Agustina Lecouna, sobre su alejamiento de la pantalla: “Elegí vivir esta vida maravillosa que me tocó”
La actriz vivió en Chile y Bélgica antes de afincarse junto a su familia en Miami, donde lleva adelante varios proyectos y sueña con volver a hacer ficción
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Actriz y productora, hace algún tiempo que Agustina Lecouna no trabaja en televisión, cine ni teatro pero siempre está cerca. Hija del productor Raúl Lecouna y de la productora y escenógrafa Celina Amadeo, se crió en un set de televisión, y de chica supo qué quería. Estudió, se formó y fue parte de decenas de novelas -entre ellas, Verano del ’98, Cabecita, 1000 millones, Son amores-, pero en los últimos años la vida la llevó por otro camino.
La actriz se casó con Diego Belbussi, con quien tiene tres hijas -Violeta, de 8 años, Victoria, de 6, y Sofía, de 4-, y vivió en Chile, Bélgica y los Estados Unidos. “Hace dos años nos mudamos a Miami, desde Bruselas. Diego, que trabajó para una cervecera durante 16 años, decidió abrir su propia empresa con dos socios y hacen una bebida de recuperación deportiva basada en plantas, sin azúcares, ni aditivos. Ese proyecto nos trajo a Miami y debo decir que fue maravilloso vivir en Europa, pero ahora, de alguna manera, acá puedo acercarme más a la industria del espectáculo”, le confiesa Lecouna a LA NACION.
-¿Fue una elección alejarte de los medios para dedicarte a la familia?
-Sí, fue una elección. Como buena sagitariana, me gusta la aventura y viajar, y la maternidad no era un deseo ni una fantasía. Siempre fui más Mafaldita que Susanita, pero cuando conocí a Diego encontré a un compañero con el que sí quería tener un proyecto a largo plazo y me surgió la necesidad de experimentar la construcción de una familia. Hoy tenemos tres hijas, una nacida en cada país en el que vivimos. Nuestra pareja empezó con viajes, porque él vivía en Chile y yo en Argentina, nos veíamos los fines de semana hasta que nos casamos y me instalé en Chile y, si tenía que trabajar, viajaba. Después surgió la posibilidad de vivir en Bruselas y tuve la necesidad de darle espacio a la familia y no poner la atención netamente en lo laboral: coincidieron mis ganas de ser madre y viajar. De todas maneras en esos años grabé Loco por vos (Telefe) y después quedé embarazada, y fui mechando. Nunca quise casarme y tener hijos como algo primordial para mi vida y por eso me dediqué a estudiar y trabajar, y cuando conocí a Diego aparecieron esas ganas y encima todo acompañado de viajes. Me siento bendecida porque un poco había soñado con vivir en otros países.
-¿Qué aprendizajes guardas de esas vivencias?
-Me transformaron y siento que parte de mi identidad es la de la viajera y aventurera que descubre y se descubre en distintos lugares: viví en la montaña en un lugar donde hay sismos, luego al lado del bosque a media hora de pueblos medievales, ahora estoy sobre la playa en un lugar con clima tropical. Me siento construida y deconstruida por cada lugar en el que viví y, además, en estos años aproveché e hice cursos de historia, de arte, de música clásica, me hice amiga de personas de todas partes del mundo, me empapé de la cultura chilena, de la naturaleza. Elegí vivir esta vida maravillosa que me tocó.
-¿Extrañas Buenos Aires?
-Soy una nostálgica empedernida porque amo Argentina, soy muy porteña y extraño la calle Corrientes, el cafecito y El gato negro, y los olores de las especias, las librerías, y el teatro. Ahora me pasa que también extraño otros lugares en los que viví como Valparaíso, las caminatas en los bosques belgas o las tardes en los museos de arte flamenco... Me siento parte de muchos lugares.
-Sos una ciudadana del mundo…
-Tal cual. Me gusta caminar por la playa y el otro día me encontré con balsas de cubanos llegados el día anterior, escapando de Cuba. Y esa situación me atravesó y me interpeló y me hizo pensar en el hombre y la necesidad de libertad.
-¿Es verdad que perdieron todo en un incendio?
-Sí, fue hace un par de años. Cuando nos mudamos a Bruselas dejamos todo en un depósito, porque pensábamos estar dos años aunque después fueron cuatro y medio. Una Navidad se incendió una fábrica de aerosoles en Don Torcuato, y se prendió fuego el depósito en el que estaban nuestras cosas: cartas de toda la vida, fotos, ropa, mi piano, diarios que les escribí a mis hijas, fotos del padre de Diego que murió cuando él tenía 15 años, películas, videos personales. Perdimos todo. Fue muy loco porque, de alguna mantera, tuvimos que entender que necesitábamos soltar todo eso: nos estábamos moviendo con demasiadas cosas en la mochila. Obviamente fue doloroso, un shock tan fuerte que casi no lloré. La familia y los amigos nos ayudaron a reconstituir algo del pasado, y sirvió para reconectarnos con tíos con los que quizá no hablamos todos los días, o compañeros de la escuela; por ejemplo, una compañera de la primaria me llamó y me dijo que tenía copias de nuestras cartas y fotos, o mi madrina me hizo un clip hermoso con fotos de cuando yo era chica. A veces hay que soltar tanta cosa material y estar más conectado con los afectos desde otro lugar. Fue una sorpresa en muchos sentidos y dentro de lo feo estuvo, bueno el aprendizaje y la reconexión con algunas personas.
-¿Cómo es hoy tu vida en Miami?
-Con mi mamá y mis hermanos [Delfina es productora ejecutiva y Nacho es director] tenemos una productora de contenidos que se llama ADN y estamos generando proyectos todo el tiempo. Hay muchas oportunidades acá. La historia de mi familia en el medio es fuerte y nos dieron ganas de seguir, armando cosas nuevas. Sigo metida en ese mundo porque me encanta actuar, y producir y crear.
-Creciente en un set de televisión, ¿qué recuerdos tenes de tu infancia?
-Había novelas que se grababan en mi casa, y por otra parte mi segundo hogar era un estudio de televisión. Siempre tuve esa ambivalencia.
-¿Usaban tu casa como decorado?
-Absolutamente. Mis padres son productores, mi mamá escenógrafa también, tienen realizadas más de cinco mil horas de contenidos y son los primeros exportadores de novelas al mundo. Yo veía en mi casa a Arnaldo André y Luisa Kuliok repasando la letra, y volvía de la escuela y mi cuarto ya no era mi cuarto porque se había transformado en una oficina y me quedaba escuchando algunas escenas quizá fuertes para mi edad, pero sabía que era ficción. A veces con mis hermanos teníamos que esperar en el baño a que rearmaran nuestras habitaciones. Por otro lado, en los decorados de los estudios de Sonotex, que eran de mis padres, veía cosas de mi casa. Viví fantaseando entre esas dos realidades, con el melodrama y las emociones a flor de piel. Viajábamos a Cannes a vender las novelas. Eso es lo que somos. Haber vivido todo eso me dio la posibilidad de ver cómo se produce una novela, la cocina, cómo se negocia la venta, presupuestos, dirección de actores, escritura.
-¿Tenes ganas de volver a trabajar como actriz?
-Sí, claro. Hace unos días me llamó Santi Fernández Calvete, que es un director con el que ya trabajé, para hacer una película. Hice castings en neutro, que también estudié, y estoy muy abierta a trabajar. Creo que todo lo que hago puede coexistir perfectamente. Me interesa mucho y me informo sobre cómo se va modificando la industria, hacia qué lado va y cómo ofrecer contenidos al consumidor; los canales lineales van a desaparecer en unos años porque todo es ya de las grandes plataformas. Está bueno estar en este momento en Miami porque pasa de todo.
-¿Tenés proyectos por afuera de la industria del entretenimiento?
-Sí, con esto de reinventarse en la pandemia, con dos socias tenemos una empresa de productos hechos a mano, @hilanderie.handmade, y trabajamos junto con mujeres costureras de La casa de Galilea, de la Cava de San Isidro; ellas cosen manteles, los traemos y los pintamos acá. También hicimos una alianza con unas chicas de una cooperativa de tejedoras de Santa Fe. Me gustan las cosas que tienen historia detrás. Con mis hijas hicimos unos kits para limpiar la playa. Vimos que había mucho plástico y me interesa la sustentabilidad y el cuidado del medioambiente. Lo diseñamos con un ingeniero medioambiental y todo es biodegradable: @handstogive. También colaboro con Reciduca, una fundación en Argentina ligada a preservar el medioambiente, enseñando técnicas de reciclado y capacitando a jóvenes en situación de vulnerabilidad para insertarse socialmente con recursos sobre medioambiente y consiguiéndoles su primer empleo.
-¡Sos muy inquieta!
-Me gusta crear y hacer cosas todo el tiempo. Y cuando tengo un rato libre salgo a caminar. Trato de expandir mi propia vida, y tener la posibilidad de aprender, porque también hago cursos de todo lo que te imagines. Trato de mirar al otro y ver de qué manera podemos ayudar a los que menos tienen. La pandemia me potenció.
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