Alec Baldwin, un actor talentoso y con alma de comediante al que suele traicionar su temperamento
Reconocido como una de las grandes figuras de Hollywood y admirado por su talento interpretativo, tiene un lado oscuro: siempre encuentra alguna oportunidad para meterse en problemas
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Alexander Rae Baldwin III, para todos Alec Baldwin, pudo haber sido abogado o político, pero eligió ser actor y merece ser reconocido como uno de los más grandes comediantes del cine de Hollywood en las últimas décadas. Ese camino, seguramente definitivo, no es el que imaginaron aquellos que se fijaron en los orígenes de su carrera, cuando trataba de explotar en la década del 90 su porte recio y muy serio en proyectos tan fallidos como la segunda versión de La fuga, junto a Kim Basinger, su pareja de entonces.
La alusión a Basinger completa desde otra perspectiva cualquier retrato que pueda hacerse de Baldwin, figura indiscutida de la realeza hollywoodense desde hace al menos tres décadas. De un lado aparece esa capacidad extraordinaria para reinventar su carrera y dejar por fin la sensación de que estamos frente a un actor notable, talentoso, capaz de cumplir a la perfección con múltiples desafíos interpretativos, pero con una estación final en ese camino que lo encontrará siempre mejor parado en el lugar de gran comediante.
Y del otro está la figura pública que siempre encontrará una oportunidad para meterse en problemas. Casi siempre los buscó por culpa de un temperamento borrascoso que lo llevó más de una vez a agarrarse a trompadas en público con personas anónimas que, según la visión del actor, estaban provocándolo. Hasta que en tiempos de sosiego llegó lo inesperado: un accidente todavía inexplicable en el set de filmación de un western y una marca que lo dejará marcado de por vida. En su mano se accionó el gatillo de un arma usada como elemento de utilería, pero que al parecer tenía una bala de verdad. El proyectil mató a la directora de fotografía de la película, un hecho conmocionante para Hollywood y para el mundo entero.
A los 63 años, con seis hijos y lleno de proyectos, el más conocido de los Baldwin nunca dejó de involucrarse en episodios complicados. Al parecer, tiene un carácter que lo lleva inevitablemente a esa clase de peleas. Pero al mismo tiempo parecía haber encontrado el sosiego junto a Hilaria, una profesora de yoga con la que se casó en 2012. Con ella fue padre de nuevo y también parece haber encontrado a su lado, según propia confesión, una segunda juventud espiritual. “Antes, en mi vida, todo era trabajo y dinero. No para gastármelo, sino para tener seguridad. Pero ahora solo quiero estar con mi familia. Quiero sentirme orgulloso. He sufrido mucho y ahora quiero tener lo opuesto a todo eso”, dijo hace poco.
A Baldwin se lo reconoce como representante más famoso de una dinastía de actores que comparte con sus hermanos William, Daniel y Stephen, menos conocidos y talentosos, pero todos muy parecidos. Alec siempre supo aprovechar a su favor algunas condiciones naturales, mucho más en el último tiempo de extraordinarias apariciones cómicas, entre ellas la memorable imitación de Donald Trump en Saturday Night Live. Un acto paródico que el propio actor enganchó con la realidad de un modo militante. Baldwin, demócrata de toda la vida, fue uno de los más activos miembros de Hollywood en plantarse contra las políticas de la administración del magnate hotelero, su confeso enemigo.
La primera seña particular de Alec Baldwin es su pinta. De ojos azules muy claros, capaces también de expresar una gran melancolía y apostura varonil, supo lucir en su momento el gesto imponente del galán que parecía llevarse el mundo por delante. Hasta que su corpulencia adquirió otro matiz gracias a una vocación constante por la buena mesa y los excesos. El sobrepeso fue una de sus características durante mucho tiempo. A la vez, su voz áspera (que le sirvió varias veces para interpretar a villanos o personajes de conducta sinuosa) profundizó todavía más ese aspecto.
La mayoría lo recuerda por sus apariciones en Beetlejuice, Secretaria ejecutiva, La caza al octubre rojo, El precio de la ambición y Al filo del peligro, pero la única nominación al Oscar que tuvo hasta ahora en su carrera fue en 2003 como actor de reparto de la olvidada Golpe de suerte (The Cooler). Lo compensó pasando mucho más tiempo que cualquier candidato al premio cuando le tocó, junto a Steve Martin, ser anfitrión del Oscar 2010. No volvieron a llamarlo para cumplir esa función.
Su mejor papel (y su renacimiento artístico, reconocido así por muchos) le llegó en 2006 y gracias a la televisión. Gracias a Jack Donoughy, el ramplón ejecutivo de TV que interpreta maravillosamente en la serie 30 Rock, Baldwin encontró por fin esa veta que buscó durante tanto tiempo para terminar con tantos años de angustia vital. Películas como Mi novia Polly le permitían lucir ese timing perfecto de comediante convencido y convincente, que ilumina en cada aparición a los grandes actores que a la vez son grandes estrellas. Lo mismo ocurre, en otra dimensión, con el personaje estable que aparece junto a Tom Cruise en varias entregas de Misión imposible. Fue siempre un fervoroso defensor de Woody Allen (con quien se lució en Alice, A Roma con amor y Blue Jasmine) y supo destacarse en películas de Martin Scorsese: El aviador y Los infiltrados.
Pero a la vez, como si fuese un destino paralelo inevitable, perduró al mismo el otro Baldwin, el que vive complicándose la vida. En 1995 tuvimos la primera muestra, cuando noqueó a un fotógrafo que trataba de registrar imágenes de Kim Basinger y la pequeña hija de ambos, bautizada con el extravagante nombre de Ireland Ellesse. Ese puñetazo le recordó a muchos el comienzo de la vida laboral de Baldwin: antes de ser actor trabajó durante un tiempo como patovica de club nocturno.
El ruidoso divorcio de Basinger, en 2003, lo convirtió en figura estelar de los comentarios mediáticos más escandalosos. Le siguió otra ruidosa polémica en 2007, cuando trató a esa misma hija (con la que mantiene hoy la mejor relación) en un mensaje privado como “cerdita grosera e irreflexiva”. En 2014 lo echaron de un vuelo de American Airlines por no hacerle caso a las instrucciones de la tripulación cuando se le pidió que guardara su teléfono (con el que practicaba un juego virtual) en el momento del despegue. Y en 2018 fue detenido por golpear en la cara a un hombre con el que discutía por un lugar para estacionar en Manhattan. Se declaró culpable del hecho y fue obligado a asistir a cursos sobre control de ira.
Nada de eso se compara con el dolor que estará sintiendo en este momento, luego de haber sido responsable involuntario de la pérdida de una vida humana. Ahora necesitará de toda la fortaleza que acumuló en los últimos años junto a su esposa y su familia, con la que lleva adelante una fundación de estímulo a artistas jóvenes y otras acciones benéficas, para superar el doloroso episodio ocurrido mientras rodaba un western en Nuevo México. Tendrá que volver una y otra vez a lo que decía en 2013, cuando nació su hija Carmen: “Cuando pienso en el futuro, pienso en mi familia”.
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