El conductor, que el lunes vuelve a la TV abierta con el reality Por amor o por dinero (Eltrece), se hace preguntas: su lugar en los medios, el futuro del streaming y el fenómeno Javier Milei
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A esta altura de los acontecimientos, muchos se preguntarán quién es Alejandro Fantino en realidad. Algunos intentarán resolver el acertijo con recortes mentales de su pasado en programas deportivos como relator de Boca, ESPN, los ciclos nocturnos en América TV, su paso por Animales sueltos o las sorprendentes entrevistas a personajes variopintos de la política en las que usaba su ya famoso “Pará, pará: ¿vos me querés decir que…?”. Otros no tendrán ningún interrogante sobre su figura y lo darán como un caso cerrado. Un poco por prejuicios, cabe añadir. Porque “Fantino”, “Ale”, “Fanta”, no es ni de cerca ya ese muchacho jodón de la tele que terminaba la semana bailando en la pantalla con una barra de tragos como si se tratara de un boliche bailable de la Costanera. No. Después de estudiar y graduarse en filosofía hace unos meses, crear su propio medio streaming (Neura), colocarse en el centro del ring de la discusión política para disolver discursos y tener un hijo a los 52 años (Beltrán, de cinco meses), el lunes 30, a las 22, comenzará una nueva etapa en la TV abierta al frente de Por amor o por dinero, el reality de Eltrece.
Entonces: ¿Quién diablos es Alejandro Fantino? “Soy un comunicador que se ubica en la no ubicación. En la no estabilidad. Eso conlleva un cierto riesgo, el del nomadismo. A veces el sedentarismo ofrece lugares más cálidos y más seguros. Tengo 22 años de carrera: pasé de relatar a Boca y sentí la incomodidad de quedarme ahí y, así, sucesivamente. Si tuviera un lugar para quedarme y pudiera hacerlo por muchos años sería el del estudio. Pero, cierro la pregunta: mi lugar de comodidad es no quedarme en ningún lugar”, dice como respuesta posible a su propio dilema existencial.
-¿A qué responde ese nomadismo? ¿Qué creés?
-Soy de una generación que vio la estabilidad de nuestros padres como un tótem. Que entronizó la estabilidad económica, emocional y laboral. Y yo siempre fui estableciendo incomodidades a lo largo de mi vida. Dejar un lugar a los 14 años es una incomodidad, cambiar de ciudad a los 19 y venir a Buenos Aires, también. No cambié de carrera, siempre seguí en lo mismo, pero si vos me preguntás si es un rasgo, no sé qué hay ahí… Mi padre fue un marinero del campo, porque mi papá cosechaba en distintos lugares del país. En lugar de navegar agua, navegaba tierra, entonces no era todos los años en un mismo lugar. Si bien caminaba dentro de la misma actividad, iba buscando nuevos lugares. Era un nómade dentro de su estabilidad de trabajo. Y creo que yo repito eso de una inestabilidad dentro de una estabilidad. Nunca he dejado todo y me ido a vivir a otro país, no lo haría no es mi intención. Estoy feliz con lo que hago.
-A simple vista parecería que la comunicación te brota naturalmente, casi de manera silvestre. ¿Sentís la necesidad de pensar cosas y comunicarlas? ¿Es una operación mental que te reconforta?
-Es una lectura muy fina. Yo comunico. Si me preguntaras qué soy, yo soy un comunicador. Y un comunicador que lo hace a través de la TV abierta, streaming o lo que sea. Soy un comunicador, leo a la mañana desde las 8.30 hasta las 13 indefectiblemente todos los días. No leí el día que me casé y cuando viajo. Pero leo. No lo hago por obligación, me hace sentir bien. Y, al texto no lo atravieso solamente con una lectura, lo reinterpreto, lo trabajo y trato de que el texto hable conmigo. Entonces, cuando vos hablás con el autor y con el texto, el mismo texto te propone preguntarte cosas. Esto lo enriquecí con la filosofía, una disciplina que se pregunta sobre la totalidad de las cosas, no responde por la totalidad de las cosas. Y esto me lleva a que cada cuestión o cada cosa que me aparece la hago un pensamiento y la arrojo al aire.
De repente, Fantino, muestra su teléfono celular (al parecer, es de los que pueden mostrarlo) donde tiene, según dice, “millones de ideas almacenadas en el ChatGPT o notas de voz”. Allí, aparecen cosas como: “El vamos a volver y la historia hegeliana”, “ideas filosóficas sueltas”, “Michel Foucault”, “tesis de Nietzsche”, “podcast filosofía/verdad”, entre muchas otras. O sea, al mirar su celular, queda claro que el predicamento de esta nueva encarnación fantiniana, lanzada con toda energía sobre las grandes paradojas universales y el hombre, dista mucho de un personaje fabricado para el público o para un asado entre amigos. Va en serio.
-¿Qué estabas leyendo esta mañana?
-Yo releo mucho a Foucault. Porque la filosofía conlleva un problema y es que tenés que pensarte en qué línea de estudio te sentís más cómodo. De la escolástica algo sé, de la fenomenología algo sé, Baruch Spinoza también, pero no te puedo profundizar Schopenhauer o los presocráticos, Anaxímenes, Anaximandro o los diálogos de Platón. Ahora yo tengo que profundizar en algo…
-¿Y porqué justamente el posestructuralismo? ¿Es un desafío a tu forma de pensamiento tradicional?
-Porque el posestructuralismo tiene un concepto clave para nuestra profesión y es el siguiente: a diferencia del estructuralismo que nombra a las cosas, el posestructuralismo da un salto cualitativo y dice: “No, señores, el discurso no nombra a las cosas, las crea. Yo no hablo el español, el español me habla a mí. Nombrar una lapicera es una convención para nombrar lo que tenés en tu mano, pero para un inglés tiene otro nombre. El posestructuralismo determina las cosas, que esto es una lapicera. No que se llama lapicera. Y nosotros en el periodismo tenemos la obligación de detectar donde hay formas de creación de discursos. Donde hay sujetos de veridicción aceptados por los sistemas. Te aviso que no soy un hombre de la izquierda, ni de la derecha, simplemente estudio y trabajo estos conceptos. Y el posestructuralismo me dio a través de una herramienta llamada genealogía, que usó Nietzsche, detectar dónde el discurso periodístico y del poder central está creando cosas.
-¿Te referís a la creación de “sentido común” o clasificaciones para determinar si algo es bueno o malo? ¿Eso es lo que te interesa detectar y, en todo caso, desarmar?
-Para mí, como posestructuralista amateur, el bien y el mal, lo que es verdad o no es verdad, no está determinado por una cuestión ontológica. No viene metafísicamente dado el bien y el mal, platónicamente o aristotélicamente establecido. Hay una trilogía que expulsa a los sofistas de Atenas que son Sócrates, Platón y Aristóteles, entronan el ser de las cosas. Determinan que las cosas son por su esencia. Si hay un ser de las cosas hay una verdad de las cosas a la que yo puedo acceder. Y yo considero que no hay un ser de las cosas. Lo separo de la creencias religiosas, no hay un ser, una verdad de las cosas, hay una realidad que es diferente a la verdad. Lo real existe, lo verdadero no sé si existe. Y el periodismo a través de una herramienta que la izquierda pudo haber determinado durante mucho tiempo, el sentido común, nombró y creó las cosas. Ese es el gran problema que tenemos hoy. La gran discusión entre las nuevas formas de comunicación y nosotros los periodistas tradicionales. Recomiendo para quien quiera perder el tiempo un rato leer El orden del discurso, de Foucault. Ahí dice que hay tres maneras por las cuales el poder se custodia dándole nombre a las cosas: el tabú (de esto está prohibido hablar), circunstancias del tabú en las cuales algunas veces se puede hablar de algo, pero solamente lo pueden hacer algunos elegidos y, finalmente, el sujeto de verdad. El sujeto de verdad en las épocas arcaicas pudo haber sido el adivino, luego el profeta, luego el sabio, la ciencia y, hace 120 años, es el periodista. El periodista tradicional es un sujeto portador de verdad. Yo como posestructuralista no discuto eso, simplemente dudo de la existencia de algo óntico llamado verdad. No todos pueden decir todo en cualquier momento y no todos todos están autorizados para decirlo.
En este punto, uno pide tiempo. Y al consultarle sobre un ejemplo más concreto de todo esto, Fantino relata: “A mí me echaron de ESPN, rompí mi contrato con Disney, porque el sujeto de veridicción del fútbol es Mariano Closs, no soy yo. En las tres aseveraciones foucaultianas hay palabras que no se pueden decir en el fútbol y tampoco cualquiera puede mencionar las palabras que no se pueden decir. Hay sujetos de verdad. Me acuerdo la vez que yo analicé una categoría freudiana en un partido de Boca y Mariano se me rió al aire y, después, todo el país en las redes sociales. O sea, yo estaba desubicado. Por eso, porque yo no era un sujeto poseedor de la verdad. El fútbol no admite un análisis psicoanalítico para un partido”.
“El sujeto de verdad en las épocas arcaicas pudo haber sido el adivino, luego el profeta, luego el sabio, la ciencia y, hace 120 años, es el periodista”
-Sin embargo, no parecías una persona ajena a ese mundo o que se te asociara a otro sector de la comunicación.
-Después me fui y entendí que el equivocado era yo. No podía romper un sistema que se sigue discurseando así. El sistema fútbol tiene otro discurso al que yo quería abordar.
-¿Y pasaste a “ser” otras cosas?
-Por mucho tiempo básicamente me dediqué a leer, formarme, trabajar sobre mí. No hago esto por una cuestión de dinero. A mí me encanta. Cuando yo era muy chiquito, mi papá me ponía a jugar con un libro de Moby Dick. Después el Corsario negro, y después a crear con soldaditos. Sin querer me ponían a jugar solo, como soy hijo único, y a inventarme historias. Creo que ahí hubo un inicio. Vine a Buenos Aires intenté varias carreras, Sociología, Historia, volví a Sociología no la pude continuar, volví Filosofía y, finalmente, dije esta vez voy a dedicarme y a recibirme. Entre comillas, porque de esto no te recibís, es un oficio; la filosofía es como afilar cuchillos, y así lo determiné cuando empecé en la Universidad Católica de La Plata.
-¿Te gustaría enseñar filosofía?
-Voy a dar un seminario en La Plata, libre y abierto sobre lo que tengan ganas de hablar quienes asistan.
-Hace poco te invitaron a la UBA y hubo una polémica, sobre todo en redes, por tu presencia en esa casa de estudios. Supuestamente por temas ideológicos.
-Sí, fue hace poquito. Me trataron muy bien. Fue en la Facultad de Sociales de la UBA, y la verdad es que me mostraron mucho afecto, mucho respeto y cariño. Y me sentí valorado. Fui con muchísima humildad a contar algunas cosas que yo veía de la comunicación política actual. Diferente es Puan (la Facultad de Filosofía de la UBA), que no conozco. Respeto Puan, tiene una trayectoria enorme y es muy prestigiosa en filosofía, pero bueno a veces me da la sensación de que tienen más respuestas que preguntas y, nosotros en filosofía, tenemos más preguntas que respuestas. En Puan tienen respondido muchas veces casi todo y va en contra de lo que yo creo, pero lo respeto. Quizá, si tienen tantas respuestas, quiere decir que han dado un salto enorme en la filosofía.
-Hablando de los medios: ahora empezás una etapa nueva como conductor de un reality. ¿Qué significa para vos?
-Lo tomo como la oportunidad que le dan a un veterano boxeador de pelear por el título del mundo en Las Vegas. Hace muchos años que hago televisión de aire y nunca tuve la posibilidad de estar en un prime time, en un canal como Eltrece y en un programa grande producido por expertos en realities como Kuarzo. No sé si me llega de grande, porque es una linda época de mi vida para hacer este tipo de contenidos en televisión abierta. El zenit del conductor de aire para este tipo de contenidos se toca entre los 50 y los 60 años. No estás lejos de las generaciones de abajo y no estás lejos de las generaciones de arriba. Les expliqué a los responsables que estoy bastante estoico con respecto a mi vida, y que cada hora que no disfrute con mi bebito y con mi señora no se recuperará más. Entonces el carpe diem estoico se aplica a esto. Se dieron un montón de cosas para que yo pueda boxear por el título del mundo en Las Vegas. Vamos a hacer una analogía con Colapinto: es como que me vino a buscar Ferrari para correr ocho carreras y eso es lo que voy a hacer. Dos meses y medio de programa. Me subyuga, atrapa y me seduce.
-¿Te seduce conducir un reality?
- Primero porque se llama reality: es realidad. Que no es verdad, pero es una realidad. Son diez parejas reales, que conviven. Convivientes. No son novios. Es un reflejo de como la Argentina está viviendo: es por amor o por dinero, son dos fuerzas que trabajan haciendo equilibrio y desequilibrio en todo. Para Nietzsche sería lo dionisíaco y lo apolíneo, para Freud lo tanático y lo erótico, y para Kueller (alma máter de Kuarzo), es el amor o el dinero. ¡Te gustó esa definición! Me gusta la curiosidad como estado permanente. Hice nueve temporadas de Escuela para maridos y me encanta esto, el trabajo de curiosear, de ver cómo van a convivir, qué aparecerá entre ellos, como llevan el día a día. Va por ahí.
-¿Y tu faceta de analista político en Neura? ¿Por qué hablar de política?
-Lo hago para mí. Cuando pienso un cambio no lo hago para ver qué dirán. Me siento cómodo con eso y lo hago, trato de ser recto conmigo. De lo que tengo ganas de ser. Entiendo que haya gente que me ve geográficamente en otro lado y que solo de política pueden hablar algunos. ¿Qué se yo? Yo tampoco tengo ahí un lugar de análisis político, para mí los que se dicen analistas políticos caminan por el fino límite de caerse de la época, porque la gente, me parece, en gran medida ha decidido analizar la realidad y la política por sus propias categorías y sus propias experiencias. Ha decidido masticar la comida ella misma y que no se la den premasticada. Entonces en Neura yo doy mi punto de vista, no analizo políticamente. Sí lo hago vehementemente, de otra forma, pero yo no lo hago para que el sistema tradicional diga: ha nacido un nuevo analista político. Justamente es lo que yo estudio, eso sería una forma de convencionalismo. Si después el sistema me lo reconoce, me lo valora y me quiere poner ahí, bienvenido sea, yo no soy boludo, me encanta que digan que tengo unas miradas interesantes sobre la política. Pero yo no fui a conquistar eso.
-¿No hay algo de rebeldía antisistema en ese pensamiento?
-Cero. No soy antisistema, soy prosistema. Lo que ocurre es que hay otro tema: el tipo que se plantea que alguien es antisistema debería plantearse primero, me lo pregunto no lo asevero, si su sistema es el que funciona. Si alguien me considera a mi antisistema yo podría decirle lo mismo a él. ¿Por qué el sistema de ese alguien es el válido y el mío no?
-¿Entonces, apuntás hacia el concepto de statu quo?
-Bueno, sí, ahora en esta conversación nos estamos acercando a la mirada del poder creando los discursos. Entonces, digamos, Milei es una persona anti status quo en muchas acciones y en otras no tanto. Y para los del status quo, él representa a un antisistema. Otra cosa: es cierto que Milei no navega tradicionalmente, o por lo menos no siempre, no me gustan las totalizaciones cuando hablamos de una cuestión antisistema. Hay un sistema en el cual conviven LA NACION y Página 12. Desde Fantino hasta Roberto Navarro. Neura y El Destape. Es un esquema con distintas miradas, pero dentro de un mismo sistema, un medio de comunicación, un sistema de comunicar. Una editorial mía en Neura tiene la misma estructura que una de Navarro; una de Página/12, aunque con una mirada diferente, sobre el objeto discursivo, tiene un armado similar lo que pueda escribirse en LA NACION. Entonces estamos todos dentro del mismo sistema. Hay otro sistema, que es lo que viene: el streaming. Yo pertenezco más al sistema tradicional que al del streaming, no me hago el pendejo moderno streamer, tengo un medio que es Neura que, a veces, va hacia formas bastante parecidas a lo tradicional. Milei parece encarnar a veces, para nuestro sistema cosas que no van, pero para el otro sistema es normal, es aceptado, en el nuestro es anormal, fuera de lo común. Lo vemos con anteojos de un sistema que es el nuestro y no con los de un sistema que yo creo va a cambiando. Nosotros diremos cambia para mal y los pibes dirán, cambia para bien. Es ahí es donde se genera la discusión. Toda época es una pecera que te hace ver, decir y conocer lo que la época quiera que veas digas y conozcas. Bueno, lo que hay que analizar es si está habiendo un cambio de pecera o seguimos en la misma pecera discutiendo desde adentro. No tengo la respuesta. Me lo pregunto.
-¿Hasta qué punto es disruptivo? ¿No es un sistema comunicacional que funciona sobre la estructura y reglas de juego que plantean las plataformas de Internet?
-No digo que es el nuevo sistema, digo que hay una dislocación comunicacional y que nosotros, yo poniéndome dentro del viejo sistema, analizamos lo que viene con nuestros anteojos, ideológicos y comunicacionales. Y para entender la comunicación que está llegando, que se está produciendo, deberíamos cambiar de anteojos. Construir nuevos fenómenos. Desde la visión tradicional se ataca a lo no tradicional con que no es periodismo profesional. ¿Y qué es periodismo profesional? Chequear tres fuentes, pero eso es desde nuestro sistema establecido en el que nosotros nos formamos…
Enrarecido
La conversación, en este punto, empieza a enrarecerse un poco. Fantino, de todos modos, acepta el desafío, no cambia de tema. Se le plantea el argumento de que el sistema de comunicación y periodístico que él denomina “tradicional” no fue una construcción espontánea ni estática. Que hubo procesos históricos dramáticos que obligaron a consensuar mecanismos globales a nivel profesional para aproximarse a la verdad o a relatar los hechos de la mejor manera. Que esas prácticas no suelen tener la simpatía del poder y que el sistema, por más desvirtuado que pudiera aparecer hoy, sigue funcionando en distintos niveles.
-Este nuevo sistema al que hacés referencia, ¿acaso no favorece conductas falaces, la posverdad, las fake news, el sesgo ideológico y hasta procesos conspiranoicos totalmente fantasmales? ¿Eso no te parece que conlleva algún riesgo?
-Poneme del lado de lo tradicional, pero creo que nosotros en vez de asustarnos tanto, deberíamos bajarnos un poquito de nuestra soberbia, intentar interpretar lo que viene y no quemar lo que viene como si fuésemos luditas. Bajarnos de la soberbia de creer que lo que decimos nosotros es la verdad y lo que te dice Mariano Pérez en Break Point no lo es -se refiere al comunicador militante de Milei que es furor en redes sociales-. Y te voy a terminar el tema de la sustentabilidad, para un canal de Youtube al que le vaya relativamente bien tiene que publicar videos de 120.000 o 130.000 views; ese es un canal que no factura menos de 10 a 12 mil dólares mensuales. Es lo que más o menos entiendo que da el streaming. Estoy hablando de algo mediano, de alguien que se dedique profesionalmente todos los días a hacer reacciones, por ejemplo. Puede ser un poco menos entre 6000 y 12.0000 dólares mensuales, pero es mucho. Eso es lo que el streaming también genera hoy. Hay un canal de Ermitaños, gente de la Argentina que cortó cadenas y se fue a vivir como ermitaños y cada video tiene 150.000 visualizaciones o Davo Xeneixe (un hincha muy joven de Boca) que tiene entre 200.000 y 300.000 visualizaciones en cada video. Multiverso Fantino en Neura logra entre 75.000 y 90.000 visualizaciones: una cancha de River completa todos los días. Son dos horas de lunes a viernes, entonces: es recontrasustentable. Es mentira esto que se instala de que detrás de los medios de comunicación no tradicionales no hay negocio. Es mentira.
-En realidad se piensa otra cosa… No que no haya plata, sino que viene de algún lugar interesado.
-No. Eso es parte de lo que se piensa para bajarle el precio. Yo te hablo desde mi licenciatura en filosofía, no creo en las totalidades, no creo que sean todos santos, tanto en el streaming como en lo tradicional. Pero ponerle el sayo de que es raro que en el streaming convivan tantos canales... A mí me da bronca, insisto, siendo tradicional, que quede claro, como se le baja el precio a mucha gente que viene a comunicar.
-Ahora volvamos a lo tradicional, canal de aire, prime time, ¿ahí también te gusta navegar?
-Te lo decía, yo soy comunicador, es como decir que soy pescador, pero ahora voy a ir a pescar en una lancha con motor fuera de borda…
Una de las características y virtudes de Alejandro Fantino es su capacidad para las metáforas. Casi como un “hombre metáfora”, tira una atrás de la otra. Y son todas ingeniosas. Quizá responda a su infancia en zonas rurales. Tal vez se encuadre en esa tradición de voces plurales de campo donde la metáfora, desde El Martín Fierro en adelante, encierra un ejercicio semántico único y muy argentino.
“El discurso es un botín de guerra. Por el discurso se lucha a muerte, por eso el discurso no puede dejarse a la aleatoriedad. Milei se le escapó al poder”
-¿Donde se te ocurren las metáforas?
-¿Sabés lo que es la verdad para Nietzsche? Un conjunto de metáforas, metonimias y antromorfismos en constante movimiento. Esa es la verdad para Nietzsche. La metáfora es una forma para explicar las cosas, yo soy conductor y mi metáfora es: considerame pescador. Venía pescando a vela y ahora voy a pescar con motor fuera de borda, pero en esencia soy un comunicador. Puedo conducir Multiverso, conducir una entrevista con Pichetto, un psiquiatra o un psicoanalista, a un músico y, ahora, me toca conducir un reality con diez parejas. Entonces, concentrémonos en mi esencia, lo que me hace ser, no dónde lo voy a hacer. Sino estamos siempre aristotélicamente hablando, sobrevolando el accidente. No sobrevolemos el accidente, sobrevolemos la esencia. Si voy a un asado con diez amigos indefectiblemente termino siendo una especie de armador de clima. Eso soy.
“Hoy es paranoia”
-Armador de climas, comunicador, pescador... ¿Seguimos sin saber quién es Fantino? ¿Por qué ponerse hoy a discutir las clasificaciones que se dan tanto en el plano social como político?
-No las discuto, simplemente las pregunto y las converso. La locura es una forma de exclusión del poder desde Descartes. La locura es un nombre, se dice esquizofrenia, se dice paranoia, se dice manía persecutoria… Es más, podríamos decir que la locura tiene una especie de camino que va desde la demonología de la edad media, pasando por la psicopatía o monomanía de Esquirol y hoy es paranoia. Son nombres que se le ponen a las cosas. Esclavitud, antes eran cadena y latigazos, y hoy, la esclavitud es tomarte un colectivo a las cuatro de la mañana en Pablo Nogués y volver a las 12 de la noche, no ver a tus hijos y ganar dos pesos con cincuenta. Y encima que te corten una calle y vivir en una ignominia permanente. No discuto, me planteo cosas. No vengo a discutir que el peronismo o el kirchnerismo o el macrismo tengan verdades, simplemente las analizo y las charlo. En la conversación que estamos teniendo jamás he intentado sacar la interrogación con entonación al final, por eso me cuestan las entrevistas gráficas, porque no tiene entonación. Si vos me sacás la interrogación en muchas de mis frases quedo como que aseguro y no pregunto. El 90 por ciento sobrevuela preguntas. Yo no tengo respuestas a nada, quiero que quede claro. Ni siquiera cuando voy a morir. Salí esta mañana de mi casa, ojalá que no, pero no tengo la seguridad de volver a ver a mi hijo. Lo único que sé es que estoy acá hablando, tratando de terminar esta frase, y tal vez me agarra un síncope y se termina todo. Lo que ocurre que nuestra soberbia periodística de lo tradicional, en la cual me incluyo, no nos permite preguntar. Todo el tiempo transitamos sobre la aseveración.
-¿No lo exigió la época?
-Es una tentación. Detentar el nombrar las cosas. Nietzsche decía que la genealogía de la moral no es un tratado ontológico sobre el bien o el mal. La genealogía de la moral explica a través del cambio del significado de las palabras cómo cambió también el concepto de bueno y malo, sobre todo con el advenimiento de las religiones, como decía Nietzsche, “monotonoteístas”. Lo que planteo es que el mismo sistema ha detentado el poder de ponerle nombre a las cosas. Por ejemplo, yo salgo y digo “Grabois es tal cosa” y para mucha gente Grabois va a ser eso. La nueva comunicación es dramática porque viene a discutir el ponerle el nombre a las cosas, los periodistas tradicionales dejamos de ser los veraces. El discurso es un botín de guerra. Por el discurso se lucha a muerte, por eso el discurso no puede dejarse a la aleatoriedad. Milei se le escapó al poder. El discurso peligroso para el poder es el que pregna, que queda, que permanece y que se instala. Milei pasó inadvertido para el sistema y no lograron atraparlo. La aleatoriedad es lo que el poder necesita controlar y no pudieron con Milei. ¿No pudo con Milei porque él tuvo la capacidad o porque está cambiando el discurso en el mundo? ¿Por qué el consenso de Washington a principios de los ochenta instaló un nuevo discurso y luego se cambió? ¿Qué ocurre hoy? Pensemos esas cosas. Es todo discurso.
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