Alberto Closas: el gran seductor español, amado por el público argentino, cumpliría 100 años
Nacido en Barcelona, tuvo un perfil migrante que lo trajo a la Argentina, donde protagonizó populares películas junto a estrellas como Mirtha Legrad y Amelia Bence
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Fue un galán fundamental del espectáculo a ambas orillas del Atlántico. Cultivó un perfil profesional donde brilló en la escena pero buscando además una reivindicación que lo alejara de ser sólo una cara bonita. Se casó seis veces y hoy cumpliría 100 años. Alberto Closas Lluró fue su nombre real y con su talento consiguió trascender fronteras e incluso venció a la censura en su tierra natal.
Pero para todo eso aún faltaría, cuando su familia envió al pequeño Alberto a estudiar en el Petit Licée de Talance de Burdeos desde su Barcelona natal, y aún quedaría un trecho del camino cuando con 18 años tuvo que exiliarse al estar la familia vinculada al gobierno republicano que perdía la contienda de la guerra civil. Pero París, el refugio elegido, también quedará atrás cuando el nazismo avanzó por Europa. Así, Closas tuvo un perfil migrante que lo llevó a delinear su fama en Buenos Aires, donde se instaló como parte de la compañía teatral de la gran Margarita Xirgu.
Luego vendría la actuación frente a las cámaras y más de 20 películas rodadas en la Argentina, contando entre ellas a La gata -que protagonizó Zully Moreno-, La vendedora de fantasías -acompañando a Mirtha Legrand- o Danza del fuego -que estelarizó Amelia Bence- que le otorgó el premio Cóndor de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina al mejor actor de reparto, e incluso actuar en un film maldito como La pródiga, que nunca llegó a estrenarse luego de que la actriz Eva Duarte diera paso a Eva Perón.
“Era una de las mujeres más intuitivas que yo he conocido en mi vida. Tenía una particularidad curiosísima, tenía una piel que parecía tener luz por dentro. Parece ser que ese color de piel y esa tersura eran la enfermedad que la llevó a la tumba, que le daba ese color. No era una mujer culta, ella mismo lo decía, pero tenía una intuición increíble. Muy amiga de sus amigos, supongo... Que peligrosa enemiga”, declaraba muchos años después el astro a Radio Televisión Española.
Tapa de las revistas del corazón por décadas, Closas tenía 21 años cuando se casó por primera vez (fue con la chilena Teresa Buscaroli), en un matrimonio que duró poco y mucho menos en la memoria colectiva, sacudida de un cimbronazo al asistir a la confirmación de su vínculo sentimental con Amelia Bence en 1942 y con la que estuvo (altar mediante) casi una década. Fue su relación más conocida mediáticamente.
Sin embargo, a mediados de los ‘50, llegaría para Closas la oportunidad de demostrar en la pantalla grande lo que buscaba desde sus tiempos en la compañía teatral de Margarita Xirgu, ser “un actor serio”. Sería una chance por partida doble al tener una amnistía que le permitirá volver a España y además rodar con Juan Antonio Bardem una película titulada Muerte de un ciclista, y que hoy es uno de los grandes clásicos de toda la historia del cine español. Cesáreo González, Benito Perojo y Manolo Goyanes fueron quienes le acercaron el nombre de Closas a Bardem, quien no encontraba partenaire para la subyugante Lucía Bosé.
El protagónico junto a Lucía Bosé lo convierte en todo un rostro para el cine español y le permite llegar al Festival de Cannes, donde la cita gana el premio de la crítica. Al año siguiente Todos somos necesarios le otorga el premio al mejor actor en el Festival de San Sebastián, y es igualmente recordado por Una muchachita de Valladolid, La gran familia, Esquilache o El maestro de esgrima. Por La fierecilla domada y Distrito quinto ganaría la medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos de España, pero Muerte de un ciclista es el icono sin tiempo y la película que tuvo una decena de versiones presentadas por el director para que tuviera aprobación definitiva de la censura española.
Closas, separado hacía un par de años de Amelia Bence, conoció gracias al rodaje a María Luisa Martínez Hernández, con la que tuvo cinco hijos, hasta que en 1974 llegaría a su vida la actriz Elena Sedova con la que vuelve a pasar por el altar, ahora en Buenos Aires. Al año siguiente se casaría con Lía Helena Centeno Padilla, si bien su última pareja fue Águeda de la Pisa.
Aunque el cine lo convocó más para comedias, en el teatro encontró Closas su reivindicación actoral con obras de Jacinto Benavente, Alejandro Casona, Antonio Gala, Rafael Alberti y Federico García Lorca, junto a un repertorio internacional donde no faltaba O’Neill, Wilde y Shakespeare. En la Argentina fue dueño de la escena teatral y se interesó en la producción junto a Nati Mistral de El diluvio que viene, la malograda puesta que padeció el incendio del Teatro Avenida donde iba a representarse y que tuvo su sospechoso origen en las oficinas del entonces lindante Banco de Intercambio Regional. Luego fue empresario del Teatro del Globo junto a Pepe Parada, Francisco Carcavallo y Oscar Salvi; él mismo había debutado allí cuando se denominaba teatro del Consejo de Mujeres a comienzos de 1940 en una obra de Ernesto Vilches.
Alberto Closas trabajó sin pausas hasta que un cáncer de pulmón fue mellando sus posibilidades, pero sintió mientras representaba El canto de los cisnes de Aleksei Arbuzov en el teatro Alcázar de Madrid que algo no andaba bien. Igual continuó realizando la obra bajo un riguroso tratamiento durante varios meses más.
Brindó una última y emotiva entrevista a Chiche Gelblung para el programa Memoria, en Canal 9: “Yo creo que todo el mundo se muere, es ley de vida. Pero hay una ley física que dice que nada nace y nada muere, todo se transforma. Además le digo una cosa: yo soy el único que va a volver”.
Closas murió el 19 de septiembre de 1994 en Madrid. Tenía 72 años.
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