En un sillón, con el cerro Catedral de fondo, al que llegaron invitados por Movistar para su primer Ski Day & Night, Albert Baró y Delfina Chaves se ríen cómplices, charlan como si se conocieran de toda la vida, gestando una viñeta donde la confianza es lo primero que salta a la vista para quien los observa desde afuera. En un punto, se comportan como millennials: están atentos a sus teléfonos, se sacan fotos entre ellos, y en su frescura se trasluce que los jóvenes, ambos de 23 años, conservan una espontaneidad propia de la adolescencia.
Sin embargo, cuando uno se acerca a entrevistarlos, la madurez de sus respuestas denotan que los actores han recorrido un largo camino profesional a pesar de su corta edad. Chaves ha abordado roles complejos como el de Mía en la novela Amar después de amar, y el de Elena en la miniserie de Netflix, Edha. Baró, oriundo de San Esteban de Palautordera, provincia de Barcelona-, trae consigo la fama cosechada con la aclamada serie Merlí, y cierta ingenuidad ante todo lo que implica el rodaje de una ficción diaria en la Argentina.
Así como aseguran que la química televisiva no responde a ninguna fórmula infalible, también es cierto que, para lograrla, el carisma tiene que llevar la batuta, carisma que Baró y Chaves poseen por separado, y que potencian trabajando juntos. Cada noche, los actores les ponen el cuerpo a Bruno y Lucía, la pareja elegida por el público de todas las grandes duplas que coexisten en Argentina, tierra de amor y venganza, la ambiciosa ficción de Polka para eltrece ambientada en 1938 que lidera el prime time, y que encontró en "Brunia" a ese binomio que tiene su correlato en las redes.
Bruno (Baró) llega al país desde España para vengar la traición de quien fuera su amigo (Torcuato Ferreyra, interpretado por Benjamín Vicuña), y se enamora de Lucía (Chaves), una joven de clase alta que se casa por imposición con Ferreyra, a pesar de estar también enamorada de ese enigmático catalán. La imposibilidad de estar juntos en un contexto donde el divorcio era palabra prohibida y la mujer quedaba supeditada a las imposiciones masculinas no solo responde a los paradigmas de un buen novelón, sino que además interpela desde un lugar más interesante. Como bien canta Abel Pintos en la cortina de la ficción: "ahora y en cien años más, las cosas van a ser igual". ATAV dialoga con 2019 y se pregunta hasta qué punto fueron derrotados ciertos paradigmas, con Chaves y Baró como la pareja representativa del tópico general de la ficción: las relaciones avanzan o se detienen, pero son siempre el resultado de su contexto.
Desde Bariloche, la dupla televisiva del momento habló con LA NACION sobre los ineludibles rumores de romance, el feminismo, y cómo se llevan con el feedback de sus fanáticos.
De Casa de muñecas a El conde de Montecristo
En el mundo literario, la temática de la venganza está ligada, en gran medida, a El conde de Montecristo de Alejandro Dumas. Los guionistas Leandro Calderone y Carolina Aguirre toman la novela como base para explorar la dinámica de Bruno y Torcuato, y al mismo tiempo citan fragmentos del libro en un bienvenido gesto autoconsciente. La herida abierta de Bruno y su minucioso plan de venganza fue precisamente lo que conectó con Baró.
"Leí los guiones y me gustó mucho que Bruno fuera un personaje que no descansaba, que empezaba la novela ya con una herida, entonces interpretar a un personaje que desde el primer capítulo tiene esa fuerza y esa historia para contar me pareció interesantísimo", explica a LA NACION, destacando la expresividad que le requiere el rol de un hombre que juega sus cartas de manera calculada, pero que también es profundamente sentimental. "Me gusta que conocemos su parte más interna, su lado emocional", destaca.
Chaves, por su parte, se pone en los zapatos de Lucía, quien es dueña de una librería donde despunta el vicio por la lectura -y simultáneamente por la escritura-, a pesar de que la sociedad le dice que solo debe cumplir el rol de "la mujer de...". En su microrrelato, la obra Casa de muñecas de Henrik Ibsen y la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert también son citadas en los momentos en los que esa joven se debate con Bruno hasta dónde llevar ese amor prohibido, al punto tal de desmenuzar la palabra amante desde su etimología.
"Lo que me parece interesante de Lucía es el proceso que atraviesa hasta romper con todo en una época machista. En ese entonces ella está muy sola, no hay nadie al costado para decirle 'me siento incómoda', está como naturalizado que algunas cosas que hace son parte del proceso, que hay que pagar derecho de piso por ser mujer", subraya la actriz, asegurando que le atrae "actuar la ingenuidad y la inocencia", justamente por ser una mujer opuesta a Lucía, al estar contenida por la coyuntura. "Yo soy mucho más plantada que Lucía, estoy rodeada, pero ella está sola, entonces es un proceso más lento, por eso nunca juzgo a los personajes que interpreto, eso me parece un error enorme, a ella la miramos con la óptica actual, pero incluso en 2019 hay mujeres que están en el mismo lugar y no hay por qué juzgarlas", manifiesta, y menciona que leyó Un cuarto propio de Virginia Woolf "para entender la cabeza del personaje, para sentir empatía, para entender el contexto, porque es muy difícil hacer una revolución sola".
Se vienen cosas muy buenas en la novela con el tema de las elecciones que tienen guiños interesantes de los autores
Por otro lado, Chaves adelanta que la novela abordará tópicos que, nuevamente, tendrán correlación con la actualidad. "No solo se mostrarán los manejos de la clase alta y de los medios de comunicación, sino también del mundo de la política, se vienen cosas muy buenas con el tema de las elecciones que tienen guiños de los autores", revela.
Una gran familia en el set
En una charla con LA NACION, Malena Sánchez, otra gran revelación de la tira, contaba cómo ATAV reunió a un grupo heterogéneo de actores que facilitan los debates en el set sobre las historias que comandan. "Sí, en los almuerzos hablamos un montón porque están todas las generaciones, desde Virginia Innocenti a Federico Salles, hay unos cruces muy interesantes y yo aprendo un montón de los demás, sobre todo de Malena", añade Chaves.
Ese sólido ensamble contribuyó a la adaptación de Baró a la Argentina, país que nunca había visitado. "No conocía nada, es mi primera vez aquí, me he sentido muy a gusto, muy en familia, me recibió muy bien la gente, la producción, mis compañeros, pero los primeros meses fueron muy complicados a nivel adaptación por la intensidad del trabajo, porque una novela te pide un ritmo muy intenso, es una locura a la que no estaba acostumbrado, pero estoy aprendiendo muchísimo", explica y ubica a Merlí como contraejemplo. "Era otro formato, se filmó como un unitario en tres meses, y desde un principio sabía lo que iba a pasar con mi personaje; lo que tiene la novela es que sabés cómo empieza pero no cómo termina, y además nos va bien, es increíble para nosotros después de pasarnos tantas horas trabajando, es el mejor regalo que nos pueden hacer", destaca.
Es mi primera vez en la Argentina, me he sentido muy a gusto, muy en familia, pero los primeros meses fueron muy complicados
Chaves secunda a su compañero y reflexiona sobre cómo ATAV se adapta a las exigencias de las nuevas plataformas que redoblan la competencia, por lo cual la ficción dará en breve un salto temporal como manera de dividirse en dos temporadas. "El televidente con el mismo control puede poner contenidos de cualquier parte del mundo, uno sigue midiendo la tira diaria en rating, pero hay quienes lo miran por redes, hoy todo sucede on demand", remarca la actriz.
¿Un amor que supera la ficción?: la pregunta del millón
Ya sea en ese parador donde hablaron con LA NACION, en eventos posteriores, como en la nieve misma, Baró y Chaves se muestran al natural. A pesar de que las versiones que los vinculan por fuera del set se retroalimentan cada vez que surge un video del rodaje o una foto que muchos leen como "romántica", ellos no apelan a estrategias para esconderse. Llegan juntos a todos lados, se hacen bromas, juegan como niños. Revierten el panorama.
"Ya me contaron que nos podían vincular, ya me habían advertido que a lo mejor podría pasarme alguna cosa de esas", dice Baró, entre risas, para luego verbalizar lo que se contempla fácilmente. "Yo no tengo nada que esconder, me lo tomo con humor, mi vida es tan tranquila, voy de casa al trabajo y del trabajo a casa", cuenta el actor que -hasta el momento- no tuvo tiempo de recorrer la Argentina en profundidad.
"Yo estoy sorprendida", cuenta Chaves. "Lo hablo con Albert todo el tiempo, de repente estamos en una vorágine enorme, trabajamos muy duro, pero somos muy distintos a los personajes, entonces poder vender una historia tan inocente de época y que a la gente le guste es un mimo", expresa, pero se muestra con cautela cuando se le consulta por su vida privada. "Sabía cómo iba a ser, pero uno explica hasta dónde quiere, y yo doy explicaciones cuando las quiero dar, pero no me hago cargo. Me parece que es algo que genera la novela, la gente recibe lo que quiere y yo no leo mucho ni estoy al tanto", dice respecto de los rumores de romance y los comentarios en las redes.
Las cámaras se apagan y los actores vuelven a lo que estaban haciendo. Sacan fotos del abrumador paisaje que los rodea, se sientan juntos, se hacen chistes. La química televisiva es imposible de prever, sí, pero a la fórmula del éxito de la pareja de Lucía y Bruno no hay que analizarla demasiado: es fácil de encontrar, está ahí, para quien quiera verla. Reside en la complicidad de Chaves y Baró, esa que trasladan a todas partes y que se rebela contra lo prefabricado con un encanto prístino.
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