Agustín Sierra, Candela Vetrano, Mery del Cerro y Tomás Fonzi: el amor, la infidelidad y los “peligros” de decir siempre la verdad
Los protagonistas y el director de la obra La verdad conversaron con LA NACION acerca del estreno que levantará este viernes por la noche el telón del recuperado teatro Politeama
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“Es un hecho histórico que vamos a dimensionar en algunos años”, coinciden Cande Vetrano, Mery Del Cerro, Agustín Sierra y Tomás Fonzi, que este viernes estrenan La verdad, del francés Florián Zeller, en el flamante Teatro Politeama, en Paraná al 500.
Demolido en 1958 para construir una torre que finalmente nunca se construyó, desde entonces fue un terreno baldío que Juan José Campanella rescató y reconstruyó. Los cuatro actores, dirigidos por Ciro Zorzoli y con producción de Gustavo Yankelevich, reestrenan esta obra que estuvo en la cartelera de Avenida Corrientes en el 2019, con otro elenco y gran éxito, en la noche que marcará también la reapertura de un sueño hecho realidad para el director de El secreto de sus ojos. En diálogo con LA NACION, Vetrano, Del Cerro, Sierra y Fonzi hablan de la emoción que sienten ante una velada histórica, de la complejidad de una obra que debate sobre la verdad y de su relación arriba y debajo del escenario.
-Estrenan obra y teatro, algo que normalmente no sucede. ¿Qué sienten?
Agustín Sierra: -Sí, son cosas que normalmente no se dan y con el tiempo vamos a darnos cuenta de que es una oportunidad histórica. Al principio ensayamos en el Lola Membrives y después pasamos al Politeama y vimos los avances de la obra. Fue emocionante también conocer a Campanella y que nos diera las gracias por estrenar el teatro. Son muchas cosas muy lindas.
Candela Vetrano: -Son dos obras en paralelo, la nuestra y la del teatro. A partir de lo sucedido al Politeama dictaron una ley que ordenaba, en caso de la demolición de un teatro, que la nueva construcción que ocupara su lugar tuviera obligatoriamente una sala de espectáculos. Es muy fuerte todo, me emociona pensar que es algo histórico
Mery Del Cerro: -Es muy zarpado, no le pasa a cualquiera. Durante casi 70 años fue un terreno baldío. Es una locura arrancar de cero. Es muy emocionante.
Sierra: -Pienso que en unos años voy a volver y a decir, ‘este teatro lo estrené yo con tal obra y tales compañeros y fue la primera que se hizo una obra’. Es algo extraordinario porque podremos hacer muchas obras de teatro, pero ésta va a quedar en la historia.
Tomás Fonzi: -Estamos ante un hecho histórico y me está cayendo la ficha recién ahora. De acá a unos años van a decir, ‘este teatro se inauguró con esta gente y hasta va a haber una placa’ (ríe). Es un acontecimiento importante.
Sierra: -Dejamos nuestra huella.
Vetrano: -Y nuestra energía
-Tres de ustedes trabajaron juntos, la última vez fue en Casi Ángeles. ¿Cómo fue el reencuentro?
Del Cerro: -Con Cande tengo mucha relación, a Agustín lo veía menos, pero seguís teniendo vinculo. Y con Tomás estuve en Masterchef.
Sierra: -Fue muy espontáneo, como si no hubiera pasado el tiempo. Nos conocemos en miradas, en risas. Hay algo muy lindo ahí, es como trabajar en familia con alguien que sabés que es una buena persona
Del Cerro: -Agus no sale del escenario, está en todas las escenas y es el que menos problemas tiene. Nosotros venimos con nuestras locuras, nuestras inseguridades y él tiene oficio de trabajar desde tan chico [Sierra debutó a los 8 años en Chiquititas]. Me siento muy cómoda con él, no me dan nervios y sé que lo que pueda decirle lo va a tomar bien. Eso se genera cuando hay un buen equipo de trabajo, una buena dinámica.
Sierra: -Es importante la confianza, el saber que podes decir algo y el otro no se lo toma a mal.
Del Cerro: -Me encanta que me digan cosas porque siento que las absorbo. Nunca me lo tomaría a mal. Y hay tanta buena onda que todo suma.
Sierra: -Tomás es todo lo que está bien, tenemos la misma onda y los cuatro somos laburadores.
Fonzi: -Con Mery tuvimos un derrotero largo y duro en Masterchef, y con Cande y Agus nunca había trabajado aunque nos cruzamos en algún evento. Claramente son otra generación.
-De alguna manera, todos trabajaron desde muy chicos en alguna producción de Gustavo Yankelevich: Agustín en Chiquititas, Candela en Rincón de luz y Mery en Casi Ángeles y vos, Tomás, en Verano del ‘98...
Fonzi: -Y a raíz de un casting descubrí mi vocación. Fue para la película de Dibu y les había gustado pero Marcelita Klosterboer mide dos metros desde que tiene 9 años (ríe con ganas). Entonces no se dio y quedó mi casting en Telefe, así que cuando surgió Verano del ‘98 me llamaron. Volví a hacer un casting y terminé de convencerme que la había pasado muy mal. Ya el de Dibu había sido raro; me sentí mal, sudaba frio y en cuanto pude dije que iba al baño y me escapé, me fui. Me volvieron a llamar, en el medio se enteraron que Dolores era mi hermana y que también había hecho el casting y quedamos los dos. Después estudié por una cuestión moral. Y así descubrí la magia del asunto. No volví a trabajar con Gustavo hasta ahora.
Del Cerro: -Tomy y yo estamos de un bando y ellos del otro.
Vetrano: -Ellos con hijos y nosotros sin hijos.
Fonzi: -Ahí está el asunto. De verdad, tenemos muy buena onda. El clima de trabajo determina fuertemente el producto final. El escenario es una cuerda floja y los compañeros son la red, es importante saber que el otro te banca, te sostiene y que no te juzga, que estás jugando. Es la base del disfrute y el público lo percibe. Por otra parte, Ciro (Zorzoli) tiene una apertura, una escucha, una paciencia y me hago cargo de haber hecho uso y abuso de esos valores que tiene (ríe).
Sierra: -Fue hermosa la convocatoria porque sabíamos que la obra había funcionado, y sobre todo tener la oportunidad de volver a juntarnos.
Fonzi: -Conocía la obra porque cuando estaba en cartel, en simultaneo yo estaba haciendo Perfectos desconocidos y compartíamos noches de calle Corrientes. Sabía que iba a ser un proyecto de proporciones o dimensiones interesantes.
Del Cerro: -La obra es la misma, también el director, pero interpretada por diferentes actores. Es una felicidad volver al teatro porque entre la maternidad y la pandemia hacia mucho que no me subía a un escenario.
Vetrano: -Dicen que es muy distinta, incomparable. Parece que está más moderna, porque somos otra generación.
-Todo parece estar dado para que La verdad vuelva a ser un éxito, ¿hay presiones?
Del Cerro: -No, pero tenía muchas ganas de trabajar, además, porque no me subo al escenario desde que hice Como en el culo, en el 2017. Me encanta actuar y era algo que tenía un poco corrido en los últimos años, sobre todo por el nacimiento de mis hijas. Es un orgullo enorme trabajar con Ciro, a quien no conocía, pero cuando investigué un poco me di cuenta que es un director muy groso; estamos en un aprendizaje constante. Y volver a calle Corrientes después de una pandemia, estrenando teatro, con una comedia a la que ya le fue muy bien, es un privilegio.
Vetrano: -Yo hice Los martes orquídeas, en el 2018, y La verdad me motivó desde el primer momento por mis compañeros y por las ganas de trabajar con Ciro, que todos dicen que es un maestro y quiero aprender. Y también estar en calle Corrientes, entrenando teatro, con la productora RGB, con un reencuentro.
Sierra: -Yo hice teatro el verano pasado en Carlos Paz, con Una noche en el hotel y tenía mucha letra. Y en La verdad también, cosa que me encanta.
Fonzi: -Lo último que hice fue Somos nosotros, a principios de año y hasta marzo.
-¿Cómo fue el primer encuentro con Campanella y Yankelevich?
Del Cerro: -Cuando los vemos intentamos estar muy receptivos porque son dos personas que saben mucho de teatro. Hay que absorber todo.
Vetrano: -Uno sabe que son capos. Trabajamos mucho tiempo con Gustavo pero no me lo había cruzado tantas veces, y cuando hablás te das cuenta del nivel de detalle que tiene y cómo está en la música del final de la obra, en tal chiste... Es muy observador, y está muy presente.
Del Cerro: -Tiene un oficio tremendo porque cuando ve los ensayos no anota nada, pero terminamos y sabe qué le tiene que decir a cada uno. Eso es algo que te dan los años de experiencia.
-La obra debate sobre la verdad, si conviene decirla, hasta dónde. ¿Llegaron a una conclusión?
Vetrano: -Es un tema que está candente. En todos los asados sale este tema de la honestidad de las relaciones abiertas.
Sierra: -Cuando piden la verdad hay que decirla y no mentir. Y claro que hay cosas que no contás para no interferir en el estado de ánimo del otro, pero si te piden explicaciones hay que decir la verdad y bancarse las elecciones de cada uno.
Del Cerro: -Es importante el cuidado. Suceda lo que suceda, es fundamental la forma en que contas la verdad.
Vetrano: -Claro, no es sólo ser honesto con uno mismo y sacarse un peso de encima. Eso sería egoísta, de alguna manera.
Sierra: -Hay que ver si el otro quiere saber la verdad o si soy yo el que necesita contarla.
Vetrano: -Una vez un ex novio me dijo ‘no preguntes lo que no querés saber’, y me pareció interesante porque a veces querés saber pero no tanto. La obra nos hizo reflexionar mucho sobre qué es la verdad. Empatizás con un personaje como el de Agus, que es un mentiroso constante pero lo querés, lo entendés a pesar de que ves cómo va tejiendo.
Fonzi: -La verdad es muy subjetiva. Cada persona tiene su verdad, no creo que haya una absoluta. Podes juzgar desde tus zapatos o ponerte en el lugar del otro y entender sus circunstancias y su contexto. Y pueden pensar algo totalmente diferente y no deja de ser verdad eso que el otro percibe. Simplemente es subjetiva y cada uno tiene sus herramientas. Y hablando de la relación de pareja, obviamente algunas cosas no son subjetivas, pero aplica.
Sierra: -La obra deja un buen mensaje. Se van a llevar una sorpresa, sobre todo alguno que piensa que se las sabe todas y sin embargo la vida le muestra otras cosas.
Del Cerro: -Es una buena manera de reírse de algo que dejó de ser tabú hace muy poco tiempo y hoy se puede hablar de las infidelidades, por ejemplo.
Sierra: -Mi personaje dice que si el mundo dejara de mentirse, no existirían mas parejas.
Vetrano: -Es una disyuntiva en la que estamos hoy y la verdad nos atraviesa. Antes se usaban palabras como “cornudo”, “amantes”. Y eso ya no se habla en esos términos, no es creíble. Y ese cambio fue abrupto, y no progresivo.
Sierra: -Uno nunca sabe el acuerdo que tiene cada pareja. Hay que saber si el otro quiere saber la verdad.
Vetrano: -Son acuerdos móviles, también.
Sierra: -La monogamia y el amor para siempre son un poco ilusos. Y la pareja abierta, también. Estamos en el medio, y no sabemos ni asumir lo nuevo ni quedarnos en lo viejo, porque no funciona.
-¿Tienen acuerdos con sus parejas?
Fonzi: -No sé si se pueden hacer muchos acuerdos. Yo no puedo. Prefiero no saber, me parece. Quizá la única manera es un acuerdo tácito, que no es acuerdo tampoco. Es un tema complejo. No sé si la verdad es la punta de lanza siempre. Creo que no.
Vetrano: -Yo siento que tengo una relación re honesta, que todo el tiempo laburamos para eso y nos decimos cosas en la cara. Podemos charlar y ser honestos. Suena cursi querer estar con el otro para todo la vida pero es así.
Del Cerro: -Nosotros tenemos una linda relación.
Sierra: -Yo tengo una relación nuevita, de un año, y proyectamos un amor para toda la vida y entendemos que para eso tiene que haber muchas libertades, siempre con respeto y acuerdos, pero hay entender que a la otra persona le puedan pasar cosas y eso no significa que no te ame. Si querés estar con el otro tenes que aprender a perdonar y saber que el otro también se puede equivocar. Y que el deseo es el deseo y el amor es e amor, y que a veces van de la mano y otras no. Lo mejor es encontrar la manera de poder compartir.
Un nueva mirada
Ciro Zorzoli, que fue el director de La verdad en el 2019, vuelve a liderar este equipo. “Cuando Gustavo Yankelevich me llamó para hacer esta versión más juvenil, me pareció interesante. Y ya arrancados los ensayos fuimos descubriendo que podía tener una nueva identidad, con personajes más jóvenes y su propia dinámica. Fue un grato descubrimiento”, asegura.
Una de les sutiles diferencias entre ambas versiones es que “hay pequeños ajustes en el guion” que se fueron dando en el transcurso de los ensayos. “Y descubrimos las diferencias en el lenguaje coloquial, que a veces a uno se le escapa y ellos aportaban. Se dio naturalmente esto de ver cómo van variando ciertas maneras de ver los vínculos en otras generaciones. Son sutilezas que vas descubriendo sobre la marcha. Es la misma propuesta en cuanto a escenografía, inclusive con el mismo equipo: Jorge Ferrari en escenografía, Matías Sendón en iluminación y Carla Méndez en diseño de vestuario. Lo diferente es el tono de la vinculación entre los personajes, y la dinámica”, explica a LA NACION.
-¿Trabajar con un nuevo elenco es como empezar de cero?
-Cuando creás, vas comprendiendo la pieza a medida que avanzan los ensayos. De mi parte, tenía que dejar que los actores pudiesen encontrar su nueva identidad. Siempre es atractivo ver cómo algo que pensás desde ciertas lógicas puede hacerse diferente y, sin embargo, suceder de la misma manera porque cada persona le pone su impronta. La intención no era decirles cómo se hacían las cosas sino dejar que todo circulase, aunque en los mismos espacios porque escenográficamente es la misma propuesta, pero el modo en que se habitan esos espacios es propio de ellos.
-Y el condimento de éste estreno es el nuevo teatro Politeama, ¿qué significa para vos?
-Era un hueco en Corrientes y de pronto apareció este edificio. No tenía idea de que sería un teatro hasta que Gustavo me dijo que iba a funcionar el nuevo Politeama. Son esas cosas que dimensionas con el tiempo, porque quizá en la coyuntura estamos viendo cómo llegamos al estreno. A medida que se acerca la fecha, se acondiciona el lugar y es esperanzador y emocionante que se sigan abriendo salas. Nos toca la posibilidad de estar en la apertura con esta obra y es algo maravilloso.
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