Alejandra Majluf: su personaje de La Colada en los 90, sus romances con Cerati, Fito Páez y el Cholo Simeone y sus videos de Instagram como remisera
La actriz recuerda su paso por la televisión de los años 90, asegura que su estilo fue precursor del que luego patentaron los noteros de CQC y habla de algunos de los furtivos romances que tuvo por aquellos días
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Su personaje de La Colada fue furor en los 90. Alejandra Majluf le sacó provecho un tiempo pero después se resistió al éxito y la vida la llevó por lugares insólitos, de los que habla por primera vez en esta nota.
Reinventada en pandemia como remisera, cuenta cómo llegó a hacer ese trabajo que, por supuesto, combina con histrionismo y arte. Ahora que el aislamiento es un recuerdo, hace menos viajes y volvió a dar clases de teatro en una sala de su barrio, Saavedra.
Madre de una adolescente de 15 años, La Turca, como la llaman, recuerda su pasado de bomba sexy y revela los nombres de muchos famosos con los que tuvo un romance.
Abierta a todo y en modo stand-up, la Majluf se toma las desgracias con humor y alegra la vida del que se le acerca.
-¿Cómo empezaste a trabajar de “remisera”?
-Antes de la pandemia yo iba a hacer una obra de teatro con Esther Goris y el Tucu López. Todo divino, lástima que a los dos días nos encerraron. Entonces yo me quedé sin ese trabajo y como me gustan mucho las redes y la comunicación, empecé a pensar: “¿Qué hago?”. Traía a La Colada cada tanto de vuelta, pero después la volvía a guardar, no sabía bien cómo quería organizarla. Y un día, un amigo que es acompañante terapéutico me pidió que lo lleve en el auto a buscar a una paciente. A mí me gustaba él y me puse a fantasear: “¿Y si me voy con una corbata y una gorra? Así arrancó este personaje, como un juego erótico con un señor que iba atrás en el auto, ¡con una paciente! Como la paciente no sabía que nos conocíamos, ¡yo tenía que hacerme pasar por chofer de Uber! Me encantó la situación y dije: “Esto lo tengo que grabar”. Lo empecé a promocionar y apareció Hernán Piquín que me pidió que lo lleve. Y me puse a hacer estos videos con gente conocida. Mientras los traslado, los entrevisto.
-¿Te pagan?
-Sí, todos. Averigüé en una remisería las tarifas y les cobré.
-¿Grabaste todos los viajes?
-Algunos, no. Pero siempre llevé a gente conocida, parientes, amigos. No estoy inscripta en una remisería. Pero sí lo hago como un trabajo. Y me divierto. En la pandemia empezaron a pasar cosas que se generaron a partir, un poco de la necesidad económica y un poco de la necesidad de actuar. A mí me gusta actuar. Y si no me llama un productor para estar en algún lugar, me lo tengo que inventar. Entonces, agarré el auto y lo hice. Porque yo soy eso, un juglar, un clown.
-Siempre hay tema para charlar con vos...
-¡Es que tengo tantas anécdotas! Una vez le hice una nota a Benetton vestida de La Colada. Nadie podía entender qué hacía ese señor tan ocupado hablando con este personaje, que en ese momento era una mamarracha. Por eso te digo que hice de todo, no sé lo que no hice. Pero uno no puede querer inmortalizarse en un momento, hay que seguir avanzando. Es una sociedad que va en contra de la vejez. Yo misma quiero estar linda. Todas queremos vernos bien, porque internamente estamos bien. Pero el tiempo pasa.
-Tu personaje de La Colada en Fax fue icónico.
-Era novedoso. Notas con ediciones cortas, rápidas. Algo que después derivó en una metodología de laburo nueva. Los noteros de CQC son hijos míos. Ya es momento de decirlo porque ¡fue lo único que inventé! Y si no lo digo yo, ¿quién lo va a decir?
-¿Fue una maldición o una bendición tener un personaje tan fuerte?
-Renegué de eso durante años. Me encasillaron y siempre me llamaban para lo mismo. Entiendo que es más fácil para los productores. Uno muestra una parte, es la parte que pega y es la parte que compran. Esto es un negocio.
-Pero te lo perdiste.
-En un momento no quise saber más nada con La Colada. En el 92 podría haber hecho un montón de cosas. Me equivoqué mucho. Porque al final esos espacios los ocuparon otros; muy bien ocupados.
-¿Qué te ofrecían?
-Conducir. Me acuerdo de un programa que producía Marcelo Tinelli, Arriba las gomas. Pero para hacerlo yo me tenía que ir de eltrece a Telefe y me parecía que eso no era leal. Cualquiera, ¿entendés? Es que yo venía de trabajar con Juan Carlos Mesa, que tenía muchos principios. Estábamos haciendo El trompa y un día le dijeron que la comedia era demasiado blanca, que tenía que meter alguna mala palabra. Como no quiso, ¡levantó el programa! Entonces, mi parámetro era ese.
-¿Qué otras oportunidades te perdiste?
-Una vez me fui de La noche del domingo, el programa de Gerardo Sofovich, porque me apretó el hombro de más y me dijo que me tenía que poner una pollera más corta. Me pagaba una fortuna. Y renuncié.
-¿Te maltrataba Sofovich?
-Era bastante psicópata. Me acuerdo que me mandaba a Rolo Puente a que me tome la letra... ¡Viejo verde! ¿Qué letra? ¡Yo ya sabía la letra!
-Viviste situaciones de acoso y decidiste irte de esos sitios, ¿no?
-Me pasó varias veces y por eso no trabajé en muchos lugares. Yo creo que crecí con la angustia de que mi papá no quería que yo fuera actriz, de ninguna manera. Él pensaba que todas las actrices eran putas. Por eso me iba de esos lugares enseguida.
-¿Te arrepentís de esas decisiones?
-Muchas no me permitieron avanzar pero, la verdad, cuando trabajaba con Sofovich, me daba tanto miedo ir al canal que una vez me hice encima antes de ir. Y lo que yo hacía en el programa estaba buenísimo, salía de un ascensor... Porque, por otro lado, Gerardo era un tipo impecable: super profesional, culto, inteligente, creativo. Tenía todas y era súper atractivo. Pero bueno, era una forma de trato que yo no había recibido antes. No me sentí cómoda, pero no lo culpo. Uno tiene que saber dónde se mete.
-¿Y cómo fue tu relación laboral con Nicolás Repetto?
-Muy buena. Con La Colada la pasé genial. Conocí a mucha gente. A Sebastián Borensztein, por ejemplo, que fue un gran amor.
-¿Cómo fue?
-El no era conocido, nadie lo había visto. Pero yo sí, en los pasillos de Canal 13.
-¿Usaste el personaje para conquistarlo?
-¡No! ¡El a mí! Cuando voy a hacerle una nota, me dice: “Pedime cinco minutos en algún momento de la nota”. Entonces, yo: “Ay, el Woody Allen del subdesarrollo, me das cinco minutos que quiero hacerte una entrevista?” Y me da un chupón. Yo me quedé pálida, miré a cámara y dije: “Esto no va a quedar así”. Y continué la entrevista en su casa. Fui con el camarógrafo, el productor... Ese día nos convidó algo para tomar y yo después lavé las tazas. Desde ahí empezó a llamarme a casa hasta que salimos. Fuimos a ver Alice y nos quedamos hablando hasta las siete de la mañana. Después de ahí, no nos separamos más. Estuvimos varios años de novios. Por eso te digo que La Colada me dio grandes alegrías. Cerati...
-¿Fuiste novia de Gustavo Cerati?
-Novios no, pero...
-Un touch.
-Un touch largo. La que atendía el teléfono en casa era Rosita. Ella estaba chocha. Me decía: “Ay, Ale, me preguntan si está la princesa. ¡Creo que es Cerati!”
-¿Quién más te sedujo en esa época?
-¡Pappo! Yo estaba haciendo Rumores, con Ricardo Darín y venía Pappo a la puerta del teatro, con las cadenas. Y Ricardo le decía: “No, no, la nena no vino”. ¡Yo tenía 25 años!
-¿No saliste con Pappo?
-No. Llamaba a casa y le decía a Rosita: “Soy vegetariano, me estoy comiendo el apio del bloody mary que me tomé anoche”. A Rosita no le gustaba. “Ese es un borracho”, me decía.
-¡Te seguían los músicos!
-Sí, mirá, esto no lo conté nunca. Yo estaba haciendo teatro en Mar del Plata y cayó Fito Páez, que venía de España, con el pelo largo, la calza de chifon. Y bueno, tuvimos una relación hasta que se fue a Punta del Este, conoció a Cecilia Roth y nunca volvió. ¡Todavía lo estoy esperando! Me dejó por ella.
-Con Cecilia Roth tuviste otra coincidencia: Gonzalo Heredia.
-¡Tenés razón! Mirá vos, yo que soy lo menos femme fatal que existe, la pasé muy bien. Ni yo me lo creía. Me pasaron cosas increíbles. Por eso mi presente es agradecer todo ese pasado, divino, que nunca valoré, por eso lo hablo ahora. Yo vivía muy al palo. Ahora que lo pienso, también fui una de las primeras botineras.
-¿Con quién saliste?
-Con el Cholo Simeone. Éramos compañeros de playa, en San Bernardo. El padre nos traía en auto, a él para concentrar y a mí para rendir las materias que me quedaban. Me acuerdo que en el viaje el Cholo dormía sobre mi falda.
-¿En qué momento esa vida se terminó? ¿Sentís que hubo un momento de quiebre en tu carrera?
-Sí, cuando me fui a España. No me debería haber ido.
-¿Por qué te fuiste?
-Después del Reality Reality. Me escapé. Mi novio se había ido a España...
-¿Pero no estuviste con Gonzalo Heredia en el reality? ¿Tenías un novio?
-Claro. Por eso él se fue.
-Pero te perdonó.
-¿Cómo no me va a perdonar? Ese reality fue un experimento. Era (Enrique) Estevanez tratando de sacar sangre de donde se pueda. Yo al pibito no le iba a decir “te amo” adelante de todo el mundo. Yo le decía otra cosa y subtitulaban “te amo”.
-Pero él sí se enamoró de vos.
-El me escribía y me hablaba. Yo tengo pila de cosas escritas por él. El era una cosa muy hermosa, ¡pero era un nene!
-¿Llegó a pasar algo?
-Lo dejo a tu criterio.
-Entonces saliste del reality y te fuiste con tu novio a España.
-No lo pensé. Fue todo muy fuerte. Mi novio, Guillermo Pilosio, trabajaba con Fabián Bielinsky y habían ganado un premio en Cannes.
-¿Aprovechaste para huir?
-Siento que sí. Fue muy loco estar encerrada en una casa, con todas las cosas que se generaron. Tergiversaron mucho. A (Juan JOsé) Camero lo dejaron como un borracho porque un día tomó vino. Fue una falta de respeto.
-¿Sentís que se dañó tu imagen?
-Y, un poco. Con Emilia Mazer decíamos: “Nos vamos a España y no volvemos más”.
-Por lo menos te fuiste a España.
-Sí, de hecho el ganador de ese reality es Ramiro Blas, que ahora es el malo de Vis a Vis y le va re bien.
-A Gonzalo Heredia también le va bien.
-Sí, es un galán cotizado al que yo ayudé muchísimo, porque yo soy muy hacedora de estrellas. Lo llevé a Willy Lemos para que le enseñe a actuar, le presenté a mi representante… Para mí, era como mi hijo, tenía una relación maternal con él.
-¿No te enamoraste?
-¡No! Yo no me enamoré de Gustavo Cerati, ¿cómo me voy a enamorar de Gonzalo Heredia?
-¿Sentís que se olvidaron de vos cuando te fuiste a España?
-Y, el que se va a Sevilla... No es que se olvidaron, pero hay que estar. Yo me acuerdo que cuando dejé, en pleno éxito, Confesiones de mujeres de 30, la que me reemplazó fue Florencia Peña. Y mirala a Flor ahora. Yo nunca tuve visión, siempre fui muy salvaje. Tuve parte de responsabilidad en que mi trabajo no continuara.
-¿Cuánto tiempo viviste en España?
-Mucho, entre idas y venidas como siete, ocho años. Tuve una productora allá y en el medio nació mi hija Emma, a quien vine a tener a la Argentina. Y después me volví, entonces tampoco pude sostener lo que había armado allá.
-¿Por qué volviste?
-Por seguir al padre de mi hija. El se quiso ir a vivir al campo y ahí fuimos. Nos instalamos en Exaltación de la Cruz, un lugar precioso que se llama Comarca del Sol. Yo daba clases de teatro en una escuela, quería estar cerca de mi hija y verla crecer. Me quise dedicar a Emma, pero no podía estar sin hacer nada. Entonces organicé talleres, hice un espectáculo. Me escondí ahí, muy preocupada porque un día nos entraron a robar, con armas, encapuchados. Fue durísimo.
-¿Eso te impulsó a volver?
-Bueno, sí, pero no sabía cómo hacer. Me pasó de todo, hasta casi me muero en un tornado. Empecé a tener psoriasis en las piernas, ya el cuerpo me estaba cobrando todo lo que me pasaba. Entonces, un día me animé y le dije a mi marido que me mudaba a Buenos Aires con la nena. El lo entendió y me ayudó, pero se quedó allá. No me fui por falta de amor, me fui porque me iba a morir de tristeza. Y cuando llegué a Buenos Aires, me llamó Adrián Suar para hacer de La Turca en Esperanza mía. Fue una gestión de Gabriela Toscano, que es mi amiga. Y fue genial.
-¿Y tu marido?
-Íbamos todos los fines de semana a visitarlo, con mi hija. Fue muy dura esa época. Porque yo también empecé a ensayar una obra de teatro y estaba con eso, a full. Después hice La casa de Bernarda Alba en Mar del Plata y ahí nos terminamos de separar. Por suerte, mantenemos una buena relación. Tener a Emma fue un sueño. El es un padrazo, la verdad es que me dio mucho. Pero yo necesitaba seguir con mi vida. Yo nunca proyecté nada. Hasta los 40 viví la vida loca, no me planteaba muchas cosas. Pero ya tengo 59, es un momento que no quiero pasar por alto.
-¿Disfrutás más ahora?
-Sí, soy más consciente. De joven hice cosas que no hubiera querido hacer y las personas que me llevaron a hacerlo eran personas que yo admiraba. Gente que muchos admiraban y que me estaba arruinando la vida. Yo no supe decir que no. Pero bueno, tengo que perdonarme, porque si sos una bomba, tenés 25 años y viene fulano y te dice “tomá” y vos decís “¿a ver?” Eso también te caga. Uno se tiene que hacer cargo. En el medio hay que ser de amianto frente a algunas situaciones. Yo no me las banqué tanto, algunos se las bancaron más. Esto es del más fuerte, del que resiste más. El éxito es de los que insisten. Y, a veces, no querés insistir, porque sos más feliz con otras cosas.
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