Alejandro Paker: del secreto que le ocultó a sus padres a trabajar en la serie argentina con Robert De Niro y convertirse en el jurado villano de Tinelli
El artista recorrió, en diálogo con LA NACION, todo su carrera y explicó por qué casi nunca se levanta cuando escucha a los participantes de Canta conmigo ahora
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Hace más de treinta años que trabaja, especialmente en teatro, pero la popularidad le llegó de la mano de Marcelo Tinelli y el programa Canta conmigo ahora. Rápidamente, la gente identificó a Alejandro Paker como el jurado villano, el que pocas veces se levanta de su silla para cantar junto al participante. En diálogo con LA NACION, Paker recordó los días en que tomaba clases de teatro a escondidas de sus padres, su llegada a Buenos Aires desde su Rosario natal, sus momentos de gloria con obras como Cabaret; Priscilla, la reina del desierto; El hombre elefante, y Casi normales, entre muchas más, y habló de su relación con sus colegas en el jurado y reveló por qué lo señalan como el “jurado malvado”.
“Hace 30 años que llegué de Rosario en micro, acompañado por mi mamá, para a hacer el casting para El jorobado de París, de Pepito Cibrián y Ángel Mahler. Quedamos 50 entre 2600 actores que se presentaron, no volví más”, rememoró con nostalgia y sumó: “En aquel momento no existían las escuelas musicales, yo quería estudiar canto y no había profesores, solo dos maestras de lírico. Tenía mi maestro de música de la secundaria que era el director de uno de los coros más grosos de Rosario. Cuando me hizo una audición, me dijo que tenía una vacante de tenor en el coro de adultos, estuve a prueba tres semanas y tuvimos un concierto al mes. Ahí me educaron un montón”.
-¿Vos quería ser actor o músico?
-Quería ser actor, pero la música siempre estuvo presente en mi vida. En aquel momento veía Cantaniño y le pedía a mi mamá que me llevara. Para ser sincero, de niño decía que quería ser cantor porque la música me encantaba, todo era con música en mi casa, hasta sueño con música y me acuerdo de las canciones con las que las musicalizo. Creo que tiene que ver con la fantasía que me generaba el cine porque no había visto musicales en teatro. Soñaba con que actuaba al público y estaban mis familiares y amigos aplaudiendo, orgullosos de mí.
-Y después sucedió...
-Creo que, de alguna manera, lo decreté intuitivamente. Quería estudiar teatro, pero en mi casa no me dejaban. Sí podía ir al coro porque lo veían como un hobby, pero me decían que para el teatro no había plata, aunque sí para inglés y computación. Entonces vi que había un taller de teatro gratuito para adolescentes que dictaban Gladys Temporelli y Norberto Campos, ella es toda una entidad hasta hoy en día en Rosario, y es la mamá de Celeste Campos, que también está en el jurado. Les daban clases a adolescentes que no podían pagar y yo iba de trampa, escondido, diciendo en casa que iba a gimnasia o a estudiar a lo de un compañero. Ya tenía 15 años e íbamos con Gaby Goldman y de ese entonces somos amigos, como hermanos, y trabajamos mucho juntos. Hasta que un día invité a mis padres a la muestra, engañándolos con que era un concierto del coro y ahí se enteraron que había hecho un año a escondidas.
-¿Lo aceptaron?
-No, ahí empezó una lucha. Finalmente, creo que hoy los convencí (risas). Tuvieron su proceso y con los años entendí a qué respondían sus miedos. Ellos son de una época en la que un título de una carrera convencional garantizaba felicidad, éxito, dinero, casa, auto y todas esas creencias. Yo no les di ni un gusto, no me casé, no tuve mujer ni hijos (risas)... Pero soy feliz y tengo una linda vida, incluso valorando el dulce y el amargo de todos estos años. Hice mucho teatro oficial, comercial, independiente, para chicos, para grandes, drama, musicales e infantiles.
-¿Y cómo fueron esos primeros años en Buenos Aires?
-Fueron duros. Desde 2007 puedo vivir de lo que hago, antes hacía teatro y trabajaba de otra cosa como por ejemplo en Editorial Atlántida y también en una cadena de fast food que se llamaba Bonplaisir, siempre en la parte administrativa porque soy perito mercantil. Eso me permitió viajar, estudiar y pagarme mis clases porque seguí perfeccionándome.
-¿Por qué hiciste tanto teatro y tan poca televisión?
-Un poco se dio y otro poco porque amo el teatro. Extraño el estrés del teatro; hubo años en que hacía cinco obras a la vez. En un momento me convertí en adicto al trabajo. Ahora son otros tiempos, otra exigencia. El año pasado filmé una película de Norman Ruiz que se estrena este año y se llama La leyenda del cóndor ciego con Adrián Navarro y basada en un hecho real que sucedió en torno a la muerte de Juan Lavalle, en la época rosista de nuestro país. También me tocó ser el villano de la historia y parece que no paro (risas). Filmamos en Saladillo, en pandemia en 2021, en una burbuja. Después hice El encargado, de Gastón Duprat y Mariano Cohn, con Guillermo Francella y el Puma Goity, un personaje divino. Es una primera temporada de 12 capítulos que se va a ver por Star +.
-Tuviste unos meses muy movidos e intensos...
-También participé de la serie Nada, de la misma dupla de directores, con Luis Brandoni y Robert De Niro, y me tocaron escenas con Brandoni. Y hace poco terminamos de grabar Selenkay, una serie de Disney que se verá en el 2023, con Gina Mastronicola, Mónica Antonópulos y Mario Alarcón. Una historia que trascurre en la Patagonia sobre una niña que descubre que tiene súper poderes. Filmamos en Bariloche, El Bolsón, San Martín de los Andes, y es la segunda serie de Disney que se grabó con acento argentino. Y a la semana de terminar de grabar Selenkay me llamaron para Canta conmigo ahora. Ahora voy a hacer una película sobre Piluso y Coquito. que es de animación y voy a ponerle la voz. En 2018 hicimos con Manuel Wirtz un espectáculo que se llamó La banda de Piluso y Coquito, un homenaje que produjeron los Olmedo y el hijo de Ortiz, los herederos de ellos. Y quedó la posibilidad de hacer una película.
-¿Y la pandemia cómo te trató?
-El año de la pandemia fue duro, me fui a Rosario a cuidar a mis viejos que están grandes, pero ahora hay mucho trabajo. Extraño el teatro, pero estoy disfrutando el mundo audiovisual.
-¿Qué pensaste cuando te llamó Tinelli?
-Llamaron a mi representante, lo hablamos, vi que era un formato de la BBC de Londres, All Toghether Now, pero allí no fue un programa diario sino semanal, y sé también que se hizo en varios países; lo compró La Flia y es una mega producción, se están arriesgando un montón. Lo maravilloso es la diversidad que hay en el jurado, todos tenemos que ver con la música y hemos arribado por diferentes caminos, pero finalmente estamos todos unidos y abordamos diferentes géneros musicales. Yo represento al teatro musical. Es maravilloso ver cómo nos estamos enriqueciendo con nuestros compañeros, como jurados y como interpretes individuales porque son otras miradas, otras narrativas.
-Y sos el jurado villano, que nunca se levanta, ¿cómo nació?
-Surgió inmediatamente por mi cara (risas). Tuve muchas charlas con Marcelo Tinelli hablando sobre lo que me gustaría, sobre lo que imaginaba y le dije que no quiero maltratar a nadie porque tenía la imagen de otros proyectos de él, en donde sucedieron cosas que no van conmigo. Como espectador compro todo lo que veo porque entiendo el trabajo que lleva, lo disfruto, lo festejo y lo celebro. Hay un montón de trabajo detrás de un chico que se presenta a hacer una canción y tiempo, dinero y expectativas. Me entrego, escucho la historia, veo la interpretación. El villano surgió naturalmente. Lo que sucede, y eso generó la controversia, es que tengo una mirada teatral. Yo veo en directo, no por pantalla, y al cantante lo tengo a 30 metros, y hay otra energía que recibo. No veo primeros planos como los televidentes.
-Pero no te levantas nunca y otros jurados, siempre, ¿por qué?
-Me levanto poco y nada. Necesito ver la mirada del interprete, su expresión, su interpretación gestual, su afectación. Evalúo el conjunto y no solamente la voz. Me interesa la conexión que tiene el intérprete consigo mismo y qué da, no solo la letra y las notas bien dichas sino el compromiso. Es algo que me exijo personalmente cuando trabajo y es la mayor verdad. En todo lo que hice audicioné, menos en esto, y creo que me gané mi lugar justamente por lo que estoy diciendo, por la verdad y la honestidad, exponiendo mi vulnerabilidad, mi humor, mi yo. En cada función, un artista deja todo porque sino le faltás el respeto a tu vocación.
-Sos muy exigente...
-Sí, me levanto cuando veo verdad, pero también es una manera de elegir la profesión. Y no digo que otra cosa esté mal. Si tengo otra mirada, no significa que descalifico al resto, todo lo contrario. Lo maravilloso es que convivimos 100 opiniones y las 100 trabajamos en la música. Hay una diversidad de interpretaciones y finalmente todos tenemos razón y ninguno tiene razón. No hay una única verdad. Simplemente es una manera de mirar y hay 99 más. Lo que hace la mayoría es lo que nos enseñaron que está bien y si alguien hace todo lo contrario, eso está mal.
-¿Y te sentís incomodo en ese lugar, no siendo políticamente correcto?
-No, todo lo contrario porque siempre fui el raro, el diferente. Me ha pasado toda mi vida. Y en teatro también hice personajes diferentes, como por ejemplo en Priscila, El hombre elefante, Casi normales. Entiendo que te categorizan y te meten en nichos, pero yo puedo ser más cosas; todos tenemos la capacidad de la multiplicidad. Me parece que tenemos capacidad de mutación contante. En Canta conmigo ahora todos somos profesionales de la música y tenemos el oído entrenado, pero el tema es que no tenemos la escucha entrenada, y soy el primero que se hace cargo. Y cuando explico no siguen escuchando el detalle del por qué, y a veces en televisión tampoco hay mucho tiempo. Comparto mi mirada, no la impongo, es otra que está construida con lo que estudié, con lo que aprendí, con mi curiosidad.
-¿Y entraste en el juego de la tele, en saber qué rating hicieron ayer?
-No, yo lo escucho y nada más. Lo que sé es que hay que hacer dos dígitos para continuar, pero no sé cuánto hizo el de enfrente. No nos olvidemos que esta productora le da trabajo a un montón de gente. Lo que hay construido es monumental, es una gran inversión. A veces la gente se pone maliciosa cuando crítica y hay mucha gente trabajando en el programa. Y entiendo que responde a otras rivalidades, también.
-¿Qué te dice la gente?
-Fue instantáneo. Me dicen ‘Paker, cuándo te vas a parar’. O ‘te vas a parar o no te vas a parar’. Y la empleada del comercio en el que compro los artículos de limpieza me miraba y me dijo, ‘sabes que sos parecido al malo de Canta conmigo’. Y le contesté ‘sí, soy parecido, pero no soy malo’ (ríe). Me gusta el ida y vuelta con la gente. Y veo la inmediatez, que en el teatro te sucede después de la función, cuando te esperan para saludarte y decirte qué les pasó.
-¿Cómo te llevás con tus colegas, los otros jurados?
-A muchos los conozco porque son del teatro musical y he trabajado con algunos, nos frecuentamos más y con otros menos, pero somos como una comunidad y compartimos el camarín que es una especie de carpa muy grande. Es muy lindo y se disfruta.
-¿Quién es el jurado más buena onda?
-Pegué mucha onda con Christian Castro, un ser hermoso. No puedo creer que es él y cómo conecta, cómo te mira, cómo te escucha. Tiene algo muy especial además de ser un intérprete maravilloso. Ya intercambiamos datos sobre ropa, pelo, y me regaló un mezcal que le gusta. Y el Puma Rodríguez también es buena onda, igual que Coti y Cande Tinelli, a quienes no conocía personalmente. Con la Bomba Tucumana también pegué buena onda y L-Gante me da mucha ternura. Es un milagro ese chico y conecta con tanta gente porque es una persona que no inventa nada, es así. Es certero, no está fabricado. Sus devoluciones tienen un hilo rojo con todos, es preciso, honesto, simple, y con un idioma universal. Es una representación de la popularidad, y cuando habla todos nos quedamos callados; yo siento que escuchó hablar al Maestro Yoda. Me conecta con algo muy despojado, simple, y esencial.
-¿Hay competencia entre los jurados? Porque algunos hablan mucho más que otros.
-No. Marcelo hace intervenir a muchos jurados, si bien el Puma, Christian, Coti, Cande, Cucho y Manuel Wirtz son los clásicos y siempre esperan sus devoluciones. Pero Marcelo incluye a muchos otros. Además es Marcelo el que decide a quién quiere escuchar, en base a lo que ve de nuestras reacciones. Está atento a todo y hay mucha improvisación. Hay algo que Tinelli solo puede hacer, no hay otro Tinelli.
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