Alberto Martín y su relación con Carmen Barbieri: “Son muchos años de amistad, hay que tomar la decisión nomás”
A Alberto Martín y Carmen Barbieri los unen cuarenta años de amistad, obras y proyectos en común y una incipiente relación a la que, por ahora, no le ponen nombre
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Para quienes creen en las casualidades, todo comenzó de esa manera. Y para los que no, quizá sea el destino el responsable. Lo cierto es que Carmen Barbieri y Alberto Martín coquetean ya desde hace más de un año, cuando ambos compartían escenario en un teatro de Mar del Plata y se lucían en la comedia 20 millones.
“Esto arrancó un 15 de diciembre cuando llegamos a Mar del Plata y, después de un ensayo, los compañeros se fueron con sus familias. Carmen y yo nos quedamos solos en el hall. Me dijo: ‘¿A dónde vas?’. Le dije: ‘A Dei Fiori’. Me acompañó ese día y se repitió casi todas las noches siguientes. Y como no me gusta manejar en Mar del Plata, me subía al auto de Carmen que manejaba su asistenta y todo eso provocó más humo del que había. Y reconozco que somos responsables porque no salimos a decir que no era así”, le confiesa el actor a LA NACION.
Carmen y Alberto tienen una larga amistad que se remonta a 40 años atrás. “El otro día en casa vimos fotos en las que estábamos con mi mujer, con Santiago Bal, con Federico chiquito. Son muchos años de amistad. Hay que tomar la decisión nomás”, arriesga.
-¿Va a llegar a algún lado este coqueteo?
-No estoy habituado a que parte de mi vida personal esté en los medios. Pero hace unos días Carmen me hizo una toreada en vivo y la invité a comer a casa. Le dije que era el martes pero como zorro viejo que soy, hice la comida el lunes para evitar problemas. Vino y lo pasamos muy bien. Y ahí estamos.
-Hay que animarse...
-Nos pasaron cosas bastantes similares en nuestras vidas: el fallecimiento de seres queridísimos, la salud de Federico y de ella, que estuvo muy mal, y de pronto mi soledad también. Pero de ahí a la realidad hay un paso. Todo esto es nuevo para mí. Hay cosas que tienen que pasar por la cabeza, orgánicamente, y no podés manejar que sucedan en el momento que supone el otro. Tiene que fluir naturalmente.
-¿Sentís alguna presión? Todos queremos verlos juntos…
-También hacemos cosas como para que los medios nos presionen... No podemos decir que somos unos santos. Hay algo... y algo falta.
-¿Qué le hiciste de cenar?
-Sé que le gusta mucho el sushi y me hice traer uno muy rico de Canning, de Santo sushi. Y como a Matías (Santoiani) no le gusta nada que sea de mar, le hice una bondiola con papas españolas.
-¿No fue una cena a solas?
-No. Estaban Matías, mi hija, mi nieta y la asistente de Carmen.
-¡Así nunca van a llegar a ningún lado!
-Puede ser (ríe). Fue una cena de familia. De todos modos con Carmen hablamos cosas muy profundas y son muy privadas. El otro día conversábamos sobre qué vamos a hacer en verano. Ahora estoy haciendo La chica del sombrero rosa en La Casona, de jueves a domingos, a las 20, y probablemente la obra vaya a Mar del Plata. Y Carmen me comentó que tiene ganas de hacer un music hall y a mí me encanta bailar y cantar.
-O sea que están pensando en ver cómo pasar el verano juntos….
-(Ríe). El artista siempre piensa en lo que puede hacer cuando el trabajo que tiene se termine.
-¿Qué pasó con el proyecto de hacer un programa de cocina con Carmen?
-No avanzó y posiblemente tenga que ver con la pandemia porque muchos programas tienen cocina. El nuestro tenía humor, porque los dos somos comediantes, y cocina, y era más de lo mismo. Pero está pendiente. Y estoy empezando una conversación con la televisión pero no quiero estar ocho horas metido en un estudio. Pasé muchos años en un estudio y hoy no quiero que me robe mucho tiempo de la vida.
-¿Cómo fue volver a subirse a un escenario después de tantos meses de aislamiento y de que los teatros estuvieran cerrados?
-Estrenamos La chica del sombrero rosa el 9 de abril y el 11 se cerraron los teatros. No estamos en el área comercial porque La Casona está en Avenida Corrientes, pero entre Riobamba y Ayacucho. Estamos contentos tanto la empresa como nosotros, porque la gente va al teatro. Cuando empezamos no sentí que el teatro fuera imprescindible, y lo tomé con el cariño que tomo todo trabajo. Pero con el pasar de las funciones y las imposibilidades que presentaba esta pandemia, las ganas se fueron acrecentando cada vez más y la verdad es que ahora se me hacen largos los lunes, martes y miércoles pensando en la posibilidad de volver a trabajar el jueves. Entiendo que el teatro es un espacio que nos hace muy bien a los artistas y en este momento estoy muy feliz, quizá por eso se me hace largo el descanso.
-En el aislamiento más estricto del año pasado hiciste muchos arreglos en la casa, ¿seguís encontrando cosas para hacer?
-En realidad se me terminaron muchas cosas para hacer porque la pandemia fue muy larga. Por razones muy personales hacía tiempo que no me ocupaba de algunas cosas en la casa y ahora se me está terminando casi todo. Es muy poquito lo que me queda por hacer. Hay una persona que viene a mi casa una vez por semana y todos los días yo hago algo. Pero se están terminando las tareas: me quedó pendiente una partecita del jardín, que no se por qué se nos escapó.
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