Pasados los 50 cerró su empresa de matrices y se lanzó con todo a una carrera que lo acercó rápidamente a la popularidad; en charla con LA NACION repasó los múltiples vericuetos de esa singular historia
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A Alejandro Müller el estrés lo llevó a tomar clases de clown y luego a hacer teatro independiente. Ese primer giro en su vida lo obligó a replantearse algunas situaciones pero el gran cambio llegó con Valientes, su primer gran trabajo en televisión que enseguida lo popularizó gracias a un inolvidable personaje, “Huevo”.
Tiempo después, el ya devenido actor cerró su empresa de matrices y se dispuso a vivir de esa nueva y definitiva pasión. No le fue nada mal.
Hoy es uno de los protagonistas de Mi mujer se llama Mauricio, la obra que se presenta de martes a domingos en el Teatro Candilejas 1 de Carlos Paz. En diálogo con LA NACION, Müller reflexiona sobre su presente y su pasado, y sobre las decisiones que lo llevaron por un camino diferente.
-Es tu cuarta temporada con Mi mujer se llama Mauricio, ¿sigue siendo un desafío?
-Sí, porque los elencos fueron cambiando y mucho depende de los compañeros que te acompañan. Yo hice temporada en Mar del Plata y en Buenos Aires, después se hizo con otro elenco, de hecho yo vine dos veranos a Carlos Paz con otras obras. Cuando el productor Aldo Funes me convocó nuevamente me puse muy contento. Yo hago dos personajes en esta comedia súper blanca, con un mensaje interesante, muy divertida, redondita. Y me cuajan bien los personajes. Es una obra muy efectiva que tiene sus años y la aggiornamos un poco. Proyectamos ir de gira por todo el país, veremos si se puede. El teatro me dio esa posibilidad de recorrer el país, conocer gente y lugares, y me encanta. Además es como un viaje de egresados, porque es un grupo de compañeros con la misma onda, ganas y energía.
-¿Qué hiciste en estos dos años de pandemia?
-La pasé muy mal. Aunque en comparación con otras personas no tanto, ya que nadie en mi familia padeció la enfermedad de una manera grave. Yo creo que tuve Covid, aunque los médicos me dijeron fue una infección urinaria. Estuve muy mal, fue en agosto de 2020, todavía no existían las vacunas y la situación era otra. Pero sí, económicamente fue muy dura la pandemia porque me quedé sin trabajo de un día para el otro. Estábamos terminando la temporada de Perfectos desconocidos en Carlos Paz y nos íbamos de gira, tenía proyectos para grabar una serie y filmar una peli y todo se suspendió. Por otra parte, tengo un emprendimiento con mi hija, un amigo y su mujer que es un salón de fiestas en Merlo y eso también cerró durante un año y medio, con fiestas pendientes. Tuvimos la suerte y la fortaleza de sostenernos y no cerrar definitivamente, y ahora estamos devolviendo las fiestas que se debían. Empezando de vuelta. Todavía estamos pagando las consecuencias de ese año y medio cerrado, y va a llevar un tiempo reponernos. Para colmo estábamos en pleno proceso de cambio, agrandando el lugar... Y en el medio de todo eso, además me tuve que mudar. Soy de Merlo, pero durante nueve años viví en Palermo por una cuestión estratégica de trabajo, pero tuve que volver a mis pagos porque no podía sostener el alquiler. Paré el auto y la moto para no pagar el seguro, y me movía con el auto de mi ex mujer. Fue una época difícil pero en familia, espalda con espalda, la bancamos. Mi hija mayor, Camila, es licenciada en Comunicación Social, tiene su productora. Y Catalina es socióloga y es mi socia. Las dos se recibieron en la UBA y me gusta decirlo porque es un orgullo.
Adiós al empresario
-¿Qué pasó con la empresa de matrices que tenías?
-La tuve que cerrar hace poco menos de diez años. Antes de ser actor tenía ese negocio y justamente en ese espacio funciona ahora el salón.
-¿Fue difícil tomar la decisión de cerrar la empresa que te dio de comer durante tantos años?
-Muy difícil. Tenía mis empelados y eso era lo que más me preocupaba. Les ofrecí quedarse con la empresa, pero no se animaron en ese momento así que vendí todo lo que pude vender, puse mis ahorros, llegamos a un acuerdo y pagué las indemnizaciones. Me preocupaba afrontar esa situación, pero pude aunque me quedé sin nada. Bueno, lo único que me quedó fue el galpón, al lado de mi casa. Tenía dinero ahorrado para comprarle un departamento a mis hijas. Y a los 54 años, volví a empezar.
-Y te cambió la vida, pasaste de ser empresario a actor...
-Y no me arrepiento en lo más mínimo de ese cambio. Durante unos años hice las dos cosas pero no podía sostenerlo, porque no me daban los tiempos. Hasta el 2010 hacía teatro under, no era conocido. Después todo se complicó y tuve que decidirme porque estaba rechazando mucho trabajo y mi carrera como actor tenía que pegar un saltito. Y ahí fue cuando me llamaron para Valientes. En ese momento estaba trabajando con los hermanos Korol en Canal 7, y les dije que si me llamaban de Pol-ka para hacer una tira, aceptaría sin dudar. Dos días después me llamaron para hacer un casting, yo creí que eran ellos, haciéndome una broma. Fue mágico. Me di cuenta de que podía laburar y vivir de esto.
Bienvenido el actor
-¿Cuándo empezaste a estudiar teatro?
-Cuando mis hijas eran chicas. Estaba un poco estresado con mi trabajo, tenia muchas responsabilidades, y como no me gusta el deporte, decidí anotarme en un taller de teatro. Fui, pero era septiembre y ya las clases estaban terminando. Justo vi un curso de clown, me anoté y ahí mi cabeza hizo click. Subirme al escenario por primera vez para hacer una muestra fue algo mágico. Me ofrecieron hacer una audición para una obra infantil pensando que era actor, me anoté de caradura y fui el protagonista. En ese momento noté que algo me estaba guiando por ese camino. Fui a un festival de teatro, gané como mejor actor y nunca había estudiado teatro. Entonces empecé a perfeccionarme, a hacer teatro independiente, ir a festivales.
-Y no ganabas un peso...
-No, perdía plata porque llevaba a mis compañeros a las giras con mi auto. Era todo muy casero.
-¿Cuál fue el primer sueldo que ganaste como actor?
-Una publicidad. Y gané bien. Hice muchísimas, como 50.
El tío Paco, el poeta
-Sos sobrino del poeta Paco Urondo, ¿cómo influyó su militancia política en tu vida?
-Lo asesinaron durante el proceso, en el ‘76. Un tipo comprometido con la política, internacionalmente conocido, muy importante en la cultura de nuestro país. Era el único hermano de mi mamá y teníamos una relación muy cercana. Yo lo admiraba al tipo y políticamente coincidía bastante con sus ideas cuando era pibe. Yo estaba en primer año del secundario y militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). El asesinato de mi tío fue desestabilizante para la familia y durante el proceso militar la pasamos muy mal, nos perseguían, teníamos los teléfonos intervenidos. Tuve que dejar de militar, inclusive por consejo de él antes de que lo mataran; me dijo que estaba muy visualizado por ser su sobrino. Fue muy duro para toda la familia, sobre todo para mi madre. Fue devastador.
-¿Volviste a militar después?
-Siempre fui peronista. Y soy muy respetuoso de las ideas de los demás. Mi mamá también era escritora y docente, Beatriz Urondo. Mi abuelo, el padre de ellos, era antiperonista y tenía sus razones porque estaba en la Facultad de Ingeniería de Santa Fe y cuando Perón subió lo sacaron porque no era peronista. Un tipo muy respetado, con una honestidad y una vocación de servicio que marcó mi vida. Un gran ejemplo. Fundó el Nacional de Merlo y después el Industrial de Merlo; los dos secundarios de la zona los fundó mi abuelo. Durante unos años estudié Ingeniería, un poco para darle el gusto de tanto que lo admiraba, pero no era mi camino. Mi papá trabajaba como secretario en Tribunales y quería que fuera abogado.
-Hablemos de amor, ¿estás en pareja?
-Estoy con una chica de Carlos Paz, se llama Eli y la conocí el verano pasado, cuando vine a hacer El test. Este año nos la pasamos yendo y viniendo, tanto ella como yo. Es psicóloga y la conocí en el gimnasio porque además es profesora de fitness. Estamos muy bien.
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