción.
La historia escrita por Marcia Cerretani, Enrique Sdrech y Adriana Lorenzón, contaba la vida de Pablo (Bermúdez), quien decide viajar a la Patagonia cuando encuentra un documento que no sabía que existía y que cambiará su vida para siempre. Ya en el lugar, los secretos familiares empiezan a multiplicarse y conoce a Fanny (Montanari), una mujer ávida de poder que está a punto de acceder a la gobernación de la provincia cuando descubre que el hijo que había entregado para que lo hicieran desaparecer, está vivo. Por otra parte, Pedro (Alterio) no sabe que tiene un hijo pero lo descubre cuando vuelve al pueblo, luego de haber pasado varios años en la cárcel, injustamente. Mientras tanto, tres mujeres se disputan el amor de Pablo. La ficción ganó el Martín Fierro a la mejor novela y Alterio, al mejor actor protagonista en drama.
Un trabajo titánico
Gustavo Bermúdez tuvo un sueño, movió cielo y tierra para concretarlo y lo logró. “Tenía un contrato con Canal 13 para hacer una novela por año. Ya veníamos de varias y no encontrábamos una pareja fuerte así que se me ocurrió contar una historia de padre e hijo y convocar a Héctor Alterio, que nunca había hecho una novela y no se animaba. Pero viajé a Madrid a hablar con él y pude convencerlo”, relata el actor a LA NACION, sobre el primer desafío que se le presentó.
El otro reto era grabar la novela totalmente en exteriores, para mostrar la belleza de nuestra Patagonia. “No había escenografías, y eso jamás se había hecho en televisión. Durante diez meses, casi cien personas nos mudamos a San Martín de los Andes. Grabar ahí fue una idea mía. Había ido de chico con mis padres y mi hermano, y después fui con mi mujer y mi hija, de vacaciones”, dice el galán. Fue entonces cuando empezó a soñar y no paró hasta hacerlo realidad. Tanto le gustó San Martín de los Andes que luego de terminar la tira se mudó y vivió durante muchos años allí. De hecho, su exmujer y sus dos hijas residen en la ciudad cordillerana, y él sigue teniendo una casa a la que va cada tanto.
“Filmar allá fue una cruzada inolvidable. En ese momento no había internet ni siquiera señal para celulares, así que tuvimos que montar una red y nos comunicábamos por radio. Fue un equipo extraordinario de trabajo y con mucho compromiso. Grabábamos con lluvia y nieve, hasta la madrugada. Tengo recuerdos muy lindos, pero fue un trabajo enorme que hoy no repetiría porque estaba en la edición, en la producción, actuaba, hacia la dirección general. Era una locura”, asegura Bermúdez. Y continúa: “Trabajábamos con tres unidades e hicimos 150 capítulos en 11 meses. Me acuerdo que en diciembre teníamos que grabar una escena de noche, muy jugada, en la que se incendiaba un camión de combustible y la noche era muy corta en ese momento, apenas seis horas. Y pudimos hacerla. No fue un camino de rosas sino bastante sinuoso, y hasta llegué a replantearme en lo que me había metido”.
El actor vivió ese año con quien era su esposa en ese momento, Andrea, y con su hija mayor, Camila. “La mamá de mis hijas fue una excelente compañera que me apuntaló y me acompañó. Mi hija mayor era chica y yo trabajaba muchas horas, a veces pasaba días sin dormir, porque de edición me iba a grabar y así aparecía en algunas escenas, destrozado. Y Andrea fue una compañera extraordinaria. Después nos mudamos ahí porque mi idea siempre fue irme a vivir al interior”, apunta.
Todas las semanas había un desafío nuevo. “Una vez grabamos algunas escenas haciendo rafting y tuvimos que llevar las cámaras a Chile. Hacíamos cosas que para una tira era impensadas. Otra vez, para una escena sobre una elección de Silvia Montanari, que quería ser gobernadora, hicimos una escena con cinco mil extras, y los convocamos desde la radio, hicimos los panfletos, conseguimos un auto descapotable antiguo, porque era para la candidata. En otras oportunidades usamos helicópteros, cuando teníamos que hacer una búsqueda de uno de los personajes, y los caminos estaban cerrados por la nieve. Todas las semanas era algo nuevo. Una vez usamos una topadora para tirar abajo la cabaña, entonces cortamos la cabaña por partes y la topadora la levantó y después volvimos a unirla. Mucho esfuerzo, mucho trabajo”, recalca Bermúdez.
“Me acuerdo que los fines de semana hacíamos asado para todos. La convivencia era buena pero éramos casi cien personas y había que contenerlos, y estábamos mi hermano y yo como responsables. Cuando hicimos el lanzamiento y vimos el tráiler, nos pusimos a llorar. Pasaron 25 años y en ese momento no había vuelos todos los días y teníamos que ir con un cassette a San Martín para trasladarlo a Buenos Aires en micro. Editábamos el capitulo acá, y el sonido y la musicalización se hacían en Buenos Aires: llegaba calentito para salir al aire. Nuestro trabajo era otra novela detrás de cámara. A la distancia, creo que fue lo más titánico que hice en mi vida”, concluye.
La convivencia, entre asados y excursiones
“Cuando me convocaron yo estaba de vacaciones en San Martín de los Andes así que me quedé y nunca volví a mi casa en Buenos Aires hasta un año después”, dice Andrea Lorenzón, que formó parte del equipo autoral de la novela. “El proyecto era una locura y al mismo tiempo maravilloso. Al principio la pasamos muy bien, después la gente iba entrando en crisis”, rememora.
“La montaña, la lejanía de la ciudad, el invierno tienen sus pro y sus contra. A medida que iban pasando los meses era cada vez más difícil, pero creo que todos estuvimos muy orgullosos de lo que logramos. Era un lugar tranquilo que, de pronto, se vio invadido por ‘celebridades’. Era hasta un poco bizarro, por momentos. El avión que iba de San Martín a Buenos Aires salía los martes y los sábados, y al que se quejaba de algo, la producción le decía: ‘El de las 13 te está esperando’”, dice entre risas. “También me acuerdo que Bermúdez se había comprado un perro San Bernardo, en Bariloche, para que formara parte del elenco. Su nombre era Oliver. De bebé era un peluche y todo el mundo lo amaba, pero empezó a crecer y a volverse incontrolable. Cada vez que el perro tenía que grabar, hacia sus necesidades en los decorados. Al final, terminó con nosotros, los autores. Nos alquilaban una cabaña para escribir y el perro ocupaba medio living. Era enorme y se comía un cuarto de galletitas por día”.
Lorenzón también recuerda una de las historias que circulaban en los momentos muertos que dejaban las grabaciones: “Al principio estábamos todos alojados en el hotel, que era el decorado principal. Era un hotel gigante, arriba de la montaña y sobre el que había todo tipo de leyendas, incluida la de un fantasma que aparecía cuando los turistas se iban. Algunos afirman que lo vieron, vestido de gaucho, con un poncho negro y un sombrero enorme. Yo, por suerte, nunca me lo crucé”.
La cantante y actriz Silvana Di Lorenzo fue una de las protagonistas de Alén luz de luna, casi sin quererlo: “Éramos tres mujeres que en algún momento íbamos a hacer pareja con Bermúdez pero la protagonista, que era una actriz brasileña, se fue de un día para el otro y me eligieron a mí. De repente me encontré con un trabajo terrible, eran muchas horas de grabaciones. Apenas tenía tiempo de descansar que ya tenía que prepararme para la otra escena. Fue una hermosa experiencia. Recuerdo que un día teníamos una salida con Gustavo, una cena romántica en la montaña, con la nieve. Y resulta que no haba mucha nieve esa temporada así que tuvimos que subir alto, buscar un pedacito de nieve y grabar de madrugada. Un frío tremendo, pero ero lindo”.
Tan encantada estaba Silvana con la experiencia que durante las grabaciones decidió no volver a Buenos Aires ni de visita. “Normalmente la producción nos daba un viaje una vez por mes. Hice el primero, pero después ya no quise y mi pasaje se lo daban a mi marido o a alguno de mis hijos para que viajaran ellos. Me gustaba tanto San Martín de los Andes que no me daban ganas de irme. Tan es así que cuando me fui, nueve meses después, lloré mucho. La gente era divina, nos ayudaron un montón. Siempre pensamos que se iba a hacer una segunda parte y fue un honor trabajar con semejantes actores. Con Alterio tenía varias escenas y él quería repetir muchas veces y yo pensaba que lo hacía por mí, que no tenía mucha experiencia ni era tan excelente actriz como él. Pero me contestó que necesitaba repetir porque le gustaba que quedara perfecta. Fue un buen maestro”, le dice a LA NACION.
Lentejas fermentadas y un viaje a Chile en medio de la tormenta
Marta González era la que más cocinaba en el grupo de trabajo: “Me alquilaban una casa y hacía comidas para mis compañeros, y me acuerdo que un día había invitado a todo el equipo, actores y técnicos, a comer lentejas. Lo que no sabía era que las lentejas fermentan y tuve que tirar los dos kilos que había preparado. Nos reíamos mucho con Alterio. Hacíamos excursiones y conocimos bastante: una vez fuimos a Chile y se desató una tormenta tremenda cuando cruzábamos la cordillera. Para levantar el ánimo, propuse un concurso de canto y Alterio, muerto de miedo, pedía que no cantáramos”.
Maite Zumelzú fue otra de las actrices que enamoraban a Bermúdez en la ficción. “Es una de las novelas más lindas que se hicieron en nuestro país, y la disfruté un montón”, indica. “Fue un coprotagónico fuerte y yo recién comenzaba, aunque ya había trabajado con Silvia Montanari en Son de Diez. Fue un personaje importante, rodeada de un elencazo. Marta hacia de mi mamá y fue mi segunda mamá, literal. Prácticamente vivía en su casa y pasaba mucho tiempo con su hija Mercedes. Aprendí muchas cosas de Marta y Silvia, y de Héctor, que contaba anécdotas todos los días. Los sábados hacíamos un asado en el quincho del hotel y me gustaba sentarme a tomar una copita de vino y conversar”.
“Fue un año de mucho aprendizaje en todo sentido. Por ejemplo, Silvia era la reina de las luces y me decía dónde me convenía ponerme para salir mejor. Fue una maestra igual que Martita y Alterio, Aldo Barbero, Humberto Serrano. Me di el lujo de actuar con excelentes compañeros. Era un grupo humano hermoso, casi cien personas grabando con tres unidades, trabajábamos de lunes a sábados. Se armó una gran familia, atesoro los mejores recuerdos en mi corazón”, recuerda la actriz, que componía a una maestra de niños mapuches.
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