Alberto Martín: “Creo que no te repones de la muerte, pero me armé una vida sin mi esposa”
Actor de raza, Alberto Martín confiesa ser un hombre inquieto que la larga cuarentena nunca aflojó. "Estoy solo y hago de todo en casa, desde cocinar hasta limpiar, lavar, planchar, arreglar lo que se descompone, hacer las compras. El otro día limpié los bronces de todas las puertas. No me aburro nunca", asegura. Entre las muchas actividades que lo entretienen está su cuenta de Instagram que acaba de estrenar. "Me ayudan mi hija María Marta y mi sobrino, pero lo voy llevando bien, hago vivos y subo un montón de fotos que encontré. Y otra de las cosas lindas que me sucedieron en este tiempo fue el reencuentro con Lorena Paola a partir de la nota de LA NACION sobre Crecer con papá", se entusiasma.
-¿Cómo fue ese reencuentro?
-Hablamos después de 38 años. Siempre tuve un gran cariño y recuerdos hermosos de esa época y la pasábamos muy bien. Además nunca había trabajado con una nena de 9 años y la relación con una persona tan sensible se dio de una manera muy especial. Hace años la vi en un restaurante en Mar del Plata, pero no la saludé y lo sentí durante mucho tiempo. Cuando arrancamos con mi Instagram, además de fotos de mi familia y de mi carrera, encontré fotos de esa familia que fue la mía durante un tiempo y cuando aún no tenía la propia, la de Crecer con papá. No sabía ni siquiera qué quería decir o arrobar y estoy aprendiendo muchas cosas nuevas. Lorena le escribió a mi hija inmediatamente, se pasaron el teléfono y empezaron la comunicación y así fue que hablamos y fue muy lindo, con mucho afecto. Yo le dije que tengo libre todo el día y que si me llama y no atiendo es porque estoy pelando una entraña, trozando un pollo o cortando cebolla de verdeo, pero después puedo hablar todo el día porque en otras cosas que hago, sí puedo atender.
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-¿De qué hablaron en esa primera charla?
-Charlamos sobre estos años, apenas media hora, un mínimo para 38 años de ausencias. Fue maravilloso este reencuentro porque tengo recuerdos hermosos. Un lindo grupo humano. En nuestro trabajo ensamblamos el afecto, el cariño, el extrañar y yo sigo hablando con mucha gente con la que trabajé y no solo actores sino con todos los que están relacionados al medio. Con quienes hice la comedia Veinte millones hablamos muy seguido. Y con Carmen (Barbieri) hablamos todos los días.
-Esta pandemia, ¿qué trabajos postergó? Tenían un proyecto para hacer televisión con Carmen.
-Íbamos a seguir con Veinte millones, a hacer giras, pero no se pudo. Y con Carmen tenemos un proyecto de un programa de cocina. Los dos aprendimos a cocinar viendo a nuestros padres. Una cocina simple, en la que se pueda aprovechar todo. Por ejemplo, yo compro un paquete de acelga todas las semanas, siempre digo que debo tener alma de muchacho poco pudiente porque me gusta más que la espinaca [risas]. Cuando me mudé vi que en las verdulerías de esta zona [Martínez], no las vendían con las pencas y para mí son fundamentales, ¡no sabés las milanesas que hacía mi vieja con las pencas! Ella nunca proyectaba qué iba a cocinar, simplemente abría la heladera y decidía. Entonces, con Carmen pensamos en hacer un programa de cocina en el que podamos aprovechar todas las cosas que tenemos en casa. Mi vieja cocinaba un día y al otro hacía ropa vieja. Siempre. Sería un programa de cocina casi sin dar la receta porque yo no soy de los cien gramos sino que calculo todo a ojo. Por ejemplo, la sal la pongo de acuerdo a mi mano, o calculo cuántos fideos echar en la olla cuando cierro el índice y el gordo de tal manera que sé cuál es la porción justa. Sería bueno hacerlo en la TV Pública para que puedan vernos en todo el país. El otro día Carmen debutó en Cantando 2020 y yo le mandé un ramo de flores como le gustan a ella, con algunos lirios. Me llamó emocionada diciendo que el único que le había mandado flores era yo y lo hice porque sé que nada la puede homenajear más. No le firmé la tarjeta, le escribí: "Si en algún momento te tocás la punta de la nariz, va a querer decir que te hice un cachito feliz". Y le encantó.
-¡Qué romántico! En el verano se habló de una incipiente historia de amor, ¿qué pasa realmente con Carmen?
-Esto empezó porque todos en el elenco de Veinte millones estaban con su familia, menos Carmen y yo entonces íbamos a comer juntos, hablábamos, nos acompañábamos. A comienzos del verano alguien habló de una posible relación con Nora Cárpena que fue mi primera pareja en televisión y tenemos diálogo desde siempre. A partir de ahí especularon con la posible revalidad entre ellas. Yo nunca jugué ese juego mediático porque trabajé mucho. Antes de casarme tuve novias, relaciones, pero nunca jugué ese juego. Me divertí mucho en el verano y además Carmen me protegió porque yo estaba con alguna nana y ella tiene esa actitud esponja de asumir todo lo que le pasa al otro, pero de ahí no pasó.
-Y ahora, con el problema de salud de Federico Bal, la apoyaste vos.
-Fui el primero que me enteré por boca de Carmen que se había superado el problema de Federico. Hablamos todos los días. No tuvimos una relación afectiva, no más de lo que se vio.
-Pero hablás con tanto afecto que parece que no lo descartás...
-Para nada.
-Hace dos años que estás viudo, ¿te darías la posibilidad de vivir otro amor?
-No lo sé, aunque lo pensé mucho antes de Carmen y de todo esto. Siempre pensé qué pasaría conmigo si me gusta alguien, cómo sería una caricia, un beso. Me doy tiempo para pensar y esas cosas me dan vueltas por la cabeza. Hace dos años que falleció mi esposa. Tengo la compañía de mis tres hijos, María Marta, Juan Martín y Juan Manuel y mis cinco nietos.
-Debe haber sido un duelo largo porque tu esposa murió de una enfermedad que no tiene cura y es muy cruel.
-Estuvo enferma diez años y siete meses. Todo ese período estuvo en mi casa y hacia el final teníamos como una especie de terapia en el living de nuestra casa, hasta la última semana que debimos internarla. Tuvo ELA (esclerosis lateral amiotrófica). Estuvimos 47 años juntos y creo que no te reponés nunca, pero me armé una vida sin Marta, con el permanente apoyo de mis hijos y nietos. Es muy difícil. Yo vivo en la misma casa que compramos al año de casarnos y que fuimos reciclando. Respeto a la gente que puede armar otra vida, yo todavía no sé cómo es. Con el paso de los años puedo ver que me he perdido montones de cosas porque trabajé mucho y de pronto estaba haciendo una tira, un unitario, me iba de gira los fines de semana, hacía temporada en Mar del Plata o en Carlos Paz o en Buenos Aires. Trabajé incansablemente durante 58 años y es tan difícil pensar de otra manera. Vivo en un ámbito con los ruidos y olores de mi casa de siempre, con los mismos cuadros. Esta pandemia hizo que me ocupara de muchas cosas.
-¿Cómo llevas la cuarentena?
-Muy bien puedo tener un bajón en la tarde-noche hasta que viene uno de mis hijos, pero es breve esa caída, tengo bastante sentido del humor, pienso mucho. Hice de todo, di vuelta el placard, limpié los bronces de las puertas. Porque yo limpio, cocino, lavo, plancho. Voy de aquí para allá haciendo todo. Soy nieto de un carpintero, sobrino de un electricista e hijo de un albañil así que hago de todo, excepto lo de altura porque tengo miedo de marearme. Aproveché y hasta hice una limpieza completa en el lavadero. No me aburro nunca. Porque además me invento qué voy a hacer mañana. No me vas a ver tirado en el sillón y miro televisión sin sonido porque todos dicen cosas distintas cada día.
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-¿Qué recordás de tus comienzos en el medio?
-Debuté a los 18 años haciendo fotonovelas. Arranqué en un concurso que hizo la mamá de Rolo Puente, Dolores Pardo Domínguez que era directora de revistas, entre ellas una de fotonovelas. El concurso era para elegir una pareja para una fotonovela y la hice con Marta Cerain. Dirigía Rolo Puente. Después hice radioteatro. Mi gran maestra fue Hedy Crilla y al poco tiempo me sumé al teatro independiente de la calle Rodriguez Peña al 300, donde ahora funciona El Vitral. Y la televisión llegó con Tío Zeus, que Raúl Rossi hacía en el viejo Canal 7. Era televisión en vivo, en blanco y negro. Ahí empezó despacito, mi carrera.
-¿Siempre te ganaste la vida como actor?
-Sí, pero hice cosas paralelas casi siempre. Tuve una inmobiliaria con Emilio Comte en Flores, tuve un balneario con Héctor Caballero y Juan Alberto Badía en Pinamar y después otro con mis hijos, que dejamos cuando ellos empezaron la facultad. Tuve una agencia de autos en Vicente López. Me produje mis obras siempre hasta que un día no estaban las 300 personas en la platea y me empecé a hacer contratar. Fui productor ejecutivo de La banda del Golden Rocket en teatro y de Son de Diez. Nunca me quedé quiero.
-¿Tenés ganas de volver a la tele?
-Estoy en diálogo permanente con Mariano Iúdica. La pasaba bárbaro en Polémica en el bar (América), le ponía humor y mi impronta. Seguimos hablando y si se sigue flexibilizando la cuarentena y lo de la edad se puede superar, volveré, no descarto nada. Y con Adrián Suar tengo una relación bien estrecha. Me apoyó muchísimo en estos diez años y medio en los que Marta estuvo enferma y me permitió hacer cosas con mucha libertad de horarios. También se habla de una revista para el verano en Mar del Plata producida por Guillermo Marín, pero son charlas por ahora. Ojala se dé. Hacía diez años y medio que no me iba de temporada de verano y fue muy grato volver.
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