Feliz y enamorada, prepara su segundo disco y ensaya para debutar en teatro. “Me encantaría tener un hijo”, sueña en voz alta
Con la guitarra, Romina Gaetani (39) canta mientras posa en las primeras imágenes de esta producción. Canta de verdad, con ganas, como queriendo sacar todo afuera. “Esto para mí es sanador; yo siento que de verdad la música me salvó en muchos sentidos. Estaba muerta cuando dejé la televisión. No podía más”, dice en clara referencia a su abrupto alejamiento de la telenovela Día y noche, la tira que protagonizaba en 2014 junto a Facundo Arana (44) y de la que renunció tras sufrir ataques de pánico provocados, en parte, por la muerte de su padre Carlos Hugo Gaetani. “La música es vida”, repite y enseguida explica que en aquel momento encontró en la guitarra un modo de transitar el duelo y que con su novio, Oscar Righi (56) –músico y ex guitarrista de La Bersuit–, compuso cuarenta canciones de las cuales diez dieron lugar a su primer disco, La rayada, nombre que también lleva su banda.
Más tranquila, Romina afirma que vuelve por todo. No sólo prepara su segundo disco, también regresa a las tablas con la comedia La momia junto a Fabián Mazzei. Y tal vez, sólo tal vez, 2017 la reciba en la pantalla chica. “Pero con una participación, no quiero que la tele me quite tiempo para la música”, explica.
–¿Y hoy cómo estás?
–Muy bien. Vengo de un año haciendo un trabajo de laboratorio con Osqui, mi pareja y también productor del disco. Estuvimos un año encerrados escribiendo y armando el álbum que hoy está en la calle. Eso para mí fue un viaje de ida. En el medio, murió papá y tuve un problema de salud que me obligó a dejar Noche y día. Por primera vez en mi vida tuve que dejar el barco a mitad de camino.
–Lo bueno es que supiste escucharte…
–Es que la muerte de papá abrió en mí canales que no tenía ni registrados; aspectos que no sabía que tenía escondidos. De repente me salió una suerte de instinto animal de decir “tengo que parar”. Y fue lo mejor para todos porque también le estaba parando el carro a la novela y no era justo. Estaba flaquísima, mal de salud, con mis primeros ataques de pánico. No daba más.
–¿Sufriste los ataques en medio de las grabaciones?
–No, en general sucedieron de noche. Por suerte, los episodios no eran de esos que sentís que te quedás sin aire, que te estás por morir. Los míos eran, más bien, grandes ataques de llanto que no podía parar, se me adormecían los brazos… La pasé muy mal. Fue una época en donde viví emocionalmente cosas muy fuertes. Además de lo de papá, ya había comenzado a hacer el disco, que para mí, era el sueño de mi vida y lo estaba haciendo realidad.
–¿Por qué tardaste tanto en concretar ese proyecto?
–Porque siempre tuve miedo de cantar y así estuve durante diez años. A pesar de que tomo clases desde los 17, nunca me animé a hacerlo en público. En la ducha era Tina Turner, pero frente a la gente me quedaba muda. Papá daba conferencias de jazz, así que para mí era todo un tema. Él siempre me decía: “Si no cantás como Billie Holiday, no cantás”. De hecho, cuando entré en el estudio de grabación para empezar a producir el disco, me quedé muda. Literalmente. Al final lo tuvimos que armar con los demos que habíamos grabado de los ratos de composición, de cantar a las tres de la mañana y esas cosas. Mis voces son de esos momentos, de los demos y no del estudio.
–¿Cómo estás viviendo esta nueva faceta?
–Muy bien. Para mí fue un salto importante salir del lugar donde estaba instalada. Yo venía de diecisiete años de hacer tiras diarias y me metí en un mundo de rock and roll donde no soy nadie. Salir del lugar cómodo me pareció maravilloso, un avance emocional groso. Fue empezar de cero, independiente, sin compañía; invertir todos mis ahorros y quedarme sin un peso para alcanzar el sueño de mi vida. Y recontra valió la pena. Siempre dije: no me quiero morir sin haber grabado un disco. No importa si después no canto; pero tengo que llegar a grabarlo.
–¿Qué te provoca la música?
–Todo. Ya de chica me paraba frente al ventilador y jugaba a ser Xuxa, Madonna, Pimpinela, Michael Jackson, las Viudas e Hijas, Las Primas. Esa pasión también la heredé de mi familia. De alguna manera creo que estaba escrito que en algún momento me iba a volcar para ese lado. De hecho, me considero una actriz muy musical. Si me preguntás qué más quiero en la vida, quiero cantar, producir, y hacer cine.
–Entonces si venciste uno de tus mayores miedos, ¿estás preparada para cumplir nuevos sueños?
–Puede ser… El próximo paso sería formar una familia, que es como un escalón muy importante para mí. Me encantaría tener un hijo el día de mañana. En ese sentido, soy muy estructurada. Así como en algunas cosas parezco relajada, en esto soy más tradicional. Sé que va llevar su tiempo o va a venir cuando tenga que ser.
–¿La maternidad es una de tus cuentas pendientes?
–Es que trabajé tanto el tema de la independencia, tuve estas relaciones de dos años o de meses, que se volvió un rollo. Hay una cosa masculina que compite con el hombre en su totalidad: el tema de la autosuficiencia… Soy y me muestro autosuficiente, pero lo que más quiero en la vida es encontrar un hombre que me ame y formar una familia. ¿Por qué no hacerlo si es lo más lindo compartir tu vida con alguien más? Hay una falsa idea de que cuando uno está en pareja pierde la libertad.
–¿Congelarías óvulos?
–Sí, me parece que está bueno. Todavía no lo pensé del todo, pero si uno puede sacarle provecho a la tecnología, ¿por qué no? No me interesa ser madre soltera, pero me gusta todavía tener la opción.
–¿Qué lugar ocupa Oscar en tu vida?
–Es uno de los hombres más importantes de mi vida. Más allá de lo que vaya a pasar, es mi mentor en lo musical, un maestro en la vida, es con quien peleo mucho pero también juego y me río un montón. Con Osqui es a todo o nada. [Risas].
–¿Cómo se conocieron?
–Soy fan de La Bersuit desde los 21 años. Los iba a ver siempre. Hasta que hace cinco años tomé valor y le mandé a Osqui un demo con algunas de las cosas que estaba haciendo. Fue fuerte. Enseguida me respondió: “Nena, qué bien cantás. Nena, ponete a escribir”. Y así empezó un poco lo nuestro.
–¿Y el teatro?
–Tengo que confesarte algo: tengo pánico al escenario. Pero lo hago porque necesito vencer estos miedos. Ahora estoy ensayando La momia, una obra de terror pero con mucho humor. Y necesitaba también un poco eso, reírme con todo. Tiene ese código de comedia inglesa, muy gag físico y eso para mí es nuevísimo.
–Pareciera que 2016 fue un año en que venciste todos tus miedos…
–Puede ser. Todavía estoy en la búsqueda de encontrarme, no está cerrado ese capítulo. Estoy atrás de cosas que tal vez no me dan un rédito monetario pero me hacen muy feliz.
- Texto: Jaqueline Isola
- Fotos: Matías Salgado
- Producción: Romina Giangreco (Para RFG Stylecoaching)
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